Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 12 • Diciembre de 2022 •

sintomas
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Tichè y automaton

La relación con lo real que se da en la transferencia,
la expresa Freud en los términos siguientes:
que nada puede ser aprehendido in effigie, in absentia.
Ahora bien, ¿acaso no se nos presenta la transferencia como efigie
y relación con la ausencia?
Sólo a partir de la función de lo real en la repetición
podremos llegar a discernir esta ambigüedad de la realidad
que está en juego en la transferencia.


Lacan, J. Seminario 11, “Tyché y automaton”
Alicia Marta Dellepiane

AP de la EOL. Miembro de la AMP. Miembro de la Red AAPP (Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas) de CABA. Responsable del Gabinete Psicológico del Centro de Estudios Manuel Ugarte.

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Desde los comienzos del psicoanálisis hasta hoy ha pasado más de un siglo. Han cambiado los significantes que circulan en el mundo, las ciencias y las tecnologías se han desplegado exponencialmente, etc. ¿Esto ha atravesado nuestra práctica, la ha modificado? Por supuesto que sí. Pero ¿en su esencia o en obligarnos a hablar otros lenguajes y utilizar otros recursos? Y en todo este tiempo ¿no ha tenido el psicoanálisis que rever sus conceptos?

 

Fotografía: Carolina Sanguinetti; @hornero.urbano

 

Si Freud pudo analizarse con Fliess por las cartas que se enviaban, en tanto y en cuanto se produjo un lazo transferencial con él, ¿por qué este nuevo real inesperado del virus nos impediría seguir adelante con nuestra tarea? La bella carnicera soñaba con estar hablando por teléfono (recién instalado, como señalaba Lacan); Freud comentaba de las tendencias exhibicionistas de una paciente que se las ingeniaba para que se le viera el tobillo al recostarse en el diván. O sea, utilizar nueva tecnología, no parece, por el momento, ofrecer un obstáculo insalvable y las consideraciones sobre el exhibicionismo podrían ser modificadas hoy por el mismo Freud.

Parece que, lo esencial en nuestra práctica, pasa por escuchar ese automaton, que se repite a lo largo del tratamiento, y por captar la tyche que lleva a alguien a pedir ayuda, cuando un sujeto se confronta con lo traumático. Los tiempos de la transferencia indicarán si el analista obró con oportunidad (el Kairós del analista). El tiempo en el análisis es lo que permitirá pasar del inconsciente transferencial al inconsciente real. Pero, poder pasar del inconsciente trasferencial al inconsciente real demandará un largo proceso. La entrada en el dispositivo analítico se produce en tanto el sufrimiento subjetivo se dirige hacia un saber que le dará sentido; esta suposición de saber sostiene la operación analítica. Esa creación del dispositivo, la del Sujeto supuesto Saber (SsS), será lo que permita al sujeto entrar en análisis. Pero esa transferencia no será hacia la figura del analista, sino hacia el inconsciente del sujeto, al discurso del psicoanálisis. De ahí que el deseo del analista debe ser deseo de análisis. Y sus intervenciones e interpretaciones apuntarán a ello.

En el primer momento de su enseñanza, Lacan considera la interpretación como significación. Pero en los años 70 da un viraje a su enseñanza. El inconsciente se vuelve un saber cifrado, escrito, que aloja al goce y debe ser descifrado en su lectura. La palabra ofrece sentidos para ser comprendidos, pero también incluye al sin-sentido que remite al goce del sentido (jouis-sens). Es por eso que Lacan señala que las cadenas de significantes «no son sentido sino goce de sentido”. Se tratará de pasar del goce sentido, a la admisión del sin-sentido.

Será ese concepto acuñado desde El Atolondradicho, “lalengua”, el que permita hacer de brújula.  Porque allí se podrán encontrar los desfiladeros de lo Real.

J.-A. Miller en su curso El Ser y el Uno, nos esclarece mejor estas relaciones conceptuales. En la clase I  plantea que lo que recorre los seminarios de Lacan es una pregunta: ¿qué es al fin y al cabo lo real?  En Freud lo real es la biología, en Lacan la topología.

En los inicios de su enseñanza la estructura es lo real, es un real estructurado, “el inconsciente estructurado como un lenguaje”. La afirmación de Hegel: todo lo que es real es racional, se traduce en la proposición: hay saber en lo real. Así recurre a la topología para exhibir lo real de la estructura. En el Seminario 12 dice que, una de las dimensiones de lo real, es lo imposible. Su primera definición: “lo real es lo que vuelve siempre al mismo lugar”. Inercia, fijación, se opone a la dialéctica.

En la experiencia psicoanalítica, Lacan sustituye el término de cura analítica (recuperación de la salud, efectos terapéuticos), por el de la experiencia analítica, que incluye además de la cura la pedagogía, lo que tenía finalidad de formación (análisis didáctico). Pero de la práctica del psicoanálisis se derivan consecuencias que tienden al fantasma del sujeto que se analiza. Lacan entendía que estos efectos se cristalizaban en el pase, y lo designó como atravesamiento del fantasma por única vez, en su “Proposición acerca del psicoanálisis en la Escuela” (1967). Este fue un escrito de circunstancia situado entre sus seminarios La lógica del fantasma y El acto analítico. 

La función del fantasma es lo que se interpone entre el sujeto y lo real y su atravesamiento le permitiría tener una comprensión de lo real. Se interpone como pantalla, entre el sujeto y lo real y entre el sujeto y su ser de sujeto, donde la pregunta por ¿Quién soy yo? es lo que precipitaría a un sujeto al análisis. Entonces el efecto de la experiencia analítica no es pensado en términos de recuperación de la salud ni de formación, sino como revelación ontológica. Pero también es al mismo tiempo una ventana a lo real, es una función subjetivada, singularizada de lo real. Es lo real para cada uno, entonces una vez atravesada la ventana, se podría acceder al real “para todos”. Intenta superar el impasse freudiano, impasse precisamente sexual, que obligaba a retomar indefinidamente el análisis. La travesía tiene efectos de saber, supone efectos epistémicos adquiridos al final del análisis:

El primero de ellos es el efecto de desconcierto y desarraigo, consecuencia de la seguridad fundada por el sujeto en el fantasma, que le fija su lugar respecto de lo real, y al mismo tiempo, viene a ser puesta en completo desorden y zozobra cuando puede darse cuenta que las categorías significativas que organizaron su mundo, son sólo su propio mundo. Pero es desde la posición del analista que uno se pregunta cómo puede sostenerse un mundo “para todos” cuando cada uno se sostiene en el propio, si es un mundo disyunto del mundo del vecino: “es sólo mi manera de entender… no es más que mi modo de situar las cosas”

En segundo lugar, se produce un efecto de la deflación del deseo, porque el deseo no llega a capturar ningún ser, ya que solo se funda en la libido que se inviste en él. Lacan lo expresa diciendo que la captura de un des-ser (désêtre), un no-ser que uno creía ser y queda destituido de esta calidad. Hay allí una ontología del deseo. Mientras el objeto de deseo está investido, tiene valor de agalma, la desinvestidura libidinal hace de él un des-ser, sólo queda una esencia desvanecida. Lo que determinaba el esplendor del deseo era sólo lo que recubría el goce.

En tercer lugar, el efecto epistémico. Viene a quedar desanudado, disuelto, el lazo con el analista como representante del SsS. Se revela que ese saber supuesto que sostenía al analizante en su búsqueda, no era sino una significación que dependía de su deseo. Con la deflación del deseo, el viraje de su objeto hacia el des-ser, al mismo tiempo se distiende y se rompe el lazo con el SsS.

Lacan traduce esto en términos de metamorfosis: el ser del deseo deviene en el ser del Saber. El deseo se sostiene de no saber que lo causa, habría fin de análisis cuando el deseo pasa al saber. Es allí donde Lacan situó el momento de concluir de un análisis. Aunque luego de su seminario Momento de concluir, debió constatar que hay un más allá de la conversión del deseo en saber.

Lo que está más allá, es el sinthome, el ser de goce, que sigue siendo rebelde al saber y a esto le dio el nombre de pase. La pregunta que Lacan nos dejó es cuál es la relación entre el goce y el sentido. No es algo que se preste a un atravesamiento.

En su primera enseñanza, lo real está ligado a lo simbólico. La fórmula “lo real vuelve siempre al mismo lugar”, no quiere decir siempre lo mismo; que vuelva al mismo lugar es un índice de que lo real no es dialéctico, que tiene un carácter rebelde, entonces hace de lo real un elemento excluido y dice que, en el análisis, no hay real.

Indicaba en la Dirección de la Cura, “hacer aplicar por el sujeto la regla analítica”, una invitación a decir sin censura, lo que Freud designaba como Einfall (incidencia), lo que les cae en la cabeza, hacer olvidar al paciente que se trata sólo de palabras (no es cuestión de real), no se les pide siquiera que digan la verdad (como la adecuación de la cosa y el pensamiento). La exhortación analítica es decir cualquier cosa, no lo verdadero ni tampoco lo real, sino aquello que se les ocurre.

En las conferencias publicadas en la separata De Los Nombres del Padre (8 de julio de 1953, “Lo simbólico, lo imaginario y lo real” y 20 noviembre de 1963 “Introducción a los Nombres del Padre”), Lacan se pregunta, allí en la de 1963, si en un análisis uno tiene que vérselas con lo real y con el sujeto, pero lo rechaza, dice que uno tiene que vérselas de inmediato con lo imaginario y luego se centra en la función simbólica, en lo que Levi-Strauss llamaba las leyes de la Estructura. Es entonces lo simbólico lo que resulta Wirklich, lo que se muestra como real eficaz, porque de él se desprenden efectos.

La enseñanza de Lacan comienza en realidad cuando aísla como causa al significante porque domina todo cuanto tiene significación para el sujeto. El significante de “La Carta Robada” es el paradigma de la Wirklichkeit. Entonces lo real queda ligado al orden simbólico. Es un orden que está ordenado por lo simbólico; no son significantes sueltos, son significantes ligados por una ley, en la “Carta Robada”, la ley de la permutación.

Es en Los Cuatro conceptos… donde aparece el desenganche entre lo Real y lo Simbólico. Sigue siendo lo que vuelve al mismo lugar, pero el pensamiento no lo encuentra, es lo que no se encuentra en orden. Es la oposición establecida por los dos términos Aristotélicos: 1) Automaton, es el circuito de los significantes, donde se encarna el orden simbólico, ahí donde se ve a los significantes insistir, permutar, ser solidarios, ser calculables, ordenados. 2) tyche, es una brecha, un boquete, no obedece a la ley, es un encuentro que tiene lugar como al azar.  Es “lo real sin ley”, es el real trauma, lo real como “inasimilable”.

La repetición, ¿de qué lado viene a ubicarse allí? En el inicio Lacan lo ubica como automaton. Pero más tarde queda del lado del real trauma. Ese real es el motor de la repetición. Son dos interpretaciones de la repetición planteadas por Lacan: 1) manifestación del orden simbólico. 2) repetición del real trauma, una repetición que viene a agujerear la homeostasis del orden simbólico. El orden simbólico trabaja para el principio del placer, y la repetición es un factor de intranquilidad. Se repite lo que no termina de no escribirse.

Tomando el Seminario 11, Roland Barthes aplicando conceptos lacanianos, en su último libro La cámara lúcida, se ocupó de la fotografía y distinguió en ella dos dimensiones studium y punctum explicando que en una foto encontramos el studium, lo que es objeto de una investidura general, algo que uno mira y luego está el punctum, algo que viene a romper, a atravesar como una flecha, es un detalle que moviliza y que produce un contraste con el studium estabilizado de la imagen. En uno de los ejemplos tomado por Barthes de la descripción de “Un corazón simple” uno de los cuentos de Flaubert: “Un viejo piano servía de soporte, bajo un barómetro, a un formidable montón de cajas y cartones”. Dice que el barómetro es algo que no se explica, el piano podría señalar un rango social, las cajas y cartones que se trata de una casa en la que hay algo de desorden. El barómetro constituye el punctum de la descripción, un elemento al que no llega a atribuirle una función. Sería como el residuo irreductible de todo análisis, el barómetro no es funcional ni se ve para que sirve, ese detalle representa lo real, que es lo que resiste a la estructura, en el fondo como un puro hay, existe. Allí donde la insignificancia está para significar lo real, para que se produzca un efecto de real, en cierto modo para sostener el lugar de representante de lo real. El texto de Barthes es de inspiración lacaniana. Se trató de lo designado más tarde por Lacan como trozo, fragmento de real (bout de réel), situado en el extremo opuesto a la ley que rige la estructura.

La última enseñanza de Lacan tiene como referente a la topología. Lacan tropezó con ella hacia el final de su desarrollo del escrito El atolondradicho. Este momento está indicado cuando dice “ahora un poco de topología”, y presenta sucesivamente el toro, la banda de Moebius, la botella de Klein y el cross-cap, diciendo que ese desarrollo era la referencia de su discurso. Esta topología indica la necesidad de revisar la estética de Kant, porque la referencia es a la estructura que ahí Lacan define como lo real que emerge en el lenguaje. Es lo real en tanto se manifiesta en el lenguaje por un cierto número de relaciones. Son las afinidades entre el orden de lo matemático y el orden de lo real.

Cuando Lacan habla del lenguaje en “Función y campo de la palabra…”, el lenguaje es para él la razón. En “Instancia de la letra en el inconsciente…”, que es donde presenta sus fórmulas de metáfora y metonimia, asigna como subtítulo “o la razón a partir de Freud”. Dice Miller que el lacanismo es un racionalismo y que Lacan desde el comienzo nunca cedió en el esfuerzo racionalista, como su constante referencia al elemento matemático. Primero con el esquema óptico que se supone da cuenta de la identificación. Luego el grafo, una representación geométrica de relaciones algebraicas. Lo mismo vuelve a encontrarse con la topología de las superficies y al final la topología de los nudos.

Miller retoma a Kant, quien distingue en el conocimiento dos fuentes fundamentales y heterogéneas: 1) la sensibilidad, que corresponde al registro de lo que Kant designa como experiencia, el sentir, la sensación supuestamente primaria, bruta. 2) El entendimiento, que es el poder de los conceptos, en función de los cuales uno puede generalizar lo recibido por la vía de la sensación. Lo intuitivo es singular, pero lo que corresponde al registro del concepto es general. La tarea consiste en pensar cómo se acuerdan y se conjugan entendimiento y sensibilidad. Kant necesita encontrar un mediador entre estos dos elementos y lo encuentra en lo que da a llamar un poder propio del alma, el esquematismo. Dice que se trata de un arte oculto en las profundidades del alma humana. Se le asigna a la imaginación ese rol intermediario entre el sentir y el pensar. Kant reculó ante la dificultad planteada por ese arte misterioso que conjuga entendimiento y sensibilidad y en la 2da edición de la Critica de la Razón Práctica tapó todo eso, afectó ese esquematismo al entendimiento.

Pero lo que esencialmente es receptividad para el sujeto, es el goce. Tanto en Freud como en Lacan, el goce, el estilo de goce de un sujeto, está siempre ligado a un primer acontecimiento de goce, con valor traumático, del que depende en lo que respecta a su sensibilidad, a la manera en que registra al Otro, lo que le viene del otro. Lo que hacemos funcionar a título de esquema, con un pie en cada lado, es el fantasma, $ <>a, el que une dos elementos heterogéneos, uno que depende del significante, el $, y el otro que proviene de una escritura imaginaria, a la que Lacan le acuerda más tarde valor de real.

 

S <>a

Esquema                                             Imaginación

Sensibilidad                                        entendimiento

Sensación                                            concepto

Intuición

Goce                                                     fantasma

Receptividad                                       espontaneidad

 

Es el fantasma el que juega el rol de esquema entre receptividad del goce y la espontaneidad del juego de los significantes. No resulta indiferente que el esquematismo sea afectado a la imaginación, que en Aristóteles corresponde a la fantasía, de donde proviene el término del que nos valemos para designar el fantasma. Como diría en “La Tercera” en su crítica a Descartes “Pienso luego gosoy”.

En Lacan hay un afecto que se distingue de los demás, que está en conexión con lo real: la angustia, lo que no engaña, el indicador, el índice de lo real.

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* Clase del 2 de julio del 2022. Dictada por Alicia Dellepiane y comentada por Leonardo Vera, en el Seminario de la RED A.A.P.P (Red de Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas), “La transferencia: un hecho nuevo”, en el centro Cultural Sánchez Viamonte. CABA.

Bibliografía:

– Lacan, J.: Seminario 8 La trasferencia, capitulo XXVII “El analista y su duelo”, Buenos Aires, Paidós, 2003.

– Lacan, J.: Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, capítulo V “Tyche y automaton”, Buenos Aires, Paidós, 3ra reimpresión en Argentina, 1990.

– Lacan, J.: Intervenciones y textos 2 “La tercera”, Buenos Aires, Manantial, 2da edición, 1991.

– Miller, J-A.: Tercera sesión del Curso 2011, miércoles 2 de febrero 2001 (inédito).

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