¿Qué es “eso” que odiamos tanto?
-Populismo y Socialismo-
Escritor, sociólogo y consultor. Participó en la dirección de la revista La Ballena Blanca y El Murciélago. Publicó ensayos y textos literarios en Pasajes, Anamorfosis, Conceptual, Deriva, Cuarta Prosa. Tiene dos libros de poemas: Los demonios familiares y Casa de tolerancia (inédito). Miembro de la red AAPP. Miembro del staff de Analytica del sur- Psicoanálisis y Crítica-
» E-mail al autor
Isidoro Cruz Bernal, activista político y cultural, dictó un seminario en el Centro Cultural de la Cooperación en el que buscó establecer qué relaciones existen hoy ente ambos términos. Sin embargo, planteó que el centro del seminario iba a estar en el término populismo.
Por dos razones: por la polisemia que acompaña al término desde hace décadas (mientras que, más allá de cualquier discusión polémica respecto a su realidad, por lo menos conceptualmente el término socialismo es mucho más claro en su significado) y por la centralidad que ha adquirido el término populismo como adjetivo que califica lo que está mal políticamente para el status quo neoliberal. Ser populista en la actualidad remeda lo que hace unas décadas era ser definido como «comunista», más allá de la diferencia de que el desafío político implicado parece más limitado (1) y su naturaleza parece volverse aún más heterogénea.
El término populismo ha desatado controversias desde hace mucho. Sin embargo, han existido ciertos hitos teóricos que permiten una aproximación teórico-política. A nivel internacional se puede citar la interesantísima compilación de Ghitta Ionescu y Ernest Gellner titulada inequívocamente Populismo (1968 en su edición inglesa) (2).
Sin embargo, pese a citarlo como referencia, Cruz Bernal tomó otro camino. En la primera reunión expuso la aproximación de la sociología académica parsoniana (llamada estructural-funcionalismo) en su variante argentina. Es decir, Gino Germani y Torcuato Di Tella.
Pese a su mala fama entre los peronistas y la izquierda prosoviética de la época (3), Germani, en la época del surgimiento de la carrera de Sociología en Argentina (que se dio durante la Revolución Libertadora), representó una instancia de crítica del antiperonismo más zafio y fanático. En cuanto a Di Tella son conocidas sus especulaciones de los años sesenta respecto a una evolución socialdemócrata del sindicalismo peronista.
Milo Locket – S/T
Integración
En términos generales, la mirada germaniana del populismo lo entiende como la vía de incorporación de grupos sociales excluidos al sistema político. Las formas antiliberales que han acompañado en muchos casos (pero no en todos) a los movimientos populistas no se convierten en una acusación para Germani, sino que expresan la incompletud, cuando no la exclusión sociopolítica, de la democracia existente. Justamente, la aparición de populismos o de movimientos nacional-populares (Germani usa el término mucho antes que el peronismo de izquierda lo generalizara) se ha dado en países latinoamericanos cuyo régimen político tiene importantes rasgos oligárquicos (4). Aquí entra el tan conocido término «modernización». Para Germani y Di Tella el populismo es la vía desprolija y de malos modales por la cual una sociedad capitalista de rasgos oligárquicos se moderniza y se convierte en una sociedad moderna de masas (5). En Germani hay una mirada más crítica del peronismo que en Di Tella. La justeza conceptual de esas críticas no siempre está bien articulada, según Cruz Bernal.
Las críticas usuales a la postura estructural-funcionalista han elegido bien el punto débil de esta teoría. La han acusado de proponer una mirada teleológica en la cual el punto de llegada está presupuesto en el de partida. En lo conceptual esto quizás no sea un defecto tan grande. El problema es que intenta dar cuenta de procesos que ocurren en la historia real de los seres humanos.
Integración y ruptura
Cruz Bernal tomó la referencia a la mirada que sobre el populismo llevó a cabo el marxismo latinoamericano de los años sesenta y setenta. El autor que eligió fue el fallecido sociólogo brasileño Octavio Ianni. Este fue uno de los más destacados teóricos del estado oligárquico en Latinoamérica. Pertenecía a la escuela de la dependencia iniciada por Theotonio Dos Santos, Orlando Caputo y Vania Bambirra.
Ianni comparte aspectos importantes de la mirada estructural-funcionalista. Para él también el populismo es expresivo de una transición desde el estado oligárquico a otras etapas del capitalismo. Para Ianni hay un estado populista que expresa la superación del estado oligárquico, que expresa un compromiso de clase y que entra en crisis en los años sesenta.
Hay aspectos novedosos en los planteos de Ianni. En primer lugar, el estudio sobre la debilidad de la clase obrera prepopulista y cómo el populismo lleva a cabo una formalización del mercado de trabajo que fortalece desde arriba a los trabajadores. En segundo lugar, Ianni distingue entre el populismo de las elites y el populismo de las masas. Esto es un elemento de tipo político que ha dinamizado la historia de los populismos latinoamericanos y que les ha hecho jugar papeles disímiles en la región. En tercer lugar, Ianni se manifiesta en contra de establecer un corte entre la historia prepopulista (anarquista, socialista o comunista) y la historia populista de los trabajadores.
En cuarto lugar, el corte se da entre clases y a partir de los quiebres en los modelos de acumulación del capital. La burguesía industrial y la clase obrera, que habían sido los protagonistas del compromiso de clase populista, empiezan a distanciarse. El análisis de Ianni, en este aspecto tenía tanto elementos descriptivos como prescriptivos. Efectivamente, la crisis del compromiso de clase populista en Latinoamérica (que asumió formas muy distintas según cada país y que en algunos pocos países ni siquiera se dio) abrió un espacio a la izquierda revolucionaria que hasta ese momento era impensado. Ianni postulaba una salida en sintonía con la Revolución Cubana. Como se sabe, ese período terminó en una derrota política para la izquierda.
En ese sentido, el período del final de los sesenta y comienzos de los setenta mostró a las alas izquierdas de los movimientos populistas latinoamericanos integrarse en el curso partidario de Cuba. Este fue el momento de mayor convergencia entre populismo y socialismo (6).
Después de la derrota
Cruz Bernal tomó otro momento del debate, posterior al establecimiento de las dictaduras latinoamericanas de los años setenta. Los actores citados son Juan Carlos Portantiero, Ernesto Laclau y Emilio de Ipola. El debate implícito entre estos autores giró en torno a la relación entre populismo y socialismo.
Cruz Bernal tomó un primer texto de Portantiero “Notas sobre crisis y producción de acción hegemónica”, ponencia presentada en un seminario transcurrido en México que se titulaba “Hegemonía y alternativas políticas en América Latina”. Poco tiempo después Portantiero lo publicaría en la primera edición de Los usos de Gramsci (en editorial Folios). En las ediciones posteriores este texto fue sacado. Se convirtió en un texto (auto) censurado por su autor. La razón principal que planteó Cruz Bernal es que Portantiero no planteaba un corte neto entre socialismo y populismo. O siendo más precisos, pensaba al socialismo como una tarea nacional-popular. En el conjunto del texto, podríamos decir que retoma, en una versión algo más refinada, las tesis de marxistas como Ianni, agregándole una filiación y una sensibilidad gramsciana que lo alejaba de las posturas más radicalizadas. Cruz Bernal comentó extensamente este texto y señaló que a pesar del tiempo transcurrido le sigue pareciendo un modelo eficiente para tomar el análisis del Estado, las relaciones de clase y los diferentes momentos de la acumulación del Capital.
Entretanto empezaban a verse los efectos de la recepción del primer libro de Ernesto Laclau, Política e ideología en la teoría marxista (1977). El libro estaba formado por cuatro ensayos. Los dos últimos, sobre el fascismo y el populismo, fueron altamente innovadores. Se puede hablar, propiamente, de una primera teoría laclausiana del populismo. Laclau, partiendo de la compilación de Ionescu y Gellner y de los textos de Germani, ubica al populismo como un hecho de discurso que puede articularse a base de clases muy distintas. Aunque la atribuye equivocadamente a Althusser según Cruz Bernal (ya que Laclau cita únicamente a Poulantzas), Laclau critica acertadamente la concepción de que todo fragmento discursivo tiene una referencia de clase. Por supuesto, existen discursos con una clara connotación de clase, pero Laclau plantea la existencia de una parte de los discursos que circulan en la sociedad que carecen de esta característica. A esta zona de discurso Laclau la denomina interpelaciones populares democráticas.
Laclau toma la teoría althusseriana de la interpelación. Esto, para decirlo brevemente, es un mecanismo discursivo cuyo modo de funcionamiento tiene por efecto que un enunciado determinado aparezca como una evidencia para aquel que es interpelado. Trata de la producción de los sujetos, su pasaje de individuos a sujetos mediante una interpelación que, en la versión de Laclau, conjuga elementos clasistas y no-clasistas. Laclau llama articulación a esta combinación discursiva y afirma que la ideología como tal es esta articulación. Una clase social llega a la hegemonía cuando consigue producir esta articulación discursiva (7). Para Laclau, el populismo es un discurso que inscribe las interpelaciones popular-democráticas en una clave antagonista con la sociedad y el régimen existente. En ese sentido el populismo y el socialismo van en una dirección parecida. Para el Laclau de ese momento, el socialismo es la forma más radical de populismo y, sobre todo, el populismo es la forma más alta de socialismo. El socialismo, si quiere triunfar, es decir ser hegemónico, debía ser populista.
El eco de la primera teoría del populismo de Laclau generó una respuesta de Portantiero en coautoría con Emilio de Ipola. A pesar de reivindicar aspectos centrales de su análisis sobre el estado nacional-popular, Portantiero volvió sobre sus pasos y en este artículo, titulado significativamente “Lo nacional-popular y los populismos realmente existentes”, planteó el corte entre el momento populista y el socialismo. Pero Portantiero y de Ipola no sustentaron este corte en una vertiente de izquierda revolucionaria sino en una tímida reivindicación del liberalismo que, con los años, dejó de ser tímida y se volvió cada vez más explícita en las posiciones teóricas de ambos autores. El artículo, de todas formas, es parte de una historia intelectual reciente que no puede soslayarse y que tiene algunos aspectos que no carecen de interés (su crítica a la fetichización estatista del conflicto social es un punto fuerte, por ejemplo).
La escena contemporánea del populismo y el socialismo
Después de reseñar esta polémica del exilio argentino, Cruz Bernal pasó a lo que denominó la segunda teoría del populismo de Laclau. Ubicó contextualmente La razón populista en el desarrollo teórico-político de Laclau. En el momento de enunciar su primera teoría del populismo Laclau se consideraba marxista. Unos años después publicó, con Chantal Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista donde se produce una distancia del marxismo y ambos autores se reivindican posmarxistas. El socialismo no sale enteramente de escena, pero es reducido a un momento de la democracia, que se convierte en la gran referencia. Y políticamente apoyaron a la socialdemocracia europea, la cual no se encontraba en sus momentos más afortunados, sino que atravesó mayormente un período en el que abundaron las políticas austeritarias (8).
Las posiciones de La razón populista representan un momento diferente de las posturas políticas de Ernesto Laclau, que podemos caracterizar como un giro a la izquierda que acompañó al de la situación regional.
En lo teórico, La razón populista aprovecha los desarrollos sobre la heterogeneidad de lo social (9) que aparecieron en Hegemonía y estrategia socialista y los re-ubica en un planteo renovado. La heterogeneidad de lo social implica que la sociedad sólo puede encontrar su ajuste desde afuera, desde lo político. La racionalidad populista es un mecanismo discursivo capaz de abarcar la heterogeneidad de lo social, de abarcar la pluralidad y unificarla en una palabra vacía: el pueblo.
El populismo para Laclau ya no es una necesidad hegemónica para que el socialismo sea viable. El socialismo desaparece de escena. Pero la razón populista deja a la vista, en cierto sentido, el modo de funcionamiento de la política. A esto contrapone el institucionalismo, esa fe absurda en un automatismo de reglas y (supuestos) contrapesos que formarían un mecanismo que “anda solo”. Una política sin tyché ni encuentro, que sólo es automaton, son los términos de la utopía institucionalista. Para este mecanismo la voluntad política es un factor que sólo puede ser perturbador. Cruz Bernal agregó que la extendida fobia pospolítica sería una variante contemporánea del miedo a las masas.
La segunda teoría del populismo de Laclau tiene un ajuste conceptual brillante. Sin duda es un libro que se convirtió en un clásico con su mera aparición. Sin pretender realizar un comentario exhaustivo como el que hizo Cruz Bernal en el seminario, nos interesa hacer unas puntuaciones.
Laclau introduce el término demandas, que desplaza al de las interpelaciones, y las divide en dos. Pasamos de las interpelaciones popular-democráticas a las demandas democráticas y las demandas populares. Las demandas son la unidad mínima de análisis. Las demandas democráticas son reivindicaciones puntuales, que no se vinculan con ninguna otra demanda existente en la sociedad. Contrariamente las demandas populares son reivindicaciones que entran en una lógica equivalencial que las vincula en un paquete junto a otras demandas sociales y que produce un corte en el campo político. El pueblo se construye por medio de la cadena equivalencial de demandas. Es el resultado performativo de esas demandas. No es un grupo preexistente ni tiene una unidad previamente dada.
Laclau introduce el concepto de “significante vacío”. El significante es vacío dentro de la significación. Quiere decir que hay algo irrepresentable. Esto produce que cualquier totalidad que se produzca sea una totalidad fallida, carente de plenitud pero que por el mismo movimiento y encadenamiento de las demandas un elemento particular puede llegar a constituirse como universal. Esto es la hegemonía, a la que Laclau compara con la sinécdoque.
En el final de La razón populista Laclau encara una serie de polémicas con Zizek, Negri & Hardt y Ranciere. Cruz Bernal tomó la primera de estas polémicas. Dijo que evidentemente alguien que escribía con mucho cuidado y meticulosidad como Laclau debió pensarlo mucho antes de polemizar con un compulsivo de la intervención teórica como Zizek. Laclau lo critica por combinar indebidamente un marco teórico marxista clásico con la adscripción a la teoría de Lacan. A partir de aquí Laclau deriva ciertas consecuencias políticas. Plantea que Zizek defiende la centralidad de la lucha de clases, de la clase obrera y de la determinación en última instancia (de las que Laclau se despidió desde la época de Hegemonía y estrategia socialista). Esto derivaría en una jerarquización de los agentes emancipatorios y no en una igualdad entre estos. También Laclau polemiza con Zizek en torno a la parcialidad, el objeto parcial, la heterogeneidad y el capitalismo.
Zizek produjo varias respuestas a Laclau. La que Cruz Bernal consideró más pertinente es “Un gesto leninista hoy. Contra la tentación populista” y se encuentra en la compilación Lenin reactivado (10). Zizek afirma acordar con las condiciones formales del análisis de Laclau sobre el populismo, pero agrega que no bastan para denominar como populista a un movimiento.
Zizek afirma que en el populismo hay una operación que externaliza a un enemigo común como una entidad ontológica, cuyo antagonismo y derrota es condición para que se restablezca el equilibrio y la justicia. El enemigo también asegura la unidad del conjunto, lo hace constituirse en una mítica preexistencia. Agrega que el uso del judío por parte de los fascismos es lo que hace de estos un populismo (11). También le replica a Laclau con el uso de las cadenas equivalenciales por parte de la derecha. Recurre al ejemplo de la “madre soltera con hijos” que el conservadorismo inglés usó como culpable universal del delito, de los problemas presupuestarios, de la crisis de autoridad, etc.
También Zizek se distancia de Laclau cuando plantea que para un populista la causa de los problemas nunca es el sistema como tal sino uno de sus elementos que lo hace funcionar mal o lo corrompe. Zizek cita –en su contra- el análisis del cartismo que hace Laclau. Respondiendo a una de las críticas de Laclau, Zizek dice que tanto el marxismo como el freudismo van siempre a las causas sistémicas.
Cruz Bernal dijo que compartía las críticas de Zizek a Laclau pero que debía reconocer que no tienen un carácter sistémico, con alguna clase de cierre conceptual. Son un conjunto de buenas críticas puntuales. Pero no van más allá.
Hay otra cuestión. Laclau define como enemigo al capitalismo global. Evidentemente allí hay una coincidencia con Zizek. Pero este último tiene la ventaja relativa de contar con una tradición teórico-política con la cual puede, aún con las incertidumbres propias del período que estamos viviendo, referirse a un proyecto antagonista más claro mientras que la oposición al capitalismo global a partir del antagonismo populista es una incógnita mucho más grande.
De todas formas, según Cruz Bernal la situación histórica presente lleva a que tanto los nuevos populistas de izquierda como aquellas vertientes que proceden de la tradición socialista y comunista (ortodoxa u heterodoxa) tengan un terreno de acción común que parece prolongado, a causa de la persistencia de la fase neoliberal del capitalismo. El odio performativo como política de masas neoliberal los obliga a cohabitar, cómoda o incómodamente. Mientras tanto deberá desarrollarse una conversación teórico-política que atravesará momentos de profunda unidad con otros de necesaria clarificación no tan bien educada. De aquí se deriva que la postura de Cruz Bernal no es la de asumir una posición política populista sino de mantener la diferencia del socialismo/comunismo con esta postura.
El populismo (o neopopulismo) ha sido un obstáculo práctico a la expansión neoliberal, y hay que ser responsables al evaluar esto, pero en su opinión asumir un posicionamiento populista no es suficiente con relación a las tareas políticas que estamos obligados a enfrentar. Latinoamérica, con los avances o retrocesos que se atraviesen, es un laboratorio político apasionante para los movimientos de emancipación y autoemancipación por venir.
Buenos Aires, febrero 2018
Notas:
(1) Se busca limitar las prerrogativas del Capital y no su destrucción. Por supuesto, tanto Cruz Bernal como nosotros aludimos a un propósito subjetivo de buscar la destrucción del capitalismo ya que las experiencias históricas anticapitalistas existentes han sido harto limitadas. Cruz Bernal planteó que el asunto de controlar al capitalismo surgió como necesidad ante la expansión neoliberal y como ausencia de un proyecto histórico antagonista.
(2) Este libro fue usado y citado por Ernesto Laclau en sus dos teorías sobre el populismo.
(3) Curiosamente Germani en sus últimos años, vividos en EE. UU., tuvo que soportar repetidamente el acoso del FBI que lo acusaba de comunista.
(4) El término oligarquía es polémico. La doxa lo usa como si fuese una clase social que perdura hasta hoy. La literatura académica lo entiende como el encastre entre el poder económico y las elites políticas que no permite el acceso al gobierno de un elenco político surgido desde afuera de estos círculos. La persistencia oligárquica en el régimen político impediría el establecimiento completo de la sociedad burguesa, que se caracteriza por permitir la llegada al gobierno de todas las fuerzas políticas al mismo tiempo que el capitalismo se mantiene incólume. Evidentemente Germani y también Cruz Bernal usan esta definición (que por otra parte es la que yo también comparto).
(5) Germani no usa el término «sociedad burguesa». Esto implica tanto un recorte en la comprensión del fenómeno como un ángulo diferente de análisis que ilumina otros aspectos interesantes.
(6) La mayoría de los textos analizados se encuentran en la compilación de Octavio Ianni titulada Populismo y contradicciones de clase en Latinoamérica (1973) Ed. Era, México. El análisis del peronismo de Germani puede encontrarse en “La integración política de las masas y el totalitarismo” (1956), en Cursos y conferencias, publicación del Colegio Libre de Estudios Superiores, Buenos Aires.
(7) Aquí los discursos no son meras palabras.
(8) De hecho, Laclau apoyó tibiamente a Alfonsín, fue moderadamente antimenemista y apoyó a la Alianza.
(9) Es decir, aquello que carece de ubicación diferencial.
(10) Lenin reactivado (2010) Ed. Akal, Madrid.
(11) Cuestión concreta en la que el Laclau de Política e ideología en la teoría marxista estaría perfectamente de acuerdo. Más allá de que el elemento teórico que introduce Zizek no forma parte del análisis teórico de La razón populista.