¿Cómo fue que Jacques Lacan se hizo psicoanalista?
Comentario de La novela de Lacan, de Jorge Baños Orellana, Editorial El cuenco del Plata, 2013.
María Fátima Alemán: Coordinadora del Seminario anual de Pragma 2024 y miembro del Consejo de Enseñanzas del Instituto Pragma-APLP. Miembro del Consejo de la Red AAPP. Docente de la Facultad de Psicología (UNLP). Miembro de la EOL y de la AMP. Autora de artículos en libros y revistas de psicoanálisis.
La novela de Lacan de Jorge Baños Orellana no es lo que parece a simple vista. No es la vida novelada del psicoanalista francés Jacques Lacan presentada a modo de una biografía. Advertido de los obstáculos de contar una vida, Baños Orellana opta por escribir la novela de iniciación de Jacques Lacan, en el mejor sentido de una Bildungsroman que tiene como antecedentes insoslayables Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister de Wolfgang Goethe y Retrato del artista adolescente de James Joyce. El mismo lo aclara al comienzo de su texto: “Aquí no se trata de decir, cuanto antes y con todas las letras, la verdad –la de Lacan en nuestro caso- sino de narrar la novela de cómo Lacan inició un camino que le permitiría pronunciar algunas verdades que provocaron adhesiones y rechazos llamativos, habiendo él antes pertenecido a distintas parcialidades”[1]. Decidido a no caer en esquematismos para sortear los enredos de las influencias, Baños Orellana no se deja seducir por el relato épico que enaltece al Gran Hombre o por la lógica de un pensamiento que desestima la historia de una vida.
En una entrevista posterior a la publicación del libro[2], el autor aclara el objetivo de su investigación: “Las biografías que más conocemos planteaban algo así como que en Lacan habría un pecado original, que siendo médico había perdido el tiempo. Sin embargo, me parece que cuando él pasa al psicoanálisis lo hace sabiendo bien qué cosas deja de lado. No hay que olvidar que en ese momento era como meterse en el campo enemigo, en lo poco serio. Tuvo que enfrentarse con sus maestros, con sus compañeros. Entonces reconstruir todo eso tiene un valor”.
Para Baños Orellana el período que abarca desde fines del año 1929 hasta fines del año 1931, es el período “más dramático de la novela de Lacan”. Casi al modo de una lograda serie de HBO a la que no le falta ningún condimento atractivo, Baños Orellana nos introduce en ese “periodo fulgurante” apelando a todos los recursos posibles: cartas, biografías, libros, cuadros, fotografías, fotomontajes y sobre todo buenos guiones.
“¿Cómo fue que Jacques Lacan se hizo psicoanalista?” Esta es la pregunta que sirve como disparador de la novela sobre la formación intelectual de Jacques Lacan, que tiene como punto de partida la formación como médico neuropsiquiatra en el París de fines de los años 20. El recurso a la ficción resulta entonces necesario para ubicar lo que el autor llama la “metamorfosis”, la de un médico neuropsiquiatra que en unos años se transformará en un psicoanalista freudiano algo “exótico”. Y el punto de viraje, lo que el autor llama “primer cambio de paradigma”, se sitúa precisamente con la redacción y publicación en 1933 de la tesis doctoral titulada “De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad”. La tesis es el testimonio de una verdadera “conversión”, la que implica abandonar la doctrina del Dépôt, tomando distancia del gran maestro G. De Clérambault (con escándalo por plagio de por medio) y cuestionando el anti-freudismo de Georges Heuyer, su otro maestro del Dêpot, para sacar a relucir nuevas referencias venidas de los textos de Henry Ey y Eugène Minkowski. Sin embargo, este corolario no llega por arte de magia sino que atraviesa un intenso trayecto de apegos y traiciones que Baños Orellana relata al detalle tomando los escritos previos a la tesis.
Un texto que merece toda su atención y del cual extrae jugosas consecuencias, es el que figura como Apéndice en la publicación de la tesis doctoral en el año 1975 por éditions du Seuil, bajo el título “Escritos inspirados: esquizografía”. El mismo es de 1931 y cuenta con el aval de Lévy-Valensi y Pierre Migault. Como dice Baños Orellana “se trata de la presentación monográfica detallada del caso de una maestra de 34 años, llamada Marcelle C.; incluye informes de la situación actual de los antecedentes, resultados de varios psicodiagnósticos, extensas transcripciones de seis cartas, un minucioso análisis lingüístico de las mismas, y dos largas páginas de conclusiones doctrinales”. Este artículo que figura en la edición francesa junto a otros escritos de la misma época, “El problema del estilo y la concepción psiquiátrica de las formas paranoicas de la experiencia” (1933) y “Motivos del crimen paranoico: el crimen de las hermanas Papin” (1933), no ha sido incluido en la traducción al español de 1976, y tampoco figura en la nueva edición de los Otros escritos. Baños Orellana toma aquí la traducción al español de Enrique Flores, publicado en la revista Me cayó el veinte (2012) de la École lacanienne de psychanalyse de México, escuela a la pertenece también él mismo.
El caso de Marcelle C. resulta novedoso por tratarse de una presentación mixta donde conviven lo paranoico y lo paranoide, y son precisamente las cartas de la paciente las que testimonian de tal disociación que recibe el nombre de “esquizografía”. Afirma el autor, a partir del escrito de Lacan: “El artículo demuestra que es una paranoica porque las aristas de su delirio crónico y la manera en que lo sostiene encuadran, sin mayores forzamientos, en ese taxón. Marcelle mantiene una conducta ejemplar en la sala (…) Simultáneamente, Marcelle C. abandona ese libreto en cuanto se pone a escribir cartas abundantes en neologismos, con desconcertantes licencias gramaticales, que se refieren a cuestiones inverosímiles y van dirigidas a destinatarios inimaginables o indebidos”, como el Presidente de la República por ejemplo. Con la presentación de este caso Lacan se acerca entonces a la experiencia del botánico, más precisamente al Goethe interesado en la naturaleza y sus formas que escribe hacia 1790 el maravilloso libro La metamorfosis de las plantas. La lectura del mismo, y sobre todo el modo novedoso de clasificar el objeto, es, según Baños Orellana, la marca de una pasión transmitida por el abuelo materno del joven Lacan, Charles Boudry, que tendrá unos años más tarde un uso explícito en su tesis sobre el caso Aimée. El término esquizografía “no solamente descompletaba las clasificaciones duras, sino que también alentaba otro modo de reflexionar acerca de las causas del delirio de Marcelle”.
De esta manera Lacan comienza a tomar distancia de sus maestros, Clérambault y Babinsky, al señalar en la escritura de Marcelle, la mezcla “de una parte de intencionalidad y otra de automatismo”. Empieza a dar muestra de una nueva influencia por fuera de la medicina, el surrealismo, que irá cobrando peso para acercarlo al psicoanálisis. Leemos en el texto sobre la Esquizografía: “Un mecanismo análogo [se refiere al Manifiesto surrealista de Breton] parece actuar en los escritos de nuestra enferma en la que la lectura en voz alta revela el papel esencial del ritmo que a menudo tiene, por sí mismo, una fuerza expresiva considerable”. La hipótesis de Baños Orellana es que la morfología botánica de Goethe con su máxima “todo-es-hoja” y la marca del surrealismo en su enfrentamiento a la psiquiatría del momento y la adopción del inconsciente freudiano como retórica, favorecen la metamorfosis de Lacan y el cambio de paradigma. La novela Nadja de André Breton, basada en el caso real de Léona Delcourt, funciona como una influencia clave en el joven Lacan. Más allá de ser un “compendio del síndrome de automatismo mental”, Breton la convierte en una musa espiritual del surrealismo.
Sin embargo, hay también un componente pasional en esta operación de conversión. Aquí nos encontramos con un capítulo colorido que pone en escena a una protagonista argentina, Victoria Ocampo, quien al parecer logra quebrantar la “pasión yoica” de Lacan. A partir de las cartas de Victoria a su hermana Angélica, publicadas en el año 1997, se reconstruye cual Sherlock Holmes la relación que mantuvieron ambos a comienzos de 1930 en la ciudad de París. Cuenta el autor: “Como fuere, las distancias y los parecidos los empujarán hacia una absorbente y agitada aventura amorosa de visitas relámpago, de viajes breves y larguísimas conversaciones. Si nos atenemos a las cartas, no se mantuvieron juntos en la cima más de tres meses. Parece que el teléfono tuvo un papel destacado; ese gadget evitado a toda costa por Freud y sus coetáneos había cambiado los modos de acercamiento de las siguientes generaciones; aunque Victoria era once años mayor que Jacques, ambos pertenecían al mismo mundo de Infancia en Berlín hacia 1900 de Walter Benjamin”.
Es a partir de los efectos de la obra de teatro de Cocteau La voz humana, estrenada en Paris en esa misma época y causando asombro por “limitarse a poner en escena sólo a una mujer hablando cuarenta minutos por teléfono”, que estalla la guerra entre ambos. Lacan no coincide con el desprecio de una feminista ilustrada como Victoria, a quien “le resulta patética esa mujer al teléfono mendigando amor”. Según palabras de Victoria, él se deja embaucar por el sentimentalismo de la obra y eso la enfurece terriblemente. Pero Lacan también se ofende por la escena que ella misma le dirige al burlarse del soneto dedicado a Ferdinand Alquié, “Hiatus irrationalis”. La reconstrucción de la escena en el departamento de Victoria es memorable y dejo al lector la inquietud de leerla.
La prueba de que este cortocircuito amoroso (que tendrá su revancha muchos años después con dos dedicatorias sugerentes y la confesión a Roger Caillois que la relación con Victoria lo volvió consciente de su inflexibilidad) produce “un desgarro subjetivo” en el joven Lacan, se encuentra según Baños Orellana en “la imposibilidad de Lacan de escribir a lo largo de 1930 una sola línea de psiquiatría” y en el vuelco que se produce al año siguiente con la publicación de “Esquizogafía” donde “la reivindicación de las cartas de Marcelle y la apelación elogiosa a la escritura automática de los surrealistas estampan su ruptura con la escuela del Dépôt”.
Pero el componente pasional de la “metamorfosis” también involucra otra relación significativa para Lacan: la ruptura con su maestro Clérambault a partir de la publicación ese mismo año del escrito teórico “Estructura de las psicosis paranoicas”, donde el maestro acusa de plagio al discípulo por hacer uso de la metáfora zoológica del anélido para dar cuenta de la estructura delirante. Efecto de este exabrupto es la ausencia de Clérambault en los agradecimientos de la tesis doctoral y el reemplazo de la metáfora del anélido por la metáfora de “la morfogénesis materializada por la planta” [Goethe] para dar cuenta de la “identidad estructural entre los fenómenos elementales del delirio y su organización general”. Es así como finalmente aparece el Lacan renovado de la tesis doctoral con “la propuesta de una interpretación psicoanalítica para la psicosis paranoica, en la que apelará a ‘su’ surrealismo, como parte sustancial del argumento”. Sabemos bien que esta ruptura tuvo también su revancha muchos años después con la publicación de los Escritos. En el texto “De nuestros antecedentes” (1966) Lacan cita a Clérambault como “nuestro único maestro en psiquiatría” y rescata su teoría del automatismo mental por ser fiel a un análisis estructural del texto subjetivo, más allá de lo criticable de la “ideología mecanicista de metáfora”[3].
Es ese mismo texto donde precisamente otro autor, Jacques- Alain Miller, yerno de Lacan y responsable del establecimiento de los Seminarios, ubica lo “que más se parece a una autobiografía”. En el libro Vida de Lacan, Escrita para la opinión ilustrada (2011) Miller propone el olvido de la persona de Lacan para poner en primer plano su deseo, un “deseo fuera de las normas” que se rebela “contra el universal”. Frente al intento de historizar la vida de Lacan, en nombre “de la historia de un sistema de pensamiento” para encubrir cierto uso de la difamación[4], Miller prefiere el género literario de la vida de los hombres ilustres, como es el caso de Vidas paralelas de Plutarco, para dar cuenta de la ética de su vida.
Curiosamente, Baños Orellana cita en su novela una de las anécdotas que cuenta Miller en el libro mencionado sobre la intolerancia de Lacan frente los semáforos en rojo, como prueba de un rasgo que es “causa y resultado del giro de 1930 en la novela de formación”: la de ser una “placa giratoria”, dispuesta a cambiar de dirección y de estilo. Creo, entonces, que después de leer esta novela sobre la conversión inicial de Lacan, donde queda en claro que la verdad tiene estructura de ficción, aprendemos algo más del “hombre de deseo”[5] que fue Lacan.
Notas:
[1] Las citas corresponden al libro de Jorge Baños Orellana comentado.
[2] Revista Ñ, Diario Clarín, 25/12/13.
[3] Lacan, J. Escritos 2, Siglo XXI editores, 1988.
[4] Roudinesco, E. Lacan, FCE, 1993.
[5] Miller, J.-A., Vida de Lacan, Grama Ediciones, 2011.