Mirada simple. Entrevista a Milo Lockett
Psicólogo clínico (U.N.L.P.). Psicoanalista en Mar del Plata y Miramar. Miembro de la RED AAPP y corresponsal de la Revista Conceptual.-
» E-mail al autor
Guillermo Emilio Lockett nació en Resistencia, Chaco en 1967. Nieto de inmigrantes irlandeses, sus comienzos en el dibujo fueron de la mano de Mario Benegas, docente y maestro de maestros, quien supo ver que el jovencito pintaba para bien… Pero Milo no es un producto de la academia, es un autodidacta que trabaja. Que siempre trabajó, desde pequeño para ayudar a sus padres. Primero como vendedor de ajo por la calle, luego como cocacolero en la cancha, etc.
Industrial del rubro textil, puso en marcha una cadena de locales comerciales y fabricó remeras hasta 2002, cuando la crisis económica le cortó las alas. Quebró, saldó todas sus deudas y abandonó la actividad empresarial por la pintura. Eso sí, siguió trabajando. La pintura como salida de una crisis -en la que el psicoanálisis no estuvo ausente- no fue una elección forzada del artista, mártir de su acto. Fue una elección feliz, alegre. En poco tiempo logró crear una identidad pictórica que a muchos les lleva años. Su estilo, que se puede incluir en la Nueva Figuración, es llamado también «infantilismo» y está a medio camino entre el primitivismo y el art brut. Pero sería limitado, equivocado, intentar definirlo, porque su trabajo desborda varias veces esas categorías. Entre sus gustos y referentes nos remite a Jorge de la Vega, Adolfo Nigro, Rómulo Macció, Ernesto Deira, entre muchos otros…
Fue artista revelación de la exposición ArteBA en el año 2006 y elegido en la terna como artista del año junto a León Ferrari en 2009. Desde entonces participa en exposiciones individuales y colectivas en la Argentina y en el mundo. Lejos de los estereotipos y cerca de la gente, Milo Lockett es uno de los artistas que cuanto más vende, más colabora. En el arte moderno esa combinación es una necesidad de supervivencia, y Milo es de los pocos que lo ha logrado. Resumió para el diario La Nación, «Vida y obra de los grandes artistas contemporáneos» en videos didácticos de dos minutos (1). Cercano por amistad y afinidad estética al pintor (y psicólogo) marplatense Felipe Giménez, prefiere que lo definan los otros.
Sus cuadros se venden desde 1.800 hasta 70.000 pesos y más. Pero eso no es asunto nuestro ni obstáculo para que done anualmente un promedio de 400 obras para diferentes causas. Tal vez por ello debió romper con el circuito de las galerías que pretenden legitimar obras y artistas a partir de cierta idea de lo que es el arte. Especulaciones estéticas y comerciales donde los marchands (mercaderes) desesperan porque Milo no pone nombres a sus cuadros ni los fecha, naufragando en esa espuma que aquí es lo que en otros países se llama ‘mercado secundario del arte’ (la reventa de las mismas obras para otros).
Su talento se cobra nuestro mejor guiño -según mi gusto- cuando sus figuras y colores se amalgaman a diferentes proyectos sociales (y/o comerciales) en los que intervienen los chicos y detrás, toda una comunidad, como las indígenas.
Sus producciones no expresan un discurso político claramente identificable, y buscarlo sería volver a equivocarse. Creó el «Proyecto Red Latinoamericana» (Grupo de artistas que trabajan con aborígenes). Entre sus logros ha colaborado para que se realicen seis pozos de agua en Formosa y Chaco, en las poblaciones vulnerables.
Recibe críticas feroces por su posición personal ajena a la política, pero vinculado a ella aunque no quiera, y por su técnica repleta de expresivos colores, pero sin claroscuros y figuras poco pretenciosas. Se divierte cuando un chico le dice que ellos dibujan mejor. Para otros su obra gusta porque es fácil de apreciar y criticar, pero esa mirada ajena ni lo inmuta. Ve a su pintura como arte primario, de pocos trazos, en las que el error es fuente de creatividad. En ella ocupa un papel preponderante la mirada, los ojos que miran siempre están presentes.
Sin venir de una familia de artistas, hoy atesora en las paredes de sus dos hogares, obras de León Ferrari, Marcia Schvartz, Pérez Celis, Mildred Burton, Andrés Videla, Eduardo Stupía, Ricardo Crespo, Paula Rivero, Ana Mercedes Hoyos, Cristina Fresca, y más… Sus cuatro hijos no tendrán como él, ese único cuadro con figuras chinas y marco fosforescente que lo guiaba cuando de niño se despertaba en la noche hasta encender la luz del pasillo…
Señala Milo: «El arte en las últimas décadas tomó una importancia trascendental en las culturas de muchos países. Los artistas somos referentes de la gente. Hoy los artistas somos más creíbles que los políticos, por ejemplo. Por eso es importante que tomemos la responsabilidad de ayudar en lo que podamos y a todos los que podamos. A mí me sucede que cuando ayudo, veo cómo la gente se conmueve. Y esto sucede porque vos sos igual que ellos, y al mismo tiempo te convertís en referente de un adolescente que dice: “Además de hacer lo que le gusta es copado porque ayuda a los demás”. Y cuando es grande se convierte en referente de un chico más chico. Entonces se va construyendo esta cadena…»
Conversación
L.V.: Querido Milo, muchos de los lectores de Analytica del Sur y miembros de la Red AAPP (Red de Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas) integramos AAGua (Asociación de Amigos Guaraníes). Como grupo de psicoanalistas, antropólogos y docentes que atienden el problema del llamado «interculturalismo» como síntoma de la cultura (el conflicto entre culturas y lenguajes), nos interesó saber tu opinión con respecto a esta problemática. Vale aclarar, que el psicoanálisis de Jacques Lacan -a partir de la lectura que realiza el antropólogo Levi-Strauss- rescata ciertas reflexiones sobre la concepción del lenguaje y la representación simbólica en los pueblos originarios. Cuando hablamos y te propuse esta entrevista, te comenté sobre La Bruma -Tatachiná- (E. Acuña, 2009) y otros documentales. Entonces fue que me contaste sobre tu experiencia con las comunidades indígenas. ¿Qué nos podrías decir al respecto?
M.L.: Mirá, de todo el tema aborigen, una de las cosas que me preocupa es que muchas veces nosotros pensamos que ellos necesitan cosas y le ofrecemos proyectos desde nosotros. Pensando muchas veces desde lo que nosotros haríؙamos y en realidad me parece que deberíamos pensar más en el lugar de ellos, desde el orígen. Y al pensar funcionalmente lo que ellos necesitan muchas veces creemos que necesitan cosas como nosotros, que en realidad es como imponerles nuestra cultura todo el tiempo…
Sin dejarlos afuera de lo que es el mundo real, me parece que tenemos que tratar de hacer proyectos donde nos involucremos, y que pensemos juntos el proyecto. No tanto desde un proyecto donde nosotros planteamos necesidades que muchas veces no las tienen.
L.V.: Me comentaste aquella vez, que la pintura te permitió salir de una enfermedad. Pero que eso había sido algo anterior a lo de la crisis económica del 2001, a la pérdida de tu fábrica, etc. Creo que no has hablado sobre esto en otras entrevistas. ¿Qué aprendiste en esa salida de la enfermedad por la pintura y por el psicoanálisis?
M.L.: Lo más importante que tiene para mí la enfermedad, es que nos enseña que somos muy vulnerables. Yo estuve postrado más de ciento veintiséis días, sin saber si iba a tener la posibilidad de volver a caminar. Tenía treinta años. Y eso me hizo reflexionar mucho sobre cómo quería vivir… Y viví de una manera muy intensa, incluso todavía sigo siendo denso en la forma en que vivo, porque hago todo con intensidad… en todo voy al extremo, pero me parece que eso es lo que nos enseña la enfermedad, que somos vulnerables. Que nos puede pasar cualquier cosa y por eso hay que vivir bien. Sobre todo, mi pensamiento es ese, que tenemos que vivir bien. Y vivir bien significa que cada uno buscará la forma de vivir que pueda.
L.V.: Esto último que decís me parece muy atinado. Me recuerda aquella definición freudiana que dice que la neurosis es vivir por encima de nuestras posibilidades (3). Decías también no sólo que el fracaso es positivo, sino que «la creación aparece cuando se atraviesa el error». Hablás siempre de lo fecundo de equivocarse, lo importante que es «aprender a construir a partir del error», o también de «convivir con el error…». Y lo estéril que puede ser, aquello que se llama la búsqueda del éxito, o la búsqueda de la perfección. Son reflexiones muy afines a lo que se descubre en un psicoanálisis, sin que esto quiera decir que un psicoanálisis convierte a cada uno en un artista, o que para ser artista haya que psicoanalizarse, lo que sería aun más absurdo. Ahora te pregunto: ¿Te detenés en tus lapsus, olvidos, etc.? ¿Qué es lo que te ha permitido aprender esa relación a lo que nosotros llamamos el inconsciente? ¿Vos haces terapia? -Como se dice vulgarmente-.
M.L.: Sí, claro. Sigo con mi análisis, y creo que sigo siendo una persona para analizar. Porque me analizo todo el tiempo, porque me gusta el análisis. Porque te hace crecer… Te hace saber quién sos, te hace preguntarte por tus miedos, por tus inseguridades. Y me parece que por más que muchas veces uno piense que a través de la pintura uno se refugia…
Creo que cuando uno le cuenta a otro eso que le pasa -eso que uno no sabe bien qué es- eso lo puede llevar a muchas partes o a muchos lugares, a descubrir partes de la personalidad que muchas veces no vemos de nosotros, me parece muy interesante… El análisis nos lleva a otro lugar, porque nos animamos a contar algo a alguien que muchas veces -si bien le tenemos confianza- no conocemos. Algo que no contaríamos a alguien que conocemos. Y eso me parece que nos ayuda a investigar un poco más sobre nosotros. Y eso esta bueno…
L.V.: Hay algo en lo que insistís en tus entrevistas. Algo que curiosamente va en la misma dirección que la tesis de Oscar Masotta: de lo que «se trata es de encontrar un lenguaje propio. Un lenguaje propio que sepa entrar en el lenguaje común». (2) Bueno; ahora ambos están vinculados de hecho como referentes de la cultura, ya que integran el libro de Claudia Di Leva, De pinceles y acuarelas. Patrimonio artístico argentino. Y Masotta insiste en algo que vos no decís, pero haces, que es desmarcarse todo el tiempo, un saber librarse de los rótulos, las categorías, las críticas ¿Es siempre posible desmarcarse, o el circuito del reconocimiento, el mercado del arte determina que se haga de la puesta en acto de tu deseo una marca más?
M.L.: Yo creo que cada artista va a tener que buscar su forma de comercializar su obra, porque de eso va a vivir. Es muy difícil en un país como el nuestro, donde muchas veces no está instalada en la cultura nuestra, consumir arte. Entonces por ahí hay veces que pensamos que, a través de una feria, un artista pueda vivir. Pero con una feria al año ningún artista puede vivir de su obra, un artista necesita trabajar todo el año, como cualquier trabajo.
Me parece también que tenemos que dejar de pensar en el arte como algo supremo y algo sublime. Me parece que nosotros tenemos que acercarnos más al público y tratar de formar consumidores de nuestra obra. Cada artista va a tener que trabajar para armar su propio mercado. Sus consumidores, sus coleccionistas… No existe en la Argentina un mercado de arte, ni tampoco existe un lugar donde se marque o se sugiera el precio de una obra de arte. Entonces es muy difícil vivir en la Argentina del arte en sí mismo, como objeto. Me parece que muchas veces los artistas vivimos de dar clases, vivimos de hacer art workshop [talleres de arte], de hacer otro tipo de trabajo, publicidades, diseño gráfico, murales… Otras actividades, no necesariamente en sí misma de nuestra obra.
L.V.: Muchas gracias Milo.
M.L.: Gracias a vos!
La entrevista termina abruptamente en lo literal porque fue hecha en partes y reconstruida a partir de fragmentos. Respuestas literales desgrabadas de preguntas hechas por WhatsApp. Diálogos telefónicos interrumpidos y retomados. Llamadas de él en dos oportunidades en que justamente trascribía este texto, en citas claves… Con los ruidos de una heladería, con sus hijos de fondo. A través de su secretaria, o tranquilamente en la media noche por más de una hora… Precedidas de dos encuentros casuales, uno de los cuales llegó luego de una muestra y pintada en vivo, con charla y diálogo con la gente, hecha de preguntas a él y al grupo de pintores con los que realiza el Club de la Pintura en MiramArt (proyecto compartido entre La Zona Urbana y la Fundación Torres AguÜero). Se sacó fotos y firmó desde las obras vendidas, hasta brazos y piernas de sus admiradores… Hasta que todos se fueron, y quedó sólo. Por decirlo de alguna manera… Solitario como puede ser el descanso de un guerrero. La pintura que nos dejó -de una figura algo humana- lleva en lo alto una palabra: «simple».
Mar del Plata, febrero 2018.
Notas:
(1) https://www.lanacion.com.ar/artistas-por-milo-lockett-t56699
(2) Dice Masotta: «En este sentido el arte pop no es ni un realismo de los objetos, ni un realismo de los contenidos. La única realidad aquí son los ‘lenguajes’, esto es: esos productos de la acción social, esos circuitos semánticos, esas reglas de restricciones y prohibiciones, que laten en el corazón de la vida social, que se llaman códigos y que rigen y determinan la vida individual. » (2004 [1967]:154) Oscar Masotta / Revolución en el Arte, compilado por Ana Longoni.
(3) “ÜberseineVerhältnis- seleben” significa “vivir por encima de sus posibilidades”. Freud utiliza esta expresión en varios momentos, en «Las resistencias contra el psicoanálisis» (1925), denuncia la hipocresía cultural. (Véase una forma de tratar este tema en “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico” Prefacio del historial de Schreber. Las consideraciones afines. Y el análisis que hace de la expresión Jacques Lacan en Posición del inconsciente.).