La invención de saber en un psicoanálisis
Miembro del Consejo de Enseñanzas de la Asociación de Psicoanálisis de La Plata (APLP). Docente del Seminario Anual de Pragma- Instituto de Enseñanza e Investigación en Psicoanálisis (APLP), Miembro de la Red AAPP (Red de Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas), miembro del staff de Analytica del sur- Psicoanálisis y crítica-, autora de diversos artículos publicados en libros y revistas de psicoanálisis.
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Guiada por el Argumento de la Jornada de hoy(1), voy a partir de una referencia al artículo “La invención psicótica” de la revista Virtualia, donde J.-A. Miller, si bien reconoce una zona semántica común entre invención y creación, invita a darle a la invención un acento distinto en tanto la creación tiene connotaciones ligadas a la teología con la idea de la creación divina como creación ex nihilo –a partir de la nada-. A la invención en cambio, le daré de buen grado el valor del bricolaje, propone. El bricolaje es una actividad manual que se hace con material reciclado, es decir, con un material que previamente cumplía otra función.
Fotografía: Carolina Sanguinetti; @hornero.urbano
El bricolaje metaforiza el valor del trabajo realizado no sólo en las psicosis, por ejemplo, la transformación que realiza Schreber con su delirio(2); sino también el trabajo de transformación que ocurre en un análisis como propone Lacan en “De nuestros antecedentes”: “Pues la fidelidad a la envoltura formal del síntoma, que es la verdadera huella clínica a la que tomábamos gusto, nos llevó a ese límite en que se invierte en efectos de creación. En el caso de nuestra tesis (el caso Aimée), efectos literarios…”(3) Encontramos la creación/invención en ese límite donde los significantes que constituyen la envoltura del síntoma se invierten, dando lugar a algo nuevo, conduciendo a otro fin. Ahora bien, ¿por qué esta creación/invención tiene efectos sobre el modo de gozar de un sujeto? Por cómo entendemos al síntoma: “como la investidura libidinal de esa articulación significante en el cuerpo; y es en este sentido, que es un modo de gozar, y de manera doble. Por un lado, es un modo de gozar del inconsciente, del saber del inconsciente, de la articulación significante y del significado. Y, en segundo lugar, es un modo de gozar del cuerpo del Otro. Por cuerpo del Otro, entendemos al mismo tiempo, el cuerpo propio, que siempre tiene una dimensión de alteridad, pero también el cuerpo del prójimo como un medio de goce del cuerpo propio”(4).
Sabemos que al final de un análisis el síntoma no es destruido; tampoco se trata de atravesarlo, destituirlo o de dejarlo caer, no hay arreglo placentero con el goce, sino que hay goce, que al final de las vueltas dichas, funciona como un límite que fuerza esa inversión que tiene efectos de invención/creación. Lacan propone la solución de identificarse al síntoma, es decir, de vivir con él; y es desde esta perspectiva que decimos que se trata siempre al final de un “hacer con eso”. Recordemos que identificarse con el síntoma no es lo mismo que identificarse con un significante, es más bien del orden de “soy como gozo”(5). Este saber hacer con ese goce, esta identificación al síntoma es lo que implica un efecto de invención.
Enrique Acuña en “James Joyce, el lenguaje arte-facto” nos recuerda que Lacan a la invención del parlêtre (o ser hablante) la nombra con una nueva grafía: sinthome: “Para el ser hablante se trata de curarse con el lenguaje aunque no se pueda sacar de encima “ese gusano de la causa” que divide al sujeto. Este arreglo “curativo” es una solución lograda por el anudamiento de los registros del lenguaje (real, simbólico, imaginario) a partir de un nuevo arte-facto que se dibuja en la topología de los nudos como un “cuarto término”, algo que funciona como un Padre que nombra. El sinthome es así un modo de curarse con el lenguaje a partir de lalengua de cada sujeto.”(6)
Al escuchar o leer a algunos artistas tengo la impresión de que han logrado esta transformación por fuera del análisis. Advertida de que no se trata de interpretar su creación artística, sino de dejarse enseñar por ellos.
Una de ellas es Virginie Despentes, escritora, realizadora y directora de cine francesa. En su libro Teoría King Kong, en donde realiza un análisis político e histórico sobre las feminidades que se les proponen a las mujeres, y además hace referencia a su vida, relata un acontecimiento a sus diecisiete años: el de haber sido violada, al que ubica y nombra como trauma. Escribe: “Para mí, la violación, antes que nada, tiene una particularidad: es obsesiva. Ahí vuelvo, todo el tiempo. Desde hace veinte años, siempre que creo haber terminado con eso, ahí vuelvo. Para decir cosas diferentes, contradictorias. Novelas, cuentos cortos, canciones, películas. Siempre imagino poder, algún día, terminar con eso. Liquidar lo que pasó, vaciarlo, agotarlo. Imposible. Es fundante. De lo que soy como escritora, como mujer que ya no es completamente una. Es al mismo tiempo lo que me desfigura, y lo que me constituye.”(7)
No sé si Virginie Despentes alguna vez se analizó, pero da cuenta en este capítulo de un camino de transformación que la lleva de ser una mujer violada, anónima, víctima y temerosa a ser una mujer pública, escritora, creadora, provocadora, militante. Según ella, siempre la salvaron los libros (ahí podemos ubicar el saber del Otro) y en este punto refiere el encuentro casual con un artículo que lee en un tren (en 1990) en la revista americana Spin de Camille Paglia (una escritora que se caracteriza por su crítica social), que le permite empezar a pensarse de otro modo que como simplemente una víctima de violación.
Otro recorte, de una personalidad de nuestras letras. El sábado 17 de septiembre de este año, tuve la oportunidad de escuchar, en la Feria del Libro en Rosario, a Camila Sosa Villada. Y quiero traer algo que llamó mi atención, una aclaración que hizo sobre el modo en que prefiere ser llamada: decía que no le gusta que la nombren mujer trans, quiere que la llamen travesti. Y defendía la palaba travesti por su sonido, un sonido con connotaciones que nos acercan a lo obsceno, lo oscuro. Podemos agregar, palabra que mal-dice, que injuria y de ese modo bordea lo indecible. Travesti nombra algo de un goce prohibido y peligroso -señalaba en esa oportunidad: “del andar por la cornisa, por el borde del que te podés caer en cualquier momento”-. A la vez que reconocía que ya no está en esa cornisa. Camila Sosa Villada con su escritura “sabe hacer” con ese “soy como gozo” y bordear lo indecible de lo real. Como enseñaba Enrique Acuña, no se trata del libro como obra, sino de “una transformación subjetiva de quien la usa”. Y me gustó mucho esta otra frase de ella, dicha en otro reportaje: “La identidad es algo que heredás de la experiencia. Y la experiencia es literatura, el ejercicio de contar”. Junto a “Mi primer acto oficial de travestismo fue escribir, antes de salir a la calle vestida de mujer”(8); Camila cuenta que comenzó escribiendo en un Blog.
Tomo los dichos de estas artistas porque narran, sabiéndolo o no, sobre el modo singular que han encontrado de lidiar con esa herida incurable que nos causa el lenguaje. Dichos que dan cuenta de un saber-hacer: han podido hacer un objeto de arte partiendo de esa herida y su goce, han podido hacer algo más que dejarse tomar/arrasar por él.
Pero entonces, ¿los arreglos sublimatorios en el arte son del mismo orden que la salida psicoanalítica? Guillermo Belaga propone distinguirlas en tanto en la primera no habría atravesamiento del fantasma en el sentido de una «deslibidinización» de la retórica del yo, ni tampoco se comprometería la creencia en el Ideal.(9)
Retomemos las palabras de Despentes: “Siempre imagino poder, algún día, terminar con eso. Liquidar lo que pasó, vaciarlo, agotarlo. Imposible. Es fundante. De lo que soy…”. O las de Camila Sosa Villada: “Mi primer acto oficial de travestismo fue escribir, antes de salir a la calle vestida de mujer”. Podemos sostener que se trata de creaciones que transforman el “modo de vida” de sus autoras, pero también, que implican salidas/soluciones por el lado del ser. Es decir, que no implican deslibidinizar el fantasma, ni dejar de creer en los significantes amos que gobiernan sus obras literarias-; mientras que en un análisis se trataría de nombrar, de recortar la falta en ser, junto con la ruptura en la creencia en el sujeto supuesto saber que sostenía ese relato.
Por último, voy a detenerme en el lugar de la invención dentro de la experiencia analítica. Y para ello lo primero a considerar es que, si planteamos la existencia para el parlêtre de un real “sin ley y sin sentido”, no hay en un análisis un “saber a descubrir en ese real”(10); sino que lo que lo hay para hacer es inventar un saber sobre ese real. Al modo de Cantor: frente a lo real del infinito, inventó los números transfinitos y así pudo operar con él. Lo segundo a tener presente es que no toda terapéutica conduce a la invención de un saber por parte del analizante, muchas implican la adquisición de un conocimiento universalizable (las TCC, por ejemplo); y que, para que pueda haber una invención por parte del analizante, el analista debe dejar un lugar vacío de saber. “Hacer como si no se supiera nada, (la docta ignorancia) es simplemente la condición para que un analista siga interesándose por el análisis y por su analizante, por lo que el analizante aporta al lugar vacío que la ignorancia del analista le ofrece a su invención.”(11)
Un análisis implicará una travesía que irá desde la invitación en la entrada a la asociación libre; “hacer hablar al inconsciente es hacer confiar en la palabra, para que (el analizante) vaya dándose cuenta en el recorrido de que las palabras van a fallar a su confianza”(12), que no dicen todo y que ese S1 (ese significante Amo que da sentido al decir del analizante) se vaya reduciendo y volviéndose un desecho. Por eso en el análisis la verdad se transforma y se desvanece también. Hay una destitución del significante amo, que es también la destitución de lo que se sabía y creía saber. Al final del análisis hay un resto que se ha vuelto disponible, plantea Miller. Ese resto es un “no hay”, pero no es un “no hay nada” –lo que sería un puro vacío-, sino un “no hay” que funciona como cero, como inexistencia que empezará a existir. Es una inexistencia que depende de lo simbólico, que permite ubicar ese resto de “no hay”.
Tomo como ejemplo al Lacan “analizante/enseñante” en las palabras de E. Acuña: “El seminario 23, El Sinthome, descubre a Jacques Lacan en un más allá de su invento –el objeto a– a partir de un buen uso de su síntoma: querer dar sentido a lo real. Ahí aparece una nueva salida en el sinthoma como solución a ese deseo, replanteando a Lacan su propia teoría del arte (la que encontramos en el Seminario 7 La Ética del Psicoanálisis) al subrayar ahora el “artefacto” en su función pragmática de arreglo con el lenguaje más que en su función de velo estético.”(13) Esto vale sólo para Lacan.
El sinthoma da cuenta de una solución al deseo: a ese no hay, pero en un final de análisis también hay una invención de saber cuándo me propongo realizar la demostración de ese punto de “no hay” propio. Demostración que empuja a seguir hablando.
Notas:
(1) Trabajo presentado en la VI Jornada Anual de la Red de Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas -AAPP-, Creaciones del sujeto, invenciones del parlêtre, realizada en Buenos Aires, el 1º de octubre de 2022
(2) “El deseo de Freud de interpretar a Schreber a través de un texto, incluso el hacerle delirar a Schreber, darle sentido a lo que Schreber escribió, esa operación leída por Lacan es la introducción de la función del sujeto del inconsciente, el más de sentido. La función sujeto en el escrito permite atribuir la propiedad creativa del lenguaje. “Una cuestión preliminar a todo tratamiento posible” implica la creencia en que una frase puede ser transformada por la invención de un nuevo conector gramatical. Al introducir el inconsciente en el texto de Schreber, Freud supone la posibilidad de un decir con la potencia creativa del lenguaje y del significante que lleva a otro fin.” Extraído del artículo de Enrique Acuña, “El lenguaje conector: curarse de las psicosis” del libro Curarse del lenguaje –Locuras y psicosis-, El ruiseñor del Plata, 2016, La Plata.
(3) Lacan, J.: “De nuestros antecedentes” en Escritos 1, Siglo veintiuno, Bs As, 1985, Pág. 60
(4) Miller, J-A.: El partenaire síntoma, Paidós, Bs As, 2008. Pág. 408
(5) Ibidem, pág. 409
(6) Enrique Acuña en “James Joyce, el lenguaje arte-facto” en Curarse del lenguaje –locuras y psicosis-. El ruiseñor del Plata. 2016. Pág 29
(7) Despentes, V.: Capítulo 3, “Imposible violar a esta mujer llena de vicios” en Teoría King Kong, Editorial El Asunto, 2012. Pág 40
(8) Sosa Villada, Camila: cita de la autora presente en el “Prólogo” escrito por Juan Forn. del libro Las Malas. Pág: 10
(9) Referencia sugerida por Inés García Urcola: “El síntoma como una metáfora del arte” de Guillermo Belaga en revista Virtualia Nº 20
(10) Miller, J.-A.: Clase “La invención de saber” del Curso Los signos del goce. Paidós. Bs. As. 1999
(11) Ibidem, pág. 222
(12) Ibidem, pág. 227
(13) Acuña, E.: “H, la soledad del síntoma” en Resonancia y silencio. Edulp. 2009. Pág. 238
Bibliografía:
– Acuña, E.: “H, la soledad del síntoma” en Resonancia y silencio. Edulp. 2009
– Acuña. E.: “El lenguaje conector: curarse de las psicosis” en Curarse del lenguaje –locuras y psicosis-. El ruiseñor del Plata. 2016Acuña. E.: “James Joyce, el lenguaje arte-facto” en Curarse del lenguaje –locuras y psicosis-. El ruiseñor del Plata. 2016
– Lacan, J.: El seminario 23, El sinthome, Paidós, 2005
– Lacan, J.: “De nuestros antecedentes” en Escritos 1, Siglo veintiuno, Bs As, 1985
– Miller, J.-A.: “Del síntoma al sinthome” En el curso El partenaire síntoma. Paidós, 2008
– Miller, J.-A.: “La invención de saber” en el Curso Los signos del goce, Paidós, 1999
– Despentes Virginie: Teoría King Kong, Editorial El Asunto, 2012.
– Sosa Villada, Camila: Las malas, TusQuest, 2019