Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 11 • Diciembre de 2021 •

editorial
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Se(x)uaciones – mujeres y hombres
con lo femenino

El texto que a continuación publicamos es la transcripción de la primera clase del curso breve que en febrero-marzo de este año dictara Enrique Acuña: “Se(x)uaciones- Hombres y mujeres con lo femenino”. La hemos seleccionado debido a que ese 10 de febrero constituyó el puntapié inicial de su última enseñanza, que incluyó además el curso breve “Una mujer- El psicoanálisis con lo femenino”, el Seminario Anual de la Red AAPP “Trauma y Sexuación -Psicoanálisis, angustia y deseo” y el curso breve del mes de agosto: “¿Quo vadis homo sapiens? –Psicoanálisis y cuerpo”.

Enrique Acuña se refería con frecuencia a la “prueba por la enseñanza” como aquello con que alguien testimoniaba acerca de su relación con el psicoanálisis. Una y otra vez enseñó, una y otra vez testimonió. Lo hizo hasta el 15 de septiembre de este año, prueba de un deseo inclaudicable, decidido, obstinado, que nos invita a seguir en el surco de la huella por él marcada. He aquí, entonces, la clase inaugural de su enseñanza de este año.

Consejo editorial
Diciembre de 2021

Enrique Acuña

(1959-2021) Fue Psicoanalista, Miembro A.P. de la escuela de la Orientación Lacaniana (E.O.L) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (A.M.P). Director de Enseñanza de la Red A.A.P.P, del Instituto PRAGMA-APLP, Instituto Sigmund Freud, Biblioteca Freudiana de Bahía Blanca, Biblioteca de Oberá. Fundador y asesor de la Asociación Psicoanalítica Paraguaya Arandu. Fundador de las revistas: Conceptual, Fri(x)iones, Analytica del Sur (virtual). Autor de Resonancia y silencio y compilador de: Las paradojas del objeto en Psicoanálisis, Curarse del lenguaje, Locuras y psicosis y Vidas pulsionales.

Curso breve de Enrique Acuña
10 de febrero de 2021
1° clase

Como ustedes saben, este curso- con un título inventado un poco por mí- que es Se(x)uación, con la (x) entre paréntesis, remarca la letra (x) porque el intento de demostración que tiene el curso es seguir en la enseñanza del psicoanálisis de Freud y de Lacan qué función tiene la (x) como indeterminación- vamos a ver qué quiere decir indeterminación– en la teoría sexual de la neurosis para Freud y, fundamentalmente, el goce femenino para Lacan. Les voy a contar el punto de partida de este curso.

En diciembre del año pasado terminamos un seminario anual que tuvo como contexto esta pandemia del Covid y, una consigna que propuse era que ese contexto no se devore al texto del inconsciente. De modo que tratamos de situar qué es el inconsciente como texto en un contexto de crisis.

¿Cómo se me ocurrió este título? Terminamos ese seminario en diciembre con una palabra que designó un poco el recorrido del seminario, que fue el problema de la interpretación analítica, en tanto que implica que dentro de un contexto (x), como el de los hechos sociales, se pueden aislar dichos. Pero esos dichos, en tanto pronunciados- lenguaje, palabras, frases, significantes- esos dichos deben ubicarse en un sujeto que los pronuncia y toma posición con respecto a ellos. Entonces, en el contexto hay dichos y hay un sujeto que dice, un decir. Lo inconsciente es, en el caso de la interpretación analítica, un decir olvidado; el inconsciente se olvida, el sujeto se olvida, es inconsciente en tanto lo no dicho es una propiedad, un estatuto del inconsciente. En ese no dicho, en ese decir olvidado, había un enigma.

Entonces, a ese enigma lo ligamos a la lectura lingüística de lo dicho y el decir en términos de enunciación. Era una enunciación, una posición del sujeto con lo que habla, cómo respondía a lo que estaba diciendo; con su decir cómo respondía a los dichos. De ese modo leímos el contexto pandémico -como dichos- y el decir de cada sujeto en ese contexto. El texto del inconsciente es un decir olvidado que implica la enunciación como un enigma. Y la interpretación analítica entonces se puede definir como citar un dicho, citar un enunciado y ubicar quién habla, quién está diciendo eso en términos de qué desea ese que ha pronunciado lo dicho. Entre lo dicho y el decir, entonces, quedaba este enigma de la enunciación.

La palabra enigma nos remite a este punto de la (x) de la se(x)uación. Vamos a ver por qué elegimos la palabra sexuación y no sexualidad o sexo. Sexuación deviene una conjugación verbal, es un movimiento. Freud había usado la palabra causación de la neurosis cuando planteó sus series complementarias en la etiología sexual de la neurosis. Todo ser humano estaba sujeto a unas series complementarias donde había hechos fortuitos, acontecimientos imprevistos, contingencias y factores predisponentes hereditarios. En esta conjugación entre lo que estaba de antes, entre la filogenia y la ontogenia, se producía un cruce que provocaba una causación de la neurosis. Ahí también vemos la transformación del sustantivo causa en un verbo: una acción de tomar posición con la causa, la causa de la neurosis para Freud, en ese caso.

Para Jacques Lacan la sexuación es el nombre que va a tomar la sexualidad en tanto un problema, una (x), una indeterminación.

El próximo congreso mundial de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, que se iba a hacer en Buenos Aires el año pasado, se realizará en París en 2022, y el título es “La mujer no existe”, “La femme n´existe pas”. La mujer en el sentido de un universal. La mujer del A  tachada queda como una mujer. Esto también determinó la elección del título de mi curso en tanto la sexuación ligada a hombres y  mujeres era un tema del contexto actual. Indudablemente, no es la angustia de la pandemia sino los modos en que el amor une o separa a los sexos y cómo entonces está la proposición que voy a intentar demostrar en estas cuatro clases: la sexuación es un movimiento que hace que alguien tome posición ante el sexo, ante la asunción de su sexualidad, y un consentimiento –vamos a decir así- al factor biológico que está en juego entre hombres y mujeres. De modo que podemos hablar desde el “contexto pandémico” hasta de “las formas del amor” en un contexto pandémico, en tanto texto de cada sujeto.

El año pasado, en el Congreso de la Escuela de la Causa Freudiana en París, antes de que se formule este llamado al congreso sobre la mujer que no existe del 2022, el año pasado, ante unas 3.500 personas, habló Paul Beatriz Preciado, una mujer que deviene hombre, vamos a ver qué quiere decir eso… Lo trans como (x), no solamente como transexualidad sino como (x), lo trans, lo queer, las formas en que la identidad sexual ha cambiado en el siglo XXI hizo que 3.500 personas en ese congreso de la Escuela de la Causa Freudiana finalmente escuchen a Paul Beatriz Preciado, la ex pareja de una mujer que es Virginie Despentes, en una ponencia sobre lo que él llamaba “el monstruo que soy”. Es decir, la puesta en cuestión de la identidad sexual. Es en ese contexto donde la identidad sexual junto con otras formas o prácticas ligadas a comunidades de goce, o sea, a formas de vida, a estilos de vida, que no son solamente las minorías sexuales, los movimientos LGTB o Queer, sino también las minorías indígenas, las minorías raciales en general y otras minorías que se constituyen por sus prácticas en tanto estilos de vida, es en ese contexto que vamos a tomar hoy como primer punto de partida el problema freudiano de la sexualidad, cómo Freud aborda la sexualidad humana.

Freud es un poco un pionero, alguien que se atreve a encontrarse con lo que vamos a llamar lo real del sexo, con aquello que no se sabe, que no tiene representación; al punto de decir Freud que la muerte y la sexualidad son dos formas de la no representación psíquica de algo. Sin embargo, sobre esos elementos- la sexualidad y la muerte- se puede hacer una cierta teoría, una cierta especulación, una cierta forma de posición, asunción, causación o consentimiento.

Entonces, cuando Preciado presenta su ponencia del “El monstruo que os habla” lo que pone en juego es una identidad sexual en tanto prácticas de comunidades de goce. Para Freud, el problema arranca desde muy temprano ya en sus “Estudios sobre la histeria” y continúa luego hasta 1931 en “La sexualidad femenina” que vamos a comentar hoy. Freud es un avanzado y un poco un atrevido con el tema de lo sexual porque en su época, digamos, la época freudiana del descubrimiento del inconsciente, al principios del 1900, había un privilegio de las teorías evolutivas, como el darwinismo. También, un privilegio por la ciencia en términos de una cierta cuantificación de la sexualidad. Es decir que el interlocutor al cual se dirige Freud es la ciencia de su época y esa ciencia estaba marcada para él mismo por su pasado como médico- los que estudiamos medicina sabemos que las ciencias biológicas han dejado su marca sobre otros discursos. Entonces logra la legitimidad del psicoanálisis en relación a un Otro de la época, que es la ciencia. No son las religiones, no se trata de un contexto pandémico, se trata más bien para Freud de poder decirle a la ciencia acerca de ese elemento indecible que era la sexualidad humana. Freud es un escándalo para esa época de la ciencia en la medida en que plantea, desde una sexualidad infantil, que la causación de las  enfermedades como la histeria, en relación al sexo, tenían un origen en su causación que implicaba de alguna manera que eso era una falla, una falla de la representación, de aquello que no podía ser dicho por el lenguaje de la ciencia.

Entonces, para que Freud llegue a plantear la sexualidad femenina en 1930 pasan cuarenta años de sus estudios sobre la histeria. Pero es la histeria la que le hace hablar de la sexualidad femenina. No en tanto una identidad sexual sino en tanto un síntoma, un conflicto que liga al sujeto con su inconsciente, con su no dicho. Es por el discurso de la histérica que Freud se dirige a la ciencia de un modo no solo de pedir permiso sino de imponer un problema, que es la sexualidad humana.

Pasaron cien años y estamos en un contexto de época en la que ya no hay solo la ciencia, que ya ha demostrado su indecible, ya ha demostrado como tonel agujereado en esta pandemia que algo se escapa de la causa, que la causa es material para la ciencia. No es otra cosa que decir que la ciencia intenta formalizar. Lo vemos todos los días con nuestros protocolos de convivencia. El protocolo, en tanto sintagma de esta época, también puede ser un síntoma, puede ser un modo en que la ciencia hace aparecer la posibilidad del sujeto del inconsciente. Cuando Lacan dice que el sujeto del psicoanálisis no es otro que el sujeto de la ciencia se refiere a que la ciencia intenta forcluirlo pero éste retorna, retorna en los síntomas.

Pero, sin embargo, esta época también, podemos decir, está ligada con ese agujero de la ciencia, ese no-saber que se le ha escapado como un virus, con la aparición de los humanismos, es decir, de la filosofía, intentos de un saber, que a veces, como decían los griegos, se vuelve opinión, mientras que el saber queda del lado de la episteme científica. Cuando esa ciencia se agujerea, se produce su perforación, su no-todo formalizable, aparece el discurso jurídico. Es a lo que asistimos en esta época: a una alianza entre el discurso jurídico y las formas en que la ciencia se abona a la economía capitalista. Junto con las bodas entre la ciencia y el capitalismo como forma económica que predomina entre nosotros, el discurso jurídico aparece como un humanismo progresista. Es decir que, frente el vacío de la ciencia y sus bodas con el capitalismo, frente a la crisis del capitalismo y el agujero de la ciencia, el discurso jurídico aparece como un humanismo que, sobre todo, se ampara en la ampliación de los derechos. Esos derechos que votamos en la última época. La adquisición de derechos, como ha sido en la Argentina por ejemplo la nueva ley sobre el aborto, o ampliación de derechos que se ligan a la vindicación de las minorías.

Pero estamos todavía en el contexto de época. El contexto de época conduce indefectiblemente a las identidades: de género, étnicas, sexuales, etc., pero no a plantear el síntoma, el conflicto que hay cuando la identidad no hace conjunto, cuando no cierra como un conjunto, como un todo.

Entonces, Jacques Alain Miller en su curso El ultimísimo Lacan, hablaba sobre la “identidad sinthomal” a la que definía como la posibilidad de que ese conjunto de pertenencia (de los elementos de ese conjunto, pertenezco a tal minoría), esa identidad se volvía síntoma si y solo si había al menos un elemento del conjunto que aparecía como la oveja negra. Entre una minoría étnica por ejemplo- ente nosotros hay varios que trabajamos con las comunidades indígenas del norte-, las comunidades étnicas son leídas en general por la antropología, por la ciencia social, etc., como identidades pero no como identificaciones, no por el uno por uno de la identificaciones. Para hablar de una identidad sinthomal hay que hablar del uno por uno de los casos en donde la identidad se ha abierto a al menos uno, una oveja negra del conjunto que no pertenece al conjunto. Esa es la identidad sinthomal a la cual se refiere efectivamente lo femenino, no como un atributo de las mujeres sino de algo que hace ruido entre el hombre y la mujer. No pertenece a los géneros sino que lo femenino implica algo ligado a lo imposible como real. Freud decía que no tenía representación pero tenía causación, era una causa de la neurosis. ¿Cómo algo sin representación como el sexo podía ser causa de la histeria?

Freud, después de sus Estudios sobre la histeria, arranca con una suerte de estudio de la sexualidad no solamente como causación de la neurosis sino -en 1905, en sus “Tres ensayos sobre la teoría sexual”- de la sexualidad entendida como una libido activa que unía los cuerpos entre sí, que no hacía diferencia de género. En 1905 con la teoría sexual lo que predomina es una teoría de la libido como activa, como aquello que junta los cuerpos, que no era privativa de los hombres sino que era común a las mujeres. “La libido es siempre masculina” quiere decir que es activa con respecto a ligarse al otro. Pero se encuentra con que este otro, que puede ser la figura del amor, puede ser también la figura del goce, o sea, del sufrimiento; que va más allá del placer, que no es la “figura del placer” como diría Foucault. La figura del otro amoroso se podía volver la figura del otro sufriente o del sufrimiento. Entonces Freud atiende a eso cuando atiende al síntoma como una estructura que implica un conflicto pero que implica también una manera de satisfacción, decía él, de aquello pulsional que no estaba realizado en otros campos. El síntoma, con su costado conflicto o su costado satisfacción, para Freud fue el punto de partida de la posibilidad de llegar a la causación sexual.

En ese 1905 tan denotado por el feminismo de los años ’60… Por ejemplo, ya en el libro de Juliet Mitchell Psicoanálisis y feminismo se plantea lo que se repite en la opinión, no desde el saber sino desde la opinión pública, como un Freud misógino, patriarcal. Da un poco de risa pensar que Freud pueda ser misógino y patriarcal [interrupción de la transmisión]. Decía que en 1905 se produce un primer movimiento en Freud con respecto a esa causación de la neurosis sexual: el niño como polimorfo perverso es un atentado a la ciencia de la época que, en tanto darwiniana, pensaba a ese niño evolutivo como alguien que progresaba en la domesticación de la sexualidad. El niño de Piaget, por ejemplo, el niño cognitivo, el niño darwiniano, supera su sexualidad, de alguna manera la forcluye, a partir de poder pensar el dominio del cuerpo.

Los “Tres ensayos” son también el comienzo de una forma de tomar a Freud por Juliet Mitchell que, repito, no era una interlocutora de Freud porque era a la ciencia a la que se dirigía, no a los feminismos- la anatomía sexual era para Freud un destino en ese momento. “La anatomía es el destino” quiere decir que el órgano sexual determina la función del sujeto con respecto a ese órgano. Vamos a ver que Lacan le da una vuelta a eso y se puede decir que la histérica freudiana cambia a la mujer lacaniana, digamos así. Que hay un viraje entre esa histérica freudiana que era posible de domesticar por la maternidad por ejemplo, a la mujer lacaniana, ligada más bien a lo que Lacan va a llamar un goce Otro, suplementario.

Esos “Tres ensayos…” como punto de partida se siguen en ese famosos cambio del 1920 donde Freud privilegia la pulsión por sobre el yo, con la aparición de lo que Freud llama “el debate de la fase fálica en la niña”. Un debate que Freud le deja a sus discípulas y analizantes mujeres. Dice: “De eso van a saber más que yo” Helen Deutsch, después Melanie Klein, etc. El debate que le deja a las mujeres analistas de 1920, centrado en un debate sobre la fase fálica en la niña (hay que ser muy precisos con eso, no es cualquier debate) termina en una serie de teorías (Melanie Klein es tal vez la más creativa) que se centran no tanto en la fase fálica en la niña, como decía Freud, sino, en lo que se llamaría “la fase preedípica” en una niña. Pero Freud larga el debate, larga la piedra a sus discípulas mujeres acerca del Edipo en la niña y sus consecuencias con respecto a la evolución sexual, esas fases freudianas, la oral, anal…

Ese Edipo en la niña es un problema para Freud. Porque detecta que la niña debe hacer un viraje identificatorio, se ve muy bien en su artículo sobre la sexualidad femenina. Si niñas y niños tiene en común un primer objeto de amor, que es la madre, para que el Edipo normativice a esa niña y que ame a un hombre a posteriori, debería amar a su padre y eso supone un viraje, al que él llama en un momento “trueque”. Es muy interesante la palabra trueque porque implica que eso tiene un beneficio para la niña, de viraje del amor a la madre hacia el amor al padre.

Pero el debate sobre la fase fálica en la niña termina, para las analistas mujeres como Helen Deutsch o la misma Klein, en un debate centrado en lo que Freud llamó en 1923 “La organización genital infantil”. Es decir que pasamos de lo preedípico, de lo fálico a la genitalidad. Y Freud ahí se encarga de diferenciar muy bien la genitalidad de la sexualidad. La genitalidad como práctica de órganos biológicos se liga al instinto, mientras que la sexualidad se liga a lo pulsional, es decir, a un movimiento de búsqueda un objeto que finalmente no hay, o es un problema. Es decir que el debate sobre la fase fálica en la niña termina en “La organización genital infantil” en un concepto que aquellos de ustedes que estudiaron psicología conocen como la famosa “primacía del falo”. ¿Qué quiere decir? Por eso las feministas dicen que Freud es patriarcal porque la primacía del falo instaura la idea de que habría un objeto, que está entre los dos sexos, como de un mayor valor. Freud dice que la misma niña es la que se encarga de darle una supremacía al falo. Entonces en 1923 “La organización genital infantil”, Freud concluye que la niña, por haber hecho ese trueque, ese viraje hacia el padre, tiene un mayor trabajo que el hombre, que se ha quedado en su elección de objeto posterior por una mujer, siguiendo la heteronormatividad freudiana, siguiendo esa elección de objeto de una mujer… le fue suficiente, vamos a decir así, el amor a la madre. Pero es en 1923 que Freud pronuncia una frase contundente que no se entendió demasiado. Juliet Mitchell y las feministas de los ‘60 no la entendieron. Freud dice que una mujer no nace mujer, deviene mujer; devenir quiere decir que necesita esa vuelta de tuerca, ese trueque en el amor al padre.

Es en 1925, dos años después, en un artículo que se llama “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica”, que Freud pone en juego el complejo de Edipo con el complejo de castración. ¿Y a qué le llama castración? Justamente al hecho que la niña evidencia la falta del órgano, del pene, a partir de su mirada del niño. Entonces dice que el sepultamiento del complejo de Edipo se produce por el complejo de castración. Y ahí no es superador el complejo de castración sino es más bien la evidencia de que hay un nudo en el que falta algo. Falta algo en ese complejo de Edipo, padre, madre, niño o niña. El complejo de castración es la demostración freudiana en el año 1925 en “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica” de que hay efectivamente en la percepción del cuerpo una consecuencia psíquica: soy hombre o soy mujer. Pero no es por la diferencia anatómica, dice Freud, sino porque se debe producir un viraje identificatorio en la niña. Es decir por el trueque ese que hizo con el padre. Es muy divertido que Freud mismo se descubra diciendo olvídense del complejo de Edipo; acá lo que hay que tener en cuenta es qué articulación se produce entre el complejo de Edipo y el de castración.

Es el nudo de la neurosis, la función de nudo de la neurosis. ¿Anuda qué cosa? No tanto la identidad sexual. Anuda un elemento que falta, y a lo que después Lacan le da estatuto significante, lo llama significante fálico. Fíjense el pasaje increíble que hace Freud entre un órgano sexual anatómico a un elemento del lenguaje que no está determinado. En ese complejo la niña, dice Freud, tiene temor de perder el amor del otro, sobre todo de la madre y el niño tiene temor a perder una parte de su cuerpo -lo desarrolla muy bien en “Inhibición, síntoma y angustia”. Dice que la situación peligrosa que genera angustia es o la pérdida de amor del Otro, el Otro que representaba a la madre, o el temor a perder parte del cuerpo propio. Es la castración en el sentido de perder una parte del cuerpo en tanto biológico. Y Freud lo llama “angustia de castración” en el niño.

Es recién en el año 1931, en este artículo en el que nos vamos a detener, “Sobre la sexualidad femenina”, donde Freud resuelve esto y se hace la pregunta que se hace Marie Christine Hamon, una psicoanalista francesa: “¿Por qué las mujeres aman a los hombres y no a su  madre”- que fue su objeto inicial? ¿Qué se ha producido para que alguien haya perdido el amor a la madre y lo haya sustituido por un hombre o por una mujer? ¿Por qué las mujeres aman a los hombres y no a su madre?, pregunta Marie Christine Hamon, y toma el análisis de todas las analistas freudianas. Porque la madre está sustituida, y ese es el nudo del complejo de castración: se ha producido una falta y, a partir de ahí, la sustitución.

Entonces, como para Lacan, para Freud se trata también de la sexuación. Ese trueque, ese cambio, esa vuelta de tuerca que tiene el complejo de castración es lo que se llama sexuación, es un movimiento, es una toma de posición frente a lo que sería mi cuerpo biológico, mi sexo. Es también un consentimiento a la forma que tengo de gozar y es por último, como dice Lacan, no es solamente una posición y un consentimiento sino también un asentir. ¿A qué? A que existe el Otro también, si estoy en la neurosis; se refiere a asentir al amor. El amor como un juego en el cual se termina en la comedia de los sexos siempre. Pero hay que prestarse a ese juego…

En Freud, en 1932, en “La feminidad” hay este movimiento de la sexuación, movimiento. La asunción del falo como algo perdido, primer objeto materno perdido, el consentimiento del niño o de la niña a que es sujeto de relacionarse con un Otro y, finalmente, algo que Freud dice muy entre líneas que es la elección. No es innata la sexualidad, no vine con los genes. Decía un analizante el otro día: “Este asma viene con los genes, lo tuvo mi padre, mi abuelo.” Al atribuir la causa a un determinismo biológico, en ese caso, se pierde la posición electiva de un sujeto porque es muy difícil que alguien diga “yo pude haber elegido el asma para llamar a mi padre, etc.” Sería una interpretación del inconsciente eso, se puede dar en un sueño. Efectivamente, lo que se da en este caso es que alguien sueña que después de su ataque de asma se produce la separación de sus padres. Esa elección, que no es innata, es una elección forzada, dice Freud en algún momento. No es innata pero tampoco es una libre elección. Es una elección forzada no por el partenaire que tengo en frente sino por el mismo goce que está determinando con quién quiero encontrarme. No es innato pero determina esa elección, el acceso a un determinado tipo de goce. Ahí es donde nos interesa, extremadamente, la posición femenina. Porque ese goce está más allá del Edipo y está  más allá de la ausencia del falo, es decir, más allá del significante que falta. Es el goce femenino en tanto Otro goce. Nos vamos a detener después en eso.

El artículo de 1931 “Sobre la sexualidad femenina” es increíble porque ahí sí uno podría decir que Freud no le da muchas salidas a las mujeres, a las de su época al menos. Dice que frente a ese complejo de castración hay tres salidas. Les voy a leer cómo lo dice Freud porque está muy bien una palabra que utiliza ahí. Si ustedes tienen la versión de Amorrortu, tomo XXI, está en la página 233. “Enunciamos ya las tres orientaciones que se abren”. Está hablando del complejo de castración en la niña, de la “criatura sin pene”, dice él. 1: la suspensión de toda la vida sexual. 2- la porfiada hiperinsistencia en la virilidad- la masculinidad y 3- los esbozos de la feminidad definitiva en la que la niña sabe hacer el “trueque” pensando que el amor al padre va a devenir en el futuro en la posibilidad de tener un niño, ella, es decir, de ser madre. Entonces las tres salidas del complejo de castración son: Primero, la neurosis, una especie de mujer frígida; Segundo, la masculinidad o virilidad, el desafío (al que después liga con el famoso concepto de penisneid al que hay que problematizar porque no quiere decir “envidia” al pene, quiere decir “procuración”). La virilidad de la mujer masculina que puede terminar en la homosexualidad femenina. Y, por último, liga la feminidad a ese deseo de tener un niño, de ser madre.

En la página anterior lo dice de una manera más interesante: la renuncia, la masculinidad o la feminidad en la maternidad. Quiere decir que le pone esposas a la mujer, le dice: la mejor salida femenina es que tú seas madre. Ahí hay un problema en Freud. Primero, la suspensión, anulación o renuncia de la sexualidad- primer salida-, la masculinidad, que termina en el desafío viril y la feminidad dada por la maternidad. Dice que es una configuración, podemos tener las tres salidas juntas también.

Pero es interesante esta palabra, fíjense lo que dice, pone en juego al varón. Dice “En el varón, sin duda, resta como secuela del complejo de castración cierto grado de menosprecio por la mujer cuya castración se ha conocido”, o sea, que el niño es consciente de la castración de la niña. “A partir de ese menosprecio se desarrolla, en el caso extremo, una inhibición de la elección de objeto, y si colaboran factores orgánicos, una homosexualidad exclusiva”, en el hombre. Si el hombre no menosprecia, si no hay eso que después llama el “rebajamiento erótico”, si no ve a la mujer en menos, entonces puede culminar en la homosexualidad.

Pero antes, en “Sobre la degradación general de la vida erótica” dice que el hombre necesita este menosprecio y lo encuentra fácilmente en la figura de la prostituta y, a la vez, sacraliza, idealiza a la mujer y la tiene como madre. Entre la madre y la puta él hace una doble vida estructural. ¡Pobre hombre debe pasar del matrimonio santo al prostíbulo…! No es tan pobre, indudablemente. En esa época el hombre hace, según Freud, esa doble vida. Es así como el hombre necesita ese menosprecio y suponer que la mujer es de él, es una propiedad de él. Esto se ve fácilmente, si uno toma caso por caso, en el problema actual del femicidio, muy vigente hoy… ayer en Buenos Aires se dieron cifras escalofriantes del número de mujeres asesinadas en este enero. Muere una mujer cada 23 horas por un femicidio. Hay algo estructural, dice Freud, en ese menosprecio. La  conocida idea feminista de ser objeto del otro. Ese menosprecio lleva a una cierta apropiación. El femicidio es una figura extrema pero es ejemplar en ese sentido de cómo la mujer idealizada puede volverse menospreciada al mismo tiempo, porque están esas dos figuras en el inconsciente del hombre. El gran problema ahí, y Lacan lo trata muy bien, es que la mujer pueda estar en el lugar del síntoma de un hombre. Él ser el estrago de ella y ella síntoma de él. Su cuerpo es ofrecido al cuerpo del otro. Ella es síntoma del hombre.

Dejo a Freud en suspenso en este punto. Vamos a retomarlo. Repasando, entonces, entre “Los tres ensayos…” y “Sobre la sexualidad femenina” de 1931, Freud hace indudablemente un trabajo laberíntico con la sexualidad humana. Lacan retoma este concepto de complejo de Edipo, complejo de castración y lo retoma en términos de estructura del lenguaje. Dice Lacan que cuando hablamos, todo el tiempo estamos poniendo en juego el hecho de que hay un elemento que falta. No dice que haya una anatomía biológica que falta, dice que hay un elemento que falta. Y el significante de esa ausencia es el falo. Entonces, un primer movimiento de Lacan en “Ideas directivas para un congreso sobre sexualidad femenina”, que está en los Escritos, es poner en juego esta dicotomía entre ser la ausencia, ser el falo o tenerlo. Ser o tener, una dialéctica sin salida. Ser el falo, una posición femenina y tener el falo, una posición masculina. Compleja, porque se entrecruzan. Un hombre puede ser el falo también, hay hombres histéricos. Una mujer puede tener el falo. Pero lo que hace Lacan – es muy interesante y lo vamos a ver con detenimiento- es atravesar esta dialéctica de ser el falo o tenerlo, ser la ausencia o tener eso que falta, y poner en juego otro elemento que es el goce, es decir, la satisfacción. No es el placer el goce, sino una satisfacción de más, que se obtiene de una manera trabajosa, hay que decirlo. Para obtener el goce hay que hacer un cierto trabajo de sustituciones.

Para Lacan la sexualidad humana implica siempre, por un lado, una sustitución de un elemento por otro pero, por otro lado, una satisfacción. Lacan no dice que las salidas del complejo de castración de una niña sean la inhibición sexual, el sin sexo, o la masculinidad o la maternidad. Lacan dice “No, señores, hay otro problema acá”, y ahí debate con Freud. No conviene decir que va más allá de Freud, es mejor que Freud… pero Lacan toma el concepto de goce como aquello que diferencia un hombre de una mujer y los cruza (un hombre puede ser femenino y una mujer masculina). Toma el goce, esa satisfacción. Primera pregunta: ¿de dónde obtiene esa satisfacción un hombre y de dónde la obtiene una mujer? La satisfacción ¿de dónde se obtiene? Es trabajoso hacerlo.

La satisfacción está dada para Lacan en el goce femenino por la posibilidad de obtener un elemento que él llama supletorio (por eso habla de suplencia del goce): un poco más, sueña en el horizonte- dice en algún momento- que hay ese más… y eso la hace a la mujer un poco más amiga de lo real, de lo imposible de decir, más amiga del hecho de que no hay. Sabe que hay un más allá. Es la famosa idea de amiga de lo real. ¿Por qué una mujer es más amiga de lo imposible? Porque puede ir hasta el paroxismo de arriesgarse ella.

Ya no es para Lacan el problema pelear con los médicos que piensan en el organicismo, como decía Freud, que piensan que la sexualidad es un instinto, como en el animal, un sujeto que con su objeto encuentra sus bodas. No tiene que pelear con los médicos en ese momento. Es interesante que Lacan tenga al movimiento de liberación femenina francés en los pupitres de la facultad donde da clases. El movimiento de liberación femenina era el interlocutor de Lacan. Entonces, él no toma como punto de partido ni en instinto, ni la genitalidad, ni la biología sino el goce. Esto es interesante como una primera diferencia de Lacan con Freud: tomar el goce, la satisfacción que uno obtiene en el sufrimiento más allá del placer.

Lacan tiene una teoría de ese goce: hay un goce fálico, es decir, pensar que las cosas tienen un orden en un Uno, que es un conjunto cerrado o hay un goce más allá del fálico, que desarma el ser o el tener y que pone al sujeto en una posición ilimitada, dice él. Ilimitado, como un concepto matemático (que es el límite), una función (x). Y esa (x] es ilimitada, no tiene número, no está contada, eso quiere decir la (x).

En el Seminario 20- que vamos a ver la próxima vez- él toma las fórmulas de la sexuación. Hay fórmulas del modo en que yo me ligo a la sexualidad. No dice fórmula del sexo, fórmula de la genitalidad ni fórmula del amor, dice fórmulas de la sexuación. Y pone en juego el universal, una categoría aristotélica universal como todo, un conjunto que es un todo, y otra forma que es particular, no todo. Hay un elemento que es, como dice Aristóteles en el silogismo “Todos los hombres son mortales…”. Ese todos del universal es un conjunto cerrado- Lacan toma, entonces, la teoría de los conjuntos.

Estoy diciendo rápidamente algo que pueden encontrar en el capítulo que sugerí donde aparece un primer desarrollo de las fórmulas de la sexuación, llamado “Una carta de almor”. Ustedes van a ver ese pequeño cuadro donde aparecen fórmulas donde Lacan va a tomar el todo del universal o la excepción, particular, que liga a lo femenino.

Uno podría decir, rápidamente, que el hombre está siempre del lado del todo fálico y la mujer del lado de la excepción, del no todo. Pero resulta que hay hombres que también toman esa posición (x), y ahí está lo femenino; y hay mujeres que prefieren el todo, el conjunto cerrado. De modo que hay un entrecruzamiento de estas dos fórmulas, no es un  binario. No es Para todo x falo x, del lado hombre, “la norma macho”, dice Lacan, ni tampoco la excepción femenina, algunos no, algunos hacemos objeción a eso. Entonces estamos del lado del particular y por lo tanto, del lado femenino. No, no es un binario. Esos dos se entrecruzan porque producen un objeto llamado a, que es un resto, o sea que ni el que quiere ir al universal ni la que quiere generar su excepción del “yo soy excepcional” van por el buen camino, porque se van a encontrar con ese objeto a que es un resto que hay que atravesar. Hay como una vacuola, un bolsillo donde queda un elemento vacío.

Para terminar, hemos recorrido en esta primera clase el modo en que la sexualidad humana en Freud está ligada a un elemento que no se representa en lo psíquico, porque es traumático. El trauma no está asimilado por el aparato psíquico entonces se vive como algo excesivo. Este es el punto de partida en “Tres ensayos…” y [a partir de ahí] hace un desarrollo: “Algunas consecuencias psíquicas…”, hasta “Sobre la sexualidad femenina” y la conferencia sobre “La feminidad”. Pero en todos los casos, Freud va a tomar hombres y mujeres en relación al par que lo guía: complejo de Edipo y complejo de castración: el problema de las identificaciones.

Lacan  toma como punto de partida no solamente los complejos de Edipo y castración, en “Ideas directivas…”, el ser y el tener, sino el goce. ¿Cómo se goza? ¿Se goza con lo que se tiene o se goza con lo que no se tiene, para decirlo rápidamente? ¿Se goza fálicamente o se goza más allá del falo? Esto entonces hace una diferencia entre Lacan y Freud: el goce. El goce fálico, el goce del Uno, goce del conjunto para todos, universal o goce más allá del falo. Vamos a ver que ahí pone la figura, por ejemplo, de las místicas y los místicos. Pone a santa Teresa de Ávila y a san Juan de la Cruz, eso que él llama “no todo”.

Para terminar quiero tomar una frase que me interesó trabajar con ustedes hoy. Es una frase de Éric Laurent, a quien debo mucho, tengo que decirlo. Es muy actual, esta una charla que dio en Buenos Aires hace unos cuatro años donde él dice: “De las discusiones que ahora tienen lugar en Francia, en América, en Brasil, en Argentina sobre la violencia de género, lo único que quiero subrayar es que si se quiere definir un nuevo lugar para las mujeres y es lo que occidente en general está obligado a pensar, tenemos que constatar el anudamiento y el abonamiento de las mujeres al inconsciente. Las mujeres están abonadas al inconsciente, de una manera más estrecha que el que le dan las leyes, el discurso jurídico. Y que los hombres, y de esto testimonian las leyes, no pueden ser solamente universales, para todos, tienen que ser tomadas en cuenta en esta dimensión de una por una.” Entonces, la frase me pareció interesante porque él dice que podemos pensar el síntoma social actual de la violencia de género de los femicidios por el lado jurídico, de para todos existe esa ley o pensar que en cada caso hay que observar que esa mujer está abonada al inconsciente. Es decir, que tiene su propio deseo.

Sigo: “El movimiento del discurso actual del amo en su enloquecimiento, con sus etiquetas clasificatorias tiene dos vías de salida…” Es lo que vemos nosotros con las etiquetas de los protocolos de la biopolítica: en la aplicación de un protocolo se pone clases diagnósticas, este pertenece a tal clase, este a tal otra. Dice entonces “El movimiento del discurso actual del amo en su enloquecimiento, con sus etiquetas clasificatorias tiene dos vías de salida: una por la consideración de las consecuencias de la ciencia, que es la introducción del sujeto de la ciencia en tanto que del azar como rigiendo lo que es del lado de las conductas humanas hay que ayudar a que esto no se olvide.” Por un lado, está la ciencia. Está lo que diga la ciencia para el hombre actual, la etiqueta que me ponga. ¿Tienes covid o no tienes covid? “Pero por otro lado, en contra de los conformismos, la promoción en nuestra civilización de las particularidades del discurso femenino, que producen un efecto de diferencia, de distinción, porque están apoyadas en un hecho que hace obstáculo a la extensión del régimen del individualismo de la masa.” Él dice que el estado actual de las cosas es o bien la ciencia con sus protocolos, sus clasificaciones y sus diagnósticos, que dicen esto es esto y esto es aquello, tendiendo al todo del universal, como la norma macho, o bien tener en cuenta el discurso femenino en el sentido de que es el que pone en juego lo particular y decir este caso es eso, es eso único, no es igual a otro, no es clasificatorio de otro.”

Entonces, para no entrar en esta extensión del individualismo de las masas, del para todos tal cosa, hay que ver la particularidad del uno por uno. Y para ello, para un analista está el síntoma. El síntoma que es su brújula, que dice este es mi síntoma, es único, no hay otro. Mientras otros tienen otro síntoma biológico parecido al mío yo, en lo individual, soy singular. Quiere decir que soy ese caso que no está contado entre los demás casos, como diría Borges. En mi biblioteca hay al menos un lugar que no está contado. Terminamos ahí, entonces.

 

[Siguen intervenciones de participantes y comentarios de Enrique Acuña]

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Establecimiento del texto: Verónica Ortiz
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