Actualidad clínica de la inhibición, el carácter y el síntoma
María Fátima Alemán: Coordinadora del Seminario anual de Pragma 2024 y miembro del Consejo de Enseñanzas del Instituto Pragma-APLP. Miembro del Consejo de la Red AAPP. Docente de la Facultad de Psicología (UNLP). Miembro de la EOL y de la AMP. Autora de artículos en libros y revistas de psicoanálisis.
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Ilustración: Sara Bosoer, IG: @srbsr_aoe
La propuesta del Seminario del año 2024 del Instituto Pragma-APLP, titulado “Arreglos y desarreglos frente al malvivir”, abordó en dos partes la actualidad clínica de la inhibición, el carácter y el síntoma, y la actualidad clínica de la sublimación, el fantasma y el sinthome. La idea fue interrogarnos sobre los arreglos y desarreglos posibles frente a lo que Freud llamó el “malestar en la cultura” y que J.-C. Milner rebautizó (vía la enseñanza de J. Lacan) el “malvivir” como un estilo de vida que trasciende el phatos.
De este modo pudimos pensar a lo largo del año las presentaciones actuales del malvivir desde su envoltura formal (lo que varía) y desde el núcleo duro de la satisfacción pulsional (lo que perdura). Si decimos con Freud que el síntoma tiene una doble cara, la de ser un conflicto y al mismo tiempo una solución, los otros nombres posibles frente al malvivir -carácter, inhibición, sublimación, compulsión, sinthome– también se encuadran en dicha dialéctica. Hoy en día, las consultas en el ámbito psi, no se presentan necesariamente por el lado de los síntomas clásicos como son las obsesiones, los síntomas conversivos o las fobias. Muchas veces lo que aparece es una inhibición que impide la vida cotidiana, conductas sintomáticas adictivas que no tienen límite, presentaciones caracteriales (yo soy así) que solo generan quejas del Otro y no del sujeto que habla, o vacilaciones fantasmáticas a partir de las vicisitudes de la vida amorosa y del lazo con el Otro.
Retomando el texto de 1930, El malestar en la cultura, encontramos que Freud diferencia el psicoanálisis de otras terapéuticas, porque sostiene que los síntomas deben ser investigados a partir de lo que propicia la cultura de una época, definiendo a la cultura como un conjunto de normas, ideales y objetos de consumo que regulan manifiestamente la vida en común y en forma latente la relación que el sujeto tiene con la pulsión. Lacan, en su lectura de los textos freudianos, amplia el análisis del malestar poniendo en foco la incidencia del lenguaje en la matriz de la cultura. El ser humano es un ser de lenguaje, es un “ser hablante” que gracias a las palabras que nombran el mundo, alcanza un dominio aparente sobre la naturaleza al mismo tiempo que pierde el acceso a la Cosa, aquel goce mítico de lo que Freud llama en su Proyecto para neurólogos la “experiencia de satisfacción”. De allí que la felicidad humana se defina desde el psicoanálisis como un estado efímero, absolutamente contingente, que responde al orden de lo imposible. Lacan, yendo un paso más, dirá en su texto Televisión que el sujeto siempre es feliz en la pulsión, lo cual es paradojal porque sabemos que vivir en la pulsión puede llevar a lo peor. En todo caso, la renuncia a la satisfacción pulsional que conlleva la vida civilizada no impide que existan arreglos posibles donde se obtenga cierta satisfacción sustitutiva. Son los recursos freudianos, los denominados quitapenas: los calmantes-tóxicos, las terapéuticas corporales orientales como el yoga, la religión de masas, el escape en la fantasía o el delirio, el amor-pasión, la sublimación en el arte y la belleza y, finalmente, el síntoma como refugio en la neurosis.
Haciendo un salto en el tiempo, Milner presenta la compleja situación de las prácticas psi que dan respuesta al malvivir, ante el intento de ser reguladas por la “ideología de la evaluación” (Miller & Milner ¿Quiere Ud. ser evaluado? Conversaciones sobre una máquina de la impostura, 2004). El contexto es también la publicación de El libro negro del psicoanálisis. Vivir, pensar y estar mejor (Borch-Jacobsen y otros, 2004) donde se promueven las terapéuticas científicas -conductivo-comportamentales y farmacológicas- denostando al psicoanálisis y sugiriendo su finitud. La ideología de la evaluación, junto al paradigma del problema-solución y la equivalencia jurídica-financiera, ponen en riesgo la legitimidad de las practicas psi aduciendo los parámetros de la eficacia estadística y el costo-beneficio del mercado. Como dice Eric Laurent, la evaluación terminó siendo un verdadero síntoma-estrago, porque detrás de la supuesta cientificidad lo que verdaderamente importa es el consentimiento “a ser evaluado” en la grilla que impone el mercado de la salud mental.
Además, el avance del término trastorno en reemplazo del síntoma (médico-psicoanalítico) intenta mostrar que el desorden es sólo desadaptación y que la función del arreglo de cada uno con su síntoma no tiene ningún valor en sí mismo. El manual del DSM, en la clasificación infinita e imposible, hace de la inhibición un “trastorno por déficit de atención”, del carácter un “trastorno de la personalidad” o del síntoma obsesivo un sintagma TOC, transformando al sujeto del malvivir en un cliente potencial (usuario) que sólo cuenta por consentir identificarse con la etiqueta que le brinda un nombre pero que no le aporta ninguna clave sobre la causa y la posible transformación de su malvivir.
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*Reseña de la primera clase del Seminario anual “Arreglos y desarreglos frente al malvivir. Actualidad clínica de la inhibición, el carácter y el síntoma. 3/4/24. Agradezco las notas de Guillerma Chañi.