Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 10 • Octubre de 2020 •

editorial
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¿Post-Inconsciente?

Si vis vitam, para mortem.
Sigmund Freud (1915)


Enrique Acuña

(1959-2021) Fue Psicoanalista, Miembro A.P. de la escuela de la Orientación Lacaniana (E.O.L) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (A.M.P). Director de Enseñanza de la Red A.A.P.P, del Instituto PRAGMA-APLP, Instituto Sigmund Freud, Biblioteca Freudiana de Bahía Blanca, Biblioteca de Oberá. Fundador y asesor de la Asociación Psicoanalítica Paraguaya Arandu. Fundador de las revistas: Conceptual, Fri(x)iones, Analytica del Sur (virtual). Autor de Resonancia y silencio y compilador de: Las paradojas del objeto en Psicoanálisis, Curarse del lenguaje, Locuras y psicosis y Vidas pulsionales.

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Si el lenguaje fuera un virus, entonces habría que des-confinar la palabra hacia un nuevo decir. Por eso llamé a mi intervención(*) ¿post-inconsciente?, con signos de interrogación, como se diría en la perspectiva  de un futuro-anterior al contexto de «post-pandemia”. Lo que vendrá es correlativo de aquello que se espera, esperanza permitida «según tu deseo». Aunque también puede acontecer una «decepción de la espera».

 

El término es equívoco. Post-inconsciente también podría aludir al fin de la experiencia analítica, al sujeto transformado al final de un análisis aunque nunca abolido por completo, deseante. Sabemos que Lacan llamó “destitución subjetiva” a un modo de hacer con lo inconsciente al final, aunque sigamos divididos y en la duración de lo que tarda en saberse del goce como vida. Lo inconsciente, esa  hipótesis necesaria y legitima (Freud) que indica un Sujeto dividido en conexión con su Otro, una verdad reprimida;  o como «decir olvidado tras lo dicho», o bien como «elucubración del saber sobre lalengua» (Lacan). Hipótesis y elucubración sobre el Uno fundante del ser hablante: el sonido sentido que vibra en un cuerpo hecho por su lenguaje.

 

Al final se logra una pragmática de soportar ese vacío, pleno de satisfacciones pasadas y porvenires. La bolsa que se lleva como cuerpo-bolsillo, ya no es el puro organismo sufriente. Ya sea con el conflicto -la buena pregunta que encierra  la demanda- o por su solución, algo se logra hacer de esa satisfacción. ¿Qué queda de aquel que fui? Entonces, el post-inconsciente es un asunto epistémico y clínico de la cura lacaniana como finalidad ética.

 

Pero ese equívoco “post-inconsciente” en el contexto pandémico actual, pone en escena al viejo sueño freudiano y al síntoma de Lacan, de un sentido que toque lo real, como recuerda J.-A. Miller. Pero que el contexto no se devore al texto del inconsciente, implica el observable clínico por ejemplo de que aun soñamos en pandemia. La insistencia del rebús hasta su arte indica que eso está hecho «para otra cosa» (Germán García). Esta oposición es una banda de Moebius: en la torsión de su reverso el texto se puede leer en su contexto. Un relato alude a quien habla en una interpretación del deseo inconsciente. Ahí se localiza la firma de alguien, incluso bajo la envoltura de una urgencia subjetiva: cualquier persona cuyo Otro habla en el Yo en una suerte de retórica acerca de su sufrimiento, su espera, su prisa, etc.

 

Sabemos que los psicoanalistas se organizan soñando que el psicoanálisis es posible y transecular. Vemos entonces al post-inconsciente no como finalidad de un psicoanálisis o como el fin de la práctica y de su teoría, sino siempre en tensión por su posible desaparición en el apogeo de las terapias cognitivas y las “ciencias del comportamiento”.

 

Surge entonces un debate crítico en el «hecho» social y lo «dicho» sobre ello de los distintos discursos que bajan a la calle: del Amo, de la Histeria, de la Universidad, del Capitalismo. El analista entra en juego no solo entre el hecho y lo dicho sino en el «decir olvidado». Es el hueco de lo silenciado por otros discursos cuando la crisis de la Ciencia agujereada  en su paratodeo, llama a las Humanidades a dar sentido (un «humus fértil» para el síntoma). Ese discurso Amo se verifica en los actuales saberes de los Comités de expertos. Ejemplo interesante son las máximas de la O.M.S. en su comunicado oficial de agosto 2020: epidemiologia mas alguna receta comportamental. Llaman Ciencias del comportamiento, sin decir terapias conductuales ni ciencias cognitivas.

 

Cito: “Para ralentizar la transmisión del virus y aplanar la curva es crucial que las personas apoyen las políticas efectivas de protección: mantener la distancia social, mejorar la higiene física. Y la ciencia del comportamiento es crucial porque ayuda a que las personas puedan tomar las mejores decisiones para su salud (…) Un primer aspecto a considerar son las diferencias individuales. Somos sensibles a lo particular dentro de lo universal. No todas las personas responden de igual manera y acatan las normas. En particular los actos individualistas y egoístas son promotores de la violación de la cuarentena.

 

En resumen, la O.M.S. es sensible a la paradoja lógica que termina en la «anti-cuarentena» y verifica que alguien puede no querer su Bien como vida. ¿Qué está permitido esperar? Solo aquello que se desea. Y en eso insiste lo inconsciente más que la norma  pública. Termina el comunicado: “Quienes cultivan hábitos más pro-sociales tienden a respetar las normas aunque con mayor impacto emocional. Existen muchos otros sesgos individuales: el sesgo del optimismo, el miedo, la miopía del futuro y sesgos sociales: teorías conspirativas, desinformación y fake news [noticias falsas]. Estas que hoy impactan de forma escalada y global en las reacciones a la pandemia”.

 

La O.M.S. reduce el síntoma a una respuesta a «reacciones» y se sirve de las «ciencias del comportamiento» para clasificar
trastornos en lugar de estructura, clasificar un individuo por las emociones en lugar de los afectos, fortalecido en las defensas del Yo como el miedo, más que en la angustia señal de un real propio a cada hystoria. Regresión a ese «Yo fuerte» que no se angustia, pero que tiene miedo. Hoy es esa misma «situación peligrosa» la que escucha el analista en la ambigua posición del diván telefónico, que todavía  implica una positividad de atravesar un objeto causa. No una manipulación biopolítica sino «lenguajera» que afecta al viviente.

 

                                                          Noche en Saint-Cloud. Edvard Munch (1890)

 

Se trata entonces de nuestras propias urgencias subjetivas. Es decir que la urgencia no atañe solo al llamado sufriente, al grito que se vuelve llamado a un significante que se puede articular a un objeto particular y restituir la brusca ruptura de la continuidad del ritual humano. Quien escucha, el analista, se presta a una presencia deseante frente a la posición del inconsciente. Sabe que su cuerpo no es solo una biología sometida a la tecnología del yo: un cuerpo calibrado, medido, cifrado en números de muertes, etc., sino un cuerpo del lenguaje, soportado en un decir olvidado. Es el signo de goce de cada cual.

 

Para concluir, la pandemia abrevia y contrae el tiempo al instante inmediato, a la ciencia del comportamiento, al puro presente. Mientras que el hacer analítico supone una dialéctica entre su presencia de deseo por un lado y la posición del inconsciente de cada ser diciente por el otro. Es una interpretación siempre por enigma y equívoco del decir que falta. Recurre al tiempo de comprender a la espera de esa significación por venir. El hecho que “eso quiere decir algo” obliga más bien a no concluir anticipadamente en el pasaje al acto. La prisa por concluir no sigue por el lado del síntoma sino por el del fantasma, gramática de una significación absoluta. La presentación por el fantasma en la urgencia subjetiva es la moneda corriente. Se trata de salir de ese ser absoluto y obtener de ahí un decir que está fuera-de-tiempo, solidario a lo imposible, lo traumático. Es la pregunta de Freud sobre la subjetivación de la guerra y la muerte en nuestro epígrafe: «Si quieres soportar la vida prepárate para la muerte».

 

De la espera angustiante sartreana y la espera del devenir ser en Heidegger, surge la curación que el lenguaje hace del ser la conjugación como futuro anterior en el  «habré sido siendo». Porque la lengua es el trauma y a la vez la cicatriz en ese devenir con algo incurable, al final del análisis. El post-inconsciente no es la abolición del sujeto dividido por la presentación fantasmática de ser objeto del Otro sino un modo de llamarse en un llamado. Puede ser un psicoanálisis «aplicado» también en el sentido de su rigor lógico. Sus puntos de apoyo son los conceptos fundamentales; “el inconsciente freudiano y el nuestro”. Su punto de aplicación en la urgencia es una terapéutica que no es como las otras, que no sana sino que «cura» al sujeto en saber soportar su real, mientras intenta una elucubración del saber sobre lalengua, fundamento para que alguien siga hablando.

 

¿El psicoanálisis aplicado a qué?: a un futuro decir, transformando la angustia en un síntoma, transformando la presentación fantasmática de ser objeto del Otro;  a ser divido por eso que comanda algo más allá de la conducta, más allá de la persona que cree dominar su distancia aislada con la espera. Entonces, no hay post-inconsciente sino ese sutil golpear la puerta de la caverna desde adentro, donde alguien era una sombra de la luz externa, para abrir de nuevo.-

 

Enrique Acuña, primavera 2020

Notas:

(*)-Intervención en la Iº Jornada de Atención Clínica de Urgencias Subjetivas (A.C.U.S.) titulada. «¿Qué sujeto para la urgencia?».

(**)- Pandem incc. (Pan de inconsciente)- disponible en:

PANDEM INC. (Pan de inconsciente) Enrique Acuña

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Analytica del Sur Número 1. Aparición en web: julio 2014.

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