Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 12 • Diciembre de 2022 •

editorial
This page as PDF

Se(x)uaciones – mujeres y hombres
con lo femenino

Curso breve de Enrique Acuña
17 de febrero de 2021
2º clase

Recién en los años setenta, la causación del sujeto y su sexuación –dos neologismos– se juntan en unas fórmulas que permiten decir: la sexuación es igual a “sexo más significación”, y el producto son diferentes posiciones a tomar con lo femenino y/o masculino.

No hay entonces más “efectos sociales fuera de la norma”, sino efectos sobre el sujeto de lo real, del hecho de que “no hay proporción sexual”, salvo que alguno empiece a hablar de amor.


Enrique Acuña, Resonancia y silencio –Psicoanálisis y otras poéticas– 2009
Enrique Acuña

(1959-2021) Fue Psicoanalista, Miembro A.P. de la escuela de la Orientación Lacaniana (E.O.L) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (A.M.P). Director de Enseñanza de la Red A.A.P.P, del Instituto PRAGMA-APLP, Instituto Sigmund Freud, Biblioteca Freudiana de Bahía Blanca, Biblioteca de Oberá. Fundador y asesor de la Asociación Psicoanalítica Paraguaya Arandu. Fundador de las revistas: Conceptual, Fri(x)iones, Analytica del Sur (virtual). Autor de Resonancia y silencio y compilador de: Las paradojas del objeto en Psicoanálisis, Curarse del lenguaje, Locuras y psicosis y Vidas pulsionales.

» E-mail al autor

Fotografía: Carolina Sanguinetti; @hornero.urbano

 

En esta segunda clase vamos a presentar el Seminario 20, Aun del año 1972, de Lacan, con respecto al tema del goce, el goce en sus diferentes formas para llegar al quid de la cuestión que se ha planteado como hipótesis en el curso, que es la cuestión de la función que tiene la sexuación como diferente a la sexualidad. La sexuación, decíamos, como una toma de posición, de consentimiento y de asentimiento con respecto a un goce.

Lacan va a hablar de lo femenino diferente a la feminidad, que es nuestro punto de interrogación, porque lo femenino es “lo”; no tiene nada que ver con la feminidad en el sentido de las mujeres solamente. La hipótesis a la que queremos arribar es entender lo femenino como una “x” en ese binario masculino-femenino, lo femenino como una “x” en el binario macho/hembra, mujeres/hombres, femenino/masculino. Este tercero que es la “x”- el elemento indeterminado de la sexualidad- es sexuación; es decir, es un verbo que se conjuga cada vez con la significación que cada uno le da a su sexo. El ejemplo límite de esto es el transgénero, sabemos que la transexualidad explora actualmente ese pasaje donde se da cuenta del consentimiento o no de alguien a su cuerpo, quiere o no tener ese cuerpo. Ahí lo que vemos es que la “x” del no género- que no es la feminidad ni la masculinidad sino lo femenino en tanto indeterminación- tiene para nosotros su interés en relación a esto último que es el ascenso de los sexismos y el ascenso de la violencia de género por ejemplo.

Hoy veíamos que el presidente de la nación recibió a la madre de una mujer asesinada probablemente hace pocos días, y que en esa atención que tienen los dispositivos sociales del Estado ante el ascenso de la violencia de género, encontramos lo que nosotros llamamos el «síntoma social». Ahora bien, tratamos de no detenernos solamente en el síntoma social, sino de hacerlo pasar por el discurso analítico, por eso la ampliación de derechos es una condición necesaria pero no suficiente para ver de qué manera la presentación del síntoma histérico con el cual un analista puede hacer algo ha cambiado a partir de estos movimientos sociales y de la posibilidad de la “x” en relación a la ciencia, en el transgénero, en el transexualismo, como las maneras de presentarse actualmente este problema de la ausencia de la identidad.

Entonces, decíamos en la clase anterior que el Otro de la ciencia a quien se dirigía Freud para hablar de la sexualidad, como punto de partida (el sentido sexual de los síntomas, decía Freud), ese Otro era la ciencia. Para Lacan, sin embargo, en los años 70´en este seminario que se llama Aun en francés Encore, implica también la idea de “todavía”, todavía un poco más. Cuenta la leyenda que el título de este seminario fue idea de la secretaria de Lacan, Gloria, que le habría dicho: «Dr. Lacan hay muchas personas que me llaman y preguntan por su seminario de este año y cómo se va a llamar», año 1972… estamos hablando ya de 20 años de seminarios públicos y gratuitos de Lacan en diferentes universidades. Ella lo increpa y le pregunta «¿De qué va a hablar? ¿Va a seguir o no va a seguir?», y Lacan le dice encore, todavía voy a seguir, y ese encore está muy ligado a lo que él venía hablando el año anterior en su seminario llamado … Au pire, que aquí se tradujo como … O peor, nombre enigmático, porque en los puntos suspensivos se puede poner lo que se quiera (un hombre, un padre, una madre, una mujer etc.), o lo peor, y dice Lacan ese au pire, lo que empeora. Lo que haya antes en los puntos suspensivos: el padre o lo peor; un hombre o lo peor. Más vale estar con una mujer y no estar en lo peor, ¿qué es au pire?, es el goce, y en este seminario Encore, Aun, trata de situar el goce, no como una fórmula entendible para todos, sino como una experiencia de la que cada uno puede dar su testimonio. Es muy terrible como los estudiantes de psicología dicen «el goce» a cada rato y no saben muy bien a qué se refieren; si es un sufrimiento, un placer, si está entre las dos cosas, algo que está más allá, que ninguno conoce, algo desconocido, algo no experimentado o es una experiencia simplemente de la que cada uno puede dar su testimonio.

Voy a comentar el capítulo I del Seminario 20, Encore, Aun, “todavía un poco más voy a seguir”, es correlativo a un más. Así como decía que lo movimientos sociales identitarios de la sexualidad, las minorías étnicas, afrodescendientes, indígenas, etc, se basan en lograr la identidad a partir de un conjunto cerrado, en psicoanálisis el discurso analítico lo que hace es abrir cualquier conjunto cerrado, o sea, cualquier significante amo, y someterlo a una serie significante. Ese conjunto cerrado de significantes tendrían un Uno, la identidad. “Yo soy el monstruo que ustedes rechazan” decía Preciado el año pasado en el congreso de la Escuela de la Causa Freudiana, ante 3.500 analistas, y era como dicen los franceses épater le bourgeois, una patada al burgués bien pensante. Yo soy el monstruo que en ustedes habita, vive en ustedes, una mujer que se transformó por su identidad de género, de Beatriz a Paul Preciado. Y diría con esa frase: «Yo soy el monstruo que en ustedes habita, yo soy esa “x” transexual que ustedes desconocen, yo soy lo reprimido de ustedes.» Ese «yo soy» es una identidad, es una identidad de un género queer, o sea, no definido, no es hombre ni mujer, y por eso es inquietante para los 3.500 analistas que estaban en el congreso. Lo cierto es que Lacan en este Seminario 20, Aun, apuesta a hablar no solamente del amor sino del más allá del amor. Si -como proponía Germán García- se hace un ejercicio semántico, y no se repite de memoria «goce, goce, goce», si lo articulamos con lo que dice Lacan: “Me voy a prohibir pronunciar la palabra goce y voy a tratar de dar todos los sinónimos de esa palabra, pero no la voy a pronunciar”, podría decirse que es algo que está más allá del amor.

Lacan arranca con una teoría del amor, y su Otro ya no es la ciencia freudiana, su Otro, sentado frente a él, son los efectos de los movimientos sociales identitarios, por ejemplo el MLF francés-Movimiento de Liberación de las Mujeres-, la lectura que estaba haciendo Luce Irigaray del psicoanálisis y del feminismo, la lectura que se hacía en Francia de Simone de Beauvoir, etc. Entonces Lacan tiene un público que es exotérico, que tiene que entender todo, enseguida, rápido, y otro que es esotérico, el que deja todo en suspenso. Analiza a quién le habla Lacan, a este fulano o aquel sultano, a alguien que no sabemos bien quién es; es decir hay un Otro al que le va hablando Lacan que se va fabricando a medida, tanto de su teoría del amor como de su teoría del goce. Pero fíjense que ya no arranca como Freud hablando a la ciencia de lo que es la sexualidad, como un hecho del lenguaje y no un hecho biológico, sino que arranca de una teoría del amor y una teoría del goce, y de lo que fracasa en el amor, de lo que falla en el amor, que es esta teoría de lo que no funciona en el amor.

Indudablemente Lacan ya había recorrido en muchos seminarios teorías del amor, como por ejemplo en El Seminario 7, La ética del psicoanálisis, tomando un clásico de los franceses académicos que se había puesto de moda, que era Rougemont con su libro El amor y Occidente, y en los Escritos de Lacan, más esotéricos, escrito para algunos entendidos, en un texto que es “Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina”. Lacan también apela al academicismo y a la tradición francesa de lectura, que nosotros no tenemos, y a los movimientos sociales que no son los feminismos, sino que son dos movimientos históricos, que ya no existían en Francia en esos momentos, y a ellos se dirige: el “Catarismo” que surge en la región de La Provenza, como movimiento que hace a la ideología del amor cortés y el movimiento social de “Las preciosas”, escritoras ligadas a la nobleza francesa en el siglo XVII.

Indudablemente el Otro para Lacan y su teoría del amor, y del más allá del amor, ya no es la ciencia, como para Freud, sino que se tratará de responder a las distintas teorías legitimadas de lo que es el amor y el más allá del amor. En el Seminario 20 apela fundamentalmente a aquello que escucha en la misma experiencia analítica y, sin hablar de sus casos, Lacan empieza a teorizar sobre el amor de acuerdo a lo que él observa en la experiencia analítica. Es más, de lo que él mismo fue como analizante. Es muy interesante porque arranca un seminario diciendo que iba a hablar del amor y del goce a partir de la experiencia del analizante que fué.

En el capítulo 1 del seminario, que se llama “Del goce”, de 1972, Lacan va un poco más allá del Seminario 19 «… o peor» y de la teoría del amor en los griegos (que es la teoría del Uno platónico). Lacan va más allá de ese Hay el Uno y arranca con la idea del dos; hay dos, pueden ser un hombre y una mujer, pueden ser dos hombres, dos mujeres, pero hay siempre dos, dos que intentan hacer un Uno, hay dos separados que intentan hacer un Uno por un artificio (después lo va a llamar fantasma) que une dos cuerpos como un espacio topológico. Un espacio topológico que une dos cuerpos; la vía del amor dibuja un espacio topológico sobre el que Lacan dice: ustedes se acuestan en la cama con otro cuerpo y se abrazan, el abrazarse es el significante que va a marcar esa unión de dos cuerpos en un espacio  topológico, en un espacio compacto.

¿De qué esta hecho este espacio del abrazarse de dos cuerpos, que son cada uno un Uno? Lacan arranca de una manera muy fuerte, diciendo que el goce es del Otro, del inconsciente de cada uno, de esos dos cuerpos, y que es mentira pero es necesario pensar que es del otro con minúscula, del otro semejante, al cual estoy abrazando. Arranca con esta teoría fuerte de lo que son el amor y el goce, y dice así: El goce del Otro, [del Otro con mayúscula], del cuerpo del Otro que lo simboliza, no es signo de amor” (pág.12). Entonces el goce del Otro es la relación a mi inconsciente, puedo estar abrazado con alguien y estar pensando en otra persona, ocurre frecuentemente que para poder llegar al orgasmo hay personas que relatan que estuvieron pensando en otra situación. El goce del Otro, de mi inconsciente, del cuerpo del otro, de mi semejante a quien abrazo, que lo simboliza, no es signo de amor. Esta frase es inentendible, es decir que no hago signo con mi inconsciente. Entonces es el fantasma al que tengo que recurrir para poder gozar en el espacio del abrazarse con otro, de ese plus de placer que es el goce. Dice Lacan: el amor ciertamente hace signo, hace señas, y es siempre recíproco.

Entonces sitúa el amor entre la reciprocidad de dos cuerpos que se da a través del signo del amor, el cuerpo del otro con minúscula, de un semejante. Pero el Otro con mayúscula, mi inconsciente, no tiene por qué enterarse a quién abrazo, no puedo decirle «mirá estoy pensando cómo gozaba con sultana», es decir, está silenciado el goce del Otro, en tanto no es el signo de amor recíproco que se da al semejante al cual se abraza. En ese espacio compacto del abrazarse -yo encontré su respuesta hace muchos años, en un texto que se llama “La hipótesis de la compacidad y las lógicas de la sucesión”, de Geneviève  Morel (en Revista Uno Por Uno del año 1996)- la respuesta está en la compacidad, en esta lógica de la topología, que une en el espacio del abrazarse a esos dos cuerpos que recíprocamente quedan unidos por signos de amor, pero que- en relación a su goce- está cada uno separado, está cada uno ligado a un goce Uno, cada uno está gozando con su inconsciente de una manera que el abrazado no se entera.

En este texto de Geneviève, como ella es matemática, desarrolla la topología de un espacio compacto, un compacto que no tiene nada que ver con la consistencia, sino que está relacionado con una falla, con una falla en ese espacio del abrazarse y que implica que cada uno está conectado a su inconsciente, a su Otro. Lacan dirá, la teoría del amor a la que recurro es una teoría del signo de amor en el otro, en el recíproco, en el otro al cual abrazo, pero la teoría del goce, de la relación a mi inconsciente, es una teoría relacionada con la fórmula de la sexuación. Con que en ese Otro del goce hay una barra, es decir que habrá un elemento que falta, que es la “x”. En la relación a mi inconsciente hay un espacio que es infinito, no es compacto, es infinito, en mi relación al abrazo hay algo compacto pero en mi relación al inconsciente hay algo infinito. Me puedo disparar, dice Lacan, de manera incontable, a significantes que no conozco ya que por estructura ese inconsciente no es conocido.

Dirá entonces que hay al menos dos sexos, no dice sexualidad, dice sexos, macho y hembra. En el animal funciona, hay un programa instintivo que los une para copular y para la futura reproducción, pero el humano lamentablemente habla demasiado, como dice Lacan en Encore. Todavía seguimos hablando, conectados al inconsciente como ese Otro con mayúscula, que nos saca de un programa animal, de pensar que alguien se abraza a otro con quien va a reproducirse solamente. Entonces, como alguien habla, tiene un inconsciente con el cual se conecta a ese goce infinito que lo desvía de la meta sexual, está conectado con Otro que es incalculable, infinito y no compacto, que se dispara más allá de lo controlable por el cuerpo mismo, que sale del programa instintivo de comportamiento. Sabemos desde Freud que la pulsión no tiene objeto, el objeto se fabrica de acuerdo a cada uno, para que no sea una masturbación, en el espacio del abrazarse habrá que inventarse, según Lacan, un mito primero y después un fantasma, un artificio que hay que inventar para no dispararse al infinito del Otro goce, y seguir pensando que hay el amor con el otro.

En el 98´en Barcelona el Congreso de la AMP se llamó “El partenaire síntoma” presenté un trabajo sobre el mito de Don Juan, que es a lo que se va a referir Lacan en este seminario. La hipótesis central de ese congreso fue que nosotros nos inventamos -en ese espacio del abrazarse en una pareja- o un síntoma o un fantasma para poder mantener ese espacio. Lacan dice que el amor es impotente aunque sea recíproco porque ignora que no es más que el deseo de ser Uno, ligado a mi Otro, lo cual nos conduce a la imposibilidad de establecer la relación entre ellos. ¿Ellos quiénes? Los dos sexos. Lacan acá desvirtúa la idea de sexo, dice que no hay unión entre dos sexos porque no hay un programa animal de cópula, entonces hay que inventar un artificio que para algunos es un síntoma, una mujer puede ser el síntoma de un hombre, o bien para una mujer un hombre puede ser un estrago, como fue su madre. Para que esos dos sexos se crean dos sexos, es necesario inventar en el medio un artificio que es el partenaire-síntoma, del lado del hombre una mujer puede ser su síntoma, su problema, su conflicto. No puede dejar de pensar en ella, y la mujer como síntoma de él le permita al hombre fabricarse él como estrago de esa mujer, aparecerá así como lo terrorífico para esa mujer.

Esto es problemático, ¿por qué?, porque Lacan dice que aquí los signos de amor unen los cuerpos en el espacio del abrazarse como un compacto topológico y ejemplifica con el mito de Don Juan, como fantasma de las mujeres. Y, para los hombres, con la paradoja de Aquiles y la tortuga. En la revista Versus, del año 2000 que está en la página web de la Asociación de Psicoanálisis de la Plata, hay un dossier sobre Aquiles y la tortuga y hay un texto de Lewis Carroll que se llama “Lo que la tortuga le dijo a Aquiles”. Se plantea la paradoja de Zenón- que era un matemático griego que decía: si pongo a caminar una tortuga con el hombre de los pies alados que era Aquiles, Aquiles nunca va a alcanzar a la tortuga cuando van marchando, porque hay un espacio que no se calcula por la velocidad de los pies sino que se calcula por cuánto avanza cada uno. Entonces, la paradoja de Zenón es que la tortuga es inalcanzable para Aquiles porque en la medida en que ella avanza con una velocidad que es igual o mayor que la de él, aunque ella quede atrasada aparentemente, es inalcanzable. Escribí una introducción a ese texto de Carroll que me pareció muy atinente para explicar esta cuestión del amor y el goce y dice lo siguiente; “Paradojas carrollianas” (como dice el amor que el movimiento no se demuestra andando): No nos detendremos aquí en presentar al genial “poematemático” Lewis Carroll, sus neologismos y sus maravillas, sino a los protagonistas de este relato que cabalga entre la literatura y la lógica. La paradoja de Aquiles y la tortuga nace con Zenón de Elea (discípulo de Parménides inventor de la dialéctica) una aporía que con los siglos continúa ejerciendo efectos opuestos de refutación o de demostración en tanto se trata de una falacia matemática. Por ello tal vez, preferimos con Carroll, su faz irónica. Podemos enunciarla así: Aquiles, símbolo de morosidad. A. corre diez veces más ligero que la tortuga y le da diez metros de ventaja. A. corre esos diez metros y la tortuga corre uno; A. corre ese metro, la tortuga corre un decímetro. A. corre ese decímetro, la tortuga corre un centímetro… y continúa así infinitamente sin alcanzarla”. Es decir que la paradoja de Zenón es la demostración de que un cuerpo se puede mover pero la velocidad es menos importante que el movimiento que el cuerpo está haciendo, o sea que la tortuga está avanzando más que Aquiles. Y sigue. “Así, la paradoja es ‘inmortal’ al decir de Borges quien en un ensayo titulado ‘La perpetua carrera de Aquiles y la tortuga’ repasa la serie de refutaciones -de Aristóteles a Hobbes y de Bergerson a Russell- para concluir que la paradoja atenta ‘no solo la realidad del espacio, sino la más invulnerable y fina del tiempo’ (…) ‘la sola palabra infinito, palabra (y después concepto) de zozobra que hemos engendrado con temeridad y que una vez consentida en un pensamiento, estalla y lo mata’. O sea que una paradoja siempre mata al pensamiento en el sentido formal, no es el sentido común la paradoja. Por eso se valida su pregunta ‘¿Tocar a nuestro concepto de universo, por ese pedacito de tiniebla griega?”

¿Podemos poner nuestros pensamientos entre paréntesis por una paradoja que hicieron los griegos allá hace años en relación al movimiento de los cuerpos? Sí, podemos pensar que en el abrazo hay una paradoja y que cada uno de los que se están abrazando está pensando en un tercero, está funcionando con su propio fantasma, de que este tipo es un estrago o esta mujer es un síntoma.

[Continúa leyendo Acuña:] “Sabemos del uso de la paradoja lógica -la contradicción de proposiciones verdaderas- por Jacques Lacan como modo de argumentar el espacio de goce entre los sexos (Seminario XX, Aun, cap.1). El esquema de gozar de un lado del ser sexuado, el del hombre, es el de Aquiles con la tortuga, mientras que para la mujer será ‘el mito femenino de Don Juan’. ¿Qué quiere decir esto? Lacan lo va a explicar así: Don Juan es un mito femenino porque las mujeres necesitan ser contadas. Cuando fui a Barcelona había estudiado todas las versiones que hay de Don Juan, Molière, las versiones castellanas, la versión de la ópera de Mozart, y cuando lo presenté, el presidente de mesa era un francés y me acuerdo que me dijo: «Ahora defienda lo que dijo». Yo lo que había planteado es esto que dice Lacan aquí: que Don Juan es un mito femenino, las mujeres necesitan encontrarse con un tipo que no las tome como un todo, sino como una por una, y en la única versión de Don Juan donde realmente aparece la mujer una por una y cada una para él es diferente, es en esta versión de Da Ponte escrita para la ópera de Mozart.

[Acuña prosigue con la lectura de algunos párrafos del capítulo 1 del Seminario 20, Aun, de Lacan (pág.18) y los comenta:] “Retornaré al asunto de ese lugar del Otro”, en el que cada uno en el espacio del abrazarse apela. “Pero desde ya, para hacer imagen, se los ilustraré. Es bien sabido cuanto se han divertido los analistas con Don Juan, con el cual hicieron de todo, y, hasta lo que es el colmo, un homosexual”. “Pero céntreselo sobre la imagen que acabo de hacerles”, es en ese espacio del abrazarse del goce sexual que está recubierto por un conjunto que se constituye en una finitud, y que a la postre se cuentan. “¿Acaso no se ve que lo esencial en el mito femenino de don Juan es que las posee una por una?”, o sea, las cuenta una por una a las mujeres que tiene; esto- dice -es un sueño de las mujeres: que por fin haya un hombre que vea su distinción, que es diferente a la otra que él tuvo y que eligió una diferente a su ex mujer. Ella es distinta, introduce entonces el mito de Don Juan y piensa que este hombre sabe contarlas una por una con su propio goce. Eso es el otro sexo, dice Lacan, el sexo masculino, para las mujeres. En esto, la imagen de Don Juan es muy importante. Desde el momento en que hay nombres, se puede hacer una lista de mujeres y contarlas una por una. Si hay mille e tre es porque puede poseérselas una por una, que es lo esencial.

Y es algo muy distinto al Uno de la fusión universal, hay el Uno, donde cada uno está metido en su covacha, con su Otro digamos. Si la mujer no fuese no-toda, si en su cuerpo no fuese no-toda como ser sexuado, nada de esto se sostendría. Entonces, es porque la mujer es no-toda que hace existir que haya uno, el uno de Don Juan que las cuente una por una, es decir que abra el conjunto cerrado en un conjunto abierto y permita el infinito del goce. Pero ¡atención!, no se puede ir al infinito del goce porque se puede enloquecer, volverse una mística como Santa Teresa de Jesús cuando habla del castillo y dice que el castillo tiene escalones que se vuelven infinitos pero que si pone pisos va delimitando que hay niveles, entonces no se volverá loca llegando al goce infinito. Dirá Lacan la mujer una por una no llega al infinito sino que pasa al goce fálico, pasa a ser contable, pero necesita fantasear que hay un hombre que la sabe contar, una. Cuando la mujer fabrica que cualquier hombre es Don Juan que la puede contar y ella es distinta a las otras, entra en el goce fálico y no en el goce infinito, en el incontable, ella es contable.

Entonces el Otro para una mujer es A = 1+1+1+…, distintas, mientras que para un hombre en el lugar del mito de Don Juan de las mujeres, está Aquiles y la tortuga, él trata de alcanzar un goce que él cree encarna la mujer como infinito, el hombre piensa «tengo mi goce fálico, a ver cómo la atrapo con este aparejo a esta mujer que se escapa al infinito», que es la tortuga. Entonces Lacan señala que la serie de mujeres que Don Juan cuenta una por una introduce un límite del hasta acá puedo contar. No hay infinito de goce, sino que el goce se vuelve otra vez fálico, es decir, contable. Entonces, entre el hombre y la mujer indica Lacan en este seminario, hay que poner puntos suspensivos en el medio y hay que poner un tercero en esos puntos suspensivos que es o Don Juan o la tortuga o un síntoma, la mujer síntoma de un hombre o un hombre estrago de la mujer. Pero siempre hay que poner una función que es el argumento de F(x), donde “x” está en relación a lo verdadero.

Me interesa subrayar que en el capítulo VII “La carta de almor”, del Seminario 20, Aun, es interesante qué quiere decir almor, como diferente a amor, porque Lacan desconfía del amor recíproco, no cree en el amor recíproco, cree que hay un espacio de abrazarse que queda vacío, espacio de falla, y al haber ese espacio de falla en el abrazarse de dos cuerpos hay que apelar al lenguaje, ya sea del fantasma, o del síntoma, un tercero que es una “x” en principio, no se sabe qué es. Pero en este capítulo VII Lacan va a demostrar que hay una estructura del lenguaje donde no se puede escribir una carta de amor sin tener en cuenta que va a haber la “l”, esa que será en verdad la posibilidad de que haya una falla, es decir que la carta de amor siempre se supone que tiene que estar bien dicha, enaltecer el objeto, etc. Pero la carta de almor es la que contempla que puede fracasar la carta, siempre llegará al destino que es mi Otro, mi inconsciente. Pero si escribo una carta de amor y contemplo que puede haber una falla entonces contemplo que está en mi inconsciente.

Cuando Lacan dice el almor es el amor al alma, se refiere a ese tercero que no está en la relación simétrica del otro cuerpo abrazado en el acto sexual, sino que se refiere a la relación que un sujeto tiene a su fantasma. Es muy difícil entenderlo y transmitirlo porque es decir no hay relación sexual, hay una relación que cada sujeto arma con otro, pero en realidad lo está haciendo desde su fantasma, porque ama a su fantasma primero que a este otro, el prójimo. En ese sentido Lacan no es cristiano, no cree en el amor al semejante a un partenaire que está abrazado con otro, sino que dice que cada uno esta amando su fantasma desde el lugar donde abraza al otro. Este texto de Lacan- el Seminario 20- me enseñó que no es incompatible estar en el espacio del abrazarse en la ilusión amorosa y a la vez estar soñando con su almor, con su fantasma; no hay por qué sentirse culpable de estar solo con su fantasma estando en una relación amorosa, porque se juegan las dos cosas: está el sujeto y está el individuo.

Se me ocurre que habría que pensar este fenómeno social de la violencia de género, el femicidio. Si respondería a la lógica de la vida amorosa en término de una estructura para el varón y una estructura para una mujer, o sea una mujer que busque en un hombre el estrago y un hombre que busque en una mujer un síntoma y que eso provoque el almor, digamos, el fracaso del amor. Lacan recurre a que si tacho La mujer y digo No hay el universal, hay una por una, al tachar La lo que queda es un objeto a, un resto de la operación que no entra en el universal, en la norma macho. El tema es quea  la norma macho la puede ostentar una mujer.

Freud enuncia tres alternativas para la mujer: la maternidad, la virilidad o que haya una sustracción sexual. Las alternativas son la neutralización de la sexualidad, la neurosis como neutralización, la masculinidad de la mujer y la maternidad. Si tacho La mujer y digo No hay un universal femenino sino que tengo que hacer el planteo a partir del objeto a, lo interesante para el problema social de la violencia de género es que se pone en juego si un hombre siempre va a ser el estrago de una mujer, o sea que la mujer buscará un hombre estrago, una especie de partenaire asesino. No siempre el fantasma femenino será buscar en el hombre el hombre estrago y no siempre un hombre va a encontrar en la mujer un síntoma. Siempre va a encontrar lo inalcanzable del goce de la tortuga, entonces en la tachadura del universal de La mujer, La con mayúscula sin tachar no existe, existe una por una.

Insiste, insiste en la presentaciones justicieras actuales de la histeria por ejemplo, en la presentación actual de una demanda de amor que siempre se liga a la pulsión, puede llegar al extremo de pedir aún más (encore) y ese aún más llevarla a lo ilimitado a la histérica o al histérico. Lo que importa en este capítulo es que al tachar La, y decir no hay universal, hay un resto que cae que es el objeto a como efecto del sujeto dividido en las fórmulas de la sexuación. Fórmula de la sexuación que es el efecto de una acción, de la acción de que hay el sexo, o sea un movimiento. Es interesante ver que la tachadura de La produce un resto que es el objeto a y el tema es que ese objeto a es atrapado en el fantasma femenino o masculino. Cuando se recurre insistentemente al fantasma, teniendo un programita fantasmático se es un poco un animalito, pero se tiene un fantasma al cual recurrir. Ahora, si no está ese objeto atrapado en el fantasma está suelto- es lo que dice Masotta en “El objeto metonímico” (revista Versus)-, ahí puede haber estrago por todos lados. Un caso concreto es el ascenso del sexismo, llámese feminismo o violencia de género, del lado de la norma macho que mata, donde el asesino inconsciente actúa contra una mujer. Cuando un hombre se vuelve asesino de una mujer (la mayoría de las mujeres asesinadas son parejas o ex parejas)- no es que se volvió loco al hacerse asesino de una mujer, sino que operó en él una inversión donde no apareció este espacio tercero del Otro simbólico sobre lo real, sino que quedó en el espacio del a – a’, donde el odio es efecto del amor, digamos. Por eso Lacan habla en el capítulo siguiente del odioenamoramiento, y muestra cómo el amor fácilmente se puede transformar en odio.

Entonces estamos frente al asesino de la mujer en el femicidio, donde no solamente el hombre proyectó su kakon, su mal, en la mujer que tenía al lado y que lo puso en el lugar de estrago materno, sino que él prescindió del inconsciente como Otro con mayúscula, es decir, no hubo tercero, quedó atrapado en la reciprocidad imaginaria de esa pareja donde el amor se volvió odio. Es muy interesante que Lacan hable del amor y del goce y termine hablando del odio. El odio extremo expuesto en el femicidio demuestra que el asesino mata en el otro su propio mal, su kakon, encuentra en el otro al que mata, su propio mal. ¿Él no tiene inconsciente?, ¿no tiene un tercero?; no, no es que no tenga inconsciente, es que estamos en una época donde la ciencia y el capitalismo extremo han provocado un efecto de norma macho, digamos así, universal para todos. Hay neoliberalismo, no hay alteridad, el discurso capitalista ha introducido la noma macho de que para todos tiene que haber consumo, producción y se consume el sujeto en ese consumo.

¿Qué tiene que ver esto con la violencia de género? Tiene que ver porque, si hay un ascenso del capitalismo, del neoliberalismo de la mano de la ciencia y de la norma macho, puede provocar un ascenso del femicidio. Hay un imaginario social donde el hombre debe dominar a la mujer.

¿Por qué Lacan arranca hablando del amor, de la carta de almor y termina hablando del odioenamoramiento, cuando el amor se vuelve odio, como si fuera el reverso de una misma cosa? La dejo como pregunta, me la hago yo también.

Les leo este párrafo interesante del texto “Lo que la tortuga le dijo a Aquiles”, de Lewis Carroll:

“Al llegar a este punto el narrador, que tenía cosas urgentes que hacer en el Banco, se vio obligado a abandonar a la feliz pareja, y no volvió a pasar por allí hasta algunos meses después. Cuando lo hizo Aquiles estaba todavía sentado en el caparazón de la muy paciente Tortuga escribiendo en su libreta de notas, que parecía estar casi llena. La Tortuga estaba diciendo: “¿Ha tomado nota usted de este último paso?”. Si no he perdido la cuenta vamos en el mil uno. Nos quedan todavía varios millones. Y querría pedirle algo a título de favor personal: ¿le importaría, habida cuenta de la gran cantidad de enseñanzas que este coloquio nuestro ha de proporcionar a los lógicos del siglo XIX, le importaría, digo, adoptar un retruécano que mi prima, la Tortuga Artificial, hará hacia esa época y dejaros rebautizar con el nombre de “Aquiles el sutiles?”

“Lo que usted quiera -replicó el fatigado guerrero, con tonos de desesperanza en su voz, mientras sepultaba su cara en las manos-. ¡Siempre y cuando usted, por su parte, haga suyo un retruécano que la Tortuga Artificial nunca hizo permitiéndome rebautizaros Tortuga-Tortura!”

La tortuga le pregunta a Aquiles ¿Ha tomado nota usted de este último paso que yo di? Como diciendo: a ver, hombres, ustedes tienen el deber de contarnos una por una. Evoca un femenino, que venga Don Juan y me cuente, que diga una por una, qué distinción tengo yo y “nos quedan todavía varios millones”. Pasa mucho en los análisis donde el sujeto histérico pone al analista en el lugar del amo y tiene que decirle y contarle el cuento que pide que le cuenten.

Entonces aquí hay que ver que hay una demanda de amor femenina de ser contada, en los análisis lo podemos escuchar, que una mujer quiere ser contada por un hombre, no en el término de un cuentito, sino de ser contada en su distinción, en su diferencia con las otras.

[Siguen intervenciones de participantes y comentarios de Enrique Acuña.]

 

——————————

– La primera clase de este curso está publicada en la Editorial de Analytica del sur- Psicoanálisis y crítica Nº11

– En esta segunda clase Leticia García participó como invitada. Basó su intervención en los capítulos VI y VII del Seminario 20, Aun, y desarrolló las formulas de la sexuación.

 

– Establecimiento del texto: Ana Gutiérrez

– Versión no revisada por el autor.

© Analytica del Sur -psicoanálisis y crítica- es una publicación de la RED AAPP  -Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas-.

email: anaclaudia54@gmail.com

web: analyticadelsur.com.ar

Acuerdo editorial con Revista Conceptual -Estudios de Psicoanálisis- y Revista Fri(x)iones.

Analytica del Sur Número 1. Aparición en web: julio 2014.

Inscripción de derecho de autor Nº5231589

ISSN: 2362-504X


Las opiniones vertidas en los trabajos son de exclusiva responsabilidad de los autores.

Los artículos publicados en el presente número no pueden ser reproducidos en todo ni en partes, por ningún procedimiento sin el permiso de la Asociación y/o del Equipo Editorial de Analytica del Sur.

Dirección:

Ana Claudia Gutiérrez

 


Consejo editorial:

• Leticia García

• Verónica Ortiz

• Christian Gómez

• Fátima Alemán

• Alejandro Sosa Días

Corresponsales:

• Daniela Gaviot; Bahía Blanca
• Alejandro Sosa Dias, CABA
• Ricardo Gandolfo; Tucumán
• Claudia Espínola; Posadas
• Fernando Kluge; Oberá
• Celeste Cuadrado; Resistencia
• Leonardo Vera; Mar del Plata
• Martín Gómez; Corrientes
• 
Esteban Pikiewicz; Esquel
• Ivana Chillemi; La Pampa
• Luis Martínez; Neuquén


• Juan Pablo Lucchelli; París
• Kati Álvarez; Quito
• Pablo Sauce; Salvador de Bahia
• Verónica Garay Mofat; Quillota, región de Valparaíso Chile
• Héctor García Frutos; Barcelona
• Mara Vacchetta Boggino; Asunción
• Iván Buenader; México DF