Palabra y nombre: el límite del decir en «Karaí – los Caminos del Nombre»
Miembro de la Red de Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas (AAPP). Presidenta de la Asociación de Psicoanálisis de Misiones (APM). Docente del Instituto Sigmund Freud (ISF).
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El sábado 13 de junio en el Centro Turístico Cultural de la Ciudad de Puerto Iguazú, Enrique Acuña presentó “Karaí – los caminos del nombre”, tercer documental de una serie: “La Bruma” –Tatachiná– (2009) y “La Sombra del Jaguar” –Kuaray a chivi– (2012), que pone en juego un modo de pensar la relación posible con la alteridad de Otra cultura, la mbya guaraní.
Relatos de una espiritualidad que atraviesa y determina el modo de pensar la naturaleza, la estrecha relación de los mbya con el hábitat de la selva trasciende la noción antropológica de reciprocidad. La naturaleza – Ka’aguy – es el espacio donde interactúan hombres, espíritus, dueños y almas en un lenguaje que no es privativo de los humanos. Así, se disuelve la oposición moderna naturaleza-cultura y se configura, más bien, un continuum, donde lo no-humano tiene intencionalidad, eso puede querer decir algo, construyéndose una realidad simbólica diferente a la del Juruá (palabra con la que se refieren al hombre blanco).
Esta trilogía documental muestra que se hace imposible comprender las taxonomías y clasificaciones del pensamiento guaraní sin conocer su trama mítico-religiosa que constituye el rasgo diferencial de esta cultura, ese acento puesto en las “bellas palabras” que conectan a los dioses con la tierra, ahí donde cada “persona” porta esa palabra-alma (ñe´e-porá).
Y más allá de la serie, el documental “Karaí – los caminos del nombre-” como Uno, cuenta una curación según la lógica propia de la cultura mbyá. Lucio Villalba, quien fuera bautizado Verá Mirí, comienza un camino errante en la búsqueda de la causa de su enfermedad espiritual.
Los relatos míticos sobre el origen narran cómo Ñande-Ru Tenondé, el padre verdadero, concibió el origen del lenguaje humano, ayvu, cuyo fundamento es la palabra-alma, haciendo que éste formara parte de su propia divinidad. El Opygua (sacerdote) recibe revelaciones de este Dios a través de las palabras-alma que le confieren el poder de bautizar a los niños.
Así, fue Lucio Villalba nombrado Verá Mirí, en ese ritual con el humo del tabaco, en donde se vivifica un cuerpo y se decide también un destino en tanto la procedencia del nombre determina una función social, bajo esa nominación habría podido acceder al saber de los caciques estrategas, los Mburuvicha.
El nombre espiritual –tery– “es una interioridad secreta aunque intercambiable, que sirve como contraseña dentro del código de esa etnia, grupo o familia y por lo tanto no se corresponde con la identidad social como es el nombre que figura en un documento de identidad.”(1). El nombre bien asentado no sólo designa una función social, sino que mantiene lejos de la vida imperfecta.
Entonces, ese que fuera Verá Mirí, tiene un desmayo mientras trabaja en el campo para los “colonos”, un primer comienzo de la enfermedad que se anuda luego, unos años después en una segunda enfermedad ante la partida de su esposa y su pequeño hijo.
Aunque su organismo respondía fisiológicamente, él estaba muerto, muerto espiritualmente, es decir sin deseo. Ahí comenzará a atravesar los rodeos de la cura con la interpretación que hacen los Chamanes de múltiples causas posibles: un payé – embrujo – hecho por una mujer, una piedra arrojada por los espíritus del monte o un nombre maldicho, que no se ha encarnado.
Entre rezos, plantas medicinales y la intervención de varios Opyguá, él tiene un sueño -el sueño de los huevos- donde aparece un padre portador y dador del don divino que permite curar. El sentido que le da al mismo decide de manera retroactiva la causa de la enfermedad, él era como su padre, Karaí Mirí, aquél al que se le confiere el poder de curar, que puede hablar el lenguaje sagrado y escuchar las bellas palabras. La interpretación es su deseo, que se anuda también a un saber de la comunidad. Dicho sueño es confirmación de la anterioridad mítica: pertenecerá a la estirpe de los hijos de un dios. Antes el Opyguá escuchó su nombre verdadero, articulándose ese deseo particular con un tiempo originario, con la historia de su pueblo, con sus abuelos.
Ese que no se encontraba en su nombre, ahora Karaí Mirí es incorporado en su cuerpo de una manera nueva, cuenta, al mismo tiempo que escribe, su historia y en esa escritura crea un pasado, no sin Enrique Acuña, director del documental que opera como causa en la búsqueda de ese saber, ahora nuevo: “Karaí, nombre que salva y designa el futuro como Opyguá. Karaí; un curador ya curado”.
Es una causa que traspasa la pantalla, divide a quien escucha y mira, apostando la producción de ese efecto –único, cada vez- en la presentación del documental, en esta oportunidad frente a un público proveniente de diversos ámbitos geográficos y culturales, han surgido preguntas que dan cuenta de ese efecto ¿Por qué se ha elegido esa manera de filmar? ¿Qué relación tiene al psicoanálisis? ¿Por qué elige Lucio Villalba contar la historia de su enfermedad?
El público presente, nada ajeno a la cultura guaraní, tanto por el interés que suscita como por las coordenadas locales: la ubicación y las políticas empleadas principalmente en la esfera del turismo y la educación en la Ciudad de Puerto Iguazú, se ha visto interrogado por el modo de abordaje que presenta el documental respecto de la espiritualidad, las costumbres y el modo de vivir mbyá, como así también la relación formada entre el director y los miembros de las comunidades que sorprende en los relatos principalmente de índole sagrado que le fueran confiados.
Por las voces que han tomado la palabra, es posible deducir que se ha captado el efecto de respuesta que constituye el documental: ante la imposición a las comunidades de la medicina occidental que reduce la enfermedad a la disfunción del órgano, se responde con el relato de una cura chamánica y del cuerpo que habla el lenguaje de sus dioses. En este sentido, no es sin intención presentar el documental en tal punto geográfico, en tanto las comunidades allí asentadas también sufren los impactos de la implementación de políticas que, en el acto de responder a un Bien Social Común, segregan las particularidades, en el caso de los mbyá la espiritualidad. Llama la atención que este objeto excluido del Otro, es causa de este documental.
Por ello, “Karai– los caminos del nombre” es también un deseo, un modo de relatar a través de ese ojo que mira y captura, una cultura viva que intenta ser silenciada, negada en su preexistencia por los avasalladores efectos del discurso capitalista. El documental es una política hecha de ese deseo: ubica el saber del lado del mbyá, luego usa bien ese artefacto que es la función social del cine como arte y finalmente capta la singularidad de su propia cultura, no toda: “Hasta ahí vas a saber” – hay un secreto- .
Es el silencio como un acto que mantiene, preserva y respeta lo sagrado como “última muralla” de una cultura. Enrique Acuña elegirá mostrar la lógica de las palabras y los nombres como un “límite al decir”, enunciado por los mismos mbya, sin intentar traspasarlo, rasgo diferencial que da al documental el estatuto de un verdadero puente entre dos culturas.-
Notas:
(1) Acuña, Enrique. “Los nombres de Ñande Ru – bautismo y bendición en los mbya”- En revista Fri(x)iones-entre el psicoanálisis y la cultura- Nº 3. Primavera 2013.
Bibliografía:
• “Karaí– los caminos del nombre”- documental. Escrito y dirigido por Enrique Acuña Ficha técnica: www.loscaminosdelnombre.blogspot.com
• Acuña, Enrique: “Los nombres de Ñande Ru – bautismo y bendición en los mbya”- En Revista Fri(x)iones-entre el psicoanálisis y la cultura– Nº 3. Posadas; Primavera 2013.
• Bartolomé, Miguel Alberto: Parientes de la Selva –Los Mbya Guaraníes de Misiones, Argentina-, Biblioteca Paraguaya de Antropología, Asunción del Paraguay, 2009.
• Cadogan, León: AyvuRapyta. Textos míticos de los Mbyá-Guaraní del Guairá, Biblioteca Paraguaya de Antropología, Asunción del Paraguay,1997.
• Fava, Ricardo: “Selva, Cultura y las palabras-alma”,en Revista Fri(x)iones-entre el psicoanálisis y la cultura, Año 1, Primavera 2011.