Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 12 • Diciembre de 2022 •

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Puntuaciones sobre la transferencia

Alejandro Sosa Dias

Escritor uruguayo. Miembro de la Red AAPP. Licenciado en Sociología. Docente de la UBA. Estuvo en la dirección de las revistas La Ballena Blanca y El Murciélago. Publicó ensayos y textos literarios en revistas literarias como Tokonoma, Pasajes, La novia de Tyson y en publicaciones psicoanalíticas como Anamorfosis y Conceptual. Es investigador del Departamento de Estudios Políticos del Centro Cultural de la Cooperación de Buenos Aires y profesor del Instituto de Capacitación Política. Autor del libro Los demonios familiares.

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1.

Lacan ubicó a la transferencia como uno de los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Anteriormente Freud habló de la transferencia analítica como un hecho nuevo, cuestión que ha sido destacada en el seminario de la Red AAPP. Nadie dejaría afuera a la transferencia cuando se quiera hablar o pensar sobre el psicoanálisis. Es un concepto en el que se tocan ¿conflictivamente? la clínica y la política del psicoanálisis.

En lo tocante a la transferencia Lacan introdujo cambios radicales en la manera de pensar este concepto, tomándola como un fenómeno global que incluye al analizante y al analista, en vez de poner en escena a un concepto paralelo, como es el caso de la contratransferencia. Lacan transformó a la transferencia en una función, a la que nombró como Sujeto supuesto Saber.

 

Fotografía: Carolina Sanguinetti; @hornero.urbano

 

2.

En el trabajo de Freud se pueden encontrar tres versiones de este concepto: la transferencia como repetición, como sugestión y como resistencia. J.-A. Miller, en una de las conferencias que dictó en Caracas a fines de los años setenta, hizo un agregado a esto. Un agregado en cierto sentido a-conceptual y que forma parte del desarrollo histórico del psicoanálisis: las curas “milagrosas” que lograba Freud, con sus interpretaciones que obtenían un efecto pleno mediante la mera revelación de algo desconocido que se tornaba familiar, repentinamente. Miller puntualiza que esta forma, algo genérica, de la transferencia podría ser definida por el rasgo de las formaciones del inconsciente: chistes, sueños, lapsus. Lacan tuvo muchas veces en cuenta a estas formaciones cuando conceptualizó a la transferencia. En una discusión con los asistentes a su primer seminario, uno de ellos le pregunta a Lacan sobre el papel de lo simbólico, lo imaginario y lo real utilizando el material provisto por el caso Dora, una referencia conocida por todos los participantes. Lacan le dice que ahí nos quedaríamos en la antesala, que para poder llevar a cabo lo que se le pedía habría que ir más allá. Y ubica esto en las formaciones del inconsciente y los síntomas.

 

3.

En 1912, en su texto “La dinámica de la transferencia” Freud evoca la incompletud de vastas zonas de la vida erótica de los seres humanos. De allí deriva una serie de necesidades libidinales que no encuentran satisfacción en la realidad y que pueden actualizarse cuando se conoce a una nueva persona. Ese encuentro -dice Freud- reorienta este material psíquico y lo centraliza.

Y juega un papel cuando se inicia un análisis debido a que la carga libidinal se vuelve hacia el analista. Freud, contrariamente a la doxa existente sobre el psicoanálisis, no identifica exclusivamente con el padre a la figura familiar en torno a la que se modeliza la transferencia. Freud también formula dos preguntas. La primera es por qué es tan fuerte la transferencia en los neuróticos que se analizan. La segunda pregunta de Freud es por qué en el análisis la transferencia funciona como la resistencia más fuerte para el análisis mientras que fuera del análisis la reconocía como la condición del éxito en el tratamiento.

A la primera pregunta Freud responde que la transferencia existe en otros ámbitos sociales e institucionales. Y que sus manifestaciones se corresponden con un grado máximo de intensidad que tiene el agravante de no ser vista como tal, contrariamente a lo que sucede en el análisis, y que suele terminar con diversas prácticas segregativas.

 

4.

La segunda pregunta es el interrogante que Freud se propone tratar en este artículo. La hipótesis de Freud es una variación, más particularizada, de aquella que ubicamos al inicio de este apartado. Freud dice que el mecanismo de la transferencia está impulsado por la fijación a imágenes infantiles de la libido. De esta hipótesis deriva la división entre transferencia positiva y transferencia negativa. Ambas tienen manifestaciones conscientes e inconscientes.

Freud en este artículo aborda explícitamente la transferencia positiva y ve como una necesidad la remoción de sus componentes sexualizados. Una vez logrado esto, Freud afirma que el analista puede apoyarse –con límites, siempre difíciles de definir- en el uso de la transferencia en su vertiente de sugestión. Una paradoja que probablemente conduzca a una aporía.

Por otra parte, en “Observaciones sobre el amor de transferencia” (1914) Freud retoma la vertiente de resistencia en la transferencia pero agrega que la resistencia no tiene origen en la transferencia pero que la utiliza como apoyo. En un sentido –pre-lacaniano podríamos decir- la adjudica a la situación analítica en cuanto tal, a una disparidad que Freud compara con la desnudez ante el médico durante una revisación.

El centro de este artículo pasa por la evaluación de las diferentes alternativas que tiene una analista hombre ante la demanda amorosa de una analizante. Freud las despeja una a una combinando su talante eminentemente realista, que conoce la intensidad de los sentimientos, con una personal fantasmática que le adjudica a las mujeres una salida preferentemente maternal. El personaje femenino que construye -la mujer de pasiones elementales, incapaz de subrogar- y la potente imagen con que descarta la capacidad del raciocinio contra la potencia amorosa –invocar a un espíritu del Averno y dejarle ir sin hacerle preguntas- es bastante elocuente de ello.

 

5.

En “Recuerdo, repetición y elaboración” Freud procura contestar sobre el problema que supone el olvido neurótico de ciertas conexiones importantes en su vida psíquica. Menciona ciertos casos en el que estos recuerdos se reconstruyen con relativa facilidad. Pero reconoce también que existe una franja de pacientes en los que esto no sucede y el neurótico no recuerda sino que repite una conducta sin saberlo.

Freud encuentra esta conducta en su propio terreno. El ejemplo en el que focaliza es harto claro: el analizante que repite con el analista su rebelión contra el padre. De esta manera, repetir es una forma de recordar. El analizante repite y lo hace bajo las condiciones de la resistencia. Sin embargo, en este texto se puede apreciar la vertiente de repetición de la transferencia.

Freud localiza algo bastante obvio: la actualidad de la enfermedad, que no constituye un capítulo de la historia pasada del analizante. La solución que propone es por un lado, mantener en el terreno psíquico todo aquello que el analizante pudiera convertir en actos que fortalezcan su neurosis y apuntar a la construcción del material analítico. Por otra parte, Freud procurará convertir la neurosis vulgar del analizante en una neurosis de transferencia, a la que define como una zona intermedia entre la enfermedad y la vida, a la que es necesario convertir en una enfermedad artificial que facilite la acción analítica.

 

6.

En su primer seminario Lacan reacciona enfáticamente ante una pregunta de Serge Leclaire descartando toda especulación acerca de la transferencia que intente sustentarse en la contraposición entre lo afectivo y lo intelectual. Y también una taxativa afirmación en contra del afecto como un término que es conveniente descartar. Toda esta manera de pensar nos lleva a la psicología –afirma Lacan- y la psicología es un error de perspectiva respecto al ser humano.

Este momento de la enseñanza de Lacan está marcado fuertemente por la teoría hegeliana del deseo, por la postulación de la intersubjetividad fenomenológica y por el contrapunto entre palabra vacía y palabra plena. El psicoanálisis como tal es una dialéctica en tanto pone en acción un peculiar modo de elucidación de la verdad. El modo en que esto se lleva a cabo no es mediante la tensión agonista de las razones sino que el analista recurre a la docta ignorancia a lo Nicolás de Cusa, redefinida por Lacan con la divisa de saber ignorar lo que se sabe.

 

7.

¿Qué dice Lacan sobre la transferencia en ese primer seminario? Es conveniente traer algunas citas. En ellas podremos apreciar cómo Lacan veía el problema en ese momento y también la manera en que se desmarcaba del enfoque dominante en la Internacional. Sin embargo, es necesario señalar que la manera en que Lacan llevaba esto a cabo era la utilización de textos producidos en el ámbito de la Asociación Psicoanalítica Internacional  (IPA) que él encontraba adecuados a sus propósitos.

Lacan afirmaba en ese seminario: “La transferencia existe de entrada, de forma implícita, antes del comienzo mismo del análisis, antes que ese concubinato que es el análisis la desencadene”[1]. En otro tramo del seminario dice: “La función de la transferencia sólo puede ser comprendida en el plano simbólico. Todas las manifestaciones en donde la vemos aparecer, incluso en el dominio de lo imaginario, se ordenan en torno a este punto central”[2]. Y en relación a lo que hay que mirar Lacan plantea: “En el análisis de la transferencia se trata de saber en qué punto de su presencia la palabra es plena”[3].

Podemos decir, muy crudamente, que la transferencia responde a una estructura. No es indiferente a lo que haga el analista pero Lacan siempre estuvo atento a que se desataba una acción que iba más allá de su persona, es un mecanismo transindividual. Esta consideración está sostenida, además, en el interés de Lacan por salir de la psicología y recurre para esto a la dimensión simbólica de la transferencia.

Lacan toma como referencia la Traumdeutung y afirma que Freud habla de transferencia refiriéndose al desplazamiento de elementos de los pensamientos inconscientes del sueño, que aportan al centro de la realización del deseo a partir de los restos diurnos. Éstos restos, en sí mismos desinvestidos de deseo, son entendidos como un alfabeto. El inconsciente se apodera de este material –preconciente- y es desde allí que los analistas escucharían a quién habla. En este momento inicial de la enseñanza de Lacan coexiste la recuperación de los textos freudianos desde otra clave de lectura, diferenciada de la dominante en la Internacional, con el recurso a la intersubjetividad. Incluso llega a formular una noción de diálogo en el análisis, que será desechada pocos años después cuando invoca otra noción de la transferencia, basada en la disparidad subjetiva.

El recurso a la lingüística en el Seminario 1 está utilizado desde la polivalencia de empleos de cada semantema y de la remisión al conjunto del sistema semántico para poder captar la significación. El conjunto del lenguaje está pensado en una clave anti-realista, que niega la concepción de verdad como correspondencia y adecuación. La relación entre los nombres y las cosas tienen otra manera de establecer relaciones entre sí que no es la relación lineal entre unos y otros.

 

8.

En este seminario Lacan toma dos tesis del apólogo “De Magistro” de San Agustín. La primera tesis agustiniana dice que toda palabra es un nombre. La segunda tesis tomada por Lacan afirma que no podemos manejarnos con el lenguaje tomando término a término los signos y las cosas. Cada término es una señal pero solamente el conjunto permite ver la significación. “El lenguaje solo puede ser concebido como una trama, una red que se extiende sobre el conjunto de las cosas…”[4].

El texto de San Agustín tiene el objetivo, según Lacan, de hacernos ver que enseñar los signos y su aprendizaje no garantizan la función de enseñar. Un problema que era central para Lacan, a pesar de que no estaba implicado en el mismo discurso que San Agustín. Lacan comenta que, para San Agustín, la verdad se encuentra afuera de los signos y que ésta tesis lo lleva su posición filosófica y teológica que remite a Cristo como maestro interior, lo cual no puede ser la posición discursiva del psicoanálisis.

 

9.

En un paso posterior, Lacan recurre a las tres dimensiones que planteó casi desde el inicio de su elaboración teórica: lo real, lo simbólico y lo imaginario. En las intersecciones de cada una de ellas ubica a las tres pasiones que él distingue: el amor, el odio y la ignorancia. En esta última ubica al analizante. Y aclara: “…cuando hablo de amor y odio designo las vías de realización del ser, no la realización del ser, únicamente sus vías. Y sin embargo, cuando el sujeto se compromete en la búsqueda de la verdad como tal es porque se sitúa en la dimensión de la ignorancia, poco importa que lo sepa o no”[5]. Más adelante, en el mismo sentido, continúa: “No tiene que guiar al sujeto hacia un wissen, un saber, sino hacia las vías de acceso a ese saber. Debe comprometer al sujeto en una operación dialéctica, no decirle que se engaña pues, forzosamente, él está en el error, sino mostrarle que habla mal, es decir que habla sin saber, como un ignorante, pues las que cuentan son las vías del error. El psicoanálisis es una dialéctica, y lo que Montaigne llama –en su libro III, capítulo VIII- un arte de conferir, el arte de Sócrates en el Menón, consiste en enseñar al esclavo a dar su verdadero sentido a su propia palabra. Este arte es el mismo en Hegel. En otros términos, la posición del analista debe ser la de una ignorantia docta, que no quiere decir sabia, sino formal y que puede ser formadora para el sujeto”[6].

Concebir al psicoanálisis como una dialéctica, en el sentido clásico, con las referencias a Sócrates, Montaigne y Hegel sacan al psicoanálisis del ámbito de toda reeducación emotiva del analizante. La dialéctica, en este sentido, es una conversación pero también una dramática actuada con el lenguaje de las pasiones, visto desde la posición del analizante. El analista según Lacan debe ejercitar la docta ignorancia, un modo de acercarse a la particularidad de cada uno.

Una última dimensión del Seminario 1: el tiempo. “…la transferencia es el concepto mismo del análisis porque es el tiempo del análisis…Es preciso esperar el tiempo necesario para que el sujeto realice la dimensión en cuestión en el plano del símbolo, es decir, desprenda de lo vivido en análisis –de esa persecución, de esa pelea, de esa opresión que realiza el análisis de las resistencias- la duración propia de los automatismos de repetición, lo cual les brinda, de algún modo, valor simbólico”[7]. También con el tiempo, cuando la transferencia se hace más evidente, los sueños se empiezan a dirigir al analista. La joven homosexual de Freud tuvo algunos sueños en los que se iba a casar y a ser madre, que muestran la dimensión transferencial de los sueños, destinados a agradarle.

 

10.

Un giro conceptual llamativo en la enseñanza de Lacan es el paso de esa posición diferenciada de la ignorancia al Sujeto supuesto Saber. A esto hay que agregar la aparición de un operador –Lacan lo llama así- decisivo: el deseo del analista.

Hay, sin embargo, algo que continúa: la transferencia está relacionada a la situación analítica como tal, que coloca al analista en situación de oyente, a partir de la aceptación del analizante de la regla fundamental. El analista como oyente también es quién decide la significación. El analista no puede identificarse al Sujeto supuesto Saber. Éste es un efecto de la estructura, no una posición subjetiva.

Lacan puso en correlación el sujeto cartesiano con el sujeto del psicoanálisis. En ésta construcción conceptual diferencia dos sujetos: el sujeto dividido que tiene una relación con el cogito cartesiano y el Sujeto supuesto Saber al que encuentra semejante al Dios de Descartes, que es una figura del Otro. La transferencia y el Sujeto supuesto Saber están inscriptos ambos en una problemática relacionada con el engaño. La conexión del sujeto freudiano con el universo cartesiano se sostiene en esta base.

Ubicar la transferencia en relación al Sujeto supuesto Saber tiene una ventaja teórica para Lacan: expulsa a la persona del analista o del analizante de cualquier explicación conceptual de la dinámica transferencial. Para Lacan la transferencia es impensable si no se toma su inicio en el Sujeto supuesto Saber.

De nuevo está el problema del tiempo. Hay que esperar para poder interpretar. Y para poder interpretar debe haber transferencia. Pero la transferencia cierra el inconsciente.

 

11.

Lacan, en este punto, vuelve a Freud pero para corregirlo. Tomando la célebre frase de que nada es posible in absentia, in effigie. De ahí que “la transferencia no es, por naturaleza, la sombra de algo que haya sido antes vivido. Por el contrario, el sujeto, en tanto sometido al deseo del analista, desea engañarle en ese sometimiento, haciéndose amar por él, proponiéndole él mismo esa falsedad esencial que es el amor”[8]. Sin la transferencia no hay análisis pero la transferencia como tal se sostiene en el amor. Y el amor es resistencia. La transferencia abre la puerta de entrada pero no puede mostrar la salida. Cuando Lacan hablade un nuevo amor no refiere a un amor de una sustancia distinta pero si de un amor que es efecto de un encuentro con el deseo. Para esto es necesaria la caída de la transferencia y del Sujeto supuesto Saber.

Lacan postuló al deseo del analista como el operador mediante el cual es posible llevar a cabo una hipnosis al revés. Es decir, una flecha disparada en sentido opuesto a la identificación, que es el punto de llegada que no deja de proponernos la transferencia.

 

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* Clase dictada en el Seminario de la Red AAPP (Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas) “La transferencia: un hecho nuevo”, el 20 de agosto del 2022, comentada por Julia Pernía, en el Centro Cultural Sánchez Viamonte en CABA.

Notas:

[1] Lacan, Jacques: Seminario 1 Los Escritos Técnicos de Freud. Buenos aires, Paidós, 1990, pág. 394.

[2] Ibidem,  pág. 357.

[3] Ibidem,  pág. 353.

[4] Ibidem,  pág. 381.

[5] Ibidem, pág. 404.

[6] Ibidem anterior.

[7] Ibidem, pág.415.

[8] Lacan, Jacques: Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Barcelona, Barral Biblioteca de Reforma, 1977, pág. 258.

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Analytica del Sur Número 1. Aparición en web: julio 2014.

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