Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 8 • Diciembre de 2018 •

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El sabor del encuentro o el no saber de eso

Patricia Iribarren

Miembro de PRAGMA Clínica y Crítica - Instituto de Enseñanza e Investigación en Psicoanálisis. Dicta el Seminario “Infancia y Adolescencia -Clínica, política y episteme”.

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En su texto “Vidas pulsionales: escribiendo x” Enrique Acuña advierte que la pregunta sobre cómo vive una época la pulsión podría conducirnos a la falacia del colectivo donde “‘no hay’ sujeto del inconsciente” o bien podemos tomar el guante por su reverso y constatar que en ese colectivo hay un saber para cada vida en tanto opere una función: el deseo del analista.

 

En el bar. Masotta (izquierda), Carlos Correas (centro) y Juan José Sebreli.

 

Entonces la época y la pulsión serán las coordenadas que delimiten un mapa para este texto. La época a la que me referiré es la adolescencia en tanto tiempo de metamorfosis o de despertar de la vida pulsional. Trabajo psíquico que no es sin las condiciones propuestas por lo social. Y en lo social recorto dos noticias que están en la agenda pública: el aumento de consumo de alcohol y la participación activa de los jóvenes en la campaña por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito (educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir).

Respecto a la primera cuestión: Programas sanitarios destinados a la atención integral de la salud de los adolescentes identifican al Consumo Episódico Excesivo de Alcohol (CEEA) como una de las problemáticas de mayor importancia en la situación de salud de los adolescentes, junto con el suicido y embarazo no planificado, por lo que se han definido como ejes prioritarios para el abordaje socio sanitario. En la actualidad, se produjeron cambios en la modalidad de consumo de alcohol que se manifiestan en la disminución de la edad de inicio, promediando los trece años, con un mayor consumo en los fines de semana en un período corto de tiempo, en escenarios nocturnos, por fuera del marco de la alimentación y del ámbito familiar, siendo su motivación principal la búsqueda del estado de embriaguez que puede llegar a grados de intoxicación aguda.

Completan este informe las asociaciones que hacen algunos adolescentes para quienes consumir mucho alcohol en la llamada “previa” tiene que ver con la “diversión”, con “ponerte pila”, o con el hecho de que “te da alas”.

En otro ámbito de la realidad social, la lucha de las organizaciones de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, travestis, transgénero, intersex y queer (LGBTTTIQ), logró visibilizar la necesidad de equiparar y reconocer derechos para construir una sociedad más igualitaria en términos sociales, culturales y legales.

Y los adolescentes actuales abrazaron con fuerza esta causa por la diversidad sexual, identidad de género, defensa de la IVE (Interrupción voluntaria del embarazo), la educación sexual en las escuelas y el lenguaje inclusivo que en su forma más extrema propone reemplazar las “o” de los masculinos genéricos por la “e”, vocal neutra que no se identifica con ningún género.

En algunos ámbitos resultó sorprendente que los adolescentes reclamaran por su falta de conocimiento acerca de la sexualidad siendo ellos producto de la era de la información. Tal vez se creía superada la imagen de la adolescencia como esa “edad del pavo” ya que se supone que “los chicos de ahora son más vivos que los de antes”.

Entonces podemos agregar más coordenadas al mapa:

Saber no es lo mismo que conocer, en el displacer del exceso puede estar la satisfacción, siempre puede agregarse una letra más a esta comunidad de goce (LGTB…) ya que en la diversidad no todo está incluido.

En el paradigma de consumo que hace creer que nada es imposible puede funcionar la formula “dime qué consumes y te diré quién eres”; si consumís alcohol en exceso serás un adolescente en riesgo socio-sanitario, si consumís todas las palabras del glosario de la educación sexual integral, serás un adolescente muy informado sobre sexualidad. Pero esto deja a todos en una masa de yoes identificados a un nombre que hace clase.

En el Argumento para este coloquio elaborado por el Director de Enseñanzas y docentes del SIA puede seguirse una vía que permite salir de la cuestión puramente identitaria:

– ¿De qué se sirve el sujeto que usa la palabra droga? ¿Es su plus de goce exigido en la época? Como decía una joven paciente: “si hay barra libre tenes que tomar a morir”.

– ¿O tomar en exceso es su puente para acceder al Otro sexo: “me llamó para vernos después del boliche, obvio que estaba re en pedo”.

– ¿O es un valor de uso para cierto goce autista? Es decir, en cada caso una función que adquiere un uso diferencial.

Y agrego otra pregunta en relación a la función del lenguaje inclusivo: el uso del neutro “todes” ¿qué diferencia pretende borrar? ¿Será un intento de volver a la premisa universal del falo?

En un grupo de adolescentes -mujeres en su mayoría- en el contexto de un taller sobre ESI (Educación Sexual Integral) pudo escucharse la novedad:

– “Ahora podes gustar de los varones y de las chicas o de nadie y ser asexual.

– “Podés ser mujer pero te sentís como hombre y si te gusta otra mujer no sos lesbiana, sos hétero…”

– “No importa si es varón o mujer, me gusta como persona…”

-“Pero ¡¿cómo?!”- interrumpe una la serie de posibilidades.

En todo esto hay una pregunta por la sexualidad. Pero ¿por qué en la adolescencia? Porque como dice Freud en su tercer ensayo sobre una teoría sexual: “Con el advenimiento de la pubertad se introducen los cambios que llevan la vida sexual infantil a su conformación normal definitiva. La pulsión sexual era hasta entonces predominantemente autoerótica, ahora halla al objeto sexual. Hasta ese momento actuaba partiendo de pulsiones y zonas erógenas parciales que, independientemente unas de otras, buscaban un cierto placer en calidad de única meta sexual. Ahora es dada una nueva meta sexual, para alcanzarla todas las pulsiones parciales cooperan, al par que las zonas erógenas se subordinan al primado de la zona genital”.

Esta subordinación de todas las fuentes originarias de la excitación sexual bajo el primado de las zonas genitales se consuma por el mecanismo de aprovechamiento del placer previo.

En el apartado El primado de las zonas genitales y el placer previo” Freud sostiene que la excitación sexual consiste en un peculiar sentimiento de tensión de carácter en extremo esforzante. En tanto el aumento de tensión es displacentero pero paradójicamente se experimenta como placentero.

El papel que cumplen las zonas erógenas es claro. En su conjunto se aplican para brindar, mediante su adecuada estimulación, un cierto monto de placer, de este arranca el incremento de la tensión, la que, a su vez, tiene que ofrecer la energía motriz necesaria para llevar a su término el acto sexual.

La fórmula para la nueva función de las zonas erógenas en la pubertad sería: son empleadas para posibilitar, por medio del placer previo que ellas ganan como en la vida infantil, la producción del placer de satisfacción mayor.

Pero Freud advierte sobre los peligros de este placer previo (ligado a la excitación de las zonas erógenas, propio de la sexualidad infantil). Cuando el placer previo demuestra ser demasiado grande y demasiado escasa su contribución a la tensión, falta entonces la fuerza pulsional para que el proceso sexual siga adelante, todo el camino se abrevia, y la acción preparatoria correspondiente reemplaza a la meta sexual normal.

¿Será que en la “previa” -a través del consumo excesivo de alcohol- los adolescentes se quedan en una acción preparatoria a condición de no “enterarse de nada”?

Daniela Ward en su texto “El hombre ebrio y el exilio del sujeto” en la revista Conceptual   -estudios de psicoanálisis N°17, afirma que el encuentro con el alcohol atempera los efectos angustiosos que el encuentro con lo real de la sexualidad impone.

Según Freud, el hallazgo de objeto es propiamente un reencuentro siguiendo el camino del apuntalamiento en los modelos de la temprana infancia (madre nutricia, padre protector). El otro camino para el hallazgo del objeto es el narcisista que busca el yo propio y lo reencuentra en otros. Por la barrera del incesto se produce el desasimiento de las figuras parentales y la búsqueda de un objeto exogámico.

La elección de objeto se consuma primero en la esfera de la representación y es difícil que la vida sexual del joven pueda desplegarse en otros espacios que el de las fantasías, o sea, representaciones no destinadas a ejecutarse.

La elección de objeto no se soluciona sin algún tanteo. Dice Freud que, con frecuencia las primeras mociones que sobrevienen tras la pubertad andan “descaminadas”.

Si bien en este ensayo de 1905 Freud parece plantear una versión de la sexualidad ligada a la normalidad, adecuación, exacta coincidencia de las corrientes tierna y sensual en el hallazgo del objeto heterosexual, “tajante diferenciación entre el carácter masculino y femenino”, a largo de su obra puede leerse cómo la sexualidad es una cuestión que se resiste a todo intento de esquematización.

En una nota agregada en 1915 señala que es indispensable dejar en claro que los conceptos de masculino y femenino que tan unívocos parecen a la opinión corriente, en la ciencia se cuentan entre los más confusos y deben descomponerse al menos en tres direcciones. Se los empela en el sentido de actividad-pasividad, en el sentido biológico o en el sociológico. El primero es el esencial y el que casi siempre se aplica en el psicoanálisis: la libido siempre es activa (libido masculina). El significado biológico es el que admite más clara definición porque tiene que ver con los órganos genitales y las funciones que se derivan de ellos; el sociológico, cobra contenido por la observación de los individuos masculinos y femeninos existentes en la realidad. Esta observación muestra que en el caso de los seres humanos no hallamos una virilidad o una feminidad puras ni en sentido psicológico ni biológico. Más bien, todo individuo exhibe una mezcla de su carácter sexual biológico con rasgos biológicos del otro sexo, así como una unión de actividad y pasividad, tanto en la medida en que estos rasgos de carácter psíquico dependen de los biológicos, cuanto en la medida en que son independientes de ellos.

Para Jacques Lacan el fracaso de la armonía entre los sexos es inherente a nuestra propia condición de seres hablantes. En su texto “La significación del falo” (1958) otorga al complejo de castración una función de nudo en la instalación en el sujeto de una posición inconsciente sin la cual no podría identificarse con el tipo ideal de su sexo, ni siquiera responder sin graves vicisitudes a las necesidades de su partenaire en la relación sexual. Hay una relación del sujeto con el falo que se establece independientemente de la diferenciación anatómica de los sexos.

Esas relaciones giraran alrededor de un Ser y de un Tener que por referirse a un significante, el falo, tienen el efecto contrariado de dar por una parte realidad al sujeto en ese significante, y por otra parte irrealizar las relaciones que han de significarse.

Esto por la intervención de un parecer que se sustituye al tener, para protegerlo por un lado (hombre) para enmascarar la falta en el otro (mujer) y que tiene el efecto de proyectar enteramente en la comedia las manifestaciones ideales o típicas del comportamiento de cada uno de los sexos. Es la parada masculina y la mascarada femenina como defensas ante la castración.

Es para ser el falo, es decir el significante del deseo del Otro, para lo que la mujer va a rechazar una parte esencial de la feminidad, concretamente todos sus atributos en la mascarada. La mujer encuentra su satisfacción al buscar un falo como significante de su deseo en el cuerpo del hombre, del hombre que ama. Es por lo que no es que pretende ser deseada al mismo tiempo que amada. En cambio en el hombre se trata de un rebajamiento de la vida amorosa.

Si el hombre encuentra en efecto cómo satisfacer su demanda de amor en la relación con la mujer en la medida en que el significante del falo la constituye ciertamente como dando en el amor lo que no tiene, inversamente su propio deseo del falo hará surgir su significante en su divergencia hacia “otra mujer” (virgen o prostituta).

Eric Laurent señala que a partir de la instalación del feminismo en la trama del tejido social tuvo lugar el debate acerca de si los deseos de hombres y mujeres son semejantes, análogos o más bien específicos y diferentes. Y cómo, esto es llevado al plano de la lucha por la igualdad de derechos.

Dirá que el psicoanálisis enseña sobre el límite de la justicia distributiva del goce en tanto el hombre y la mujer están del mismo lado, separados del Otro goce. Sólo tienen en común una única especie de goce: el goce fálico. En cuanto al Otro, ellos tienen respecto a él un acceso diferente que los distribuye sin apelación en dos especies. Este es el obstáculo que impide que la dimensión cultural del género recubra totalmente la sexuación.

Volvamos a nuestros adolescentes, aquellos que no podrían tener un encuentro sexual si no es a condición de despertar de sus sueños. Es decir, no hay acercamiento entre chicas y chicos sin que el sujeto del inconsciente haya actuado. Por eso no es bajo la ley de la naturaleza que se regulan los encuentros, tampoco con la oferta cultural de sustancias (alcohol u otras drogas) o saberes escolares que en última instancia funcionan como barrera al enigma de la sexualidad.

Para concluir, un diálogo entre dos adolescentes varones de 14 o 15 años:

MELCHOR: Pero ¿Tú lo sabes aún?

MAURICIO: ¿Cómo he de saberlo? Veo que las gallinas ponen huevos, oigo decir que mamá me ha llevado en sus entrañas. Pero ¿basta con esto? Recuerdo también que de cinco años me avergonzaba cuando alguien al jugar cartas destapaba la «Dame de Coeur»… tan descotada. Ya he perdido esa vergüenza. Pero ahora ¡no puedo hablar con una muchacha sin pensar en algo execrable! Y créeme, Melchor… no sé en qué.

MELCHOR: Yo te diré todo. Lo he aprendido parte en libros, lo he visto en grabados, he llegado a ello por observaciones directas de la naturaleza. Hans Rilow lo sabía ya todo. Lo sabía por su institutriz.

MAURICIO: Yo he ojeado la enciclopedia Meyer, de la «A» a la «Z», sin encontrar nada. ¡Palabras… nada más que palabras!¡Oh esta preocupación del pudor! ¿De qué me sirve un Diccionario de la conversación si no me aclara los problemas más inmediatos de la vida?

Diálogo entre adolescentes, pero del año 1891.

Bibliografía:

• Acuña, Enrique: “Vidas pulsionales: escribiendo x”, en Vidas pulsionales, El Ruiseñor del Plata- Ediciones de la Biblioteca Freudiana, 2018.

• Laurent, Eric: “Los dos sexos y el Otro goce,” en Revista Enlaces, julio 2007.

• Wedekind, Frnak: El despertar de la primavera: Tragedia infantil, versión castellana de Pablo Peusner, Editorial Letra Viva, Bs. As., 2013.

• Freud ,Sigmund: Apartado III “La Metamorfosis de la pubertad”, en Tres ensayos de teoría sexual, en OC, Tomo VII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1990.

• Lacan, Jacques: “La significación del falo” en Escritos 2, Siglo Veintiuno Editores, Argentina, 1985.

• Lacan, Jacques: “Prefacio al despertar de la primavera” en Otros Escritos, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2012.

• Programa Nacional de Prevención y Lucha Contra el Consumo Excesivo de Alcohol.

• Programa Nacional de Salud Integral en la Adolescencia (PNSIA).

• Reunión científica del 13/02/1907 en Herman Nunberg y Ernst Federn, Las reuniones de los miércoles: Actas de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, Tomo I, Editorial Nueva Visión, Bs. As., 1979.

• Ward, Daniela: “El hombre ebrio y el exilio del sujeto”, en Revista Conceptual Estudios de psicoanálisis N° 17, El Ruiseñor del Plata -Ediciones de la Biblioteca Freudiana, 2016.

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Analytica del Sur Número 1. Aparición en web: julio 2014.

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