El psicoanalista entre los semblantes sociales y el síntoma
Psicoanalista, miembro del Instituto PRAGMA- APLP. Miembro de la Red AAPP (Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas). Miembro de AAGua (Asociación amigos guaraníes)
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“Un poco de jouissance está bien pero no tanto(…)”
Eric Laurent, El reverso de la biopolítica
Ilustración: Sara Bosoer, IG: @srbsr_aoe
En la enseñanza que nos anima desde hace tiempo, entendemos al psicoanálisis como una herramienta que nos permite interpretar los semblantes sociales y también de un modo eficaz hacer lo mismo con el sujeto: interpretarlo en sus ambigüedades, contradicciones y paradojas en las que desemboca cuando se le da la palabra a la identidad. Enrique Acuña decía: “si se le da la palabra entra en división y ahí -en la incompletud-, si está en el dispositivo analítico, surge la pregunta que el ser le dirige al Otro, al sujeto del inconsciente”(1). Agrego, pasaje potencial de los semblantes sociales al síntoma que es nuestro interés en la búsqueda atenta por definir cada época comprometiéndonos no solo con la política de los derechos sino con una política del síntoma. Ese síntoma que es corte o regulación al sin límites del empuje al goce que impone el discurso capitalista dominante. De modo que el dispositivo analítico potenciando el discurrir de la palabra, la división, con la consecuente aparición del sujeto, instala al síntoma en el centro de la cuestión que nos interesa: cómo cada época vive la pulsión.
Es desde este argumento que venimos debatiendo en diferentes localizaciones de la enseñanza que compromete el Seminario anual del Instituto Pragma, como así también en el Seminario de la Red AAPP (Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas) y en AAGua (Asociación de Amigos Guaraníes).
Incursión
Con la declinación del nombre del padre que permitía que los semblantes organicen un lazo social estable, se impuso el empuje al goce que exhibe la inexistencia del límite donde antes se encontraba señalando, el “no vale todo”, por ejemplo la tradición, los sistemas morales, la religión e incluso el autoritarismo paterno.
Esta crisis expresada en la precariedad de los lazos que ha sido nombrada como “guerra sobre identidades culturales y los modos de reconocerse en una identidad”, es producto de la fragmentación del capitalismo actual que no tiene más las grandes unidades fordistas que organizaban al mundo, sino expresiones de goces aislados que se reúnen unos con otros, sin poder traducir su singularidad a nivel formal y aún menos desde la igualdad de derechos.
Sabemos de movimientos sociales que visibilizan la impotencia frente a los esfuerzos de detención de ese empuje al goce producto de la mencionada fragmentación resultante del discurso capitalista. Así encontramos pequeños grupos con expresión plural que dicen de cierta labilidad en la representación: la crisis de identidad es exhibida en la precariedad de los lazos y conlleva lo problemático de reconocerse en ellas. Vemos las expresiones de goces aislados que reinstalan un nuevo panorama de pequeños grupos con graves problemas de representación. Lo efímero de los momentos junto a diversas demandas sin un rasgo común que las una, es ejemplo de ello, junto a la presentación de liderazgos poco claros y bien diferentes en comparación con los que organizaban el mundo de siglos anteriores en la idea de “autoridad”. Analizamos en el Grupo de Investigación Consumos y discurso capitalista como lo líquido, lo gaseoso, son términos muy bien captados por lo social hablando de tal inconsistencia en un autor como Zygmunt Bauman. Recordamos como no por ello “los chalecos amarillos”, dejaron de iluminar con fuego el Arco del triunfo en la Champs Elysées de París y en muchas otras ciudades importantes del país y luego del mundo mostrando un rasgo actual: individuos aislados que se reúnen en momentos efímeros y el “común” que los convoca varía y se multiplica en demandas diversas. El ejemplo de los chalecos amarillos es pertinente ya que comenzaron como una protesta contra el aumento del valor del combustible encabezada por camioneros monotributistas sin representación clara al modo gremial tradicional y se les se sumó más gente participando en el reclamo, por ejemplo, mujeres divorciadas o solteras con hijos y empleos precarios, entre otros. Estas personas generaron un acontecimiento político sin tener ninguna la representación o liderazgo político al modo que lo veníamos viendo en épocas pasadas que pueda ordenar al mundo. Se agrega la aparición de liderazgos de “extraña o rara consistencia”. En lo que coinciden muchos autores es que ninguno de estos líderes alcanza para restablecer la nostalgia de esa autoridad perdida.
En este panorama descripto es notorio como el autoritarismo toma su lugar convirtiéndose en una marca que señala a la moral como guía: El psicoanálisis se expresa al respecto y nos señala hacia dónde va el asunto cuando dice que la prohibición, la tolerancia cero y el temor de la ley en la lucha contra las “malas costumbres” exponen necesariamente el reverso y ese revés es el “empuje superyoico a la transgresión.
Otro punto a destacar siguiendo la investigación de diferentes autores donde están J. Lacan; J.-A. Miller y también E. Acuña. E. Laurent, J. Alemán y filósofos como Tony Negri –criticado por J-A Miller-(2) y Michel Hardt, entre otros, es poder analizar “la impotencia de la política en la invención de límites”, marcando “un lazo que no se articula en una ideología global”. Más bien se constata la fragilidad y la fragmentación que subraya un tinte de aceptación: es la idea de multitud presentada donde se subraya su contracara: ese revés que expone casi obscenamente al superyó en el empuje a la transgresión. Y se expresan en estos nuevos líderes políticos que lejos de limitar, más bien autorizan el empuje a lo ilimitado, exhibiendo la pulsión de muerte y el odio tal como Freud habla en Psicología de las masas y análisis del yo. Javier Milei se muestra como expresión de este sin límites, de ese exceso, en un llamado (como contracara) a “un más allá de la política”, señalado como síntoma de época, presentado por algunos autores como a-ideología o fin de la historia u otros nombres en esa dirección. Eric Laurent se adelantó ejemplificando de este lado del Atlántico a propósito de Bolsonaro, definiéndolo como: “La mezcla de biblia, balas y buey (las tres BBB), más una “yapa”: la devastación del Amazonas para producir más soja”. Figura que exhibe lo paradojal y obsceno que compone esta imagen en un momento donde la política cada vez se ve más empujada a ser “más verde” por la propuesta de movimientos ecológicos como lenguaje de época.
El lado oscuro
En la invención de los límites, la política tiene su lugar y sin embargo parece que asistimos a tiempos donde se expresa su contracara: el limitar se presentifica del lado del líder que autoriza tal empuje a lo ilimitado. Advertimos la expresión de la pulsión de muerte y del odio del que Freud hablaba en su Psicología de las masas y análisis del yo.
Siguiendo en este camino de interrogación: no sólo no hay límites del lado de la política, tampoco lo hay del lado de la religión. Más bien parece estar empujando y posibilitando el ¡goza más! Volviendo a Jair Bolsonaro, fue público el apoyo de las Iglesias Evangélicas en su llegada a la presidencia del Brasil. Las mismas iglesias predicadas por el vicepresidente de Trump, Mike Pence, promoviendo la eliminación de la legalización del aborto-. Los amigos que participamos en AAGua, sabemos de este “accionar sin límites” de las iglesias en general y del particular modo de acción de las iglesias evangélicas actuales en la comunidades Mbya Guaraníes: la entrada sin permiso en una comunidad, el avasallante bautismo de los niños y la no menos intimidante imposición de la construcción de un templo dentro de las comunidades que no lleva más de dos o tres días para estar emplazado haciendo jaque mate al Tekoarekó, cuestionando el Buen vivir y el camino hacia “La tierra sin mal”.
¿De qué retorno se trata cuando hablamos de las religiones? Releí el Congreso de Capri. Síntomas de un retorno, aquel que participaron Gianni Vattimo; Levinas; E. Trías entre otros. Indudablemente hablamos de búsqueda del sentido. Pero ¿a qué costo? si advertimos que lejos de fundar particulares comunes que evocaban hasta la reconciliación de la humanidad entera, hoy parecen estar más al servicio de la destrucción del otro, llegando incluso a pensar la autodestrucción.
De qué modo limitar la crisis de identidad que implica que, ante la pérdida de los poderes de regulación, parece haber una llamada a un más allá de la política con consecuencias que atemorizan. Pensemos aquí los discursos sobre la a-ideología, el fin de la historia y “el grito en las calles” como respuesta de un “sujeto sin lugar” en el mundo. Específicamente el agujero que se abre en lo simbólico(3) y un intento de ocupación desesperado de parte del sujeto de un lugar que puede ser aún más indefinido. Asistimos a un sujeto que se capta en plena pérdida de él mismo.
La moral liberal
La moral liberal no concibe la comunidad más que como una suma de decisiones individuales fuera de la dimensión común. Exige organizar propuestas que respondan al “estado de excepción” del que Jorge Alemán nos instruyó: aquel que ya no necesita de los vínculos sociales. Muy por el contrario, los va socavando y lo único que requiere como tal, es esa circularidad exigida donde se rige por la lógica del capital o la lógica de la técnica, cuyo movimiento no necesita de lazos sociales y ese estado de excepción es la descripción misma de realización de su voluntad, cuando en realidad se trata de la glotonería del superyó.
Adelanté sobre un trabajo de Tony Negri y Michael Hardt que se llama Multitud y es una obra en la que tratan de entender la formación de una clase global emergente que ellos llaman «multitud». Consideran que la clase obrera industrial ya no desempeña un papel hegemónico en la economía global, sino que existe un nuevo modelo dominante, la «producción biopolítica», en el que los trabajadores no sólo producen bienes materiales en el sentido económico, sino que éstos atañen a todas las facetas de la vida cultural, social, económica y política. Así no existen ya silenciosas masas oprimidas, sino un nuevo sujeto que forma una multitud espontánea capaz de forjar una alternativa democrática. Destacan por ejemplo, que en los años setenta, el movimiento en contra de la guerra de Vietnam en Estados Unidos se planteaba para reanudar la actividad política. Mientras que ahora la militancia no sólo tiene que luchar contra las guerras, sino que también debe insistir en la democracia y buscar políticas alternativas. Plantean la democracia de la multitud no sólo como necesaria sino como posible. La presentan como un contrapoder respecto del pos-capitalismo (como nombre del capitalismo en la modernidad). Es interesante pensar como tiene características que definen cierto lazo social actual porque esa multitud no se articula en un relato, en una ideología global, constatando la fragmentación y fragilidad de los lazos y proponiéndose como alternativa que no es trágica sino más bien es de aceptación: acepta la castración y/o la violencia, sin nostalgia alguna.
La potencia de una interpretación
El psicoanálisis con Lacan se adelantó al despegarse de la tradición vaciando la tumba de Freud, cuestionando la autoridad, para hablar de la experiencia donde cada uno pueda dar cuenta de su invención singular a partir de respetar la existencia de un imposible y lograr ir más allá de la increencia o del todo vale, planteando que no hay identidad sino identificación: el S de A tachado del grafo del deseo en los Escritos de Lacan, dice que hay siempre un resto definitivo y el sujeto es señalado como portador de una marca singular e incomparable y en consecuencia no colectivizable. De modo que el psicoanálisis no entra en políticas emancipadoras porque no hay totalidad posible.
En una clase del Curso anual de CABA de 2019 “El Otro del desengaño”, Enrique Acuña trabajó el hecho de que por un lado está “El programa del inconsciente que supone cada soledad en comunidad”. Y también, como decía, lo cito: “En mi soledad puedo armar mi comunidad de significantes, serían aquellos significantes que me nombren en mi satisfacción: “un hijo; mi padre; la muerte; una mujer…”. Entiendo entonces que en lo común puede habitar la diferencia. Es indicar que ella tiene un lugar y siempre hay un resto que nos acompaña. Esta misma idea da lugar a la contingencia que posibilita los cambios del régimen del goce cuando se trata de no-todo, no sólo como época sino como acontecimiento de cuerpo donde un significante equivale a otro cualquiera y el hacerse cargo de los efectos de sentido es el recorrido que lleva hacia otra cosa, que es la invención.
La experiencia analítica se presta a lo nuevo en el “no cesa de escribirse” que hace del síntoma una forma de gozar del inconsciente particular, en la repetición (de los Unos fálicos) que conduce a la otra vertiente de síntoma que señala el destino de soledad del sinthome, como sonido de las palabras y no ya sentido. Es la “H” en soledad evocada por Enrique Acuña en su libro Resonancia y silencio. También marcada por los puntos suspensivos del sinthoma que dicen sobre un Otro (A) en falta, incompleto, instalando la creencia ahí donde “no hay relación sexual”.
Soportar o mejor dicho, saber hacer con la contingencia, es comprometernos con lo que se “está por definir” y esa es la apuesta que nos permite la potencia de la enseñanza de Jacques Lacan y su idea de “el inconsciente es la política” amplificando a la ciudad un inconsciente que depende de la historia y de un cuerpo político como tal. El psicoanálisis viene ahí al acontecimiento de ese cuerpo del lenguaje y como tal transindividual donde la moral liberal no llega por no poder pensar ni siquiera la idea de comunidad. Alejados del ideal freudiano que ordenaba las masas, el psicoanálisis se alista en la interpretación de entender que se trata de pasajes de un régimen de goce a otro –goce-, donde el lenguaje juega su partida como posibilidad de invención que nos permita sortear la respuesta fantasmática frente al horror y la consecuente la pérdida a nivel del deseo.(4)
Notas:
(1) Acuña, Enrique: “Identidad como síntoma, V Encuentro del psicoanálisis con la historia y la cultura”. Revista Psicoanalítica Al Sesgo, diciembre 2014.
(2) Miller, Jacques Alain: Simplemente el inconsciente es la política.Debates orientados. Grama ediciones, 2024.
(3) Laurent, Eric: El reverso de la biopolítica, Grama ediciones, 2016, Pág 254.
(4) Acuña, Enrique: “Amar su más allá. Una lectura de la Ciencia y la verdad”. Revista Anamorfosis Año I – Número I. Publicación de Perspectiva Lacaniana. Se puede encontrar en la página web del Instituto Pragma: aplp.org.ar
Bibliografía:
– Acuña, E.: Curso anual “El Otro del desengaño”, CABA, Año 2019 (Inédito).
– Alemán, Jorge: Soledad común. Ned ediciones. 2023.
– Laurent, Eric: El sentimiento delirante de la vida. Capítulos: “Funes y la refutación melancólica del tiempo” y “El delirio de normalidad”. Colección Diva, 2011.
– Laurent, Eric: El reverso de la biopolítica. Capítulo: “un grito silencioso en marcha”. Grama ediciones., 2016.
– Mardones, José: Síntomas de un retorno. La religión en el pensamiento actual. Ed. Presencia social.
– Negri, T– Hardt, M.: Multitud –Guerra y democracia en la era del imperio (PDF).