Asunción: Una cita para no olvidar
Maestra rural. Lic. en Filosofía. Lic. en Psicología. Psicoanalista. Autora de seis libros de ensayo, utilizando las herramientas del psicoanálisis para el estudio del Paraguay. Los temas son: su bilingüismo; la dictadura; la democracia; el campo y la ciudad. Co-fundadora de APP Arandu (Aso. Psicoanalítica Paraguaya Arandú) orientada a crear ciudadanía a través de un Plan Curricular de tres años, de Teoría y clínica.
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En la Alianza Francesa de Asunción, estamos reuniéndonos desde hace doce años dictando seminarios de Lacan y nueve años bajo el significante de APP-Arandú.
Ahora comenzamos cine seguido de debate todos los jueves de febrero, bajo el nombre: “Las películas que vio Lacan y aplicó al psicoanálisis”. Título que sugiere un libro de Gustavo Motta, pero las similitudes terminan allí pues éste es por sobre todo un libro serio y riguroso de teoría lacaniana.
El primer film que vimos fue La dolce vita, de Federico Fellini (1960). El ciclo está bajo el cuidado de Alejandro Brítez-Lucena, pues son películas viejas que necesitan estar remasterizadas.
Lo que ocurrió el jueves 4 es digno de comentarse. Hubo una comunión infrecuente porque la numerosa concurrencia no se movió, ni carraspeó, ni tosió (signos de aburrimiento) durante las tres horas que dura la proyección. Parece cosa de magia pero Anita Ekberg y Marcelo Mastroiani están más adorables que nunca y Fellini “cada día filma mejor”.
Temimos que la gente ya no tuviera ganas de estar en el debate por la duración del film. No fue así. No creemos que todas las veces tengamos esta singularísima conexión. En el debate, había llamado la atención la compulsiva necesidad de placeres de la aristocracia romana, mientras el amor parecía transitorio y esquivo. Es así que la fiesta final donde una bella hace un streaptease que nadie atiende, buscan la violencia como modo de llenar las horas y escamotear la náusea, el asco, la desazón. Sabemos que la vida romana había sido atacada en su tejido más íntimo durante una guerra donde el panadero podía colaborar con los partisanos mientras su cliente un nazi-fascista que podía ser un potencial delator….La sociedad de los 60 aún vivía esa tensión y malestar cotidianos. Sin embargo, nada de eso se vislumbra en el film. Y entonces, una diversión donde nadie se divierte, nos recuerda a aquello de Freud del retorno de lo reprimido y que lo que sacamos por la puerta retorna por la ventana. Es que, insistimos: la ciudadanía quebrada y una aristocracia que no quería hacerse cargo de este momento de su historia.
Detalle muy significativo es el final cuando los ahítos sobrevivientes de la fiesta, caminan donde el mar trajo un monstruo marino muerto y la cámara enfoca un ojo negro abierto al abismo de su negrura. Esto nos lleva a que “la angustia no es sin objeto”.
Heidegger nos habla de que la angustia es ante la nada. Pero una lectura más serena del filósofo de Friburgo nos muestra cómo la nada es un requisito trascendental para la existencia de los entes. De modo que la “nada” no es la negación de los entes sino condición para que ellos existan. Eso significa que ese “vacío” es un tipo de objeto que no es físico ni objetivo. No obstante, su presencia angustiosa, puede promover al deseo y éste en su metonimia ser el origen de la historia. Es así que al final del film y ante estos seres anochecidos y despertados ante la pesadilla de la vida, aparece una niña rubia angelical que le intenta hablar a Mastroianni, como promesa de que la vida sigue fructificando…
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Texto extraído de RING! –el despertar de cada Uno en Red- Boletín Virtual de la RED AAPP, Nº 2, febrero de 2016, https://issuu.com/aplp/docs/