Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 13 • Diciembre de 2023 •

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Vicisitudes de la interpretación analítica

María Fátima Alemán

Presidenta del Instituto Pragma – Asociación de Psicoanálisis de La Plata, coordinadora del Seminario anual de Pragma 2023 y miembro del Consejo de Enseñanzas de Pragma. Miembro del Consejo de la Red AAPP. Docente de la Facultad de Psicología (UNLP). Miembro de la EOL y de la AMP. Autora de artículos en libros y revistas de psicoanálisis.

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Atardecer en el Teyú, Zygmunt Kowalski, IG: @centenariokowalski

 

El decir del analista: interpretación, acto y resonancia ha sido el tema de investigación del Seminario anual de Pragma 2023, coordinado por Leticia García y por mí, junto al grupo de docentes del Instituto Pragma: Inés García Urcola, Daniela Ward, Carolina Sanguinetti, Patricia Iribarren, Mariángeles Alonso, Ezequiel Rueda y Fernando de la Fuente.

Abordamos el decir del analista como el complemento del decir inconsciente que habilita Freud a partir del invento del psicoanálisis. A las formaciones del inconsciente extraídas de la vida cotidiana del neurótico (sueños, actos fallidos, olvidos, lapsus, chistes, síntomas) Freud propone el recurso de la interpretación por la palabra. Luego será Lacan quien retome el desciframiento del inconsciente a partir de la matriz significante, reivindique el acto analítico y postule al final del análisis el sentido gozado a partir del equivoco significante y la resonancia a-semántica.

 

El inconsciente intérprete

El concepto de inconsciente, inventado por S. Freud hace ya más de un siglo, no se puede comprender sin tomar en consideración la concepción de la interpretación analítica. Para Freud, la hipótesis fundamental que da sentido a su método del psicoanálisis es que existe una instancia psíquica que no es conciencia y que “el inconsciente se interpreta”. En el texto de 1915 “Lo inconsciente” Freud plantea que “todo tiene que permanecer inconsciente, pero a su vez lo reprimido no recubre todo lo inconsciente, lo reprimido es una parte de lo inconsciente”.[i]

Este texto dividido en tres partes (justificación del concepto de lo inconsciente; la multivocidad de lo inconsciente y el punto de vista tópico; sentimientos inconscientes) presenta en forma muy precisa lo que se conoce como uno de los ejes de su Metapsicología: las principales características del concepto fundamental del inconsciente. El punto de partida de Freud es que el inconsciente es “un supuesto necesario y legítimo”[ii] que cuenta con numerosas pruebas a favor de su existencia. En primer lugar, Freud crítica fuertemente el supuesto de igualar la conciencia con lo psíquico. Luego define el carácter latente de ciertos estados psíquicos: sueños, acciones fallidas, síntomas. También postula como prueba de la existencia y el modo de acción de lo inconsciente anímico a la experiencia hipnótica, donde la orden del hipnotizador tiene un efecto directo en la conducta del hipnotizado. Por ello, Freud demuestra por qué no es posible tomar como punto de partida una conciencia segunda o una escisión de la conciencia. Los argumentos que presenta muestran el desconocimiento con el cual opera la conciencia pretendiendo conocerse a sí misma. Freud explica que la lógica que comanda la conciencia no es la misma que la del inconsciente (no es una duplicación) y termina apelando a dos analogías para entender lo que ocurre en los procesos anímicos inconscientes: el animismo y la concepción kantiana de la percepción exterior. Dice Freud: “Así como Kant nos alertó para que no juzgásemos a la percepción como idéntica a lo percibido incognoscible descuidando el condicionamiento subjetivo de ella, así el psicoanálisis nos advierte que no hemos de sustituir el proceso psíquico inconsciente, que es el objeto de la conciencia, por la percepción que esta hace de él”[iii]. Este planteo freudiano resulta interesante por la actualidad que tiene en nuestros días, donde la promoción de la conciencia por parte de las TCC y los llamados neurocientíficos ponen en primer plano al yo como efecto de las atribuciones subjetivas del cerebro[iv].

Tomando otra referencia del programa del Seminario, el Curso de J.- A. Miller La fuga del sentido (1995-96) y la clase XII ¿Cómo interpretar?, nos encontramos con que la interpretación es una cuestión crucial para el psicoanálisis porque hace a la práctica clínica del psicoanálisis y esto para Miller quiere decir que si la interpretación es una cuestión crucial es porque trae consigo la definición del inconsciente. Dice Miller: “La cuestión de la interpretación concierne a la naturaleza misma del inconsciente. El inconsciente freudiano, lo que Freud descubrió y a lo que le dio el nombre de inconsciente se define por el hecho de ser interpretable. La interpretación entra en la definición más esencial del inconsciente”[v].

¿Cómo se comprueba esta amalgama interpretación/inconsciente? En el mismo Freud, cuando crea su método y demuestra que el inconsciente como instancia psíquica separada de la conciencia tiene efectos en los síntomas histéricos. Si Freud comienza con el tratamiento de la histeria como neurosis no orgánica, y considera que en sus síntomas habla la verdad del sufrimiento, ello se explica por una causa que no está en el relato consciente. La hipnosis vía la sugestión como método lo lleva a demostrar el poder ensalmador de la palabra, como consta en el texto “Tratamiento anímico, tratamiento por el espíritu”, rebautizado por Lacan como el “poder de la palabra”.

Pero luego de sus Estudios sobre la histeria, Freud se interesa por los fenómenos de la vida cotidiana que pueden dar cuenta de estados anímicos inconscientes que tienen efectos directos sobre la vida de los neuróticos[vi]. Por ello, los sueños, los actos fallidos, los olvidos, los lapsus y las variantes del chiste son fenómenos de la vida cotidiana que sirven para dar cuenta de la hipótesis del inconsciente. Para Freud dichos fenómenos son formaciones del inconsciente que llevan la marca de lo inconsciente-reprimido como deseo rechazado y realizado (el Wunsch). En todos ellos se constata una intención de significación, “un querer decir”. Los sueños, los fallidos, los chistes son formaciones de compromiso entre un “querer decir y un no poder decir (lo indecible)”. Cuando el inconsciente se manifiesta lo hace diciendo algo a medias, no diciendo todo: se trata del “medio-decir del inconsciente”[vii]. Por eso Lacan dirá que la interpretación del analista opera también como un “medio decir”, a diferencia de Freud que piensa la interpretación como un decir a veces esclarecedor (construcción).

El inconsciente es entonces un cifrado que requiere de un desciframiento. El inconsciente dice de una manera cifrada, velada, disfrazada la verdad del deseo. En el capítulo VI de la Interpretación de los sueños, titulado “El trabajo del sueño. El miramiento por la figurabilidad” y donde el sueño se emparenta con la escritura jeroglífica, dice Freud: “Pensamientos del sueño y contenido del sueño se nos presentan como dos figuraciones del mismo contenido en dos lenguajes diferentes (…) El contenido del sueño nos es dado, por así decir, en una pictografía, cada uno de cuyos signos ha de transferirse al lenguaje de los pensamientos del sueño”. Tomando el ejemplo de un acertijo, “una casa sobre cuyo tejado puede verse un bote, después una letra aislada, después una silueta humana corriendo cuya cabeza le ha sido cortada, etc.”, Freud determina el sin sentido del mismo: “no hay botes en los tejados de las casas, y una persona sin cabeza no puede correr; además, la persona es más grande que la casa y, si el todo pretende figurar un paisaje, nada tienen que hacer allí las letras sueltas, que por cierto no se encuentran esparcidas por la naturaleza”. Por ello, la solución posible o correcta del acertijo sólo se obtiene “cuando en vez de pronunciar tales veredictos contra el todo y sus partes, me empeño en reemplazar cada figura por una sílaba o una palabra que aquella es capaz de figurar en virtud de una referencia cualquiera. Las palabras que así se combinan ya no carecen de sentido, sino que pueden dar por resultado la más bella y significativa sentencia poética”[viii]. El acertijo adquiere sentido a partir de su transformación en poema, haciendo del sueño un “rebus” (en latín, una cosa por otra), el principio homofónico utilizado en las escrituras jeroglíficas.

Lacan en su texto prínceps de 1953, Función y campo de la palabra y el lenguaje, retoma el lazo necesario entre la definición del inconsciente y la interpretacion analítica. Allí leemos tres definiciones del inconsciente[ix] que ponen en evidencia su valor simbólico, en tanto discurso o escritura:

1) El inconsciente es aquella parte del discurso concreto en cuanto transindividual que falta a la disposición del sujeto para reestablecer la continuidad de su discurso consciente.

2) El inconsciente es el capítulo de mi historia que está marcado por un blanco u ocupado por un embuste: es el capítulo censurado. Pero la verdad puede volverse a encontrar; lo más a menudo ya está escrita en otra parte.

3) Que el inconsciente del sujeto sea el discurso del Otro es lo que aparece más claramente en los estudios que Freud consagró a la telepatía, en cuanto que se manifiesta en el contexto de una experiencia analítica.

Estas definiciones del inconsciente propuestas por Lacan al comienzo de su enseñanza muestran que la interpretación analítica no es un asunto de “comunicación”, no es un dicho del analista que complementa comprensivamente los dichos del analizante. La interpretación que concierne al psicoanálisis es ante todo una “puntuación afortunada” que da sentido al discurso del analizante, poniendo en juego el valor del decir inconsciente.

 

La interpretación como significación

Esta concepción de la interpretacion analítica desde la concepción lacaniana se encuentra a la altura del Seminario 11 y del escrito Posición del inconsciente, segundo momento de la teoría de la interpretación en Lacan según J.-A. Miller, presentada en el Curso La fuga del sentido (1995-96). Si la primera concepción lacaniana de la interpretación es la que encontramos en el escrito Función y campo de la palabra y del lenguaje, la interpretación semántica como corte de la cadena significante, el segundo tiempo es el que corresponde a la torsión conceptual del Seminario sobre los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.

En 1964 Lacan define a la interpretación analítica como una significación que no está abierta a todos los sentidos, y que por lo tanto coincide con la definición del inconsciente pulsátil (corte, tropiezo, falla, fisura temporal, hallazgo, a la espera). La definición la encontramos en la clase XIX “De la interpretación a la transferencia”: “Es falso que la interpretación esté abierta a todos los sentidos, como se ha dicho, so pretexto de que se trata solo del vinculo de un significante con otro significante, y, por tanto, de un vinculo sin pie ni cabeza. La interpretación no está abierta a todos los sentidos (…) La interpretación es una significación que no es una significación cualquiera. Viene aquí a ocupar el lugar del S, e invierte la relación por la cual, en el lenguaje, el significante tiene como efecto al significado. El efecto de la interpretación es el surgimiento de un significante irreductible”[x]. Es decir, ya no alcanza con definir a la interpretación como efecto de sentido siguiendo la lógica significante/significado, sino que hace falta abordar la interpretación como una significación de un significante sin-sentido, un significante que frena la cadena. En la clase XVI “El sujeto y el Otro: la alienación”, Lacan aclara que “el objetivo de la interpretación no es tanto el sentido, sino la reducción de los significantes a su sin-sentido, para así encontrar los determinantes de toda la conducta del sujeto”[xi].

Como recuerda Miller en el Curso mencionado, la teoría de la interpretación reconstruida por Lacan a partir de Freud es una teoría solidaria de la relación del sujeto con el significante y por ende con el Otro. Cuando Lacan consolida el objeto lacaniano en el Seminario 11, el objeto a y su goce pulsional, la definición de la interpretación y del inconsciente cambian sustancialmente: “la interpretación se vuelve entonces imposible o se transforma en otra cosa”[xii]. Si la estructura de la interpretación es la de la comunicación donde el significante se liga al significado, la interpretación será metafórica (como punto de basta) o será metonímica (como alusión o medio decir), pero la introducción de lo real de la sexualidad (el objeto pulsional) implica poner en juego un significante sin-sentido.

El ejemplo clínico que Lacan presenta en el Seminario 11 nos sirve para entender en qué consiste la encrucijada de la interpretación analítica. El caso clínico de su colega Serge Leclaire, “El sueño del unicornio”, presentado inicialmente en el Congreso de Boneval en 1960, “ilustra muy bien el tránsito de la interpretación significativa hacia el sin-sentido significante”[xiii]. El nombre secreto que el analizante Philippe se da a sí mismo, Poordjeli, reúne dos silabas de la palabra licorne (unicornio) que aparece en un sueño relatado en su análisis con Leclaire. El sueño como realización de deseo vinculado a la sed y a sus recuerdos de la infancia (fobia a los granos de arena, seducción con su amiga Lili y la cicatriz de su frente en el lugar de un unicornio ficticio) no agota la interpretación como desciframiento significante. Dice Leclaire que conviene “dejar que se despliegue y se agote la intensidad del eco significativo en el despliegue de su reverberación, hasta que se imponga la sequedad del rasgo literal; hay que dejarlo resonar como el llamado de sirena que Philippe se esforzaba por producir silbando en el cuenco de sus manos unidas”. Para Leclaire no “hay otro modo de escuchar que a la letra”[xiv]. Para Lacan, la interpretación analítica es localizar en el discurso del analizante los significantes irreductibles que determinan su existencia por fuera del sentido simbólico.

 

El decir del analista y su acto

En las Conferencias porteñas Miller se pregunta por la relación entre las formaciones del inconsciente y el analista: “¿el analista es una formación del inconsciente? Se podría creer que eso es lo que Lacan quiere decir planteando que no hay formación del analista, que sólo hay formación del inconsciente”[xv]. Según Miller, esta formulación paradójica se resuelve cuando Lacan aborda lo que denomina, más allá de Freud, el acto analítico, proponiendo que el analista solo se vuelve formación del inconsciente cuando hay lapsus de su acto, es decir, cuando falla en su posición de analista y debe ser interpretado. El inconsciente que Lacan redefine en su segunda enseñanza es lo contrario del acto, siguiendo la sugerencia freudiana del recordar como antídoto frente al actuar. El inconsciente del neurótico introduce la verificación (como lo demuestra el obsesivo buscando los significantes que garanticen su deseo o la histeria denunciando el carácter de semblante del significante) mientras que el acto pone en juego la certeza. Como dice Lacan, el inconsciente llama a la interpretacion vía la transferencia a contrapelo del acto donde el sujeto realiza su certeza para modificarlo irremediablemente. El acto para Lacan resuelve la indeterminación del sujeto, es decir, su división subjetiva.

Sin embargo, del lado del analista como acto analítico, Lacan lo postula como “el correlato de la pulsión, la que define precisamente como ciñendo el objeto, el objeto como objeto a. Desde este ángulo, la travesía del fantasma no es la clave del análisis, sino que quiere decir desnudar la pulsión, abrir así al sujeto el camino del acto donde encuentra su certeza de goce”[xvi]. Esta versión del acto analítico se corresponde en general al final de un recorrido analítico, donde asistimos a la destitución del sujeto supuesto saber y al arreglo que encuentra el analizante con sus restos sintomáticos al verificar la contundencia del “no hay relación sexual” y en su lugar “hay goce”.

Por ello Lacan en el Seminario 16 De un Otro al otro, en la clase XXII titulada “Paradojas del acto analítico”, retoma lo expresado en su Seminario anterior: en el acto analítico hay una verdad velada, el objeto a, objeto que es causa de deseo y a su vez causa de la división del sujeto. El acto analítico es, a la entrada, “la incitación al saber” a partir de la regla fundamental formulada por el analista que implica para el futuro analizante poder “decir todo lo que quiera” y establecer así un “Otro que sabe lo que eso quiere decir” (sujeto supuesto saber)[xvii]. Esta matriz que instala el acto analítico hace posible el lugar privilegiado de la interpretación como “efecto de saber” que se vuelve verdad. ¿Cuál es la verdad que está en juego? La verdad de la cosa freudiana, la verdad a-sexuada que se desprende de la ausencia de relación sexual: el acto sexual muestra su fracaso, es decir, el encuentro para cada sexo con la castración, S(Ⱥ).

La paradoja del acto analítico consiste para Lacan en que a la entrada en análisis se instala la transferencia vía la suposición de saber, y a la salida se espera la verdad rechazada con la evacuación del objeto a. El analista en su acto se eleva al lugar del Otro gracias a la ficción necesaria del SsS, pero a posteriori se produce su caída cuando dicha ficción muestra el objeto oculto y rechazado como plus de goce. De allí que Lacan afirme que “solo se interpreta en el análisis la repetición y es lo que se toma por la transferencia”[xviii] pero cuando emerge la presencia del analista como objeto a, se consolida “lo ininterpretable”. El analista es el actor que sostiene la escena y que da sentido al acto analítico, sabiendo que en determinado momento mutará a ser el scapegoat (el chivo emisario) que asuma el objeto a y permita que el analizante atraviese su fantasma para encontrar una solución posible a su modo de gozar.

El testimonio de pase de Bernard Seynhaeve que figura en el curso de Miller Sutilezas analíticas expresa bien, como lo sugiere Eric Laurent, el pasaje “de analizante a analista, el pasaje que Lacan da para aquel del acto analítico, que concierne al estatuto del decir”[xix]. El decir que corresponde al sujeto supuesto saber a la entrada se plasma en dos enunciados: “usted tendría que haberme hablado de eso” en referencia a una cicatriz en el rostro y “Ud. ama demasiado su fantasma” en relación con un fantasma masoquista. El decir que corresponde a la caída del sujeto supuesto saber a la salida se presenta a partir del “todavía no terminó” formulado por el analista y el decir performativo del “si se terminó, entonces el pase” del analizante. Decir inconsciente y acto analítico se complementan y dan la clave para pensar el final de un análisis.

 

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*Texto escrito a partir de tres clases dictadas por mí en el Seminario anual de Pragma “El decir del analista: interpretación, acto y resonancia” en el año 2023.

Notas:

[i] Freud, S.: “Lo inconsciente”, en Obras completas, tomo XIV, Amorrortu, 1986, pág. 161.

[ii] Ibidem, pág. 163.

[iii] Ibidem, pág. 167.

[iv] Ver el libro de Miquel Bassols, Tu yo no es tuyo. Lo real del psicoanálisis en la ciencia, Tres Haches, 2011, pág. 62.

[v] Miller, J.-A.: Curso La fuga del sentido, Paidós, 2012, pág. 244.

[vi] Se puede leer esto en el comentario de la clase del Curso Breve 2023 de Pragma, a cargo de Leticia García y Carolina Sanguinetti, Boletín Microscopía n° 219. https://aplp.org.ar/microscopia/microscopia-219/

[vii] Miller, Ibidem, pág. 244.

[viii] Freud, S.: La interpretación de los sueños, en Obras completas, Tomo V, Amorrortu editores, pág. 345 y sig.

[ix] Lacan, J.: Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis, en Escritos 1, Siglo XXI editores, pág. 251.

[x] Lacan, J.: Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, 1992, pág. 257.

[xi] Ibidem, pág. 219.

[xii] Miller, ibidem, pág. 264.

[xiii] Lacan, J. Ibidem, pág. 258.

[xiv] Mulder, S. y otras: «Presentación sobre el sueño del unicornio de Serge Leclaire», revista Perspectivas en Psicología, 2014, Mar del Plata, https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5113961

[xv] Miller, J.-A.: «Acto e inconsciente», en Conferencias porteñas, Tomo 1, Paidós, 2009, pág. 166.

[xvi] Ibidem, pág. 167.

[xvii] Lacan, J. Seminario 16 De Otro al otro, Paidós, 2008, pág. 312.

[xviii] Ibidem, pág. 318.

[xix] Miller, J.-A. Curso Sutilezas analíticas, Paidós, 2011, pág.217.

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Analytica del Sur Número 1. Aparición en web: julio 2014.

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