¿De quién es la fantasía?
Secretaria de la Comisión Directiva de la Asociación de Psicoanálisis de Misiones. Coordinadora del Área de Investigación de la Asociación de Psicoanálisis de Misiones-Instituto Sigmund Freud. Responsable de Tempo -dossier de módulos de investigación de la Asociación de Psicoanálisis de Misiones-. Miembro de la Asociación Amigos Guaraníes -AAGua-.
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Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho
que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.[1]
El siguiente escrito surge en el contexto de un dispositivo llamado “Debates Conceptuales”[2] donde nos reunimos con colegas de la Red AAPP, a poner en tensión y pensar la teoría psicoanalítica y, por consiguiente, la práctica. El título que orienta estas investigaciones es “La feminidad no es lo femenino”.
Fotografía: Carolina Sanguinetti; @hornero.urbano
En el marco de este debate es que me encuentro con el texto de Germán García “Mujeres, decir la muerte”, publicado en “Psicoanálisis, una política del síntoma” en 1980, leído un año antes en la Escuela Freudiana de Argentina. El texto comienza con una pregunta “¿Cómo pensar en una mujer cartesiana?” y más adelante sentencia: “Las histéricas en el discurso de Freud alucinan. No piensan. Los obsesivos piensan, y cuando no dan más, alucinan, revelan su fondo histérico […].”
Para pensar en esa pregunta que plantea García, vuelvo a aquella famosa Carta 69 de Sigmund Freud a Wilhem Fliess, fechada 21 de septiembre de 1897. Freud empieza hablando de una desilusión: “Ya no creo más en mi neurótica” escribe.
Y manifiesta: “Si yo estuviera desazonado, confuso, desfalleciente, dudas así podrían interpretarse como fenómenos de cansancio. Pero como mi estado es el opuesto, tengo que admitirlas como el resultado de un trabajo intelectual honesto y vigoroso, y enorgullecerme por ser capaz de una crítica así luego de semejante profundización. ¿Y si estas dudas no fuesen sino un episodio en el progreso hacia un conocimiento ulterior?” [3]
Más adelante el artículo no finaliza con un sentimiento de derrota, sino que declara un triunfo: con lo que se encuentra Freud es con que “no se puede distinguir a la verdad de la ficción investida de afecto”, no se pueden distinguir en tanto son lo mismo, idénticas. La fantasía es la realidad. Freud se encuentra con que no se trata de lo que sería, por decirlo de algún modo, la realidad fáctica. Sino que lo que vale es la realidad psíquica: he allí la fantasía de la seducción. Y muy por el contrario no se trata de una mentira, sino que hay una verdad allí articulada en la fantasía.
Es por eso que una fantasía puede aparecer en forma de recuerdo, como ya lo decía Freud, y de manera retroactiva tener un efecto. Es en un segundo tiempo cuando aparece la escena de la seducción como recuerdo. “El recuerdo de la seducción produce efecto, el acontecimiento mismo se pierde como tal. En el origen está el susto de ser sexual. El seductor cree (como el obsesivo) haber realizado una experiencia activa de seducir al otro, el seducido (histérico) cree haber sido víctima de una seducción sexual por el otro.”[4]
Acontece la fantasía, y eso luego determina un sentido. Germán García sostiene que no son los acontecimientos del mundo los que determinan las fantasías si no que acontecen fantasías. No es la seducción, perdida, la que produce un efecto, sino su recuerdo. Freud intenta situar en el origen de la histeria la seducción, pero hace allí otro descubrimiento, el de la teoría de la seducción generalizada que se comienza a plantear en la Carta 69.
Sucede que la seducción aparece como extraña, retorna como un cuerpo extraño. Eso se debe a que la fantasía se produce en relación con una alteridad. Proviene del Otro, consiste en “la seducción radical del Otro”, en palabras de Oscar Masotta, y señala que la seducción inventa el origen de la fantasía, como el elemento necesario en su origen.
En su texto de 1908, “Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad”, Freud llama la atención sobre el caso de la histeria, que en general no expresa las fantasías en sus síntomas, sino que más bien hay una realización consciente de las mismas: fingen, actúan, ponen en escena. Señala que así como en la paranoia se manifiesta el delirio, por el lado de las psiconeurosis, y más precisamente en la histeria, emergen estos elementos psíquicos análogos al delirio. Dice Freud: “Todas estas creaciones fantásticas tienen su fuente común y su prototipo normal en los llamados sueños diurnos (…)” y relata que al estudiar la histeria, los síntomas histéricos, el camino llevó a investigar esas fantasías que yacían en su origen.
Y cuando, en ese mismo texto, refiere al carácter bisexual de las fantasías, encuentra que la fantasía femenina se corresponde con “el papel de la mujer” y la masculina con el “papel del hombre”. Femenino y masculino designan aquí emblemas sociales, como dice Oscar Masotta, valores estéticos. También, cuando caracteriza las fantasías femeninas de índole erótica y las masculinas, en las que al contenido erótico se agrega el ambicioso. En ese punto podemos vislumbrar la idea que tenía Freud, y por qué no la idea de la época de Freud, al respecto de lo que hace la feminidad y la masculinidad.
En el mencionado artículo, Freud ejemplifica con una viñeta clínica que cuenta acerca de una mujer en cuya fantasía aparecen dos acciones: la de apretar su vestido contra su vientre, como una mujer, y la de intentar arrancarlo, como un hombre. He allí el motivo de la pregunta que formula García acerca de lo difícil de ubicar una histérica que piense y luego exista. Eso queda más bien del lado del obsesivo, que se reafirma en su pensamiento.
Pero tomando esa referencia, para Descartes había un garante de ese pensamiento, un garante de la verdad: Dios. Pero lo que Freud sitúa es que hay una verdad dicha en la fantasía, en esa ficción. Es allí donde se debe buscar algo de la verdad de un sujeto.
A partir de ese recorrido intenté situar, por un lado, eso que descubre Freud, que primero llama “mentira” pero que termina por ser la manifestación de una verdad, pasando por el ejemplo de la histeria, ya que en la neurosis obsesiva hay un fuerte resistencia a contar las fantasías y Freud accede más fácilmente a ellas por la histeria, en su escenificación. Por el otro, cómo esa fantasía se produce siempre “en relación”, articulada al Otro, y en su retorno parece extraña, como un recuerdo proveniente del exterior.
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* Trabajo presentado en la VI Jornada anual de la Red A.A.P.P (Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas), “Creaciones del sujeto, invenciones del parlêtre”, el sábado 1 de octubre del 2022, en el Centro Cultural Sánchez Viamonte, CABA.
Notas:
[1] Fragmento del poema “Detente, sombra de mi bien, esquivo” de Sor Juana Inés de la Cruz. En Ecos de mi pluma Antología en prosa y verso, Penguin Random House, Barcelona, 2018, página 229.
[2] Debate conceptual “La feminidad no es lo femenino”. Responsable: Verónica Ortiz, Responsable adjunta: Daniela Gaviot
[3] Carta 69 de Freud a Wilhem Fliess.
[4] Cita de “Mujeres, decir la muerte”. Recuperado de Germán García, Archivo Virtual. http://www.descartes.org.ar/germangarcia/page392.html