Consumo y segregación en el discurso capitalista
Miembro del Consejo de Enseñanzas de la Asociación de Psicoanálisis de La Plata (APLP). Docente del Seminario Anual de Pragma- Instituto de Enseñanza e Investigación en Psicoanálisis (APLP), Miembro de la Red AAPP (Red de Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas), miembro del staff de Analytica del sur- Psicoanálisis y crítica-, autora de diversos artículos publicados en libros y revistas de psicoanálisis.
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Partamos ubicando las coordenadas de nuestra época dominada por una economía neoliberal que articula el discurso capitalista con el discurso de la ciencia, lo que tiene por efecto el auge de la técnica con su oferta de objetos de consumo de lo más diversos con la promesa de una “satisfacción garantizada”. “El ascenso al cenit social del objeto a” como lo describe Lacan en “Radiofonía” (1970).
Oscar Masotta en su escritorio.
Enrique Acuña, en el artículo “El capitalismo se realiza en el consumo del sujeto”, publicado en la Analytica del Sur Nº6, señala el efecto que esto tiene sobre la subjetividad de la época: “Esos objetos listos para el consumo inciden en los modos de gozar de cada sujeto creando nuevas presentaciones del malestar. Ciencia y Capitalismo transforman la configuración de los semblantes simbólico-imaginarios que envuelven lo real.” Podemos entonces caracterizar la subjetividad actual, sin forzar demasiado las cosas, como la de “todos consumidores”, “consumidores de sentido” (y de “sentido común” ese sentido que segrega el propio discurso capitalista y que nos tiene a todos como “proletarios”, es decir productores del más común de los sentidos).
Entonces, vivimos en una época caracterizada como “adictiva” que, como ya hemos señalado otras veces, trae implicado un empuje a un consumo “infinito”, sin límites, y no solo en términos de “poseer más objetos técnicos”, sino como “teniendo infinitos sentidos” al alcance de nuestras manos, pero todos dentro del “sentido común”, que no escapan, ni reversan el discurso social de la época.
Lacan en su conferencia dada en Milán “Del discurso psicoanalítico” (1972), expone su concepción sobre los cuatro discursos y agrega el Discurso Capitalista. Y a este último lo presenta como el “más astuto que se ha hecho como discurso (…) una pequeña inversión (en el Discurso Amo) simplemente entre el S1 y el $, el sujeto (…) es suficiente para que esto marche sobre ruedas, no puede marchar mejor, pero justamente marcha demasiado rápido, se consuma, se consuma tan bien que se consume.” Creo que vale resaltar que actualmente asistimos al hecho de que el discurso se consuma (en el florecimiento de los mercados comunes con la globalización consecuente), mientras el sujeto se consume.
La lógica de la segregación
Estamos, por lo tanto, en una época que festeja el consumo que además ofrece la ilusión de la igualdad de goce para todos a través de sus mercados comunes. Pero sabemos también que Lacan predijo muy tempranamente (En “La proposición del 9 de octubre de 1967”) que “Nuestro porvenir de mercados comunes encontrará su contrapeso en la expansión cada vez más dura de los procesos de segregación.” Este mercado común tiene el contrapeso de la segregación. Al año siguiente en 1968, vuelve a hablar de segregación en una intervención en el congreso de Estrasburgo que se conoce como “Nota sobre el padre” (publicada en la revista Lacaniana Nº 20) donde señala que la segregación es “el rastro, la cicatriz de la evaporación del padre”, del Nombre del Padre.
Para esta afirmación hay dos interpretaciones posibles: o la segregación es la marca de la evaporación del Nombre del Padre y entonces expresa cierto lamento por su declinación, o la segregación es la marca de la lógica esencial del mismo. Me inclino por esta segunda interpretación, ya que al otro año en el Seminario 17 “El reverso del psicoanálisis” (1969/70), en el capítulo 7 “Edipo, Moisés y el padre de la horda”, Lacan habla del mito de “Tótem y Tabú” y recuerda que si seguimos a Freud la fraternidad surge de la muerte del padre de la horda primitiva, aquel que gozaba de todas las mujeres; “matan al viejo, al viejo orangután … (y) descubren que son hermanos”. Y agrega: “Sólo conozco un origen de la fraternidad, es la segregación (…) todo lo que existe se basa en la segregación, y la fraternidad lo primero. Incluso no hay fraternidad que pueda concebirse si no es por estar separados juntos, separados del resto…” (1). Dicho de otro modo, la ley del Nombre del Padre recorta el goce estableciendo lo permitido y ubicando lo prohibido por fuera, lo segrega; operación simbólica que tiene un efecto en lo real creando un goce tabú.
Por lo tanto, la lógica implicada en los lazos fraternales que nos constituyen como hermanos, como grupo, o comunidad de iguales, es la de la segregación de lo distinto; expulsando al que no comparte nuestro tótem o rasgo común al que nos identificamos. La segregación es parte constitutiva de nuestra identidad social, a nivel de la subjetividad, de la masa; y es parte de nuestras identificaciones a nivel del sujeto también. Como planteaba al comienzo del trabajo con la cita de Enrique Acuña, “los objetos listos para el consumo inciden en los modos de gozar de cada sujeto creando nuevos semblantes”, nuevas identificaciones e identidades sociales podemos agregar, alrededor de las cuales nos reconocemos y reunimos; nos hermanamos.
La segregación es un efecto inevitable de toda organización social; incluso en aquellas sociedades que sostienen o sostuvieron los ideales de “libertad, igualdad, fraternidad”. Lacan quita el romanticismo de este sentido común y nos recuerda que la viabilidad del “todos hermanos e iguales” se construye sobre la segregación y hasta el asesinato del otro -distinto.
Una pregunta que surge de esto es si la segregación siempre conlleva racismo. Si entendemos por racismo el odio al otro, a su modo de goce; entonces el racismo implica un paso más, implica un accionar contra el otro, tanto de manera individual como social o política.
En el Seminario 18 De un discurso que no fuera del semblante (1971) en el segundo capítulo “El hombre y la mujer” Lacan se refiere al cercano nazismo vivido:
“En todo discurso que apela al Tú, algo incita a una identificación camuflada, secreta, que no es más que esa con este objeto enigmático que puede no ser nada en absoluto, el pequeñito plus de gozar de Hitler, que quizá se limitaba a su bigote. La cosa bastó para amalgamar a personas que no tenían nada de místico, que estaban de lo más comprometidas en el proceso del discurso capitalista, con lo que esto implica de cuestionamiento del plus-de-gozar bajo su aspecto de plusvalía. Se trataba de saber si en cierto nivel uno tendría aún su pedacito, lo que bastó para provocar este efecto de identificación.”
“Curiosamente cobró la forma de una idealización de la raza, a saber, de la cosa menos concernida en esa ocasión. Se puede hallar de donde viene ese carácter de ficción. Pero simplemente, hay que decir que no existe ninguna necesidad de esta ideología para que se constituya un racismo, basta un plus de gozar que se reconozca como tal.” (2)
En el racismo lo central, su esencia, no pasa por el discurso sobre la superioridad racial como puede suponerse y hasta escucharse, sino por lo que está en juego siempre y que es el plus de goce del otro (el objeto a). El ideal que encarnó Hitler para un grupo de personas contenía ese pequeño objeto a, al que se identificaron. El racismo atenta contra los símbolos del otro en tanto encarnan y representan sus modos de satisfacción pulsional.
Ahora bien, la lógica de los mercados comunes también implica la universalización del consumo, en tanto lo proponen como un derecho “para todos”, pero que a la vez tiene el efecto de unificar y hasta uniformar dicho consumo; por eso hablamos de “un mercado único de los goces”. Esto acrecienta los efectos de segregación. Lo segregado no tiene lugar y queda como resto in-asimilable y un estorbo para el sistema.
“El consumidor” síntoma del mercado capitalista
Este ideal del “consumo ilimitado” conlleva la aspiración de tener y probar siempre algo nuevo, el mercado empuja todo el tiempo a lo nuevo, tanto que los objetos tienen una “obsolescencia programada”. La contracara o el síntoma social que encontramos es el del consumidor-adicto. El sujeto que no puede parar y “se consume, se consuma hasta consumirse” como decíamos antes. El adicto encarna socialmente el resto inasimilable del consumo mismo.
El uso de los nombres “adicto” o “drogadicto” ha quedado restringido para hablar de un síntoma social que conduce a lo peor; mientras que el consumo “se consuma” con cierta anuencia de la mayoría, y hasta con cierto glamour. Las dos caras del mismo fenómeno. Es difícil que un sujeto se reconozca como consumidor/consumido por el objeto. Eso es lo que se rechaza, “el adicto” es una de las figuras sociales de ese resto, de ese exceso, de eso no asimilable del goce; de eso que ni el sujeto, ni la sociedad con su sentido común quieren saber y que ubican en el otro. A nivel del sujeto eso que se rechaza es lo que Lacan nombró como lo éxtimo al sujeto; en la “Nota italiana” lo ubica como eso que “nos horroriza de nosotros mismos”. Colocar eso en el Otro da lugar a las formas de segregación y racismo más variadas.
Por su parte, el sujeto del inconsciente es un inclasificable, se lo encuentra en los tropiezos del sentido común; el psicoanálisis dándole la palabra (que siempre dice más y otra cosa), extrayéndolo de este modo de la masa, le permite saber sobre eso segregado de cada uno. Eso extraño y horroroso que expulsamos y endilgamos al otro, que es sobre lo que fundamos además nuestras identidades sociales e identificaciones particulares. Por lo tanto, en el recorrido de un análisis, se tratará de circunscribir la causa de ese horror, del horror de cada uno, del propio, separado del de todos, para hacer algo no mortífero con eso incurable.
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Trabajo presentado en el V Coloquio de Módulos del Instituto Pragma, Des-sentido –El psicoanálisis ante el consumo del lenguaje-, realizado el 14 de diciembre de 2018.
Notas:
(1) Lacan, Jacques: Seminario 17 El reverso del psicoanálisis (1969/70), Paidós, Buenos Aires, 2006, pág. 121.
(2) Lacan, Jacques: Seminario 18 De un discurso que no fuera del semblante, (1971), Paidós, Buenos Aires, 2009, pág. 29.
Bibliografía:
• Acuña, Enrique: “El capitalismo se realiza en el consumo del sujeto” en Analytica del Sur Nº6 (analyticadelsur.com.ar).
• Ídem : “Las bodas con la pulsión”, en Microscopía, marzo de 2013.
• Ídem: “Las paradojas del enseñante: Lacan con Russell”, en Resonancia y silencio, Edulp, 2009.
• Ídem: Vidas pulsionales, El Ruiseñor del Plata, 2018.
• Lacan, Jacques: Seminario 17 El reverso del psicoanálisis (1969/70), Paidós, Buenos Aires, 2006.
• Ídem: Seminario 18 De un discurso que no fuera del semblante (1971), Paidós, Buenos Aires, 2009.
• Ídem: “Nota sobre el padre”, en la revista Lacaniana Nº 20.
• Ídem: “La proposición del 9 de octubre de 1967”, en Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012.
• Ídem: “Nota italiana” (Lacan, 1973), en Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012.
• Ídem: “Del discurso psicoanalítico”, Milán en 1972.
• Miller, J.-A.: “Una fantasía”, en Punto cenit. Política, religión y el psicoanálisis, Colección Diva, Buenos Aires, 2012.