Extimidad e intimación de la pulsión
Miembro de la Asociación de Psicoanálisis de La Plata. Docente del Instituto de Enseñanza e Investigación en Psicoanálisis de la APLP: PRAGMA Clínica y Crítica, y dicta el Seminario “El camino del análisis: De la interpretación a la escritura”. Publicó los libros La clínica analítica y las referencias (1998), y Pasión y encanto en la experiencia analítica (2010), entre otros textos.-
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Un afecto que no engaña
Para el psicoanálisis la angustia no es solo un afecto que no engaña, tampoco es un afecto del que hay que desembarazarse porque tiene una función; es un puente que conduce a otro lugar, es una estación de paso obligado del goce al deseo. Tal como la introduce Lacan en su seminario La angustia.
Conceptualizarla de este modo implica introducir una versión diferente de la que plantean otros que la confunden con el miedo, el pánico o el terror, o la eclipsan tras algunas categorías -ataque de pánico por ejemplo-que van cambiando según la conveniencia de la clasificación del DSM.
Plantear que la angustia lacaniana no es un trastorno, un disfuncionamiento y que tiene como destino ser captada por el síntoma, es introducir una nueva concepción y al mismo tiempo, una nueva forma de “tratarla”.
En las dos versiones de la angustia más destacadas por Freud (como «libido trasmudada» y como «señal de peligro») se vislumbra una nueva concepción del espacio que pone en juego otras relaciones -que las habituales euclidianas- entre interior/exterior, propio/ajeno, e íntimo/extraño. Se trata en ella de la irrupción de lo más íntimo como extraño, de un peligro interior experimentado como exterior, del surgimiento de lo propio como ajeno, de lo excluido en el interior: son estas las expresiones que emplea para describir la “aparición” de este fenómeno de la angustia. Por ejemplo en las Conferencias de introducción al psicoanálisis de 1916, afirma que la libido es un «peligro interno» que el sujeto experimenta como externo.
Respecto del objeto, cuando Freud se refiere al semejante como objeto exterior, -emplea el término objekt, que deriva de gegenstand como “objeto compuesto por el adverbio gegen” que significa «en contra de, alrededor de, hacia» y por el pretérito stand cuyo infinitivo es stehen que significa «estar ubicado». El gegenstand analizado así en su composición, significa estar ubicado en frente de, alrededor de, fuera. Esta versión introduce una discontinuidad interior/exterior. Ya que el objeto está en el exterior. En cambio cuando se refiere al objeto del deseo, al de la causa del deseo, emplea la expresión das Ding, enfatizando que está fuera del alcance de la subjetivación sin estar fuera del sujeto como el anterior.
Jacques Lacan se desplaza de la idea que la angustia no tiene objeto –exterior– en el Seminario Las relaciones de objeto, a la de que sí lo tiene en el Seminario La angustia, pasando por la versión del objeto das ding en el seminario La ética del psicoanálisis al definirlo como lo más externo al sujeto estando no obstante en el núcleo, como un interior excluido o exterior incluido. Subraya así una nueva versión que cuestiona el binomio interior/exterior en el que se apoya la primer idea del Seminario 4. Es una nueva versión que implica que un objeto puede estar en el interior del sujeto y no necesariamente afuera como supone la concepción euclideana del espacio apoyada en la acepción del objeto “gegenstand” como “lo contrapuesto” al sujeto.
Es decir que tanto las versiones de Freud como de Lacan de la angustia, están sustentadas en una topología del objeto que se apoya en la continuidad y no en la ruptura entre esos binomios interior/exterior, propio/ajeno o íntimo/extraño.
Cuando en su primera teoría de la angustia, Freud plantea que esta es el resultado de la irrupción de la libido “no tramitada psíquicamente” y que implica un peligro que viene del interior, presenta dos planteos que introducen dos problemas: que eso que irrumpe como ajeno proviene del corazón más íntimo del sujeto, y que al presentarse como extraño, agujerea el campo semántico del sujeto: lo llama “lo no tramitable psíquicamente”. Liga así la angustia al agujero del cosmos simbólico que está en el interior mismo del sujeto.
Controversias topológicas
En la conferencia pronunciada en Asunción-Paraguay en 2011 que llevó por título «Extrañeza y extimidad” (1) Enrique Acuña afirmaba que en la versión de «lo ominoso» como inquietante extrañeza, -según la traducción de la palabra alemana unheimlich que condensa el prefijo “un” (negación) con la referencia a lo familiar-, la palabra unheimlich es la negación de lo familiar pero mantiene su significación de una “extraña intimidad”; figura lingüística del oxímoron lo que mantiene la antinomia.
Más adelante sostenía respecto de la relación entre angustia y pulsión que: “el mejor nombre para la pulsión, es su carácter de exilio interior, donde ya nada es de uno, sin embargo es la casa de uno”. Subraya así una doble paradoja: el sujeto está exiliado en su interior, y en su casa en el Otro donde nada es de uno.
Algunas preguntas a partir de esta doble paradoja: si nada es de uno ¿cómo distinguimos lo propio de lo ajeno, qué frontera entre lo de uno y lo del Otro si la casa de uno (heim) está en el Otro?
Entonces, ¿cómo definir ese efecto de angustia ante la irrupción de lo propio “que se vuelve ajeno”? Si repensamos lo propio/lo ajeno, lo íntimo, lo interior-exterior, ¿cuál es la extraña intimidad ante la que surge la angustia?
Freud hablaba de lo reprimido como lo propio del sujeto que retorna como ajeno, como si lo reprimido fuera lo más íntimo y propio del sujeto que emerge y retorna como extraño… Nueva paradoja si consideramos que la represión no retorna del pasado sino que viene del futuro, y lo reprimido es exterior al sujeto y no necesariamente se identifica con lo interior-íntimo.
¿Qué define lo íntimo-interior propio que retorna como exterior- ajeno, sino es lo reprimido que retorna?
La intimación de la pulsión y el agujero en el mundo
Jacques-Alain Miller en su curso Extimidad se desplaza del análisis del término íntimo al de intimidad pasando por el de intimación. Afirma que lo íntimo es lo profundamente interior y se refiere según el diccionario Robert, “al encanto de un lugar donde uno se siente como en su casa liberado del mundo exterior”. Es lo más profundo del ser ligado a su esencia, algo secreto, profundo e impenetrable.
Lo íntimo supone lo cálido y lo íntimo son sinónimos. Del lado de lo íntimo está el interior más personal, lo cerrado y lo profundo. Afirma por otro lado que el verbo intimar precedió al sustantivo y que es exactamente su contrario ya que intimar es “hacer comparecer ante un tribunal, es citar a declarar ante otro, es invitar a dar a conocer”. Se trata de una función intimante. Ya no estamos en el nido mullido de lo íntimo, sino más bien en lo que lo altera.
¿A qué intima la pulsión al sujeto en la angustia? A que responda con lo más íntimo, con lo más propio que es lo subjetivable, (lo tramitable psíquicamente para Freud), es decir, con lo que pueda incluir en su campo semántico, en su diccionario.
Lacan mantiene la idea de Freud que la angustia es una señal de peligro, pero de lo real dirá, experimentado en el yo que ve vacilar su integridad semántica. Así, lo real pulsional cava un vacío en el microcosmos del yo, que recuerda a la vez que anuncia la pérdida de un eslabón de la cadena simbólica. Presencia de un vacío que intima al sujeto a responder, al principio necesariamente con la construcción de un síntoma que instala la creencia en un sentido para esa angustia, y finalmente con la creación de un nombre para ese vacío.
El sujeto en la angustia es intimado a responder, es decir a subjetivar lo real pulsional que tocó su puerta: el síntoma a la entrada y el nombre propio a la salida podrían ser dos de sus modos de hacerlo.
Notas:
(1) Conferencia pronunciada en Asunción-Paraguay el 17 de septiembre de 2011 con el título “La angustia social y el síntoma en el diván” en el marco del III Encuentro de psicoanálisis con la historia y la cultura.