Presencia del analista
Psicoanalista miembro de la ELP y la AMP. Co-director de la maestría “Actuación clínica en psicoanálisis y psicopatología” y el posgrado-experto “Abordaje interdisciplinar de la salud mental infantojuvenil” de la Universidad de Barcelona. Psicólogo en el Safareig, asociación dedicada a la atención a personas que sufren violencia machista.
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Párrafo disciplina del comentario:
“La función que ha cumplido el psicoanálisis en la propagación de ese estilo que se llama a sí mismo american way of life corresponde exactamente a lo que designo con el término de oscurantismo, en tanto se destaca por revalorizar nociones refutadas desde hace tiempo en el campo del psicoanálisis, como la de predominio de las funciones de yo. Por esta razón, entonces, la presencia del psicoanalista, aun en la vertiente misma en que aparece la vanidad de su discurso, debe incluirse en el concepto de inconsciente. Los psicoanalistas de hoy tenemos que tomar en cuenta esta escoria en nuestras operaciones, como el caput mortuum (resto, precipitado alquímico) del descubrimiento del inconsciente. (…)
Esto indica que la causa de inconsciente –y adviertan que en este caso la palabra causa debe ser entendida en su ambigüedad, causa que defender, pero también función de la causa a nivel de inconsciente-, esta causa ha de ser concebida intrínsecamente como una causa perdida. Es la única posibilidad que tenemos de ganarla”.
Lacan, Jacques. Seminario 11. Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. pp. 133-134.
Fotografía: Carolina Sanguinetti; @hornero.urbano
La transferencia, pregunta por el amor auténtico
De entrada, ¿Cuál es la pertinencia de la cita que les hemos propuesto en el marco de este seminario, titulado ‘La transferencia: un hecho nuevo’? Está extraída de una clase del Seminario 11 en la que Lacan indica, de entrada, que hablará de la transferencia (1). Ahí Lacan parece subrayar que lo nuevo en la transferencia es que “ella suscita, de manera quizás más decisiva que nunca, la pregunta por el llamado amor auténtico, eine echte Liebe.” (2)
Que la transferencia suscite la pregunta por el amor auténtico muestra bien que no puede concluirse que sea, como tal, un amor auténtico.
La transferencia, falso simbólico; la transferencia, auténtico real
Podemos plantear que el amor de transferencia es para Freud un imprevisto del tratamiento analítico. Si Lacan recuerda en esta clase que se considera usualmente en el psicoanálisis “un falso amor” (3), desecha aquí esa idea. Sería amor falso en la medida en que la neurosis de transferencia actualiza, por desplazamiento, conflictos amorosos inconscientes con distintas figuraciones del Otro en la persona del analista. La falsedad residiría en el desplazamiento.
Al contrario, la transferencia parte para Lacan de un encuentro con algo que el analista encarna y que en este seminario está del lado de lo real. Constatemos: a tenor de lo que duran los análisis, el amor de transferencia es duro de roer. El analizante no lo suelta ni por asomo. Es férreo (lo que no es sin evocar la creencia y la esclavitud, si aplicamos un oportuno corte lacaniano sobre el significante).
La transferencia, suposición de saber, lazo social elucidado por el dispositivo analítico
No es descabellado concebir que sea justamente por su articulación entre el sesgo de amor y “la función que tiene en una praxis” (4), que la transferencia no puede reducirse a ser un mero artificio producido por el psicoanálisis. Concebirla como suposición de saber permite distinguirla de ser mera consecuencia de la invitación a la asociación libre. Y sin embargo, el algoritmo de la transferencia de la ‘Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela’, que quizás ya habéis abordado, hace de la invitación al despliegue de la cadena significante la consecuencia de la existencia de la transferencia… no sin que haya de partida un Significante que, representando al sujeto, se dirige a un Sq, significante cualquiera. Finalmente nombre propio (5), pues justamente para el sujeto deja de ser cualquiera en el momento en que ese dirigirse permite constituir, por el Sq, la Suposición de saber que autoriza la asociación libre:
S → Sq
s (S1, S2… Sn)
El algoritmo de la transferencia permite sostener el lazo analítico en otra cosa
Que el algoritmo de la transferencia (que es algoritmo porque no es asunto personal, no es la persona del analista lo que la transferencia envuelve (6)) sea un punto de capitón de un texto fundacional de la Escuela es evocador. Particularmente si tomamos el arranque del texto, en que “lo nuevo” que aporta la Escuela apunta a su funcionamiento (7), pensado para producir una solución al problema de la sociedad analítica: una solución que pasa por distinguir jerarquía y grado. Hablaremos de eso hacia el final.
De la transferencia como continuidad de una dialéctica intersubjetiva
En lo que concierne a la cura, en este texto encontrarán el desplazamiento en juego entre concebir la transferencia a partir de la intersubjetividad (en ‘Intervención sobre la transferencia’, de 1951); y referenciarla respecto del Sujeto supuesto Saber (SsS) como pivote (8). El paso en juego es claro: implica la introducción del Otro como lugar distinto al analista que recibe la transferencia. En 1951, Lacan propone que toda la experiencia analítica se desarrolla en el campo de sujeto a sujeto; ahí, la presencia del analista aporta, antes de cualquier intervención, la dimensión del diálogo (9). La verdad subjetiva parece ocupar el lugar de lo Otro, pero es por las reversiones dialécticas de la interpretación analítica que puede emerger, se espera de ella un “desarrollo” (10) que implica el quehacer del analista.
De SsS como resultado del encuentro del Sq
En 1967, al razonar lo que hace al psicoanalista de la Escuela, Lacan parte de que al principio está la transferencia. La anticipa un encuentro, que se da en el marco estructurado del inicio y del final (11). Pero no es un encuentro intersubjetivo: la transferencia “refuta” la intersubjetividad (12), del mismo modo que su razón se sostiene de algo muy distinto a la persona del analista, por muy partenaire que sea. Es este encuentro del Significante cualquiera que, por algún motivo, se presta como resonancia de saber al S1 que se instituye como llamado del sujeto a quién es susceptible de responder.
De lógica y topología como campos del saber del analista
El problema consecuente que Lacan confronta en este texto remite al saber del psicoanalista. Que su saber sea supuesto quiere decir que no sabe del caso que tiene en frente, claro. Lo cual deriva en la IPA en el buenísimo de aquellos que, admitiendo que nadie sabe nada, alimentan a la par grado y jerarquía. Frente a esa pasión de la ignorancia que funda una subordinación y una dirección basadas en la nulidad (13), Lacan exige del deseo del analista que se funde en una lógica, la que permite entre otras cuestiones distinguir el vacío de la nada. Es algo que es posible con otro campo que conviene al saber del analista, la topología de la que se sostiene el sujeto, permitiendo distinguirlo del yo. Punto, de hecho, central en nuestra cita: hubo un psicoanálisis oscurantista que promocionó la american way of life por instituir el predominio de las funciones del yo.
Del yo que era y del yo que ya no es. Del cierre en el Big Data al cierre en la transferencia
El yo compromiso en Freud es una función dialéctica, articulada a la represión, fruto del lazo social en relación a la identificación y el ideal.
Hoy está en primer plano el yo-defensa, y el yo de la alienación al S1 más parco en sentido, el del cálculo. En un tiempo intermedio entre ambos, Lacan capta bien la época de la “pretendida información” (14).
→ Lo inaudito del oscurantismo que Lacan pronostica para el futuro, sin saber mucho por que… es que nadamos en un caldo de saber que hace funcionar el mundo y en el cual no es que el hombre tenga acceso a la información, sino que el hombre es información, y su servidumbre voluntaria pasa por el sometimiento de su conducta por dispositivos atencionales hiperconectados que reproducen lógicas conductistas de mercado.
Son funcionamientos que sustituyen el inconsciente en tanto cifrado de una verdad por un cifrado sin autor, fuente explotada de datos que junto a los de muchos cualquieras fundan eso que llamamos Big Data.
Pensar que el psicoanálisis está en las antípodas, más allá de la vaga coincidencia en el cifrado y la concatenación de elementos (podríamos considerar aquí trabajar ‘Psicoanálisis y cibernética’), es razonable. No hay que pensar que es una salida sin escollo. Lacan nos recuerda en el Seminario 11 que la transferencia en Freud es “el medio por el cual se interrumpe la comunicación del inconsciente, por el que el inconsciente se vuelve a cerrar” (15). ¿Qué lugar es el del analista en ese cierre?
El analista testigo es un menos de intersubjetividad, es resto real de la pulsación inconsciente.
El analista es testigo plantea Lacan en esta clase del Seminario 11: “Paradójicamente, la diferencia que asegura al campo de Freud su más segura subsistencia es la de ser un campo que, por su propia índole, se pierde. En este punto la presencia del psicoanalista es irreductible, por ser testigo de esa pérdida” (16). Hay posibilidad de psicoanálisis ahí dónde el campo se pierde. El analista es testigo, en instantes de la cura, de facto, de que se actualiza la pérdida de goce. Ahí no es agente, sino testigo, porque el pago de la sesión que simboliza esa pérdida no es propiamente un intercambio, ni una inversión, sino la producción de un surco, el pulsional. El objeto a es resto de una operación, saldo de una separación, que no puede ponerse de nuevo como apuesta en un funcionamiento. Puede a lo sumo retomarse en la función de la pulsación cuando un analista no cierra, por la resistencia que supone a veces el saber esgrimido, la brecha que se abre.
¿Qué función es la del analista, más allá de la suposición de saber, obstáculo transferencial?
En francés, hay una homofonía que no puedo dejar de evocar. ‘Témoin’ deja escuchar la aseveración ‘t’es moins’.
Definición del Petit Robert: quien certifica algo. Es decir: la función que introduce la verdad en el lugar de la pérdida.
El analista certifica por ser testimonio del inconsciente como signo borrado, testigo de que el objeto originario de la pulsión siempre fue perdido. A este nivel puede situarse la pulsación, en cuyo margen existe la presencia del analista: “entre el instante de ver dónde algo se elide siempre (…) y ese momento elusivo en que la aprensión del inconsciente no concluye, en que se trata siempre de una recuperación engañosa” (17). A este respecto, no puedo no recordar el brillante último film de Kubrick, Eyes wide shut’, que evoca esta pulsación en el título, y que dibuja un recorrido inquietante y fascinante del protagonista en que una presencia, una mirada, parece acompañarle sin cesar.
Lo obvio: la presencia del psicoanalista no es ahí in situ, in corpore, en el consultorio. Es la presencia en el inconsciente ahí dónde se abre la oportunidad del análisis. El analista, por su lugar en el inconsciente, lo causa. Es así en cierto modo objeto-causa, prefigurando así esta elaboración del Seminario 11 la estofa de objeto a en que Lacan sitúa el semblante del analista (no en vano habla de ficción) en el Seminario 15 (18).
Acerca de la presencia del psicoanálisis y de la invención de Lacan para ello: la Escuela.
Habiendo hablado de la presencia del analista, tomaré algunas cuestiones de un trabajo que escribí este verano y que está publicado en el Blog de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) para decir algo acerca del invento de Lacan para la presencia del psicoanálisis en la comunidad analítica, cosa que no hay que dar por supuesta. Implica pasar de la transferencia a la transferencia de trabajo. Pienso que la transferencia de trabajo es la subversión de lo que de nombre propio tiene la transferencia. Es decir, es un jaque al significante cualquiera (Sq), y por ahí, un dique a la proliferación de sentido de la asociación libre. Veamos cómo, a partir de los dos momentos fundacionales de la Escuela de Lacan: 1964 y 1980.
Puede constatarse, pienso la decisión de Lacan de deslocalizar su nombre propio: si en 1964 los cárteles eran pequeños grupos de trabajo que se presentaban a Lacan (19), en 1980 gana más relevancia la función del más-uno, que va más allá de ser “encargada de la selección, de la discusión y del destino que se reservará al trabajo de cada uno” (20). Este más uno debe ser alguien, para lo cual basta con que tenga un nombre propio, algo de lo más común.
Esta dirección se afianza en 1980: Lacan propone la permutación y el sorteo de cargos como las herramientas para disolver: (a) los efectos de grupo que atenazan la vida de la Escuela, que instalan la jerarquía por gestionar el sentido; (b) la deriva religiosa de la experiencia cuando el sentido y el lugar de excepción (cuando se encarna en jefe) toman las riendas. El uno en más ya lo concebía Lacan en 1956 como mera mediación de la palabra (21). El objetivo es que cualquiera pueda trabajar con cualquiera (en eso, la transferencia de trabajo es un auténtico jaque a la transferencia en tanto elección del mismo rasgo).
A este respecto, me parece que orienta una cita de Jacques-Alain Miller en 1990: “Lacan propuso su fórmula en el ‘Acto de Fundación’ de la escuela para vulgarizar el más-uno. El cartel es una micro-sociedad. Formar -o invitar a que se formen- cárteles es afirmar que, desde que existe la función del más-uno, no nos corresponde negarla en nombre de nuestra buena voluntad, nuestros desiderata. Luego trivialicémosla, hagamos montones de microsociedades, cada una con su más-uno, el cual a partir de entonces no será tanto una persona sino un lugar de estructura. Se puede, pues, prescindir del Nombre del Padre con la condición de valerse de él: he aquí lo que muestra el cartel.”(22)
Podemos, si os parece, conversar sobre ella.
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(*) Clase dictada en el Seminario de la red AAPP (Asociaciones Analíticas y publicaciones Periódicas) “La transferencia: un hecho nuevo”, el 15 de octubre del 2022. Docente: Héctor García de Frutos. Comentarios: Fátima Alemán.
Bibliografía:
(1) Lacan. J.: El Seminario de Jacques Lacan, Libro 11, ‘Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis’. Buenos Aires: Paidós. (1987). pág. 129.
(2) Íbidem., pág.. 130.
(3) Ídem.
(4) Ídem.
(5) Lacan, L.: “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”. En: Otros Escritos. Buenos Aires: Paidós. 2012. pág. 267.
(6) Ídem.
(7) Ibidem., pág. 261.
(8) Ibidem., pág. 266.
(9) Lacan, J.: “Intervención sobre la transferencia”. En: Escritos 1. Buenos Aires: Siglo XXI. p. 210.
(10) Ibíd., 2008. p. 213.
(11) Lacan, L.: “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”. 2012 Pág. 265.
(12) Idem.
(13) Ibidem., pág. 268.
(14) Lacan. J.: ‘Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis’. 1987. pág. 133.
(15) Ibidem., pág. 136.
(16) Ibidem., pág. 133.
(17) Ibidem., pág. 40.
(18) Lacan, L.: “El acto analítico”. En: Otros Escritos. Buenos Aires: Paidós. 2012. pág. 396.
(19) Lacan, L.: “Acto de fundación”. En: Otros Escritos. Buenos Aires: Paidós. 2012, pág. 253.
(20) Ibidem., p. 248.
(21)Lacan. Jacques. “Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956”. En: Escritos I. S. XXI, España, 2013, pág. 451.
(22) Miller, Jacques-Alain: El Banquete de los analistas. Paidós, Buenos Aires, 2000, p. 142.