Lo real del síntoma
Psicoanalista. Miembro de la Red AAPP (Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas). Artículos escritos en las revistas Conceptual-Estudios de Psicoanálisis- y en Fri(x)iones- entre el psicoanálisis y la cultura- y en el libro Vidas Pulsionales. Bahía Blanca, Argentina.
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Mañana pueblerina, Zygmunt Kowalski, IG: @centenariokowalski
“El síntoma disfraza la pulsión, le presta su vestimenta”(1) frase con la que Enrique Acuña introduce su texto “Un traje a medida” y que remite a una definición del síntoma que enfatiza su costado pulsional. Freud, en Inhibición síntoma y angustia tras su viraje de los años ‘20 -con el Más allá del principio del placer, la reacción terapéutica negativa y la compulsión de repetición-, se aparta del síntoma parlanchín de los comienzos de su enseñanza para explicar por qué éste insiste, perdura y resiste al desciframiento.
Es la hora para Freud de una explicación económica de los procesos anímicos. A esta altura de sus teorizaciones presenta al síntoma en la serie de la angustia y la inhibición; no ya entre el chiste, el lapsus y el acto fallido donde se apunta al sentido reprimido de esas formaciones del inconsciente sino donde se privilegia la vertiente de satisfacción libidinal en juego. Ya en el segundo apartado de Inhibición síntoma y angustia lo define como: “…indicio y sustituto de una satisfacción pulsional interceptada, es un resultado del proceso represivo” (2).
En Más allá del principio del placer, explica que ciertas pulsiones se muestran por sus metas inconciliables para el yo y que por obra de la represión son segregadas, se les corta la posibilidad de alcanzar la satisfacción, procurándose por ciertos rodeos una satisfacción sustitutiva, que es sentida como displacer. Si bien en este texto dice Freud que aún no son inteligibles los detalles del proceso represivo por los que un placer se muda en displacer -de los que sí da cuenta en Inhibición, síntoma y angustia con la señal de displacer que inicia el proceso represivo-, sin embargo, ya afirma allí que “todo displacer neurótico es de esta índole, un placer que no puede ser sentido como tal” (3), es un displacer cuya existencia contradice, destrona al principio del placer que se afana por mantener lo más baja o lo más constante posible la cantidad de excitación en el aparato psíquico.
En El partenaire-síntoma, curso dictado por Miller en 1997-1998, en el cuarto capítulo titulado “Síntoma y pulsión” afirma que el síntoma ofrece a la pulsión, en cortocircuito, Otra satisfacción. Es una satisfacción pulsional que se presenta como displacer, por lo que en Inhibición, síntoma y angustia estamos ante la paradoja de la satisfacción de la que habla Lacan y es de esta paradoja de donde surge el término goce. Miller plantea que se vuelve necesario el término goce porque ya no se trata de la oposición placer-displacer sino que describe un placer que no se conoce a sí mismo, un placer que no puede ser sentido como tal pero que sin embargo satisface de alguna manera. Lo que justifica el termino goce es esta conjunción de satisfacción-displacer.
Se lee en Freud que por obra de la represión la moción pulsional encuentra un sustituto, “…pero uno harto mutilado, desplazado, inhibido. Ya no es reconocible como satisfacción. Y si ese sustituto llega a consumarse, no se produce ninguna sensación de placer; en cambio de ello tal consumación ha cobrado el carácter de compulsión” (4). Subrayo aquí el carácter de compulsión porque en Inhibición, síntoma y angustia la pulsión exige. En todo momento Freud habla de las exigencias pulsionales, del rasgo de empuje constante de la pulsión que no cesa, una exigencia que dura. Hasta hablar al final de este mismo texto de compulsión de repetición del ello inconsciente en relación con la persistencia del síntoma.
Para Freud la pulsión reprimida nunca cesa de aspirar a su satisfacción plena, que consistiría en la repetición de una vivencia primaria de satisfacción y todas las formaciones sustitutivas y todas las sublimaciones son insuficientes para cancelar su tensión acuciante. La pulsión escapa a toda influencia y la represión no alcanza para hacer callar esa exigencia. Hay un retorno del goce bajo la forma del síntoma y es a este resto persistente al que Lacan designó ‘a’ minúscula como un elemento que permanece inasimilable e irreductible al principio del placer. Un elemento que la homeostasis del funcionamiento psíquico no alcanza a reabsorber, un sustituto de la exigencia de la pulsión, un goce sintomático de la pulsión.
Tras la defensa contra la moción pulsional se instaura, dice Freud, una lucha defensiva ahora secundaria del yo contra el síntoma por la que procura cancelar la ajenidad y extraterritorialidad del mismo al intentar incorporarlo a su organización: “(…) el síntoma ya está ahí y no puede ser eliminado; ahora se impone avenirse a esta situación y sacarle la mayor ventaja posible” (5). Por ello, agrega que en la experiencia analítica estas ligazones de reconciliación entre el yo y el síntoma no resultan fácil soltarlas, despegarlas.
Por un lado esa lucha del yo contra el síntoma consiste en oponerse, quejarse y tratar de reducirlo y, por otro, por ejemplo en las neurosis obsesivas. hacerse amigo del síntoma al punto no querer separase de él. Es en este vector de la neurosis obsesiva donde surge el síntoma como modo de satisfacción, y que orienta todo el texto de Inhibición, síntoma y angustia hasta llegar a afirmar que por más doloroso que sea ese síntoma es un modo de goce, quedando el yo reducido y limitado a encontrar satisfacciones allí.
El sujeto siempre es feliz -dice Lacan en Televisión- y esa felicidad puede ser una felicidad en el sufrimiento. Ahí el síntoma no es un conflicto, no es lo que perturba sino un modo de funcionar, un arreglo. El sujeto se presenta con un sufrimiento y la finalidad del análisis será disminuir el precio del sufrimiento que se debe pagar para acceder a una satisfacción libidinal. Si al inicio de la experiencia se puede interpretar que se trata de un “gozás de tu síntoma” hacia el final de la misma hay un nuevo arreglo con el goce, uno menos costoso para el sujeto.
En términos de Miller, el síntoma no se franquea ni se puede hacer caer como con las identificaciones, se debe vivir con él, es el síntoma-partenaire, aquello con lo que hay que vivir. El recorrido de un análisis debería permitir un saber hacer con eso, un saber arreglárselas con eso. Enrique Acuña dice que se trata de un saber usar la vestimenta justa para vivir la pulsión, de saber orientarse por lo real mudo que se capta en el límite de las vueltas dichas.
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* Trabajo presentado en ocasión de las VII Jornadas Anuales de la Red de Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas (AAPP): “La experiencia analítica -un traje a medida-”, Posadas, 15 y 16 de setiembre de 2023
Notas:
1- Acuña, Enrique: “Un traje a medida”
2- Freud, Sigmund: Inhibición, síntoma y angustia, pág. 87
3- Freud, Sigmund: Mas allá del principio del placer, pág. 10
4- Freud, Sigmund: Inhibición, síntoma y angustia, pág. 90
5- Ibid, pág. 95
Bibliografía:
– Acuña, Enrique: “Un traje a medida” en https://seminarioenriqueacuna.wordpress.com/2020/09/07/un-traje-a-medida/ – Acuña, Enrique: Resonancia y silencio –Psicoanálisis y otras poéticas, Edulp, La Plata 2009
– Freud, Sigmund: “Inhibición, síntoma y angustia”, en Obras completas. Amorrortu editores, tomo XX, Buenos aires, 2008
– Freud, SIgmund: “Más allá del principio del placer” en Obras completas, Amorrortu editores, Tomo Buenos Aires, 1993
– Lacan, Jacques: “Televisión” en Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012
– Miller Jacques-Alain: El partenaire-síntoma, Paidós, Buenos Aires, 2008