Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 12 • Diciembre de 2022 •

dominancias
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El duro deseo de despertar

En el desierto de la ciencia, entonces, el psicoanálisis es una nueva poética.


Resonancia y silencio, Enrique Acuña
María Fátima Alemán

María Fátima Alemán: Coordinadora del Seminario anual de Pragma 2024 y miembro del Consejo de Enseñanzas del Instituto Pragma-APLP. Miembro del Consejo de la Red AAPP. Docente de la Facultad de Psicología (UNLP). Miembro de la EOL y de la AMP. Autora de artículos en libros y revistas de psicoanálisis.

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Este título es una frase que extraigo del libro de J.- A. Miller El deseo de Lacan, que corresponde al Seminario dictado por él en Brasil en el año1991, y citado por Germán García en el Prefacio: “Miller dirá que el deseo -en esto sigue a Freud- es un deseo de dormir, pero que Lacan define como el deseo del analista como un deseo de despertar. Deseo de despertar de cada uno, inspirar en el analizante el duro deseo de despertar que no tiene nada de natural, que es incluso contra natura”.

 

Fotografía: Carolina Sanguinetti; @hornero.urbano

 

En este Seminario Miller aclara que “en su origen el deseo del analista es la objeción hecha por Lacan al deseo de Freud”. El deseo freudiano es culpable en el sentido de lo reprimido, pues cae bajo la barra de la censura. El deseo es algo no dicho y a su vez cifrado, por eso se sitúa en el campo del lenguaje, en el nivel del significado y se concibe bajo el estatuto de la metonimia (como aparece en el texto de Lacan, Instancia de la letra). El deseo del analista es un deseo depurado por la experiencia del analizante, es el producto de un análisis cuando se trasmuta en causa analítica que sabemos no siempre sucede. Si pensamos que el fin de análisis no es solo el arreglo frente a la castración (SȺ) sino un “saber hacer” con lo incurable del síntoma (sinthome), la pregunta “¿qué significa eso?”, pregunta de la demanda significante, se modifica por la pregunta “qué soy yo en lo que digo?”. Se trata entonces del pasaje del deseo a la pulsión, del querer decir al querer gozar, de la infelicidad nostálgica del deseo a la felicidad incómoda de la pulsión.

Por eso Miller advierte que “el deseo del analista sería del deseo de un sujeto que no está más preocupado y encarcelado por la pregunta “¿qué quiere decir eso?”. Si el analista existe (cada vez) sería el ser hablante capaz de hablar sin pedir (el acuerdo del analizante), la formula perfecta de la interpretación, aunque la interpretación sea un pedido de respuesta a la pregunta “¿qué quieres tú?”. Esta pregunta que vehicula el deseo del analista tiene que ver con el saber, pues el deseo y el no-saber están íntimamente conectados. Continua Miller: “No hay deseo sino en relación con el no-saber (la represión). La represión es el deseo de no saber y a su vez el deseo es siempre deseo de no saber”. El sueño ejemplifica muy bien este costado depreciativo del deseo. En la Interpretación de los sueños Freud lo muestra con el análisis de la pesadilla, el sueño que nos despierta a pesar nuestro. El deseo más auténtico es el “deseo de dormir”, por ello el deseo del analista es una excepción a este deseo: es el deseo de despertar, aunque sea duro, es el deseo de alcanzar lo real. El deseo del analista como deseo de saber no es ninguna erudición, no es saber en términos de conocimiento más allá de la formación del analista en la teoría psicoanalitica. Es el deseo de despertar, de despertar al Otro, de despertarse del deseo como deseo del Otro.

Hay otro costado interesante que plantea Miller en este seminario que es la cercanía entre el deseo como deseo de dormir y el modelo del fantasma neurótico. El fantasma puede leerse como un sueño diurno, en la lógica del dormir. Por ello lo que seria el atravesamiento del fantasma propuesto por Lacan en una cura analítica es la dirección del despertar del deseo. Hace falta que alguien oficie de despertador, en este caso el analista, para que en el analizante ceda su deseo de dormir o de no-saber. El deseo del analista como deseo de saber seria entonces un deseo de acuerdo a la voluntad de goce, como infracción a la ley del deseo.

En la publicación Scilicet El sueño. Su interpretación y su uso en la cura lacaniana (2020) se publica un texto de Miller de 1979, titulado “Despertar”. Allí encontramos algunas afirmaciones similares sobre el deseo del analista como deseo de despertar y una definición del despertar muy interesante que dice así: “uno de los nombres de lo real en tanto que imposible”. Sabemos que lo imposible como categoría de la lógica modal no implica el sentido común, sino lo imposible como motor de lo posible. Entonces, si el despertar es uno de los modos de definir la acción analítica en el registro de lo real, un ejemplo evidente es la concepción lacaniana de las sesiones breves. La razón de la brevedad o de la ruptura con el cronos de la sesión clásica de 50’ obedece a ese duro despertar: se trata de inspirar en el analizante algo de impaciencia, “se trata de que el sujeto no se satisfaga -tan deprisa- con el psicoanálisis, cuya pendiente, si no es contrariada, conduce directamente al placer”.

¿De qué nos sirve esta distinción entre el despertar y el dormir para la práctica del psicoanálisis? Nos sirve para repensar la tendencia conocida en un dispositivo de la palabra y la escucha como es el psicoanálisis (y la psicoterapia) que la pareja analítica “se duerme”, se adormece en la rutina y el ritual semanal (“auto-ri(tuali)zar” como dice Lacan en la Nota italiana) y más si transita solo por los carriles de la transferencia y la contratransferencia. “La práctica analítica conlleva intrínsecamente un automaton debido al propio dispositivo, a su funcionamiento, al retorno invariable de lo que se llama sesión, al placer propio de la asociación libre, placer que enmascara (o anula) la pura perdida que angustiaría al paciente utilitarista”. El deseo de despertar entonces es el deseo del analista en tanto no se identifica con el sujeto supuesto saber, o sea, con lo que sólo es efecto de sentido (por la posibilidad de la interpretación) sino en tanto que da pruebas de su presencia, “presencia del analista”, como dice Lacan en su Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales.

En otro texto milleriano “El pase del psicoanálisis y el deseo de saber” (publicado en el libro Cómo terminan los análisis. Paradojas del pase) encontramos algunas otras coordenadas para pensar el deseo del analista como deseo de saber inédito, ya que el saber en el psicoanálisis se define de un modo particular. No se trata del saber de la ciencia, como lo muestra Lacan en La ciencia y la verdad, es decir, bajo el axioma “hay saber en lo real” y cuyo paradigma es la ciencia en la definición de Galileo (el ser es matemático). En contraposición al axioma científico, el psicoanálisis propone el axioma “no hay relación sexual”, es decir, el saber que introduce el sexo en el ser hablante no es un saber numérico (matemático) sino que se expresa por el significante, el inconsciente no es un saber en lo real sino un saber supuesto (en el texto, en lo simbólico). El saber que opera en el psicoanálisis es una “significación de saber”: el analista opera no sabiendo, ubicándose a nivel de la pura significación de saber (una nada de saber).

Hay entonces una la paradoja del deseo de saber: “siendo efecto de la ciencia, ese deseo sin embargo no es conforme al deseo científico. Lo que Lacan califica como deseo de saber, no debe confundirse con el deseo del saber científico, y tampoco con el deseo de no saber que es el estilo propio de la docta ignorancia. Es el problema -definir ese deseo de saber, inédito, que encuentra su fuente en el saber científico sin por ello confundirse con él, y que atraviesa la docta ignorancia, para llegar a esta practica extraña que se llama psicoanálisis-.” Es la vertiente que propone Lacan en su Nota italiana cuando aclara que el analista aloja otro saber (no el científico) pero debe tener en cuenta que su operación es efecto del “saber en lo real”. ¿Cómo se demuestra esta inversión? Se trata del “clamor de una pretendida humanidad para quien el saber no está hecho porque ella no lo desea”. El humanismo como movimiento nacido de la neutralidad científica, denuncia que el saber científico es la condición de posibilidad de “ser un desecho de la susodicha humanidad”. El deseo del analista como deseo inédito es justamente saber operar con el desecho (encarnado en el objeto a) de la humanidad que no es sino otra cosa que el desecho de la docta ignorancia. Por eso Miller deja entrever que “el analista no es solo el desecho de la ciencia y de la docta ignorancia, es también el desecho del modelo freudiano del psicoanálisis, que tropieza con lo infinito del psicoanálisis”. El deseo del analista como deseo de despertar debe funcionar también en relación con la transferencia de trabajo que sostiene los grupos analíticos y la Escuela misma. En la comunidad analítica también existe la vertiente del sueño que adormece en el automaton de las urgencias de la burocracia. El deseo como tyche-despertar se vuelve imprescindible para la supervivencia de la causa analítica en un mundo incierto y utilitario.

 

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Texto presentado en las XVII Jornadas anuales de APM “El psicoanálisis como deseo inédito -la ignorancia y otras pasiones-”. 12/11/22.

Bibliografía:

– Lacan, J. “Nota italiana”. Otros Escritos. Buenos Aires: Paidós. (2012)

– Miller, J.-A. Seminario El deseo de Lacan. Buenos Aires: Atuel-Anáfora. (1997)

– Miller, J.-A. Cómo terminan los análisis. Paradojas del pase. Buenos Aires: Grama (2022)

– AAVV Scilicet. El sueño. Su interpretación y su uso en la cura lacaniana. Buenos Aires: Paidós (2020)

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