Realidad psíquica y cultura
Practicante del psicoanálisis. Dirigió la revista el Murciélago (1994-1996) y el periódico Etcétera (2004-2019) del Centro Descartes – Asociado al Instituto del Campo Freudiano. Editora responsable de Otium ediciones Bs. As. y de la revista Descartes (2011-2017), dirigida por Germán García (desde 1986 hasta su fallecimiento en 2018). Miembro de la Comisión de Docencia de la Biblioteca Analítica de Jujuy y asesora el Círculo de Actualización Lecturas de Masotta. Miembro de la Red AAPP. Participó como miembro del comité de organización de los Encuentros argentinos de Historia de la psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis hasta el 2019.
» E-mail al autor
El sujeto nada quiere saber
de que no puede saber que
no hay saber sobre lo sexual.
(Oscar Masotta, dixit)1
Ilustración: Sara Bosoer, IG: @srbsr_aoe
Este texto es una reelaboración de la participación en la clase del 06/07/2024 del curso realizado por la Red AAPP titulado Fantasma y se(x)uaciones: texto y contexto. Por lo tanto, contiene parte del recorrido que presenté, tomando en cuenta las pertinentes precisiones que Julia Pernía realizó a continuación y algunos de los comentarios de los participantes que permitieron ahondar en algunas cuestiones tanto en su actualidad como en su complejidad.
Dentro del marco del curso propuse el título “realidad psíquica y cultura”, para poner en tensión y resaltar de qué modo lo particular de un sujeto (en sentido lacaniano) se encuentra en el universal, que llamamos cultura. Entendiendo que la cultura se ha convertido en nuestra naturaleza, es decir, en lo que nadamos como pez en el agua. A tal punto, que una vez que entramos en ella no advertimos que nos antecede.
Es decir, el conocimiento del psicoanálisis como disciplina, es parte del patrimonio cultural, de no ser así de seguro no hubiera estudiado psicoanálisis. Pero allí estaba.
Desde hace unas cuantas décadas, muchas de sus formulaciones son ya metáforas congeladas que se van decodificando según la ideología imperante. Ejemplo de ello es la llamada ESI Educación Sexual Integral, impartida como obligatoria desde el Jardín de Infantes. Muy lejos quedó el escándalo y el escarnio que sufrió Sigmund Freud cuando escribió los “Tres ensayos para una teoría sexual infantil” y lo que allí iba esclareciendo para poder entender el extravío pulsional del sujeto respecto de la sexualidad. El hecho de advertir de que su instinto no estuviera informado biológicamente, es decir que el saber estaba desconectado del sexo biológico y los derroteros en los que tenía que vérselas para construir un objeto de satisfacción, pasando por la condición que llamó perverso-polimorfa, la repetición, la fijación en la satisfacción infantil, la indeterminación infantil, la ambivalencia, la bisexualidad, la construcción de las condiciones de amor, etc. Es decir, la complejidad de un texto que fue el más anotado por Freud con el correr de los años de acuerdo con las nuevas observaciones que iba encontrando en su práctica; y, en menos de un siglo pasó a la cultura naturalizado. “La indagación freudiana delimita un campo donde el sexo queda aislado del saber (…) Según Freud, la gente no se enferma porque ignora las reglas biológicas, sino porque hay algo bien enigmático en el sexo. Si la sexualidad ha de ser reprimida, la causa no reside en la sexualidad misma, sino en lo que la sexualidad contiene de enigmático.” (O. Masotta dixit).
Ahora, la cosa es tan natural que no es necesario que quienes lo imponen a la educación, arman los programas, etc. estén advertidos de dónde viene la palabra, ni que complejidad implica. Por ello, lo llamo Educación Sexual Infantil y no Integral, como bien remarcó Alejandro Sosa Días, en su comentario. Es decir, los llamados “adultos” identificados al infantil sujeto naturalizan la compleja conformación psíquica de quienes nacemos indeterminados y en estado de prematuración respecto del mundo animal y establecen una Educación Sexual Integral, para la tranquilidad de sí mismos. Al convertirlo en social destruyen la particularidad (Sosa Días dixit). Del mismo modo, podríamos decir que no es necesario saber que existe Karl Marx y menos haberlo leído para hablar de burguesía, proletarios o clases sociales. Están ahí, naturalizados, a la mano, pero carentes de efectividad crítica. Está cristalizado. El mismo tratamiento tuvo la formulación de la inteligencia y el ascenso de lo neurocognitivo-comportamental, actualmente asediado por la llamada inteligencia artificial. Se inventó algo llamado inteligencia definida de diferentes maneras, a principio del siglo pasado Binet y Simon fueron los primeros en establecer escalas de medición, después vino Wechsler más tarde Gardner, que planteó inteligencias múltiples y siguen. La cuestión es que se comenzó para establecer una distribución entre normales, subnormales y superdotados, y los que andan en los intermedios según su coeficiente intelectual y luego se estipuló que esa medida era natural. Ahora están amenazados, especialmente, los del coeficiente intelectual alto por una inteligencia “superadora” y acéfala que es la artificial. Como si ya no hubiera sido artificial la que medían. Sin embargo, se divulga, dentro de ciertos sectores como una amenaza.
¿Cuál es la amenaza en los tres ejemplos? Se amenaza el resguardo de la falta, el modo en que cada uno se las arregla en el universal cultural, es decir, con qué objeto se aloja en el “para todos”. También podríamos decir que lo que era interior se volvió exterior y viceversa.
Jacques Lacan, afirmaba que el único progreso a esperar del inconsciente es la censura. Es decir, que quienes practicamos el psicoanálisis nos encontramos con un sin salida que es que aquello que aparece como algo nuevo, disruptivo, se naturaliza. A esa inercia inconsciente llamamos censura. Lacan lo escribe s (A).
Entonces, Jacques Lacan anuda ambas formulaciones, la formulación de la realidad psíquica con la de la cultura, en una de sus fórmulas sobre el síntoma que escribe: [$ <s(A)> a]. Donde las exigencias de la civilización, el Otro de la cultura, produce una mediación entre el sujeto y el goce.
Insisto la censura no tiene que ver con la coacción social, ni cultural, sino con el funcionamiento inconsciente. Y es de eso de lo que tenemos que estar advertidos quienes practicamos el psicoanálisis, en tanto, como ejemplifiqué, el psicoanálisis y quien lo ejerce es juez y parte en la cultura. Nadie practica el psicoanálisis en el universal “la cultura”, cada uno lo realiza en una ciudad X, en un barrio X, en una lengua X, en un tiempo X, etc. Y lo mismo sucede con quienes consultan. Tal es así que, por ejemplo, Pierre Rey tituló su libro Una temporada con Lacan y Jean-Guy Godin, Jacques Lacan, 5 Rue de Lille.
El punto es que no son los acontecimientos culturales/sociales los que organizan las fantasías o las palabras, sino que son las fantasías y las palabras las que organizan los acontecimientos.
Julia Pernía, retomó en la conversación la distinción que hace Oscar Masotta entre valores estéticos y valores éticos. Es decir, los ideales con los que me visto pero que no dicen nada de la fantasía que sostiene mi satisfacción a diferencia de aquellos que dirigen mi acción y que sostienen mi satisfacción. Y puso como ejemplo: Alguien se puede sumar a la lucha por la no violencia (como valor estético) mientras que la satisfacción puede estar sostenida por un valor ético sádico o masoquista.
Si seguimos a Sigmund Freud en sus textos y a Jaques Lacan en los seminarios veremos que no dejaron nunca de preguntarse respecto del problema de la realidad y la realidad psíquica. Sigmund Freud despoja lo que llamará “realidad psíquica” de realidad cuando le escribe a Fliess, en 1897, “ya no creo más en mi neurótica”. En la regresión al pasado propuesta inicialmente en el método psicoanalítico para reconstruir la historia del sujeto y llenar las lagunas mnémicas de la consciencia, “hacer consciente lo inconsciente”, advierte que los recuerdos que van surgiendo mienten a la realidad, no habían acontecido, son invenciones, fantasías que el sujeto construye. Modificará, entonces, su teoría del trauma por la teoría de la fantasía. Entonces, será la fantasía, en este momento de su elaboración, lo que conforma la determinación psíquica en la formación de síntomas, sueños, lapsus, etc. Tal como lo escribe luego Lacan.
Afirmará que todo recuerdo es un recuerdo encubridor, y por eso mismo, es tomado como verdadero, aunque no haya acontecido.
En “Sugestión y libido”, apartado del texto Psicología de las masas y análisis del yo, Sigmund Freud expone que para él fue determinante observar que la sugestión, que todo lo explicaba carecía ella misma de explicación, y experimentaba una “oscura animosidad contra tal tiranía de la sugestión” luego de admitir que la sugestibilidad “es un fenómeno primario irreductible, un hecho fundamental de la vida anímica humana.” Y esa oscura animosidad contra la tiranía de la sugestión, ya que según él era un enigma sobre el que se montaba una clínica, lo conduce a formular la teoría de la libido. El mito de la libido o la laminilla, como lo llamará Lacan.
¿Qué es la libido? Cito a Freud: Libido es un término perteneciente a la teoría de la afectividad. Designamos con él la energía considerada como magnitud cuantitativa, aunque por ahora no mensurable -de los instintos relacionados con todo aquello susceptible de ser comprendido bajo el concepto de amor. El nódulo de lo que nosotros denominamos amor se halla constituido, naturalmente, por lo que en general se designa con tal palabra y es cantado por los poetas; esto es, por el amor sexual, cuyo último fin es la cópula sexual. Pero, en cambio, no separamos de tal concepto aquello que participa del nombre de amor, o sea, de una parte, el amor del individuo a sí propio, y de otra, el amor paterno y el filial, la amistad y el amor a la Humanidad en general, a objetos concretos o a ideas abstractas. Nuestra justificación está en el hecho de que la investigación psicoanalítica nos ha enseñado que todas estas tendencias constituyen la expresión de los mismos movimientos instintivos que impulsan a los sexos a la unión sexual; pero que en circunstancias distintas son desviados de este fin sexual o detenidos en la consecución del mismo, aunque conservando de su esencia lo bastante para mantener reconocible su identidad (abnegación, tendencia a la aproximación).
Creemos, pues, que con la palabra «amor», en sus múltiples acepciones, ha creado el lenguaje una síntesis perfectamente justificada y que no podemos hacer nada mejor que tomarla como base de nuestras discusiones y exposiciones científicas. Con este acuerdo ha desencadenado el psicoanálisis una tempestad de indignación, como si se hubiera hecho culpable de una innovación sacrílega. Y, sin embargo, con esta concepción «amplificada» del amor, no ha creado el psicoanálisis nada nuevo. El Eros, de Platón, presenta, por lo que respecta a sus orígenes, a sus manifestaciones y a su relación con el amor sexual, una perfecta analogía con la energía amorosa: esto es, con la libido del psicoanálisis, coincidencia cumplidamente demostrada por Nachmansohn y Pfister en interesantes trabajos; y cuando el apóstol Pablo alaba el amor en su famosa Epístola a los corintios y lo sitúa sobre todas las cosas, lo concibe seguramente en el mismo sentido «amplificado», de donde resulta que los hombres no siempre toman en serio a sus grandes pensadores, aunque aparentemente los admiren mucho. Estos instintos eróticos son denominados en psicoanálisis, a priori y en razón a su origen, instintos sexuales. La mayoría de los hombres «cultos» ha visto en esta denominación una ofensa y ha tomado venganza de ella lanzando contra el psicoanálisis la acusación de «pansexualismo». Aquellos que consideran la sexualidad como algo vergonzoso y humillante para la naturaleza humana pueden servirse de los términos «Eros» y «Erotismo», más distinguidos. Así lo hubiera podido hacer también yo desde un principio, cosa que me hubiera ahorrado numerosas objeciones. Pero no lo he hecho porque no me gusta ceder a la pusilanimidad. Nunca se sabe a dónde puede llevarle a uno tal camino; se empieza por ceder en las palabras y se acaba a veces por ceder en las cosas. No encuentro mérito alguno en avergonzarse de la sexualidad. La palabra griega Eros, con la que se quiere velar lo vergonzoso, no es, en fin de cuentas, sino la traducción de nuestra palabra Amor. Además, aquel que sabe esperar no tiene necesidad de hacer concesiones.
Intentaremos, pues, admitir la hipótesis de que en la esencia del alma colectiva existen también relaciones amorosas (o para emplear una expresión neutra, lazos afectivos). Recordemos que los autores hasta ahora citados no hablan ni una sola palabra de esta cuestión. Aquello que corresponde a estas relaciones amorosas aparece oculto en ellos detrás de la sugestión. Nuestra esperanza se apoya en dos ideas. Primeramente, la de que la masa tiene que hallarse mantenida en cohesión por algún poder. ¿Y a qué poder resulta factible atribuir tal función si no es al Eros, que mantiene la cohesión de todo lo existente? En segundo lugar, la de que, cuando el individuo englobado en la masa renuncia a lo que le es personal y se deja sugestionar por los otros, experimentamos la impresión de que lo hace por sentir en él la necesidad de hallarse de acuerdo con ellos y no en oposición a ellos; esto es, por [ihnenzuLiebe]. Amor a ellos.
Incluí esta extensa cita de Freud, que no fue expuesta en la presentación, ya que es dónde él posiciona al psicoanálisis en la diferencia de otros tratamientos del malestar subjetivo que pretenden imponerse apelando a la sugestión de masas. Cuando alguien consulta nos encontramos ante la multitud personal de la psicología de las masas. Es un alma colectiva para quien el yo es opaco. ¿Qué me quieren? Ya nadie puede acceder al saber por la percepción. La conciencia y la subjetividad se han vuelto engañosas, meras funciones de un complejo mecanismo que responde a leyes ajenas a la percepción. Entonces, ¿cómo ser capaces de acceder a un saber que no podemos percibir?
En la presentación había propuesto para la lectura unos párrafos de una charla que dio Jacques-Alain Miller en Belo Horizonte, el 20/03/1988, titulada “Freud y la teoría de la cultura”, publicada en castellano por Paidós en 1998, junto a otras, con el título Elucidación de Lacan. Charlas brasileñas, cito:
“Freud, sin embargo, no habla de coacción sino de Verdrängung, represión, que es diferente de la represión social. Para él la idea de Verdrängung supone la existencia de una censura, una barrera, que le impediría al inconsciente emerger al nivel de lo consciente”3.
Freud utilizó la teoría de la cultura no para dar una visión general de la ciudad o del Estado sino para entender lo que ocurría en la experiencia analítica.
Ciertamente porque no piensa que la sexualidad esté reprimida por lo social. Realiza otro tipo de construcción. Dirá que el sexueltrieb– traducido como instinto sexual, aunque sería mejor traducirlo como pulsión sexual- tiene lo sexual como objeto, pero que puede satisfacerse con otros objetos, como por ejemplo la cultura. Encontramos allí una sustitución. Los objetos de la cultura sustituyen a los puramente sexuales. (PP 284-285)
(…)
¿Cuál es exactamente el descubrimiento de Freud? Que los objetos primariamente libidinizados que encontramos en el espacio familiar posibilitan las condiciones para el amor y la elección de objeto. El trabajo de análisis apunta a elegir un objeto nuevo. La novedad introducida por Freud no es tan teórica, es un nuevo objeto ofrecido al amor: el psicoanálisis, que permite elucidar la fórmula de la condición de amor, es decir, tanto el psicoanálisis como la familia establecen una interdicción a las relaciones sexuales. El hecho de que las relaciones sexuales no estén permitidas en el análisis lo convierte en una cierta repetición de la familia. No se puede esperar del análisis la cura del amor, sino solamente que el sujeto reconozca su fórmula escondida de enamoramiento desdoblada en un objeto valorizado y en otro desvalorizado. Es necesario entender por qué el sujeto está vinculado al espacio de la familia, y cómo eso reformula la idea que tenemos de la sexualidad humana. (P 289)
(…)
Lacan escribió la condición de amor de manera pseudomatemática, diciendo que la fórmula del fantasma fundamental no expresa la relación del hombre y la mujer, sino la de un sujeto con su goce muy peculiar, descubierto por el psicoanálisis y, designado por éste con el nombre de objeto oral y anal. Lacan amplió el concepto con el objeto escópico (mirada) y la voz. Por lo tanto, en el inconsciente no hay una fórmula que vincule al hombre y a la mujer, sino tan solo el vínculo del sujeto a un goce llamado a que como tal no está sexualizado en cuanto al otro sexo. (P 291)
Jacques Lacan en el seminario 14 propone desde su título establecer una lógica del fantasma, de la fantasía freudiana.
En lógica, filosofía del lenguaje y otras disciplinas que estudian los signos y el significado enseñan que la intensión (con s) de una expresión es su significado o connotación en contraste con la extensión de la misma, que consiste en las entidades a las cuales se aplica la expresión.
Un ejemplo, lo encontramos en la primera clase de Enrique Acuña cuando dice que S. Freud, en Sobre la sexualidad femenina, connota como criatura sin pene (intensión) a las mujeres (extensión).
En la segunda clase dirá que J. Lacan las connota como síntoma del hombre (intensión).
Otra posible es la expresión que Maurois pone en boca del coronel Bamble (que toma a la ciencia como ironía), citada por J. Lacan en el seminario de la identificación, aglomerado de albuminoides (intensión). (Connotación utilizada por Graciela Musachi en su libro Fantasmas colectivos: clínica del sujeto, para mostrar que una mujer puede ser definida de mil y una maneras, sin que por ello se pueda captar mucho de ella.)
Vemos que difieren en cuanto a su significado, intensión, pero nombran la misma cosa. Entonces puede ser que la extensión sea la misma pero la intensión, su significado/connotación, difiera.
Y, ¿qué es lo que determina la extensión? Es el contexto de conocimiento. He aquí por donde leíamos que Freud introduce la diferencia del psicoanálisis con cualquier intento de psicología de masas. Y es en este punto que, para quienes practicamos el psicoanálisis, tenemos que estar advertidos para no deslizarnos en la sugestión.
Estamos informados que tanto S. Freud como J. Lacan habían estudiado lógica y filosofía del lenguaje. Ellos citan a sus maestros. Y, también, que ambos tenían en claro que es el contexto de conocimiento lo que determina la extensión. Por otra parte, ambos enseñan, según la posición del psicoanálisis, que el conocimiento no desciende a lo inconsciente. Sigmund Freud pone está cuestión sobre la mesa en “Tres ensayos para una teoría sexual infantil” (entre otros textos): Cuando una niña ve que el niño tiene pene ella supone que le va a crecer y cuando el niño ve que la niña no lo tiene teme que se lo saquen (lo cual supone que la niña lo tenía). ¡¡Vayan a explicarle a un niño o a una niña que esto no es así!! Y a los no tan niños…
Es decir, que en la razón después de Freud, para parafrasear el título de Lacan en Escritos, el contexto de conocimiento es la realidad psíquica. Poco importa qué intente educar la ESI. Más bien, en esta época, se trata de escuchar cuál será el retorno de la naturalización de las teorías sexuales infantiles, para cada uno. Como comentó Christian Gómez en la charla “un conocimiento de cierto estado de la cultura no quiere decir que sea eficaz respecto de las fantasías sexuales infantiles.”
Entonces para un niño una criatura sin pene sería aquel a quien se lo sacaron (cortaron, mutilaron, etc.). Y para una niña aquel a quien le va a crecer.
Quiero marcar que nuestro contexto de conocimiento, por muy ilustrados y “analizados” que estemos (Freud se divierte con esto en Análisis terminable e interminable, también Lacan en Kant con Sade), siempre estará determinado por la fantasía o realidad psíquica. La realidad psíquica es el contexto en un análisis que determina al texto analizante.
En una clase, contaba Germán García que una vez llegó muy contento un niño a su sesión de análisis diciendo que sabía cuál era la diferencia entre él y su hermana: Él tenía pene y su hermana pena. La niña lloraba mucho y su hermano estaba inquieto con eso.
Notas:
1. Masotta, Oscar: Lecturas de psicoanálisis: Freud, Lacan, Paidós, 1992
2. Freud, Sigmund: Obras completas. Tomo 18. “Más allá del principio de placer” 1920. Edición, Amorrortu.
3. Miller, Jacques-Alain: Elucidación de Lacan. Charlas brasileñas. “Freud y la teoría de la cultura”. Paidós, 1998.
Bibliografía:
– Acuña, Enrique: “Se(x)uaciones-mujeres y hombres con lo femenino” en: Analytica del Sur-psicoanálisis y crítica- Editorial a los números 11,12 y 13. Textos establecidos por Verónica Ortiz y Ana Gutiérrez, sin revisión del autor.
– Freud, Sigmund: “El malestar en la cultura”, “Pegan a un niño-Aportación al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales”. OC, Tomo III, Biblioteca nueva, 1981.
– Lacan, Jacques: La lógica del fantasma, en El seminario, libro 14, Paidós, 2023
– Sampson, Anthony: «La fantasía no es un fantasma», publicado en la revista Artefacto 3.
– Miller, Jacques-Alain: Elucidación de Lacan, Charlas brasileñas, Paidós, 1998.
– Miller, Jacques-Alain: “Dos dimensiones clínicas: síntoma y fantasma”, en: Desde Lacan. Conferencias porteñas, Tomo 1, Paidós, 2009.
– Miller, Jacques-Alain: Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo. Colección Diva, 2002.
– Musachi, Graciela: Fantasmas colectivos: clínica del sujeto, Unsam edita, serie Tyche, 2015.
– García, Germán: Fundamentos de la clínica analítica, Otium ediciones, Serie intervenciones, 2007.
– García, Germán: En torno de las identificaciones, Claves para la clínica. Claves para la clínica, Otium ediciones, Serie intervenciones, 2009.
– Masotta, Oscar: Lecturas de psicoanálisis: Freud, Lacan, Paidós, 1992.