El deseo como política
Miembro de la Asociación de Psicoanálisis de Misiones (APM). Miembro de la Red de Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas (Red AAPP)
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En principio, agradezco a Christian Gómez y a los demás integrantes del Consejo de la Red de Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas -AAPP-, la invitación a participar en este encuentro que da cuenta de los efectos de la enseñanza y de la transmisión que promoviera Enrique Acuña. Se trata, como venimos diciendo en la antesala de esta actividad, del despertar de cada uno que no es sin una red y de las fundaciones a lo largo de más de treinta años.
Hay en Enrique Acuña una alegría por las publicaciones, por editar y hacer revistas. Esa alegría toca un gusto propio y un estilo, que más allá de la retórica, nace del corazón de una experiencia analítica y se transforma en una política articulada a un deseo. Se trata de una política analítica que tiene una temporalidad propia de aquello que dura, que insiste.
Elegí un párrafo, que, entre otros tantos, dan cuenta de la presencia de los efectos de transmisión. Se trata de un artículo publicado en la Edición Nº1 del año 2011 de la revista Fri(x)iones -entre el psicoanálisis y la cultura-. Tiene por título “Extrañeza y extimidad”, y es una conferencia que se dio en Asunción en el marco del “III Encuentro del psicoanálisis con la historia y la cultura” convocado por la Asociación de Psicoanálisis de La Plata (Instituto PRAGMA), Asociación de Psicoanálisis de Misiones (APM) y Asociación Psicoanalítica Paraguaya Arandú (APPA). Encuentros que son, de alguna manera, antecedentes del cálculo que trazó Enrique y de lo que hoy es la Red AAPP.
El párrafo del cual me interesa partir es el siguiente, dice así:
“(…) Voy a hablarles de un recorrido por la experiencia analítica a partir de sus comienzos por la angustia y el final por la pragmática del síntoma. Alguien pide un análisis a partir de la proximidad de una perdida, “señal de peligro” para Freud, “un signo de lo real” para Lacan, es decir la angustia como fenómeno de extrañeza. Luego pasa un tiempo explotando el sentido de las palabras a partir de sus síntomas y al final se separa de algo que es su causa, un objeto que conecta la angustia inicial con otra cosa nueva que es la causa de su deseo. Ese nuevo espacio es la extimidad donde se podría vivir con lo extraño como íntimo y viceversa, por una suerte de torsión del sujeto con el lenguaje (…)”
En el mismo artículo, más adelante dice “(…) hay un efecto sobre el lenguaje, donde surge el buen chiste como agudeza articulada. Es la estructura del witz. Salimos de un análisis transformando la tragedia en la parodia. Decimos “tragicómico” (…)” (1).
La elección de este artículo y párrafo nace a partir de que da cuenta de tres términos que de alguna manera ordenan las cosas. Siempre es conveniente plantearse las cosas en términos políticos, clínicos y epistémicos. Creo que la enseñanza y transmisión de Enrique Acuña puede ser leído desde éstos tres términos.
Partiendo de los dos últimos términos, el párrafo mencionado da cuenta de la enseñanza y recorrido de un análisis, del pasaje de las resonancias y modalizaciones del lenguaje a la mudez y el silencio de la pulsión; decía en su libro Resonancia y silencio -psicoanálisis y otras poéticas-: “(…) un psicoanálisis comienza con el sentido de las palabras y termina con la implicación del sonido en el silencio, no el de la pulsión, sino el del poema(…)” (2).
De modo que en la experiencia analítica la tragedia se transforma en comedia, fracaso del héroe trágico y nacimiento de un sujeto que ofrece la validez de su deseo.
Entonces, ¿Cómo enseñar lo que no se enseña? Jacques Lacan en “Alocución sobre la enseñanza”, intervención pronunciada en el cierre del Congreso de la Escuela Freudiana de París en 1970, aquella que luego parodió Oscar Masotta en una repetición original en Buenos Aires, pone en el banquillo la enseñanza como transmisión de un saber en una linealidad entre precursor y sucesor, entre enseñante y alumno. A esta oposición entre saber y enseñanza propone el par saber y goce. De modo que hay algo que no se enseña pero que se puede saber en una experiencia analítica haciendo surgir esa chispa en cada uno que va más allá de la información del yo.
Enrique Acuña siempre supo enseñar a partir de una paradoja, aquella que en su enunciado de aparente contradicción mantiene una verdad en suspenso. Una paradoja que nos permite acercarnos al objeto en psicoanálisis y nos enseña sobre la experiencia analítica, aquella que hace que alguien escuche el significante que le permita leer como un texto lo inconsciente a la vez que escribe y bordea algo de ese objeto que no se capta.
De algún modo, eso singular, de cada uno que escapa al lenguaje, es lo que nos mueve y empuja a escribir, a hacer revistas.
Parto de una anécdota, en donde la contingencia del obsequio de una revista enseña sobre el cálculo político y de recepción. En una de las reuniones que teníamos con Enrique, en un café de Buenos Aires con colegas de Posadas, y revisando la reciente salida de uno de los números de la revista Fri(x)iones, le obsequia un ejemplar a un amigo el cual le dice: “No un asesino serial, sos un fundador serial de revistas”.
A cada asociación o biblioteca, una publicación; siempre fue el trazo de Enrique Acuña, siguiendo las enseñanzas de Oscar Masotta y Germán García, creando así precursores en el sentido de Borges a lo que una fundación y su política se refiere, tanto de una asociación o biblioteca como de una publicación; tejiendo las condiciones de posibilidad del psicoanálisis en cada ciudad y haciendo jugar algo con el partenaire cultura.
De modo que Fri(x)iones -entre el psicoanálisis y la cultura-, como otras publicaciones como Conceptual -estudios de psicoanálisis-, Perspectivas -sobre la situación del psicoanálisis-, Anamorfosis y Analytica del Sur, son un intento de construir retóricamente el lugar del psicoanálisis en cada ciudad, a partir de un cálculo que implica la recepción y un horizonte de expectativa, siguiendo un programa y transferencia de trabajo orientadas por Enrique Acuña quien nos enseñó una intención sostenida por publicar que se anuda a una política de enseñar y transmitir el psicoanálisis, un dispositivo de interpretación del síntoma propio de la cultura y un modo de leer los hechos sociales que tiñen la época.
“No soy Santa Teresa, ¡pero fundo!” dice Masotta, en donde cada fundación involucra una decisión, que, opuesta al consenso, se articula a un deseo y se plasma en una política. En ese sentido, Enrique Acuña es también ante todo un político del psicoanálisis. Lo comprobamos en su enseñanza, transmisión y en sus efectos; en su estrategia de provocación y en su cálculo, cada vez, de recepción. Tejiendo una red de precursores: Freud, Lacan, Miller, Laurent, Masotta, Germán García y otros; podríamos decir de su transmisión que la fidelidad a una lógica de enseñanza no mata ninguna originalidad, un estilo propio que no reniega del ejercicio de explicar, y explicarse, como solía decir Masotta: “Cuando enseño trato de explicarme a mí mismo”.
Pensaba a partir de lo que fui mencionando que el deseo orientado hace vivir mucho en poco tiempo, un “articulador” que fue tejiendo en un cálculo permanente las políticas de enseñanza y trasmisión del psicoanálisis por más de treinta años y en numerosas ciudades; un deseo que no se economiza y que es una brújula que nos orienta. Un deseo de hacer existir el psicoanálisis donde no hay, ese “viajero fundador” del cual pudimos captar de su enseñanza: no hay clínica sin política.
Notas:
(1) Acuña, Enrique. “Extrañeza y extimidad”, en Fri(x)iones -entre el psicoanálisis y la cultura-, Edición Nº1. Primavera 2011. Página 30.
(2) Acuña, Enrique. “Que se diga. Hacia un nuevo silencio”, en Resonancia y silencio -psicoanálisis y otras poéticas-. Editorial de la Universidad de La Plata. 2009. Página 11.