Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 13 • Diciembre de 2023 •

dominancias
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¿Qué tipo de decir es la interpretación? *

“Que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se oye”.

(El Atolondradicho -1972)


Carolina Sanguinetti

Psicoanalista miembro del Instituto Pragma. Coordinación adjunta del Grupo de Investigación: Casos Clínicos del conflicto a la solución.

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Postal de Villa Lanús, Zygmunt Kowalski, IG: @centenariokowalski

 

El escrito de Lacan El Atolondradicho (1972) puede considerarse el último gran texto acerca de la interpretación. A la altura de este escrito la referencia para Lacan ya no es la lingüística de la enunciación y la pragmática del lenguaje, sino la lógica proposicional aristotélica y lógica modal, de la cual se sirve para formalizar la sexualidad humana.

El texto da cuenta de cierto “método” donde abunda el uso de juegos de homofonía y ortografía como modo de situar “las vueltas” necesarias para cernir algo del orden del decir. “Las vueltas dichas”. [traducción por homofonía subrayando el efecto de sentido de El Atolondradicho] En el texto prevalece una idea fuerte: el decir se demuestra, es lo que escapa.

Al inicio del escrito Lacan retoma la frase “que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se oye”. Frase que se acompaña por otra que la secunda: Este enunciado, que parece de aserción por producirse en una forma universal, es de hecho modal, existencial como tal: el subjuntivo con el que se modula su sujeto lo testimonia”.  

“Que se diga” implica un acto del habla, pero ¿quién habla? Hasta tanto no aparece esta pregunta el que se diga es impersonal. La pregunta por quién habla convoca a quien hace ese acto del habla a que tome posición en eso que dice -pasa de lo impersonal a lo subjetivo- “modula su sujeto”. La cita del enunciado puede obligar a un enigma de la enunciación. Siendo la cita y el enigma los ejes de la interpretación en el Seminario 17. Pero no se trata -al modo de la psicoterapia- que el analista “rellene” el enigma de la enunciación con sus propios dichos, sino como planteaba Enrique Acuña en el Seminario del año 2020 “Del inconsciente al ser dicente”, que el analista haga existir al inconsciente como lo que está entre (inter-pretación), “presta entre dos algo que no está dicho”.  Esa es la estructura de la interpretación mínima. “No te lo hago decir” “¿quién lo dijo?”. ¿Lo dijo usted o yo? Ninguno de los dos, no se sabe quién lo dijo. (1)

Luego del Seminario 17 se produce una actualización de la teoría de la interpretación. Lacan cambia de términos, en vez de enunciado y enunciación, usa dicho y decir. El primer binomio (enunciado/enunciación) se refiere a una división interna del campo del lenguaje. El segundo (dicho/decir) refiere no solo al lenguaje sino también a la estructura del discurso. Según la distinción enunciado/enunciación, la interpretación apunta a revelar la enunciación envuelta en los enunciados. Lo cual implica la estructura del desciframiento. Pero esto cambia. Miller lo explica en el seminario Un esfuerzo de poesía donde plantea que el cambio es para subrayar el eclipse del decir tras lo dicho. La diferencia entre el dicho y el decir implica que, cuando producimos un dicho, éste siempre está acompañado por un huésped invisible que es el decir y que es olvidado. El decir es la parte invisible de la enunciación.

Colette Soler en el texto El decir del analista se pregunta: ¿cómo se articulan ambas distinciones, el decir y lo dicho, el enunciado y la enunciación? Y la respuesta la encuentra por el lado de las formas gramaticales que emplea Lacan en la frase que nos ocupa.  El “que se diga” designa el acto de proferir, de enunciar. Lacan retraduce la frase original del principio del texto en “el decir queda olvidado tras lo dicho”. Entonces modifica la forma verbal del subjuntivo “que se diga” y lo sustantiviza en “el decir”. Por lo tanto, como bien remarca Soler, el problema de la interpretación es saber si el “que se diga” del analizante se puede traducir en una fórmula, en un “decir”.

Lacan recurre a la topología para dar cuenta de la relación del decir con el dicho en el discurso analítico. Plantea que hay dos decires: 1– decir-demanda, 2– decir segundo: interpretación. Ambos son sin enunciado, no hacen proposición. Decir no dicho.

El decir del analizante queda ligado a una demanda de significación. El Otro decir:  el decir del analista queda ligado a la enunciación, lo que resta de una serie de dichos.

El decir-demanda es modal, particular. Dichos no-todos (los de la asociación libre que sólo pueden decir la verdad a medias). Y el Otro decir (decir del analista – la interpretación) apofántica, que revela la causa del deseo. No es de la dimensión (dit-mansión de la verdad) sino de la ex-sistencia.

La interpretación se dirige más allá de la escisión entre lo verdadero y lo falso. Es por este sesgo que se emparenta con el modo poético de enunciación, donde no hay un cuestionamiento acerca de si lo proferido es verdadero o falso. Lo apofántico es lo que es, ni verdadero ni falso, es. No hay duda. Se produce un efecto de verdad que se da según la causa del deseo. Una interpretación es verdadera porque toca esa causa.

Entonces, si Lacan apela a la topología es para demostrar la ex-sistencia del decir. Va a fondo con ello al expresar: “el decir es mi topología”. En este sentido, no emplea un matema donde estarían arriba los dichos y por debajo el objeto a (causa del deseo). Sino que plantea que todos los dichos forman un espiral (cross cup) y en el centro está el objeto a. Pero ese objeto el analista no lo nombra –alude– y espera a que sea el analizante quien pueda sentir que eso es verdadero. El decir hace existir al conjunto de los dichos. El neologismo ex-sistir, ex(afuera) y sistir (sitio) da cuenta de ello. El decir existe a todos los dichos y podemos hablar de “todos” los dichos con la condición de que exista un decir. “Lo que la topología enseña es el lazo necesario que se establece del corte al número de vueltas requeridas para que se obtenga una modificación de la estructura (…), único acceso concebible a lo real y concebible de lo imposible en tanto lo demuestra”. (2)

También Lacan retoma la referencia a la matemática. En el discurso matemático “el lugar del decir es el análogo de lo real”. Al igual que el decir, lo real ex-siste a los dichos, por lo tanto, no puede reabsorberse en los dichos. Esto es lo que implica que lo real pueda situarse como imposible.

Del uso de las referencias mencionadas puede desprenderse una indicación clínica en relación con la interpretación en singular y a la variedad de las interpretaciones. A la variedad de las interpretaciones Colette Soler las ordena según: la oportunidad, los efectos, estilo temporal (modo de chiste o conjetura), memorables, desapercibidas, las involuntarias (gestos que tienen efectos, aunque no calculados), etc. La variedad también puede ordenarse en torno a la relación con el sentido (Eric Laurent):

1. Interpretación como traducción heterogénea: semántica (se adjunta un S2 que hace cadena con un S1). Puntuación

2. Interpretación a-semántica: Corte. Alusión. Cita. Enigma.

3. Interpretación Poética: como jaculación entre oral y escrita.

Son las interpretaciones de corte, a-semánticas, correlativas a la estructura topológica. Interpretación de corte por la vía de quebrar los dichos desde la homofonía o por ejemplo con el corte de sesión.

Hay una interpretación a-semántica donde se quiebran los dichos por homofonía que se ha vuelto memorable. Se encuentra en el testimonio que brinda Susanne Hommel en el documental “Una cita con Lacan” (3) cuando relata la caricia de Lacan en su mejilla, sin palabras, después que ella hubiera repetido el recuerdo traumático que consistía en asociar el despertar a las cinco de la mañana de su sueño con la hora en que la Gestapo irrumpía en las casas de los judíos. El analista quebró así con esa caricia en la piel que en francés se nombra como “geste-à-peau” el significante traumático “Gestapo”. No es lo mismo uno que otro, aunque suenen igual. Se introduce un nuevo elemento por la resonancia entre ambos y la caricia -el gesto en el cuerpo- lo refrenda. Se introduce un equívoco.

Desde El Atolondradicho en adelante Lacan sostiene el equívoco como el instrumento privilegiado en la intervención del analista. El equívoco significante actúa a tres niveles: la homofonía, la gramática y la paradoja lógica. La interpretación usa apofánticamente del equivoco, lo hace aparecer. Apofántico es hacer aparecer algo que no estaba, pero no es una significación. Es una resonancia de algo nuevo.

Las interpretaciones en tanto intervenciones del analista se distinguen de la interpretación en singular. La interpretación como decir es singular. De ella se espera un efecto estructural. Es la interpretación del final. Hacer existir un decir a razón de las consecuencias de los dichos. Si el único efecto de la interpretación fuera el relanzamiento asociativo -es decir una interpretación que produjera efectos a nivel de la significación- esto conduciría a análisis interminables. Otra cosa es cuando Lacan plantea una interpretación que produce efectos estructurales, capaz de producir un cambio a nivel del ser hablante.

Lo interminable o no del análisis queda enlazado a la posibilidad o no de producir un decir que permita constituir el conjunto de todos los dichos. Para concluir que todo fue dicho es necesario haber obtenido un decir. El decir hace ex-sistir al conjunto de los dichos.

El decir queda olvidado… Por lo tanto, un análisis se termina cuando el decir deja de quedar olvidado. El analista en la dirección de la cura se dirige a que no quede olvidado eso que va cayendo como resto en las “vueltas dichas”, en las repeticiones de goce. Procurar que el decir no se olvide dependerá del deseo del analista.

La lectura de Enrique Acuña plasmada en el texto Hacia un silencio nuevo nos orienta: “No se trata de lo universal de la proposición (enunciado), ni de lo particular de quién habla en la enunciación. Sino del resto que no es enunciado ni enunciación. Que de la enunciación se extraiga lo que Lacan llama existencia, que es el parlêtre, un decir que toca el cuerpo y que es singular. Un vacío (causa del deseo)”. (4)

¿Qué es un decir que toca el cuerpo? Lo que se deduce de la resonancia que tiene el goce en el cuerpo, pero de otro modo que no sea el sufrimiento. Cito nuevamente a Enrique Acuña: “hay un objeto sobre el cual resuenan las palabras – como rebus. Luego, el objeto es un producto como resto de la operación de resonancia. Momento del silencio, que no es la mudez de la pulsión, sino del orden de lo indecible”.

Hacer aparecer un nuevo silencio no es callarse. Sino hacerse oír a través de un decir silencioso que en la resonancia del cuerpo funcione como un motor para seguir hablando.

¿Qué tipo de decir es la interpretación? Un decir silencioso sostenido en el deseo del analista. Un decir que opera antes de olvidarse.

 

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*Texto escrito a partir de la clase del 11 de octubre de 2023 del Seminario del Instituto Pragma: El decir del analista: interpretación, acto y resonancia. Dictada por Carolina Sanguinetti y con comentarios de Leticia García.

Notas:

(1) Acuña, Enrique:  Notas personales del Seminario “Del inconsciente al ser dicente”. Año 2020. Instituto Pragma

(2) Lacan, Jacques: “El Atolondradicho”, Otros Escritos, p.509. Paidós, Buenos Aires, 2013.

(3) Documental Rendez-Vous Chez Lacan por Gérard Miller. 2013

(4) Acuña, Enrique: Hacia un silencio nuevo. Microscopia n°56. Publicación mensual A.P.L.P. Año 2006

Bibliografía:

– Lacan, Jacques.: “El Atolondradicho” en: Otros Escritos. Paidós, Buenos Aires, 2013.

– Laurent, Eric: La interpretación acontecimiento. Revista digital de la EOL. Virtualia #37, Año 2019.

– Miller, Jacques-Alain: Un esfuerzo de poesía. Los cursos psicoanalíticos de Jacques-Alain Miller. Ediciones Paidós.2016

– Soler, Colette:  El decir del analista. Nueva biblioteca psicoanalítica. Paidós.1995

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