Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 5 • Diciembre de 2016 •

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Un estallido en la A.P.A.
-a propósito de José Bleger-

Germán Schwindt

Analista practicante. Integra del equipo de Pragma Clínica y Crítica -Instituto de Investigación y Enseñanza en Psicoanálisis- como docente e investigador. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, de la Escuela de la Orientación Lacaniana, de la Asociación de Psicoanálisis de la Plata. Ha publicado en distintos libros y revistas.

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Hay en los últimos años, una serie de reflexiones sobre “las izquierdas”, no como inscripción partidarias, sino como instrumento de análisis y política dentro del psicoanálisis lacaniano. Lecturas que pueden ser puestas en relación y en perspectiva histórica a las biografías y vidas –dos formas diferenciales de realizaciones de deseos- con los nombres propios de algunos psicoanalistas, identificados parcialmente con sus instituciones.

Señalar que no se trata de inscripciones partidarias, no excluye que los psicoanalistas más allá y más acá del dispositivo analítico son ciudadanos, que integran o no partidos políticos. Cuando del psicoanálisis en Argentina se trata, apunta también a releer algunas experiencias que si implicaron la inscripción partidaria, la participación en distintos movimientos sociales, gremiales, etc. y la entrada de esta política en la política de una institución analítica.

Con puntos álgidos de estallido significante, ya que entró en debate qué psicoanálisis era el “psicoanálisis de Freud” (1) dejando claramente de ser unívoca esa expresión, en la institución analítica madre de ese entonces, nutricia de economías, intereses, pujas de poder, recelos sobre la autoridad analítica con el didáctico como modo ejemplar de disenso, etc.

Los protagonistas, psicoanalistas no lacanianos de la Asociación Psicoanalítica Argentina, filial local de la internacional IPA, en los inicios de la década del setenta, con las “disociaciones” de los grupos Plataforma y Documento a efectos de un disenso de base: ideológico.(2)

No siendo un dato menor sobre el punto de la autoridad analítica, según la hipótesis de lectura: el antecedente temporal previo a estos movimientos institucionales, luego de no ser nombrado didacta, la salida de Enrique Pichón Rivière de la Asociación Psicoanalítica Argentina (A.P.A.), creando en respuesta a esta exclusión provocada, la Escuela de Psicología Social. Distinto a la escisión institucional de 1971, con la salida de múltiples analistas, entre los cuales estaba Marie Langer –ya habiendo sido nombrada didacta- y luego de su inscripción en 1969 en la organización marxista Plataforma Internacional. Dentro de esa extensa nómina de analistas que en disenso se apartaron de la APA, mencionaré algunos hitos en particular en José Bleger.

Nacido en Ceres provincia de Santa Fé en 1922 y fallecido en Buenos Aires en 1971, al poco tiempo de la publicación de Cuestionamos -Documentos de crítica a la ubicación actual del psicoanálisis- inscripto en la Colección Izquierda Freudiana, la cual dirigía Marie Langer, que incluyó una participación del mismo, con un texto titulado: “Psicoanálisis y marxismo”.

En dicho texto Bleger retoma temas que atraviesan su vida y sus influencias, con la fuerte premisa de ubicar al psicoanálisis no como una ideología sino como una ciencia. Es decir su inscripción ideológica, no superpone una epistémica en 1971, cuando reedita un texto que había sido escrito en 1962, pese a integrar una fractura institucional, en que lo ideológico es precepto.

En lo que hizo a sus influencias, un primer tiempo de su estadía en Santiago del Estero, luego de terminar sus estudios médicos y hasta el año 1954 en un período “familiar, profesional y ecléctico”, por un lado desde Córdoba e inscripto en la socio-psiquiatría Gregorio Berman, quien pertenecía al Círculo psiquiátrico de izquierda del Partido Comunista junto con el pavloviano Jorge Thenon y Cesar Cabral, Círculo al que se incorpora Bleger en 1950.

Por otro lado desde Tucumán la incidencia del reflexólogo Konstantin Gavrilov, vía por la cual según Hugo Vezzetti, Bleger llega a contactarse con Angel Garma y Pichon Riviere, con quien luego se analizaría.

Con respecto a la historia del psicoanálisis, como rastros de intereses libidinales, es de destacar un intento fallido en 1940, de fundar una asociación psicoanalítica argentina por parte de algunos de los recién mencionados y otros: Jorge Thenon, Gregorio Berman, Béla Szekely, Ángel Garma, Andrés Rascovsky, Enrique Pichón Riviere, y Celes Cárcamo. Algunos de los cuales, años después formarían si parte del grupo fundador de la APA.

Es en el año 1954 que Bleger inicia su análisis con Pichón Riviere, quien habiendo participado en la fundación de la APA, años más tarde se iría de la institución. Antecedente a las escisiones de Plataforma y Documento, cuestionando el punto sobre la autoridad analítica en el didáctico, otro aspecto de la hipótesis de lectura que planteara Enrique Acuña.

Hacia el año 1958 J. Bleger publica Psicoanálisis y dialéctica materialista lo que lo lleva a disensos internos en el PC, partido del cual es expulsado definitivamente en 1961. (3)

En los años 60´, tiempo de su inserción universitaria en la UBA, publicó en esa década en editoriales “no PC”, como Eudeba y Paidós, sobre temas tales como psicohigiene, psicoanálisis-marxismo y sociedad.

Publicará así mismo en diversas revistas como la de la APA, en Cuestiones de filosofía publicación en la cual se debatía sobre marxismo, existencialismo y estructuralismo –la cual era dirigida por Marco Aurelio Galmarini, J. Arthur Gianotti, Eliseo Verón, Jorge Raúl Lafforgue, Leon Sigal –. En esta revista, es en la que publicara en 1962 el artículo “Psicoanálisis y marxismo”, reeditado en Cuestionamos.

En el contexto internacional los usos “intelectuales” de la referencia a Karl Marx, comenzaban a ser reformulados, en un período inmediatamente posterior a la revolución en Cuba, por autores tales como: Louis Althusser, Claude Lévi-Strauss, Michel Foucault, Roland Barthes y Jacques Lacan, lecturas en las cuales Bleger no se apoyó. En ese punto de entrecruzamientos, es de señalar que en el año 1964 confluyen que: Louis Althusser publica Freud y Lacan, mismo año Lacan cambia la sede en que dicta su Seminario, a la Escuela Normal Superior, será Althusser quien facilita ese traslado. A la vez comienzan a participar algunos de sus alumnos en dicho Seminario, entre ellos Jacques-Alain Miller (4).

Los “trabajadores de la salud mental” que son mencionados como destinatarios, de la declaración de Plataforma, no pueden ser separados de los movimientos que antecedieron a 1971; en que hubo una afiliación masiva de miembros de la APA a la Federación Argentina de Psiquiatras en el año 1964, con motivo de dar apoyo a Mauricio Goldemberg en el concurso por la titularidad de la Cátedra de Psiquiatría del Hospital Borda. Dentro de algunos de esos miembros de la APA se encontraban Enrique Pichon Riviere, Fernando Ulloa, José Bleger, Marie Langer, entre otros. (5)

Si no olvida el lector, que intentar explicar la politización partidaria en términos masivos es también una suma de malentendidos, es que puede aceptar que señale lo que el párrafo anterior puntúa, ciertos hechos marcan acciones, otros pueden llegar a ser actos, entendidos estos como cambios reales de posición en el discurso y esto es solo verificable, uno por uno.

Bleger entonces en su participación en Cuestionamos, sostiene que el psicoanálisis no era una cosmovisión y así se separaba de posiciones tomadas por el freudomarxismo de Reich, a la vez al no caracterizarlo como una ideología, se separaba de la posición crítica partidista proveniente del PC. Remarcando cuatro líneas de fuerza para el psicoanálisis: una como terapéutica, dos como investigación, tres como conjunto de hipótesis y teorías que se encuentran en reformulación –para ese momento con un recurso privilegiado según el autor a la antropología y a la sociología- , cuatro como ciencia y no como ideología.

Es de considerar que esta breve puntuación por lejos sesga como autor, la extensa documentación y bibliografía existente sobre la obra de José Bleger, como así también la vida – entendida ésta no como cronología biográfica- sino como las consecuencias legibles o no de ciertos deseos.

En el 2016 interrogar esas vidas y contextos institucionales, permite a la vez preguntarnos sin pretender el método del historiador profesional, el seguir conexiones, establecer otras, en un tiempo donde la expresión “izquierda lacaniana” como proyecto de investigación (6), puede o no ingresar en los ciclos cada vez más acelerados, de modas intelectuales con caducidad programada.

 

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Este texto es efecto de una reescritura de mi intervención en la clase del 11 de noviembre de 2016, en el Seminario clínico Psicoanálisis, sinthoma de la cultura, dictado por Enrique Acuña en CABA.

Notas:

(1).- Se lee en la Declaración Grupo Plataforma. –Documentos (1971-1974), dirigida a los trabajadores de la salud mental: “Consideramos que la Obra de Freud, el psicoanálisis, produjo una revolución en las Ciencias Sociales con su aporte específico de conocimiento científico y que ese surgimiento estuvo y está determinado, pese a su autonomía relativa, por el contexto socio-económico-político en que se practica. Entendemos que, como más abajo detallamos, el psicoanálisis ha sido distorsionado y detenido necesitando para retomar su línea de innovación y desarrollo, de la imprescindible contribución de otras ciencias así como de una distinta y explícita inscripción social, ineludible en este momento histórico”.

 

(2).- Fuente idem nota 1 “Nuestra disciplina provee el conocimiento de las determinaciones inconscientes que regulan la vida de los hombres, pero la misma, como conjunto de prácticas sociales articuladas, está regida también por otros órdenes determinantes: fundamentalmente el sistema de producción económica y la estructura política. Tales relaciones generan en los individuos sistemas de creencias acerca del lugar que ocupan en la Sociedad, configurando las Ideologías de clase. Estas son entonces registros parcializados de la realidad de las prácticas sociales destinados a orientar y justificar toda práctica. Ser coherentes con estos conceptos nos obliga a entender que el ejercicio científico, indisolublemente ligado a nuestro estilo de vida y a la organización institucional a la que pertenecemos, está igualmente condicionado e ideologizado en todos los aspectos por su inserción en el sistema, siendo tan sólo una particularidad de las instituciones que la integran y sostienen.

La razón de nuestro alejamiento pasa por disidencias con la organización societaria psicoanalítica a todos los niveles: teórico, técnico, didáctico, investigativo, económico, pero aquí queremos enfatizar uno decisivo, el ideológico”.

 

(3) “Lo supiera o no, Bleger escribía para un público que no era el que lo discutía y que acabó por sancionarlo; buscaba lectores marxistas interesados en el freudismo (…) La polémica excedía la psiquiatría o las lecturas de Freud, en la medida en que concernía de modo directo al marxismo. Lo que estaba en forma bastante explícita, era la discusión sobre lo que significaba ser materialista y más precisamente marxista en el terreno de las disciplinas psi. En este sentido, hay un primer equívoco que deslindar. Aunque Bleger citaba a Freud y a Marx, su proyecto no tenía que ver con las propuestas del freudomarxismo en la línea de los trabajos de Wilhelm Reich, en los años veinte. No se propone una integración o una articulación de la teoría marxista sobre la formación económico social con los conceptos freudianos de inconsciente y sujeto pulsional. Para Bleger, se trataba ante todo de lograr una clarificación epistemológica materialista, en el sentido iniciado por el primer Politzer (influencia que le había llegado por G. Berman), que no podía reducirse a la crítica ideológica del psicoanálisis, sino que apuntaba a la elucidación de sus “a priori conceptuales”. Freud, decía Bleger, había forjado sus conceptos según los criterios de las ciencias naturales del siglo XIX y una clarificación epistemológica debía ser capaz de indagarlos y de sobrepasar dialécticamente ese obstáculo para restituir su verdad. Citaba a Bachelard y tomaba de él la idea de la ciencia como una construcción teórica, un “materialismo racional” que se proponía superar la oposición clásica entre racionalismo y empirismo. Trataba, entonces de abordar el psicoanálisis como ciencia y como práctica en un “campo operacional concreto” que no se reducía a la terapéutica en la medida en que involucraba una dimensión de “trascendencia social”, la investigación, que llevaba a resultados fecundos para “otros campos del conocimiento” (Bleger, 1958; 17-19 y 21, nota). La referencia a la epistemología y a Bachelard se separaba de la doxa del estalinismo filosófico. Pero su camino era bien diferente del que recorrería Althusser unos años después, en la medida en que no era el inconsciente, sino el redescubrimiento del “drama”, en el sentido de Politzer, el objeto de su indagación del psicoanálisis”. (Hugo Vezzetti.   Psiquiatría, psicoanálisis y cultura comunista – batallas ideológicas en la guerra fría– Pag. 199-200).

 

(4) En los últimos tiempos hemos leído que tanto Hugo Vezzetti como otros autores, intentan abrir una línea de ingreso del lacanismo en Argentina, a partir de señalar las “influencias” -al decir de Harold Bloom, la angustia de las influencias- en una serie de nombres propios Louis Althousser, Jacques Lacan, Raul Sciarretta; elidiendo el nombre de Oscar Masotta en la función atinente al comienzo, expansión de la enseñanza, transmisión e institucionalización del psicoanálisis lacaniano en nuestro país.

 

(5) “Gervasio Paz, psiquiatra reflexólogo y presidente de la FAP durante la década del 70 planteó que: “después de la Revolución Libertadora (sic) se creó la Comisión Argentina Asesora de Salud Mental. En esta comisión entró todo el mundo. Psiquiatras del interior y de la Capital. Pero en general con formación académica, y con un espectro ideológico que iba de la derecha al centro y a la izquierda. De ahí surgió una Comisión que organizó los primeros Congresos de Psiquiatría, y en esa Comisión estuvieron Pichon Rivière, Bleger y Goldenberg, entre otros. La FAP no será nada más que el desarrollo de esa Comisión, su ampliación y su institucionalización con la tentativa de ser un gremio profesional, no meramente un organismo que convocaba Congresos. Sería la primera organización de los psiquiatras. Juntó gente de todas partes.”

A los psiquiatras de esa época los podemos dividir en dos grupos. Un grupo al que llamaremos manicomial, integrado por los defensores del sistema de hospicios, como Carlos Sisto, Omar Ipar y otros directivos de los manicomios del país. El otro grupo lo denominaremos reformista, y estaba integrado por quienes se oponían a la situación de los manicomios y querían modificar sus estructuras. Esta división hizo que los lugares de poder se convirtieran en cargos formales ya que, no había homogeneidad en ningún proyecto debido a sus diferencias teóricas, técnicas e ideológicas.

El grupo de psiquiatras reformistas estaba heterogéneamente compuesto: convivían psicoanalistas como Enrique Pichón Rivière, Raúl Usandivaras, Horacio Etchegoyen, Jorge García Badaracco; psiquiatras dinámicos como Mauricio Goldenberg y Guillermo Vidal; y reflexólogos como Gregorio Bermann y Gervasio Paz. Las contradicciones, entre ellos, no les permitían encontrar el camino más adecuado para salir de la vieja psiquiatría. Las diferencias eran teóricas, en cuanto al abordaje de la Salud Mental, pero sobre todo ideológicas y políticas (abarcaban el arco que iba desde el radicalismo hasta el comunismo pasando por el socialismo). Esto dificultaba acuerdos básicos entre ellos.

Por eso, a pesar de que los Estatutos de la FAP revelaban preocupaciones y compromisos, estos quedaron como una declaración de principios, hasta fines de la década del ‘60.

En este sentido, Gregorio Bermann escribió en 1965 que «Con una buena dirección, la FAP puede llegar a ser, no sólo el organismo que unifique a los psiquiatras del país, sino también un poderoso factor de progreso de la especialidad». La FAP, con más de cinco años de existencia seguía siendo una de las tantas esperanzas fallidas.

Es necesario pensar por qué, a principios de los ’60, este heterogéneo grupo reformista de la psiquiatría se encontraba con inconvenientes para las reformas concretas en el campo de la Salud Mental.

En principio había factores externos al mismo grupo. El poder lo seguían teniendo los psiquiatras manicomiales, eran directores de los manicomios, como O. Ipar del Neuropsiquiátrico de Buenos Aires, o su sucesor Carlos Sisto. No se habían implementado reformas significativas en el Sistema de Salud Mental, con lo cual el manicomio siguió siendo el eje de la Psiquiatría y Ellos, sus dueños, es decir, Directores, Jefes de Cátedra, partícipes de Comisiones Asesoras, etc. De allí la importancia del Servicio de Goldenberg en Lanús ya que era la demostración, en los hechos, de que otra Salud Mental era posible, aunque en la periferia; cuando intentó llegar al centro, las posibilidades de transformación mostraron sus límites.

El episodio clave fue el Concurso por la Titularidad de la Cátedra de Psiquiatría. Allí Mauricio Goldenberg fue derrotado a raíz de una oscura maniobra de los psiquiatras manicomiales. Los hechos se desarrollaron entre 1964 y 1966. No era sólo un Concurso, se disputaba cuál era la versión oficial de la Psiquiatría. A Goldenberg y su grupo se los toleraba fuera de Buenos Aires, pero no presidiendo la denominada, así con mayúscula “Cátedra en el Hospital”, es decir, el Neuropsiquiátrico de varones de Buenos Aires. En el sorteo, el jurado había quedado compuesto por Raúl Usandivaras y Horacio Etchegoyen, que se presumía serían favorables a Goldenberg. Se habían presentado, además de Goldenberg, Ramón Melgar y Juan J. Betta.

Muchos años después Horacio Etchegoyen comentó este episodio:

«En el manicomio pensaban que yo iba a nombrar a Goldenberg, cosa que era absolutamente cierta, porque la diferencia entre Goldenberg y los otros era sideral. Si alguno de los otros lo hubiera superado, lo hubiera elegido. Entonces me hicieron un problema para descalificarme como jurado. Yo era profesor titular contratado en Mendoza, y estaba por terminar mi contrato. Preferí presentarme a concurso antes de que me nombraran de nuevo como contratado. Lo que hicieron fue atacar mi propio concurso en Mendoza. Sacaron a la luz el trabajo que yo había presentado en la APA acerca de un tratamiento, donde repetía algunas de las «malas» palabras del paciente, lo exponía como material clínico. Empezó la guerra para no nombrarme profesor titular y poder sacarme de jurado. Mendoza no era tan importante; lo importante era sacarme de esa facultad para invalidarme como jurado en Buenos Aires. Así que me acusaron de ‘pornográfico’. Mucha gente que estaba contra el grupo reaccionario del hospicio me defendió. Hubo quien me sugirió renunciar al jurado, y que no iba a haber problemas con el concurso de mi cátedra en Mendoza. No lo hice. Son cosas innegociables para mí. Después de esa situación la Oficina Panamericana de la Salud, que había decidido que mi cátedra fuera modelo para toda Latinoamérica, me otorgó una beca para ir a perfeccionarme a Londres en 1966, donde finalmente me fui a vivir.»

En esta lucha hubo contradicciones y rupturas en el grupo reformista, por ejemplo, mayoritariamente, el Centro de Estudiantes de Medicina apoyó a R. Melgar, que era radical. Goldenberg no tenía un apoyo político, aunque sí un lugar importante y relaciones dentro del campo de la Salud Mental.

Finalmente, Ramón Melgar se convirtió en el titular de la “Cátedra” en 1967. Por su parte, Mauricio Goldenberg tampoco hubiera llegado a ser titular, de haberse resuelto a su favor dicho concurso, ya que seguramente habría sido de aquellos que renunciaron en repudio a la intervención de la Universidad realizada por la dictadura de Onganía y conocida como “La noche de los bastones largos”.” De Enrique Carpintero y Alejandro Vainer. La historia de la desaparecida Federación de Psiquiatras Argentinos (FAP).

 

(6) Por caso, y en particular recensión puede dirigirse el lector a la entrevista “Piezas que no encajan” realizada al psicoanalista y escritor Jorge Alemán, de quien de su cuño proviene justamente la expresión “izquierda lacaniana”, publicada en el año 2015, en el número 16 de la revista Conceptual –estudios de psicoanálisis-.

Bibliografía:

• AA.VV. Cuestionamos.-Documentos de crítica a la ubicación actual del psicoanálisis-. Colección Izquierda Freudiana – Dirigida por Marie Langer. Granica Editor. Bs. As. 1971.

• AA.VV. Declaración Grupo Plataforma. –Documentos (1971-1974). Ficha. Archivo Béla Szekely. Bs. As. 1974.

• Acuña Enrique. Seminario clínico: Psicoanálisis, sinthoma de la cultura. CABA. en PRAGMA –Instituto de enseñanzas e investigación en psicoanálisis-. 2016 –inédito-.

• Carpintero Enrique y Vainer Alejandro. La historia de la desaparecida Federación de Psiquiatras Argentinos (FAP). Texto presentado en el XVI Congreso Argentino de Psiquiatría organizado por APSA, Mar del Plata, Marzo de 2000.

• Dagfal Alejandro Entre París y Buenos Aires – La invención del psicólogo (1942-1966). Psicología Profunda. Ed. Paidós. Buenos Aires. 2009.

• García Germán. Oscar Masotta y el psicoanálisis castellano. Editorial Argonauta. Barcelona. 1980. La entrada del psicoanálisis en la Argentina –Obstáculos y perspectivas-. Ediciones Altazor y Catálogos. Buenos Aires. 1978.

• Gonzales Horacio (comp). Historia crítica de la sociología en Argentina – los raros, los clásicos, los científicos, los discrepantes- Ediciones Colihue. Buenos Aires. 2000.

• Miller Jaques Alain. Vida de Lacan. Ediciones Grama Navarin. CABA 2011.

• Vezzetti Hugo. Psiquiatría, psicoanálisis y cultura comunista – batallas ideológicas en la guerra fría- . Siglo Veintiuno Editores. CABA. 2016.

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Analytica del Sur Número 1. Aparición en web: julio 2014.

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