En el intervalo
“La falta en ser del sujeto debe ser reconocida como el corazón de la experiencia analítica, como el campo mismo donde se despliega la pasión del neurótico”.
Jacques Lacan. (Escritos).
El punto de partida este año fue ubicar cuatro términos: Pasión, deseo, pulsión y afecto, conectados por el lenguaje para tocar lo real de la angustia. Cuatro conceptos con relaciones lógicas a partir del uso de la palabra en una clínica que se inicia con la retórica del significante y culmina con el estilo del objeto que la motoriza. Supimos entonces del intervalo: «hay más cosas entre el cielo y la tierra que tu filosofía» (Hamlet) o, entre lo verdadero y lo falso, el silencio (Wittgenstein). Hay un resto, un intervalo propio a la mentirosa verdad que elogia nuestro convidado Fernando Pessoa («el poeta finge que miente…»).
Esto supone “modos de decir” que permiten soldar con algo ese intervalo entre dos significantes como son las formas del otro de la Cultura, separado del Otro en cada Uno. Luego se podría inventar un buen retorno a la Comunidad con lo aprehendido de la causa de cada uno. Este pasaje pone en tensión los hechos sociales, lo dicho por cada sujeto y un resto inapropiable, la verificación de que no hay La Relación. Hay sin embargo, un cierto saber-hacer en la ciudad como un inconsciente político que permite decir a Lacan: «el inconsciente es la política». ¿Qué artificio reúne la soledad con Lo común? es la pregunta que se hace aquí Jorge Alemán. Hay entonces, un nuevo lazo al Otro del desengaño por la creencia en la mentira de cada uno, eso permite pasar del síntoma social a una cierta soledad posible de habitar que luego retorna en las calles. Será lo que permite transformar el efecto de “desengaño” en otra cosa más tolerable en momentos del auge de la ideología del Discurso Capitalista.
Para el psicoanálisis es una apuesta por la retórica del ser-hablante para captar su estilo que es un objeto escabullido (a). Una torsión que permite pasar del “Cómo” se dicen las cosas, a “Quién” habla. Del sentido como razón a la resonancia que responde por lo dicho. Es la paradoja de una “mentira, que dice la verdad”, una ficción verdadera y fecunda para soportar el deseo humano. Desde Aristóteles ese deseo se encuentra en disputa con el saber, ya que se origina en un conflicto ético entre el Bien universal, el valor de los bienes y el placer particular, dividiendo al sujeto ($). Esa fabricación de una paradoja –el síntoma analítico– se realiza sobre un espacio de intervalo, donde alguien se confronta a su propia “integral de equívocos”. Es lo que hace al psicoanálisis una experiencia inédita por las ciencias. Se trata del Bien en términos de un valor. El valor de la palabra que no puede ser evaluado ni usado como en el Mercado, es lo invalorable: así se refiere un texto de Germán García, leído en Madrid (2005) en un coloquio argentino-español publicado luego en el libro titulado Políticas de la verdad, Verdad de las políticas.
Dejarse engañar por el inconsciente en tanto creencia con un valor nuevo en la historia. Creación nueva que conduce a una «conversión» a(c)tea, acto ateo para creer en el inconsciente. Es un camino diferente a los trucos imaginarios de la técnica, que ilustra en nuestra revista el genio de Leonardo Da Vinci, el inventor de un método para crear cada máquina según su uso de goce. Y para él mismo, Leonardo, como sujeto creador de su propio mecanismo psíquico que elabora una solución. Es el deseo como máquina que por sublimación siguió su mecanismo íntimo a descubrir, que para cada uno como en un psicoanálisis, es distinto.
Otra cosa no sublimada de la pulsión causa el afecto de la angustia. Es la “cosa” que se recorta como causa. Un signo de lo real que no engaña en el cuerpo del goce. La pasión del ser del neurótico, con la “justificación” de su padecer (todo tiene causa) es una pasión por atrapar en el fantasma su propio objeto. Ese aferrarse a una fijeza semántica es lo que podría atravesarse para ser sustituido por un ser-en-falta: es el deseo a partir de una carencia (Sartre), pero no sin la potencia de querer realizarse en un “perseverar en ser” como se apoya el término conatus en Spinoza, que aquí evoca el texto de Melissa Duré.
Esa frontera difícil de atravesar «entre» el valor de uso y el valor de cambio, entre la soledad y la falacia del colectivo, en las paradojas de un ser en el intervalo de dos preguntas, es lo que leeremos cuando Oscar Masotta prologa un libro de Rozitchner donde se trata de la Revolución, que gira y retorna al mismo lugar aunque siempre será «otra». Momento de concluir, viraje y solución, cuando él mismo empieza a salir de la filosofía para abrazar el psicoanálisis.-
E.A. ; Analytica del Sur (Buenos Aires, primavera 2019).