Lenguaje, ¿inclusivo?
Lic. en Psicología por UNLP. Miembro de la Asociación de Psicoanálisis de La Plata y del Centro Psicoanalítico de Tres Arroyos (CPTA). Docente del curso anual “Las angustias de la época” (CPTA). Corresponsal de la revista Conceptual-estudios de psicoanálisis- en tres Arroyos. Miembro de la red AAPP (Red de Asociaciones analíticas y Publicaciones periódicas). Miembro del Comité Editorial de Analytica del Sur- Psicoanálisis y crítica.
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“La búsqueda de una realidad verdadera, para representar el deseo se balancea entre la inclusión y la exclusión del sujeto en un conjunto fundado, a su vez, sobre la piedra de lo indecible. Un ejemplo es que un dicho tal como ‘Pertenezco a esta comunidad’ es seguido al unísono por un efecto de segregación”. Con estas palabras comienza el texto “Políticas: del híbrido al capitalista y retornos”, de Enrique Acuña que podemos encontrar en Resonancia y silencio. Y será este movimiento bascular el que intentaremos ubicar a partir de pensar el llamado «lenguaje inclusivo», tan en boga en estos tiempos.
Oscar Masotta durante el happening El helicóptero, 1967.
© Cloe Masotta y Susana Lijtmaer
Freud en «Psicología de las masas y análisis del yo» plantea que para el psicoanálisis no hay diferencia entre la psicología individual y la colectiva. Su argumento se basa en el concepto de identificación, que es un mecanismo que él descubre en la psicología individual, pero que, por su estructura, supone un vínculo con el Otro. La estructura misma de la identificación es colectiva, implica la transición de las identificaciones individuales a lo colectivo, en el sentido de lo social, y a partir de lo que puede pensar el Ideal. Ideal que constituye un dispositivo que promueve la identificación del sujeto a partir de una serie de rasgos determinados que cobran valor en un contexto discursivo dado.
Encontramos dos modos de identificación descriptos por Freud: uno vertical, con el líder y otro horizontal, entre los yoes donde ambas funcionan como condición para la conformación de la masa. Podemos pensar que estas identificaciones ideales intentan orientar el deseo del sujeto sometiéndolo a lo que sería una finalidad valorada socialmente. El sujeto deseará en conformidad con una serie de elementos extraídos de un discurso que se comparte con una comunidad, subsumiendo su deseo individual a aquello que debe ser alcanzado. Punto donde se puede pensar el síntoma en el reverso, dado que es aquello que va al lugar de cierto fracaso de ese Ideal.
Síntoma e Ideal, constituyen dos caras de la misma moneda, por lo que los síntomas acaban adoptando, en su estructura, en su forma y en su contenido, algo de los ideales que están en juego en cada momento histórico en una sociedad. Los síntomas presentan así, una envoltura determinada por el código y el uso social. Entendemos que cada época produce ciertas subjetividades determinando los modos de sufrir, de decir y la puesta en forma de las demandas.
El lenguaje inclusivo pensado como síntoma social lleva la marca de la época, rechazo a la tradición, rechazo al género pre-concebido y a la distribución binaria del goce sexual.
En “Estudios de género y psicoanálisis. Disolución de los binarios de género? en la revista Conceptual Estudios de psicoanálisis– Nº3, Fátima Alemán retoma a Judith Butler quien cuestiona la categoría de género entendida como una construcción social que se agrega a la identidad sexual estableciendo una teoría performativa de género que implica sostener que los individuos adquieren su género por lo que hacen, por su actuación, por sus prácticas. En los 90 surge el concepto queer que “comprende todas aquellas formas opuestas a la normativa sexual dominante, rebeldes en relación a la corrección política y hasta para con el discurso oficial de los movimientos de los derechos civiles de gays y lesbianas”.
Sandro Ulloa en “Los feminismos y la teoría queer para la Argentina de hoy” publicado en la revista virtual Analytica del Sur –Psicoanálisis y crítica Nº3 retomando la teoría queer, dirá que es un símbolo de identidad política que permite la lucha activa; así “queer” deja de ser “lo raro”, “lo perverso”, “lo degenerado” para pasar a convertirse en un enunciado de cuerpos, sexualidad y subjetividades que quieren decir algo y que, en definitiva, quieren su lugar social como agentes de derecho y el lenguaje se ha constituido en una de las vías para lograrlo.
El debate sobre el lenguaje inclusivo se origina con el feminismo y la militancia LGBT. El reclamo por su adopción pasó por varias etapas. Primero, para visibilizar la universalización del genérico masculino como una construcción política funcional a los fines de la dominación patriarcal y del capitalismo; si entendemos que la lucha de género no puede concebirse por fuera de la lucha de clases.
El “todos y todas” fue la primera forma de intentar salvar la “invisibilización” de la mujer que, según muchas posiciones, produce el genérico “todos”. Pero esta fórmula no rompía con la clasificación binaria de los géneros. Le siguieron el signo de arroba y la letra equis para indicar que no sólo se aludía al género masculino o femenino, sino a la totalidad de los géneros posibles. El hecho es que esas opciones resultaban impronunciables. Luego vino la incorporación de la letra “e”, que hace tiempo irrumpió en el discurso público, tal vez con más fuerza entre jóvenes y adolescentes, para quebrar a una lengua que parece haberse construido sobre las bases de la hetero-norma. Se escuchan así formas inhabituales para el español como les chiques, todes o les cuerpes. Entonces @, X o E, son marcas de la escritura que inscriben políticamente una voluntad de transformación e incitan a romper los términos de una convención bicategorial (mujer-varón). Las críticas se escuchan en aquellos (RAE, o parte del pueblo) que bregan por la restitución del “verdadero lenguaje español”, que se ha constituido en un acto político como “neutro”; mientras que hoy es pensado como aquel que se encargó de ocultar la desigualdad.
Si desde el psicoanálisis se trata de hacer una lectura crítica de lo que en la cultura hay de sintomático, podemos pensar que la cuestión del género en las lenguas es la creación que da lugar a invenciones y transformaciones, es decir la producción de un síntoma del lenguaje.
El lenguaje es un ámbito de disputa que ha servido como punto de partida, para disparar los debates actuales sobre feminismo, patriarcado, opresión de género e identidades diversas, permitiendo un tipo de reflexión que antes no había, constituyendo demandas sociales que van a representar de alguna manera a cada uno de los que están en esa masa, en términos de un grupo que reivindica o pide tal cosa. Es decir, apuntan a incluir un sujeto de derecho.
Enrique Acuña en su curso de este año- «Ex-sistencia del inconsciente -identidad, identificación, vacío»- planteaba que con respecto al problema de las demandas sociales, es cierto que muchas veces anulan al individuo, pero a la vez lo capitalizan, lo ubicann y le da un espacio, una pertenencia a un movimiento, a una determinada reivindicación, a un derecho; pero desde el psicoanálisis apuntamos a captar a cada uno para saber sobre el deseo inconsciente que habita a ese sujeto. Extraer al individuo de la masa y producir un sujeto del inconsciente pues dentro de ese grupo cada uno tiene también su propia demanda pulsional, y su posición de goce que no entran en el Todes.
Podemos pensar que en el mismo momento que se supone el éxito de la inclusión, algo cae quedando segregado de esa unificación de masas, dado que por el lenguaje no podemos identificarnos a un todo, la pulsión de cada uno hace excepción a ese intento de unificación. Hay un resto que no es absorbido por los discursos, un ejemplo de esto son las maneras de nombrar las diferentes prácticas sexuales con la sigla LGTB (lesbianas, gays, trans, bisexuales) a la que luego se le agrega IQAP + (intersexuales, queer, questioning, asexuales, pansexuales y +…) y así cada vez surgen más variaciones de las diferentes identidades sexuales, de los semblantes. Es decir, algo de la sexualidad que siempre escapa y busca nuevas maneras de nombrarse dando cuenta de la no proporción sexual, la no relación sexual en términos de Lacan por lo que ya no se trata entonces de identidad sexual basada en prácticas sexuales, sino de posiciones, femenina o masculina independientemente que se trate de un hombre o una mujer.
Decía Fátima Aleman en el artículo mencionado que “Hombre y mujer son identificaciones precarias e inestables con rasgos significantes que se ponen en juego en cada encuentro con el goce sexual y es en ese punto que cada uno se autoriza de acuerdo a su modo de gozar.” Punto donde se puede pensar que algo del sujeto queda excluido de cualquiera de los nombres que brinda lo social y por lo tanto de la imaginarización de un posible lenguaje que incluya todas las diferencias.
Bibliografía:
• Acuña, Enrique: Resonancia y silencio. Psicoanálisis y otras poéticas, Ed Edulp, La Plata, 2009.
• Ídem: Curso “Ex sistencia del inconsciente –identidad, identificación, vacío»- Dictado en CABA, 2018.
• Alemán, Fátima: “Estudios de género y psicoanálisis. Disolución de los binarios de género”, en Conceptual -Estudios de Psicoanálisis, Año 2, Nº3, octubre 2003, publicación de la APLP.
• Alemán, Jorge: Horizonte neoliberales en la subjetividad, Ed. Grama, Bs. As., 2006.
• Freud, Sigmund: «Psicología de las masas y análisis del yo», tomo18, Ed Amorrortu, 1992.
• Ulloa, Sandro: “Los feminismos y la teoría queer para la Argentina de hoy”, en Analytica del Sur -Psicoanálisis y crítica, publicación virtual de la Red AAPP, julio de 2015, www.analyticadelsur.com.ar