Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 2 • Diciembre de 2014 •

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Psicoanálisis y feminismos
-mujeres en el siglo-

Daniela Ward

Psicoanalista, miembro del Instituto PRAGMA- APLP. Miembro de la Red AAPP (Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas). Miembro de AAGua (Asociación amigos guaraníes)

Sergio San Martín
Escultura en metal.
www.sanmartinesculturas.com.ar

Introducción

La convocatoria de la mesa de hoy cruza, podemos decir, psicoanálisis y feminismos y está bien pensarlo como cruce porque marca puntos de contacto pero también puntos discordantes. El tema es muy interesante, la bibliografía es extensa.

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Andando por textos afines, hice una lectura que incluye entre otros Feminismos de París a La Plata (1) donde se puede leer muy bien a través de varios autores cuestiones que hacen a la filosofía de género con la discusión modernidad/posmodernidad que compromete algunas resultantes como la “crisis del sujeto”, lo que determina el tener que definir qué es el sujeto. También se desprende la categoría de lo universal puesta en cuestión, con su principal derivación en los temas de la identidad y con ellos las reivindicaciones desde el multiculturalismo, etc.; y además las razones que comprometen a la esencia y a los nombres –es decir, esencialismo/nominalismo-, en la constitución de los sexos. Como verán es un libro que permite arribar a una perspectiva actual, incluso en América Latina.

En Conceptual- Estudios de psicoanálisis-, revista anual de la APLP, hay dos intervenciones de Fátima Alemán sobre el tema. Una, “El estallido del síntoma y los nuevos síntomas sociales” (2) que toma el libro de Graciela Musachi, Mujeres en movimiento, un texto a considerar cuando de psicoanálisis y feminismos se trata. La otra, presente en la Nº 3 “Estudios de género y psicoanálisis” (3) a la que me voy a referir. Para terminar del libro de Eric Laurent El goce sin rostro (4),el capítulo: “Butler y Gender”, sugerido por Enrique Acuña.

Para comenzar, me interesa mencionar un mínimo tejido de referencia para pensar “los estudios de género”. Una posibilidad –que es la línea que toma Fátima Alemán- es incluirlos en lo que se conoce como “Estudios culturales” de la década del 50 en Inglaterra y cuyo antecedente es la “teoría crítica de la cultura”, de la que Marx y Freud participan en los actos fundacionales. Por ejemplo, con la escuela de Frankfurt, donde un marxismo culturalista sirve de referencia teórica para la argumentación crítica. La caída del muro de Berlín rompe las relaciones con el marxismo, dando lugar a un posestructuralismo de la mano de Derrida y Foucault principalmente y, en menor medida, Lacan y a ello se agrega el posmarxismo. El resultado de esta mezcla abarca los estudios de género y sexuales hasta su avance a estudios étnicos. Esa mixtura está marcada también por las divergencias en cuanto a fuentes y objetos de estudio, pero se puede incluir aquí –al menos para algunos autores- que estos estudios culturales están comprometidos en lo que hoy se nombra como multiculturalismo –con la impronta del relativismo cultural-.

La idea común en la que podemos incluir los estudios de género es un pasaje, a partir de problematizar el tema de las identidades, de “preconstrucciones sólidas” (la nación, las clases, la ideología) a identidades más “blandas” en permanente redefinición (el género, la etnicidad, la elección sexual) y que obligan a la deconstrucción de las antiguas entidades. A grandes rasgos estas líneas indican un panorama que va de los estudios de género (EEUU) que se inscriben en el cuestionamiento de la categoría género, para llegar a la subversión de la identidad. Esto acerca a los feminismos en sus distintas expresiones, ya sea que busquen el mantenimiento de la categoría de género o su superación.

De Feminismos y psicoanálisis

Sin extenderme demasiado, es a fines del siglo XIX y principios del XX -y pensándolas como categoría-, son las mujeres que junto a los jóvenes y a las vanguardias artísticas e intelectuales forman parte de lo que viene a agitar y remover el “viejo orden”. Un cambio de significación que sin lugar a dudas encuentra un intrincado de series causales también en los avances de la ciencia y de la técnica que cuentan en el ideal de dominación de los cuerpos, por ejemplo. Detallan en esta influencia, la incorporación de la mujer al mundo de la Razón moderna, que hacia el 1900 era un reclamo de las luchas feministas (aunque no se nombren como tales sino posteriormente). La demanda femenina tiene lugar y su inscripción en los significantes amos de la época que identifican al sujeto y con los que éste se identifica de manera particular, original si se quiere. Y donde el significante “feminismo” permite que algo se diga sobre estas demandas, de manera privilegiada por un lado, pero también de una manera no menos privilegiada para permitir que en él resuene el vacío en el que las mujeres mismas se vuelven enigmas para sí. Es ese “eterno femenino” que algunos autores coinciden en nombrar con el fin de objetivar algo que se resiste al universal.

Sabemos que Freud toma el relevo de esa demanda femenina que inquietaba en su tiempo y que las mujeres habían consentido a representar. La invención inédita del psicoanálisis y con él, el inconsciente, responden a ese contexto victoriano que fue el terreno fértil a sus teorizaciones y a una práctica efectiva que alojó algo de lo imposible: imposible de educar, de dominar, de curar en el ser humano, señalando en el mismo movimiento, un límite en el saber. A pesar del límite subrayado, estos tiempos eran tiempos de bodas entre el psicoanálisis y las mujeres que se acercaban por sentirse interpretadas por ese discurso novedoso que las recibía.

Es el legado freudiano del límite a su saber expresado en forma de pregunta sin respuesta -¿qué quiere la mujer?-, y que Freud mantiene apuntando a “la mujer” para hacerla calzar en la horma de la castración, el que hace que las mencionadas bodas se rompan a partir de la idea freudiana de concebir al falo como significante universal del goce –el falocentrismo no es pasado por alto por las feministas, ni siquiera dentro del psicoanálisis mismo. Las hubo de uno y otro bando: K. Horney y M. Klein de un lado / H. Deutsch, M. Bonaparte, R. Mac Brunswick, por el otro. Si bien tenían lugar en un tiempo silenciado –entre los años 20 y 30- encontraron su expresión 30/40 años más tarde.

El punto de disyunción entre feminismos y psicoanálisis lo podemos ya localizar en la pregunta freudiana por el deseo de la mujer: El ¿qué quiere la mujer? deja abierta la pregunta para que ahí vengan las respuestas una por una. Mientras que, en el feminismo se trata de la pregunta por el ser: ¿qué es una mujer? Donde nos encontramos con la divisoria de aguas entre los que la completan con un saber que responde a qué es ser una mujer, y otros que mantienen la ausencia de un saber para dejar lugar al enigma, lo que promueve el debate permanente en lugar de la identidad resuelta.

También Lacan se ocupa de darle cabida al feminismo, da respuestas al Movimiento de Liberación Femenina (MLF) en pleno auge –sin haber llegado a ser demasiado influyente en las críticas feministas. Lacan responde con sus desarrollos en el Seminario, Libro 20, Aún, aunque ya lo venía haciendo por ejemplo a la altura del Seminario 11 con la crítica acerca de la superioridad del hombre respecto de la mujer y viceversa. Lacan pone en juego que de lo que se trata es de la pulsión y deja sentado lo que será una afirmación de desarrollo posterior, que hay más de un modo de vivir la pulsión.

Con las fórmulas de la sexuación del Seminario 20 da un paso más: distribuirá en la parte hombre y la parte mujer a los seres que hablan. Para Lacan entonces los binarios: hombre/mujer; masculino/femenino adquieren sentido en tanto significantes. Se trata de identificaciones que como tales son precarias e inestables y que juegan en cada encuentro con el goce sexual. Esa partida se juega para cada uno en la autorización que uno por uno hace a su modo de gozar. En estas líneas intento resumir la lejanía de estas afirmaciones respecto de una medida-norma que ordene. Podemos seguir en Lacan sus teorizaciones por las que tanto hombre como mujer no se definen a partir de ideales.

Y lo hago porque es uno de los puntos donde se toma a Lacan como referencia, específicamente. Es tomado por Judith Butler por ejemplo, y lo hace exclusivamente desde el texto “La significación del falo” (1958) para extraer, por un lado, una ventaja respecto de otros autores en función de no sostenerse en una ontología -debate sobre las esencias, ser del género o del sexo- sino en una teoría del lenguaje, señalando la primacía de lo simbólico. Sin embargo, coloca a este orden simbólico como solidario del discurso heterosexual obligatorio, metiendo al psicoanálisis incluso a bucear en lugares en los que no legitima ningún saber, el psicoanálisis no plantea diferencias entre sexo y género.

Lo que habría que retomar es ¿por qué las respuestas de Lacan no han tenido predicamento dentro de los movimientos feministas? O sólo en algunos… Si aparece por ejemplo en los reproches de Judith Butler, que es una de las principales referentes del movimiento queer (concepto que surge en los 90 confluyendo en él todo lo que se opone a la normativa sexual dominante, en rebeldía con incluso los movimientos civiles de gays y lesbianas), a partir de que su libro fue tomado como fundante. Fue traducido como El género en disputa (Gender Trouble) y cuestiona la categoría de género concebida como una construcción social que se agrega a la identidad sexual. Lo hace postulando en su lugar, lo que conocemos como “teoría performativa del género”, donde refiere la adquisición del género por lo que hacen, por una práctica. Y con ello desemboca en la insorteable subversión de la identidad: elige rechazar toda forma de identidad a favor de la teoría performativa del género. No hay identidad originaria entre sexo-género porque el género es una construcción o una interpretación cultural del sexo: sólo habría performances sexuales en favor de arreglos subjetivos singulares.

¿Qué momento de la enseñanza de Lacan toma Judith Butler? Es claro que se trata de la primera parte de su enseñanza, y es por ello que puede criticarle ser estructuralista. Hemos estado viendo la ruptura de Lacan con Lévi-Strauss en el curso de este año de Enrique Acuña: “Psicoanálisis y herejía científica –entre ciencia y religión-”. Y la segunda, es la que explica el desconocimiento de la enseñanza de Lacan por el movimiento de incluirlo junto a Derrida y Foucault como pos-estructuralista, haciendo una lectura vía estos dos autores, donde se originan malentendidos. Fundamentalmente la influencia del psicoanálisis y del análisis deconstructivista. Lo que se entendería como Psicoanálisis ficcional de Derrida, el “hacerse el artista de su vida”, que aprenda a narrarse, no dejando otro camino que un relativismo de lo real.

El retorno del síntoma: la dimensión real

Aunque luego de tantos años de feminismos éste ya no sea el panorama actual, no hay acuerdo sobre qué es una mujer y no se trata ya de responder a ello, por ejemplo. Ni siquiera se trata de que tenga que resolver los problemas suscitados por la identidad para lograr sus objetivos políticos. Hay una fuerte crítica de Eric Laurent en el capítulo que les mencioné “Butler y Gender”, donde detalla un uso de las tesis de Butler para descompletar la política francesa y volverla más multiforme y comunitaria, en función de un estado que ha pasado a ser ley.

El punto de interés sigue siendo que los feminismos se vuelven a encontrar con el límite del que partieron y las variaciones -lo múltiple en ellos-, lo demuestran. Algo que podemos expresar como el fracaso en articular lo universal del lenguaje con lo particular de los géneros y la singularidad de cada sujeto.

No estamos en la época de Freud, ni siquiera en la de Lacan, ésta es la época de la inexistencia del Otro y el imperio de los semblantes, con la cual el psicoanálisis asevera la coexistencia. Como dice Laurent en referencia directa a Butler -quien apunta a un ideal pre-edípico, un psicoanálisis anterior a la identificación edípica- él expresa: no la acompañaremos. Dice Laurent: “Algunos pueden soñar con un mundo pre-edípico pero de hecho vivimos todos en un mundo edípico donde co-existe el amor neurótico por el padre, la perversión paterna y el rechazo, mas o menos generalizado, de los padres” (…) Este es un mundo sin garantías pero tiene imposibles”. Entendiendo aquí que no hay un goce último que pueda aliviarnos de la angustia. El sujeto está sometido como tal a ese agujero en el universo del sentido sexual en el que quiere vivir.

Esa orientación a lo real como imposible que autoriza un psicoanálisis lacaniano quiere ser llenado por algunos psicoanalistas o algunos que hablan en nombre de…pero, una comunidad identificatoria en la que se persiste en la búsqueda de goce sólo puede crear imaginariamente una neo-garantia simbólica. El derecho al goce no instala el planteo de la igualdad, más bien sabemos que eso termina en exigencia superyoica. Y la orientación a lo real que vuelve en el síntoma e insiste, es una salida posible por la vía de lo singular que el psicoanálisis lacaniano propone.

 

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Intervención en el sexto debate del ciclo PRAGMA Crítica titulado “Psicoanálisis y feminismos -mujeres en el siglo-” del que participaron Ariel Martínez (UNLP – Conicet), Daniela Ward y la interlocución de Leticia García. Organizado por la Asociación de Psicoanálisis de La Plata el día viernes 31 de octubre de 2014, en la Biblioteca Central de la Provincia de la ciudad de La Plata.

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Notas:

(1)   Femenías, María Luisa: Feminismos de París a La Plata –Compiladora- Ed. Catálogos. Buenos Aires, 2006

(2)   Conceptual- Estudios de psicoanálisis- Año 1, Nº 2, La Plata, 2001.

(3)   Conceptual- Estudios de psicoanálisis- Año 2, Nº 3, La Plata, 2002.

(4)   Laurent, Eric: “Butler y Gender” en: El goce sin rostro, Ed. Tres Haches, 2009

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Analytica del Sur Número 1. Aparición en web: julio 2014.

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