Sexo plural-Clínica singular: una política del quiasmo
Psicólogo clínico (U.N.L.P.). Psicoanalista en Mar del Plata y Miramar. Miembro de la RED AAPP y corresponsal de la Revista Conceptual.-
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Sin embargo, si se percibe que una paranoia lograda aparecería igualmente como la clausura de la ciencia, si fuese el psicoanálisis el que estuviese llamado a representar esa función; si por otra parte se reconoce que el psicoanálisis es esencialmente lo que reintroduce en la consideración científica el Nombre-del-Padre, vuelve a encontrarse aquí el mismo callejón sin salida aparente, pero se tiene la impresión de que de este callejón sin salida mismo se progresa, y que puede verse desanudarse en algún sitio el quiasmo que parece obstaculizarlo.
Jacques Lacan, La ciencia y la verdad
Argumentos
El quiasmo como figura de la retórica es un paralelismo cruzado de cuatro términos que contiene una repetición entre el sustantivo y el adjetivo que se permutan en cruz. De la letra griega chi=x. Ejemplo: “Se le puede quitar un derecho a un hombre, pero no se puede quitar al hombre del derecho”. Irónico sobre el significante “hombre”, en tanto no puede sustituirse a humano. El plural de nuestro título supone que la clínica de lo singular no va sin una reflexión sobre las sexualidades… pero ¿Hay una clínica de la sexualidad, y por extensión de las sexualidades, en plural? Antes bien, diremos que no hay una política para la clínica psicoanalítica sin desanudar este quiasmo. Solidario de la clausura de la ciencia y la sutura del sujeto.
La respuesta del psicoanálisis en la orientación de Jacques Lacan es diferenciar, entre sexualidad y sexuación y no sólo entre lo sexual y las sexualidades (donde sexuación (1) quiere decir elección de sexo). Para Sigmund Freud si de “sexualidades” se trata, hay dos: la perversa y la normal (2). Primero somos perversos, luego existe una elección más o menos sintomática. La partición se producirá ante la ausencia de objeto y su búsqueda correlativa vía identificación: la única forma de reorientar en el aparato aquello que recubre su falta. Proceso que encuentra su límite en la imposibilidad de alcanzar la identidad, identidad de percepción. A fines del siglo XIX Freud creaba el psicoanálisis y la psiquiatría inventaba la perversión. De las dos estructuras clínicas refractarias a la transferencia (perversión y psicosis) solo la primera operó de tercero excluido, visibilizando en la transitividad el continuismo clínico actual neurosis-psicosis, que disloca las categorías y transforma las clases.
Efectivamente el psicoanálisis triunfó donde la política y la psiquiatría fracasaban. Esta última, por no contar con el argumento de la transferencia, se refugió en las estadísticas (dado que nunca pudo abandonar del todo la etiología de la degeneración y hoy se las rebusca como puede en su casamiento químico con la neurofisiología del cerebro). Por su parte el psicoanálisis franquea el estructuralismo que dura lo que dura. Y da paso a un psicoanálisis blando, que emprende la reconquista de su campo con el últimísimo Lacan.
Pero la novedad de las sexualidades disidentes comenzaron a manifestarse ya en el siglo XVIII cuando la Revolución Industrial instituye la “neutralidad sexual” que convenía al trabajo indiferenciado que redistribuye las clases según los géneros masculino/femenino del que nació la familia nuclear y la pareja reproductiva, aplastando al amor (que nada tiene de neutral, ni natural). Pero el amor, el amor en sentido amplio… se emancipó y se hizo revolucionario de la mano del joven Marx, que lo consideraba una de las vías del ascenso social (y no una alienación) como lo explicita en La sagrada familia o Crítica a la crítica-crítica (3). Lo contrario será denostado por él y atribuido a una izquierda pretendidamente lúcida. Sobre todo en Occidente, que por carecer de prácticas instituidas de iniciación sexual (saber del mejor placer), se embarcó en la búsqueda de un conocimiento sobre la sexualidad a la manera de la ciencia. La Cosa tomó vuelo con lo del inconsciente, que atravesó como pudo las dos grandes guerras y sobrevivió en EEUU donde se volvió adaptacionista y reaccionario. Lo cierto es que entre las respuestas epistémicas más progresistas encontramos a John Money, psicólogo y médico neozelandés, emigrado a Estados Unidos, especializado en sexología e identidad sexual, quien en 1955 pasó a definir masculino y femenino desde lo cultural, es decir; más allá de las diferencias biológicas. Rebautizando en términos fenomenológicos al «género» como aquello independiente del sexo.
Posteriormente, Robert Stoller introdujo la distinción sexo/género buscando un concepto que pueda diagnosticar a quienes teniendo un cuerpo de hombre se sentían mujer, introduciendo el término «identidad de género». Así en su libro Sexo y género, de 1968 distingue entre “sexo” ligado a lo biológico y “género” ligado a la convicción subjetiva. Lacan lo cita en 1971 como transexualista, destacando aquello que ya “…aprenderemos” (nos dice): “lo inoperante de la dialéctica familiar para pensar el deseo…” y el desconocimiento del autor sobre el mecanismo de las psicosis, la forclusion lacaniana.
A fines del ´70, los estudios de género se extendieron a las letras junto con el feminismo académico anglosajón, y se profundizó la oposición sexo/género, que como instrumento para el análisis de las estructuras sociales tiene el objeto de distinguir entre la biología y lo social; el discurso de género va a utilizarse para demostrar que los comportamientos, los hábitos, lo femenino y lo masculino, que pasan a ser construcciones sociales/culturales son carentes de cualquier tipo de ontología. Concepción que avanza amplificada con Judith Butler. Resumamos entonces en tres autores, los tres argumentos: el primero instituye la noción de género, pero no puede pensarlo prescindiendo de la diferencia sexual biológica. Esto se aplica también al primer feminismo. El segundo, contrario al anterior, plantea al género como una construcción socio-cultural independiente de la diferencia sexual. Esta posición abre a una multiplicidad de posiciones posibles y lleva a cuestionar al género como categoría, abriendo la vía de una tercera posición: la izquierda deconstructivista y performativa del género de Judith Butler, referente de la Queer Theory. Partiendo del rechazo al binario hombre-mujer, cuestiona la identidad de género, proponiendo en su lugar la idea de transgénero: multiplicidad de rasgos y modalidades que rechazan el ordenamiento del “dispositivo de la sexualidad”, término de Michel Foucault (4).
Para Butler, el sexo no puede ser pensado como anterior al género sino que es desde el género que piensa al sexo como natural. Género, será el resultado de una disputa, un modo de funcionamiento consecuencia del performativo lingüístico. La identidad de género entonces, ya no será una experiencia sino un ideal regulatorio y normativo. Un artificio, una ilusión discursiva para regular la sexualidad en el marco de la heterosexualidad reproductiva (5). La política que se desprende de la Queer Theory, toma consistencia al desexualizar los cuerpos, desnaturalizar los sexos, promover la parodia de las identidades hombre-mujer, y exponer su artificialidad en rasgos que nosotros llamamos modalidades de goce. Butler eyecta su “X”: su quiasmo expulsa la ilusión del complemento, llevando la proporción levistrosiana (antropológica al fin) del sexo, diciendo: “…el «sexo» es a la naturaleza o a «lo crudo», lo que el género es a la cultura o a «lo cocido».” (6)
Efectivamente no nos esperaron para sentarnos en su mesa. Ya sea porque tenemos nuestras costumbres, o porque nos lo comimos, y lo estamos digiriendo, dado que; si bien entre nosotros los temas de la sexualidad no son tabú, algunas reflexiones universitarias hicieron del Más allá del principio del placer una “moral de la naturaleza humana” que se termina, antes de acabar en la pulsión de muerte. Erótica funeraria que con ese estilo de catacumba, pretendió dar así autoridad académica al psicoanálisis. El imperio del goce, rebautizado como la ciencia de lo real, de lo real lacaniano. Es el precio pagado por ignorar la relación entre la política (la policía) (7) y la moral. Hoy por Jorge Alemán (8) y otros, tratamos de entender por qué la “subjetividad” es uno de los nombres privilegiados de la política y por qué entonces el sujeto del inconsciente no es un defecto de discurso… (y tampoco es sólo un efecto). Es el inconsciente objeto (un inconsciente saber sin sujeto, más próximo a lo real, al misterio del cuerpo hablante). Si en su estatuto de objeto del saber, el inconsciente todavía no es una pieza de museo es porque hay el inconsciente real.
Es esto lo que es puesto de relieve por Jacques-Allan Miller cuando rescata de la indiferencia la expresión de Lacan: “inconsciente político”. Expresión que está en el nudo del problema, ya que tiene su origen en la torsión que Freud realiza de la sentencia, que Napoleón dirige a Goethe: “La anotomía es el destino”. Sentencia que es el reproche que el emperador le formula al autor del joven Werther por el destino dado al joven protagonista… En realidad sabemos que en realidad le dijo: “La política, he ahí el destino!”. Frase de la que Freud realiza una transliteración o interpretación desde el receptor, diríamos hoy. Nos lo dice así “La anatomía es el destino” no sin razón. De allí que la expresión de Lacan “el inconsciente es la política”, irá más allá de los dos destinos… más allá de lo anatomo-político, diríamos haciendo una retroconversión. O mejor dicho, como se dice ahora, yendo más allá de la biopolítica. La raíz del problema está en que la relación Lacan-Foucault, se cargó de implicaciones y operaciones tácitas, malentendidos sin dilucidar. Hasta el punto que muchos autores foucaultianos se vuelven contra Lacan con argumentos lacanianos, lo sepan o no! (Butler incluida).
El estallido foucaultiano que Miller supo describir, es que a través de la táctica de “hablar de sexo”, Foucault se encontró con algo “transhistórico”, lo real del sexo, que como nunca se historiza sino que nos histeriza, hace posible todas las historias. Es por eso que el debate sobre: “esencialismo-deconstrucción-construccionismo” debe ser retomado en sus fundamentos y no sólo en sus consecuencias, pues dicho debate encubre una cuestión determinante; la elección entre el nominalismo histórico o el realismo lacaniano. Insistamos: para los foucaultianos es el poder y no el lenguaje el que causa el sujeto. En cambio, la subjetivación analítica ensaya una respuesta de subversión por resignificación (algunos hablan de resignación como volver signar y designar) o al menos de una resistencia distinta de la sujeción, en el acto.
Políticas
Sucede que el nuevo debate cultural (nuevo de hace 60 años) que hoy se reabre entre nosotros, puso en función conceptos muy caros al último Lacan: elección del sexo, no complementariedad, relación sexual, el carácter cultural del género (identificatorio y no biológico), la contingencia del encuentro, la inexistencia de La mujer, la verdad ligada al goce, el goce mismo como semblante, etc. Conceptos que sin pedirle permiso al Amo bajaron a la calle. Pero atención, porque entre ellos el acento esta puesto en la dimensión social del sexo, desconociendo lo asocial del goce y su real. Avanzan sí, pero pagando el costo de desarticular lo corrosivo de la noticia: “No hay relación sexual”, desligándola de la dimensión de síntoma. Justamente del síntoma: último refugio del sentido por el cual el hablante-ser se desorienta y que sólo el psicoanálisis cierne. ¿Avanzan? Avanzan. Pero ¿cómo? Como si aquello que está en el fundamento de la no-relación-sexual, no tuviera nada que ver con la locura…
Es la vía del katapugon aquel vocablo de la antigua Grecia, que Jean Allouch redescubre como la función de agujero de lo sexual. Y que se ha traducido como vergüenza (desvergüenza, humillación, sumisión, etc.) para introducir el sexo del amo (9). Si es por este autor, debemos aceptar que ya es tarde para la verdad, y más aún para la verdad sobre el sexo (…ya era tarde a fines de los ‘90…). Y que debíamos ponernos a constatar cierto fracaso material, de la sexualidad en el campo freudiano. Pueden estudiar con Jean Allouch “las teorías del coger” (10) en Lacan, toda esa opacidad donde se constata que el Sado/Masoquismo, por ejemplo, no tiene nada que ver con el dolor, ni con la perversión, sino con la sumisión, o interrogarnos sobre la existencia del orgasmo anal, la excitación uretral y sutilezas por el estilo. Por el contrario, nosotros entendimos que la vía de reducir el psicoanálisis a un dominio, a un coto de caza en erotología, carece de perspectiva científica. Del mismo modo que la vía que hace alianza con la psiquiatría -y algunos psico- con las llamadas neurociencias, es una ceguera política. Pero atención, la nuestra sería seguir sosteniendo la indiferencia política (aquella que elogiaba Lacan en Freud) por fuera de la institución psicoanalítica.
Por fortuna –y por Jorge Alemán- hemos aprendido de los callejones sin salida por los que se avanza tras abandonar la neutralidad política. Aquella indiferencia sólo la encontraremos hoy en el acto del médico cuando realiza la cirugía sobre un cuerpo órgano a-sexuado, y en la sanción nominalista del discurso jurídico. Por su parte el otro al que se dirige el transexualista lo sostiene en el fiasco de su exsexo (11), y en sus intentos fallidos por desalojar lo singular por la vía de lo sexual.
Clínica y ética
Por el Observatorio de Género y Biopolítica de la Escuela Una (12) sabemos: que de las 20 demandas de reasignación de sexo en nuestro país y los 14 casos derivados y analizados, que a excepción de uno, el resto confirman las psicosis. De los tres niños observados, dos son niños y una niña, originalmente. Los tres son diagnosticados como psicosis. Una de ellas comienza tratamiento a los 3 años, y los otros dos a los 8 años. Dos de los casos presentan lo que François Ansermet llama una “certeza temprana”, es decir la certeza inicial de ser del otro sexo. Lo determinante en los tres casos es el encuentro de un real con lalengua, en tanto condición de goce y modo de habitar las identificaciones.
Ahora bien, retomando nuestros argumentos: ¿No está presente desde el comienzo de la formalización lacaniana, en los esquemas, grafos, fórmulas, la impronta: desexualizar? Efectivamente no hay clínica sexual. Existe una clínica irónica de los inclasificables, una clínica borrosa o borronea del sinthome, otras de la errancia y del yerro, pero todas llaman a la prudencia cuando las metáforas se extinguen y buscan anclaje (ver: Ser loco sin estar loco de Emilio Vaschetto, 2018). En este sentido, una clínica acorde a nuestra ética pero que responda a la dislocación actual -donde las fronteras se borran- deberá considerar la vida pulsional (13), a partir de abrir una distancia entre los ideales sociales y la singularidad de cada uno, dando lugar a aquello por lo que alguien podría extraerse de un colectivo, posibilitando una nueva nominación, una nominación por el sínthoma.
En tal sentido es que seguimos la propuesta de Enrique Acuña (14) quien recomienda leer una intervención de Jacques Lacan de 1975 El placer y la regla fundamental,(15) donde éste interviene para diferenciar lo singular de lo particular. Lo particular se define por cómo cae del universal (etimología de casus, caras de un dado que cae). Es algo simbólico lo que está en lo real del síntoma, ese real del síntoma se alcanza por la regla fundamental, ese real no es un destino inevitable, ese es un límite a forzar para hacer aparecer la buena hora, la oportunidad de desprenderse de ese real, haciéndolo pasar por el buen agujero. Y nos propone esta grilla para ordenar nuestros ejemplos clínicos:
Universal ——– Estructura – realismo – IMAGINARIO
(lenguaje-discontinuo)
Particular——– Síntoma – nominalismo – SIMBÓLICO
(anudamiento-continuo)
Singular——– Goce – destino – REAL (X)
El problema sin resolver es lo singular, elemento real –no decidido- resultado de la operación del sentido, e interrogarnos por cómo alojamos a esta “X” no clasificable.
Testimonios
Para terminar me interesaría comentar a modo de ejemplo tres testimonios, dos tienen la forma de libro y una poesía. Situados del lado izquierdo en las fórmulas de la sexuación. Porque considero que es la perspectiva menos comentada. El libro: Machos, sin ánimo de ofender, testimonio de Franco La Cecla (16). Como se ve, antepone desde su título un pedido de disculpas que parece imponerse, ya que el tema “macho” tampoco se lo tolera bien. Dice: “Hay una angustia masculina frente a la necesidad de demostrar que se es macho” (…) [ya que] “Nunca se es lo suficientemente macho y no siéndolo se es peligrosamente, no macho… La ostentación de masculinidad, la masculinidad como prueba, se sitúa del lado de una vergüenza que hay que superar. Como si la masculinidad fuese una respuesta poco connotada que corre el peligro de caer no sólo en la vaguedad sino en el mundo de las madres. Por eso los hombres deben aislarse juntos, y estar con otros hombres”. Nos dice también, que “el hombre tiene un sexo invisible, de ahí que no le ha sido reservada ninguna cultura del espejo. Es como si el cuerpo del macho no estuviera hecho para ser mostrado”.
Sin embargo el cuerpo masculino en su invisibilidad, soporta lo femenino. Por el contrario si se muestra, deberá hacerlo como “des-agraciado”, desgraciado… y hace el juego de palabras. La Cecla cita a Lacan en “La significación del falo” para señalar que la demostración de virilidad deviene por si misma femenina. La virilidad, que como cualidad variable se define por la presencia de caracteres acentuadamente masculinos dan a la masculinidad un carácter virtual. Se puede ser hombre y no ser viril. Ser varón y “no tener huevos” como se dice. El libro revisa épocas y culturas que muestran cómo el ideal de masculinidad deja en evidencia su inadecuación en todas las culturas. Lo viril, es llamado a contener el étimo vir, (valor) que comparte con virtud. Se presta a la relación etimológica con virtus, pero justamente también con virtualis. Destaquemos su homenaje a Ivan Ilich que vale aquí también, por haberse anticipado a muchas de las discusiones actuales.
El segundo testimonio es Mi análisis con Freud, de Joseph Wortis (17) en donde quien testimonia sin saberlo es Sigmund Freud, quien soltando buena parte de sus prejuicios, nos dice algo que está más allá de las objeciones, y de la insistencia del estudiante resistente. Aclaremos que Wortis es un comunista norteamericano (hijo de padres rusos exiliados) que viaja en 1927 a Europa para conocer a Havelock Ellis y Adolf Meyer, un año antes del segundo congreso de la Liga Mundial para la Reforma Sexual sobre Bases Científicas. En 1932, cuando Wortis vuelve a Europa éstos le ofrecen una beca para investigar la homosexualidad en Freud, y acepta. El dinero de la beca solo le cubrirá cuatro meses de análisis, en una misión que más que un análisis fracasado, es un espionaje controlado. A pesar de los esfuerzos denodados del autor (y del libro como artefacto) comunista, para denostar a Freud, decimos que fracasa. Porque Freud se hace oír más allá de los buenos modales y recatos políticamente correctos, su decir nos brinda de nuevo su posición singularísima. Comenta Wortis: “Expresó que el término de Hirschfeld [travestismo] no era feliz, que los casos a su entender eran homosexuales». El travestismo masculino, dijo, constituía una indicación de que inclusive los homosexuales preferían signos de femineidad en los hombres que elegían –una prueba más de que la homosexualidad rara vez es cabal. «Pero no existen reglas [agregó], y no se puede catalogar a todos los casos en la misma clase.” [las bastardillas son nuestras] (p.128).
Otro ejemplo, Wortis infiere de la hipótesis freudiana de la bisexualidad “la conveniencia de tornarnos bisexuales en nuestras actividades; [y que] quizás fuera deseable una reforma en esa dirección. Freud manifestó desacuerdo: No sería práctico. No se puede dar libre salida a los impulsos. Hay que mantenerlos en control, sin reprimirlos; el hecho de que los mantengamos bajo control no conduce a las neurosis, en el peor de los casos, únicamente al descontento.” (…) “-Pero [objeta Wortis] ¿por qué controlar un impulso que a nadie perjudica y que lleva a una relación puramente privada entre dos individuos?” “Eso jamás resultaría,” aseguró Freud. “¿Cómo conservar la disciplina en un ejército, por ejemplo, si los oficiales estuvieran enamorándose continuamente de los soldados o entre sí?” (p.92). Los golpes de humor de Freud se reparten junto con su furia, cuando localiza la posición inanalizable del norteamericano.
Y el tercer ejemplo es poético. Es una canción de Moris del ‘70 muy conocida: Escúchame entre el ruido (18). Que bien podría sonar como música de fondo de mi trabajo a modo de cierre, y que les dejo como deber para la casa.
Trabajo expuesto en las VIII Jornadas de Investigación y Extensión de la Cátedra Psicología Clínica de la Facultad de Psicología de la UNMDP, “Sexualidades. Síntoma-Cuerpo-Discurso”. Organizadas por la Cátedra Psicología Clínica (2018)
Notas:
1) Ver.: Sexuación. p. 309. Dominique Laurent, Las psicosis ordinarias y las otras bajo transferencia. Scilicet Ed. Grama 2018.
2) «Desde este punto de vista no existe entre la sexualidad normal y la perversa otra diferencia que la de las tendencias parciales respectivamente dominantes, diferencia que trae consigo la de los fines sexuales. Puede decirse que tanto en una como en otra existe una tiranía bien organizada, siendo únicamente distinto el partido que la ejerce. Por el contrario, la sexualidad infantil, considerada en conjunto, no presenta ni centralización ni organización, pues todas las tendencias parciales gozan de iguales derechos y cada una busca el goce por su propia cuenta. Tanto la falta como la existencia de una centralización se hallan en perfecto acuerdo en el hecho de ser las dos sexualidades, la perversa y la normal, derivaciones de la infantil.» Sigmund Freud, Lecciones introductorias al psicoanálisis. Parte III. Teoría general de las neurosis. 1916-1917. Obras Completas, trad. L. L. Ballesteros. Ed. Biblioteca Nueva.
3) El amor en sentido amplio como vía de ascenso social, y no como una alienación es destacada por el joven Marx en La sagrada familia (Lo contrario, será denostado como la crítica-crítica de un socialismo pretendidamente lúcido). Ver.: La Sagrada Familia, o Crítica de la crítica crítica. 1938 Editorial Claridad: F. Engels & C. Marx. 2da. ed. de 1971.
4) Quien afirma: “El sexo, fuera de duda, no es sino un punto ideal vuelto necesario por el dispositivo de sexualidad y su funcionamiento”. [Para terminar, concluyendo con una política al respecto]: “Contra el dispositivo de sexualidad, el punto de apoyo del contraataque no debe ser el sexo-deseo, sino los cuerpos y los placeres” Foucault, M., Historia de la sexualidad. 1-la voluntad de saber, Siglo XXI, México, 1991.
5) Judith Butler, Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del «sexo». Ed. Paidos Buenos Aires 2002
6) Judith Butler, El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Ed. Paidos Buenos Aires. 1990, pag. 104.
7) Carl Schmitt diferencia entre la política y lo político con relación al Estado: “política hacia fuera, policía hacia adentro y cortesía («politesse») como «pequeña política» o juego cortesano”. Carl Schmitt, El Concepto de Lo Político. Folios Ediciones. 1984
8) Jorge Aleman, «Existencia y diferencia sexual: Foucault y el ‘construccionismo’”. Ornicar? Transexualismo y travestismo desde la perspectiva del psicoanálisis. http://www.wapol.org/ornicar/articles/220ale.htm
9) Jean Allouch, «Para introducir el sexo del amo, y Acoger los gay and lesbian studies» Revista: Litoral 27. La opacidad sexual. Ed.: Edelp. 1999.
10) Marcelo Mazzuca, “Lacan estableció una teoría del coger”. Reportaje al psicoanalista frances Jean Allouch, quien en 2000 visitó Buenos Aires. https://www.pagina12.com.ar/2000/suple/psico/00-08/00-08-17/psico01.htm
11) Exsexo, es la traducción propuesta por Germán García para el libro Exsexo – Ensayo sobre el Transexualismo, de Catherine Millot. Ed. Catálogo, 1984. (La expresión Horsexe de Jacques Lacan, se explicaría no sin ambigüedades como: estar por fuera de sexo, o desalojo del sexo).
12) Patricio Álvarez, Alejandra Antuña, Paula Husni, Esteban Klainer, Viviana Mozzi y Débora Nitzcaner en Virtualia #32 Julio-Agosto – 2016. Transexualismo y travestismo desde la perspectiva del psicoanálisis. Segundo informe del Observatorio de Género y Biopolítica de la Escuela Una. http://www.revistavirtualia.com/articulos/21/observatorio-de-genero-y-biopolitica-dela-escuela-una/transexualismo-y-travestismo-desde-la-perspectiva-del-psicoanalisi s
13) Enrique Acuña (Compilador), Vidas Pulsionales. Ed. El Ruiseñor del Plata, 2018.
14) Enrique Acuña en Desclasificar, La función del diagnóstico en Psicoanálisis. Desclasificar (un no-destino para lo singular), Cuadernos de Psicoanálisis N2. La Plata, noviembre de 2003, p13.
15) Jacques Lacan, Intervención realizada en París, junio de 1975. http://www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/sitios_catedras/obligat orias/114_adultos1/material/archivos/lacan-el_placer_y_la_regla_fundamental.pdf
16) Franco La Cecla Machos, sin ánimo de ofender, Ed. Siglo XXI de Argentina Editores. 2005.
17) Joseph Wortis Mi análisis con Freud, Ed. Universitaria, Buenos Aires. 1965.
18) Canción de Mauricio «Moris» Birabent: Escúchame entre el ruido, 1970 del álbum: Treinta minutos de vida. Letra: El hombre tiene miedo de ver la verdad, / de ver que él era algo que no podía definir.. / de ver que al fin su sexo pudo ser o no ser / que no era absoluto, que podía ser la flor… / El hombre tiene miedo de su sexo también / y niega a la mujer que lleva dentro de él / ¿Qué flor le daré a aquel que vive sin amor? / la flor de mil y un sexos, la flor de un creador… / Cuando él era muy pequeño, él sabía vivir, / todo era pureza, mamá y papá /si después creció, sufrió y lloró / ¿dónde estará la flor, dónde está el que se fue? / Un día la farsanta, nuestra gran sociedad… / Le dijo mil mentiras, lo metió en un corral, / le dijo que su sexo él tenía que ocultar, / la flor se marchitó, no pudo ver el sol…/ También le dijo como él tenía que pensar, / sentir, vivir, amar y ser un ser normal, / después le regalo, el caos, la maldad / y la publicidad por fin lo convenció… / Te engañaron, ya lo sabes, sino lo sabes también / con la pluma y la palabra; y con silencio también… / aunque bien lo sabía, la bendita sociedad / que eras algo más que un sexo y tu cédula de identidad… / Lo miro a mi abuelo, él era muy viril / igual que yo, era hombre o mujer / díganme ustedes, dueños de la moral!! / la voz de ese viejito ¿es de hombre o de mujer? / Escúchame, hermano, entre este ruido actual… / hermano, te lo pido!! ayúdame a seguir / no esperes que te entiendan ¿por qué lo habrían de ser? / son solo maquinitas que no pueden fallar… / -Las maquinas fabrican frases para vivir, / y todos repetimos, sin nunca descubrir / que la libertad del hombre no era de metal!! / La máquina triunfó, y el hombre se acabó…/ -Ustedes dicen macho, varón y que se yo, / me meten en un molde como si fuera un flan / y para recibirme de hombre, no es verdad, / me tengo que pelear, no tengo que llorar… / -Hablar de las mujeres como cosa que hay que usar, / tener la pose macha y la voz del arrabal, / pero yo bien los conozco. No me pueden engañar, / tienen mucho miedo que los llamen anormal… / Cuando un niño te sonríe, y él te quiere acariciar, / cuando lloras y estás solo, y no hay nadie a quien llamar, / cuando mueres un instante porque estás con ella al fin, / cuando abrazas a un amigo que lo quieras como a un Dios, / ¿Están ciegos, son idiotas? / ¿O qué es lo que pasa aquí? / ¿O qué es lo que pasa aquí?/ ¿O qué es lo que pasa aquí?.-