Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 10 • Octubre de 2020 •

universales
This page as PDF

En el cursus de la angustia:
el duelo

Daniela Gaviot

Psicoanalista. Miembro de la Red AAPP (Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas). Artículos escritos en las revistas Conceptual-Estudios de Psicoanálisis- y en Fri(x)iones- entre el psicoanálisis y la cultura- y en el libro Vidas Pulsionales. Bahía Blanca, Argentina.

» E-mail al autor

Andrea Mac Micking. @andremacmickingphoto

 

Hacia el final del Seminario La angustia Lacan retoma el «Apéndice» de Inhibición síntoma y angustia donde Freud se pregunta, ¿en qué todo aquello que ha podido plantear sobre las relaciones de la angustia con la pérdida del objeto puede distinguirse del duelo? Lacan señala el gran embarazo de Freud para poder comprender cómo dos funciones a las que él les da la misma referencia (la pérdida del objeto) dan lugar a manifestaciones tan diversas.

En el apartado VIII de ese texto freudiano escribe que la angustia es algo sentido. “La llamamos estado afectivo, (…) tiene un carácter displacentero evidentísimo, pero ello no agota su cualidad; no a todo displacer podemos llamarlo angustia. Existen otras sensaciones de carácter displacentero (tensiones, dolor, duelo) (…) pero además percibimos en la angustia sensaciones corporales más determinadas que referimos a ciertos órganos (…) las más frecuentes y nítidas son las que sobrevienen en los órganos de la respiración y en el corazón”(1). En la angustia se cumple dirá Freud, un carácter displacentero especifico; acciones de descarga y percepciones de éstas mientras que, las exteriorizaciones motrices no forman parte del duelo ni del dolor. Plantea que en la base de la angustiahay incremento de excitación, incremento que da lugar al carácter displacentero y es aligerado por las descargas mencionadas. No se conforma con esta síntesis fisiológica de la angustiasino que, además del factor económico, también supone un factor histórico por el que la angustia sería la reproducción de una vivencia que reunió las condiciones para un incremento del estímulo, pero dirá que el factor histórico también hay que suponerlo en el dolor y el duelo.

Entonces, la angustia es un cuantum pulsional, un afecto que no engaña, tal como la presenta Lacan en el Seminario 10; en la angustia se pone en juego una energía que no se reduce a ninguna representación. Eso que Lacan va a llamar real, en términos de un elemento imposible de ser captado por lo simbólico o lo imaginario. La función de la angustia es hacerse solidaria con la función estructurante del objeto como falta, como objeto «a». ¿Cuándo surge la angustia? se pregunta Lacan; cuando un mecanismo hace aparecer algo en el lugar de –phi (-φ), de la falta imaginaria. Cuando algo surge ahí es que la falta viene a faltar. Es la aparición de lo unheimlich, del objeto en su dimensión de extrañeza, la falta de significación que abre un agujero en la escena del mundo y deja al sujeto sin referencias.

En este décimo libro, Lacan, también como Freud intentando explicar la angustia se topa con el duelo. Podemos decir que al diferenciar un estatuto imaginario, simbólico y real del objeto, ello le permite articular mejor que como lo hace Freud, así dice Lacan, lo que significa el duelo. Si bien Lacan nunca escribió un trabajo exclusivo sobre este tema, cuando analiza el texto de Hamlet en las siete clases del Seminario 6 El deseo y su interpretación da allí una versión del duelo que toma distancia de lo escrito por Freud en “Duelo y melancolía” en 1915 donde afirma que en el duelo no hay nada inconsciente en lo que atañe a la pérdida, mientras que en la melancolía sí hay un duelo patológico: “Sabe a quién perdió pero no lo qué perdió en él. Esto nos llevaría a referir de algún modo la melancolía a una pérdida de objeto sustraída a la conciencia” (2). Sin embargo, hay una pregunta que Freud se hace en ese mismo texto y podemos pensar que dejaría abierto a revisión el estatuto del objeto en el duelo: “¿Por qué esa operación de compromiso, que es el ejecutar pieza por pieza la orden de la realidad [de quitar la libido de sus enlaces con el objeto] resulta tan extraordinariamente dolorosa? He aquí algo que no puede indicarse con facilidad en una fundamentación económica”. (3)

Jean Allouch en Erótica del duelo en tiempos de la muerte seca del año 2006, compendia gran parte de lo que se ha dicho sobre el duelo a partir de Freud, adoptando una actitud crítica con la versión romántica que Freud ofrece. Cuestiona sus ideas de objeto sustitutivo y criterio de realidad que vuelven al duelo una entidad médica para la que se prescribe el “trabajo del duelo” que termina con la reinvestidura feliz de un nuevo objeto, como si el objeto ya no estuviera perdido sin entender que allí se produjo, lo que él llama una pérdida a secas, una pura pérdida. Fundamentalmente señala que si este articulo freudiano halló tanto consenso se debió al contexto de su escritura luego de la guerra de 1914, momento de giro decisivo de la historia de la muerte en Occidente. A partir de ese momento se concretó un deslizamiento de la exaltación romántica de la muerte hacia su exclusión pura y simple que determinó la prohibición del duelo y todo lo que en la vida pública recordaba a la muerte. La muerte social ya no tenía lugar y ello cobra fuerza en “Duelo y melancolía”donde no se mencionan los ritos funerarios ni el lugar de la comunidad como terceros entre el “tú y yo”. El duelo empieza a verse socialmente afectado por una prohibición, sancionando las lágrimas y olvidando la erótica que implica un duelo.

En el Seminario de La angustia Lacan se refiere al duelo cuando aborda el acting outy el pasaje al acto como dos vías que mediante la acción extraen a la angustia su certeza, al actuar se opera una transferencia de angustia. Ubica al duelo del lado del acting out y al pasaje al acto en relación con la melancolía. Se sirve de la referencia a la filosofía vía Levi-Strauss para distinguir dos registros, el mundo donde lo real se precipita y la escena del Otro donde el hombre como sujeto tiene que constituirse y ocupar su lugar como portador de la palabra. En este punto, seguí la lectura de los comentarios del curso de Enrique Acuña dictado en el año 2019 en la ciudad de Buenos Aires, titulado “El Otro del desengaño” donde ha desarrollado en forma rigurosa esta referencia de Lacan a El pensamiento salvaje de Levi-Strauss en el capítulo “Del Cosmos al Unheimleichkeit” de este Seminario 10 de Lacan para argumentar el atravesamiento de la angustia hasta circunscribir al objeto a.

Además de remitirse a la filosofía, vuelve al esquema óptico, pero para decir esta vez que no todo el investimiento libidinal pasa por la imagen especular, sino que hay un resto, un residuo que escapa al registro especular que traduce como i (a) (imagen del objeto) y el objeto a minúscula que no ha entrado en lo imaginario. El espejo de este esquema óptico funciona como un velo que impide al sujeto ver el objeto a. J-A Miller en La angustia lacaniana propone que si hacemos girar ese espejo sobre su propio eje, este espejo se presenta como una barrera horizontal que separa el objeto a del objeto normal, especular. Hay por lo tanto dos estados posibles según se mantenga esta barrera o se produzca su franqueamiento. O bien el objeto a sigue en su lugar por debajo de la barrera –o bien hay franqueamiento y entonces surge la perturbación, el desorden. La escena está por encima de la barra, es lo que se muestra, lo que aparece y el mundo figura como la realidad del organismo, es lo que en el esquema óptico está escondido. Hay una dialéctica entre el mostrar y el esconder, es un juego donde se muestra algo para disimular la otra dimensión, matriz que le sirve para explicar la relación del objeto a minúscula no solo en el acting out, el pasaje al acto, el masoquismo y el sadismo sino elduelo y la melancolía.

Miller señala que el duelo se relaciona esencialmente con i(a), con la imagen, con el objeto de amor en su estructura narcisista. El trabajo del duelo consiste en enumerar los detalles imaginarios para hacerlos pasar a lo simbólico. Ese trabajo se realiza esencialmente a nivel escópico, dejando el objeto a bajo la barra. El duelo responde a la pérdida del objeto a por un carnaval imaginario y narcisista mientras que la melancolía tiene relación con el objeto a. En el pasaje al acto melancólico el sujeto atraviesa la barrera que lo separa de a mientras que en el duelo esta barrera se mantiene.

En la última clase del Seminario 10 dice: “(…)el trabajo del duelo se nos revela,(…) como un trabajo destinado a mantener y sostener todos esos vínculos de detalle, en efecto, con el fin de restaurar el vínculo con el verdadero objeto de la relación, el objeto enmascarado, el objeto a, – alque a continuación, se le podrá dar un sustituto que no tendrá mayor alcance, a fin de cuentas, que aquel que ocupó primero su lugar” (4); aquí es bien freudiano con la idea del objeto sustituto (da el ejemplo de la película Hiroshima monamour respecto a la cual un humorista decía que cualquier alemán irreemplazable puede ser sustituido por el primer japonés que aparezca a la vuelta de la esquina).

Y continúa planteando que “El problema del duelo es el del mantenimiento (…) de los vínculos -por los que el deseo está suspendido-, no del objeto a sino i(a), por el que todo amor esta narcicísticamente estructurado. (…) A menos que se distinga el objeto a del i(a) no podemos concebir la diferencia radical que hay entre la melancolía y el duelo” (5).

Lo que distingue al ciclo melancolía-manía del ciclo de la referencia al duelo y al deseo es la diferencia de función entre- por una parte -la relación de a con i(a) en el duelo y -por otra parte- la referencia radical al aen la melancolía.

Retoma el tratamiento que hizo de Hamlet en el Seminario 6 que le sirvió para hablar del duelo y su relación con el deseo. En tanto la potencia del deseo se restaura en él a partir de la visión en el exterior de un duelo, uno de verdad con el que entra en competencia, el de Laertes por su hermana Ofelia, que es el objeto amado de Hamlet y del que se ha encontrado repentinamente separado por la carencia del deseo. En este Seminariosin la elaboración aún del objeto a como real, define al duelo como una pérdida verdadera, intolerable para el ser humano que provoca un agujero en lo real y frente a ese desorden hay una absoluta puesta en juego de todo el sistema significante. Ese agujero muestra el lugar donde se proyecta el significante faltante, ese significante esencial, el falo. Se trata del duelo por el falo velado, que solo podemos pagar con nuestra carne y nuestra sangre. Precisamente Hamlet, solo cuando está herido de muerte, cuando sacrifica su apego narcisista, podrá acceder a su deseo.

El muerto incita al enlutado a sacrificarle un pequeño trozo de sí, trozo libidinal, en términos de Jean Allouch (por eso habla de una erótica del duelo) de modo que su duelo lo vuelva deseante. El duelo no es solamente perder a alguien, es perder a alguien perdiendo un pequeño trozo de sí, ese trozo de sí sacrificado es la libra de carne.

Si la angustia se produce ante un agujero en la significación que señala al objeto real, causa de deseo, la angustia no es sin objeto mientras que en el duelo, hay pérdida de objeto. Y, si la angustia es ese estado de perplejidad, de vacío de significación; en el duelo emerge el repertorio significante que intenta colmar ese agujero real que se abre en la existencia. En el trabajo del duelo el brujo avanza en la escena del mundo enmascarado como dice Lacan, al tomar una frase de Descartes. El enlutado es el brujo que con su máscara se engaña creyendo llorar por el objeto amado, ahora desaparecido, mientras que, lo que queda como real escondido, indecible, bajo la barra de esa matriz que grafica Miller, es ese objeto a,  que a la altura de esta enseñanza de Lacan no es el agalma del Seminario 8, ni el significante fálico en Hamlet sino el objeto a minúscula, la libra de carne que habita este Libro 10. Un analista animado por su deseo torsionará para hacer equivocidad en el enmascarado y extraer ese resto que, como pieza separada, se suelta para armar el rompecabezas de cada uno que permita la metonimia del deseo.

 

——————————

Escrito a partir del trabajo presentado en la III Jornada de la Red Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas (AAPP) “En el curso de la angustia –  El psicoanálisis con los afectos”. Sábado 7 de septiembre de 2019. CABA.

Notas:

1- Freud, Sigmund: “Inhibición, síntoma y angustia” en Sigmund Freud. Obras Completas, Tomo XX, Amorrortu editores, pág. 125.

2- Idem: “Duelo y melancolía” en Sigmund Freud. Obras Completas, Tomo XIV, Amorrortu Editores, pág.243.

3- Ibídem, pág. 243.

4- Lacan, Jacques: El seminario 10 La angustia, editorial Paidós, pág. 362.

5-Ibídem: pág. 362.

Bibliografía:

– Allouch, Jean: Erótica del duelo en tiempos de la muerte seca, Ediciones literales, Buenos Aires, 2006.

– Freud, Sigmund: “Inhibición, síntoma y angustia” en Sigmund Freud. Obras completas, Tomo XX, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2008.

– Idem: “Duelo y melancolía” en Sigmund Freud. Obras completas, Amorrortu Editores, Tomo XIV, Buenos Aires, 2007.

– Lacan, Jacques: El Seminario, Libro 6,El deseo y su interpretación, Paidós, Buenos Aires, 2014.

– Idem: El seminario, Libro 10,La angustia, Paidós, Buenos Aires, 2006.

– Comentarios del curso de Enrique Acuña “El Otro del desengaño” dictado en la ciudad de Buenos Aires, en 2019: https://seminarioenriqueacuna.com/

© Analytica del Sur -psicoanálisis y crítica- es una publicación de la RED AAPP  -Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas-.

email: anaclaudia54@gmail.com

web: analyticadelsur.com.ar

Acuerdo editorial con Revista Conceptual -Estudios de Psicoanálisis- y Revista Fri(x)iones.

Analytica del Sur Número 1. Aparición en web: julio 2014.

Inscripción de derecho de autor Nº5231589

ISSN: 2362-504X


Las opiniones vertidas en los trabajos son de exclusiva responsabilidad de los autores.

Los artículos publicados en el presente número no pueden ser reproducidos en todo ni en partes, por ningún procedimiento sin el permiso de la Asociación y/o del Equipo Editorial de Analytica del Sur.

Dirección:

Ana Claudia Gutiérrez

 


Consejo editorial:

• Leticia García

• Verónica Ortiz

• Christian Gómez

• Fátima Alemán

Corresponsales:

• Daniela Gaviot; Bahía Blanca
• Alejandro Sosa Dias, CABA
• Ricardo Gandolfo; Tucumán
• Claudia Espínola; Posadas
• Fernando Kluge; Oberá
• Celeste Cuadrado; Resistencia
• Leonardo Vera; Mar del Plata
• Martín Gómez; Corrientes
• 
Esteban Pikiewicz; Esquel
• Ivana Chillemi; La Pampa
• Luis Martínez; Neuquén


• Juan Pablo Lucchelli; París
• Kati Álvarez; Quito
• Pablo Sauce; Salvador de Bahia
• Laura Rizzo; Roma
• Héctor García Frutos; Barcelona
• Mara Vacchetta Boggino; Asunción
• Iván Buenader; México DF