Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 13 • Diciembre de 2023 •

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Alusiones literarias
–Borges, Arlt con Masotta–

Alusiones Literarias, lleva por título este escrito de Christian Gómez (director de enseñanzas del Instituto Sigmund Freud) que continúa una lectura de la situación política actual en clave del psicoanálisis. El lector se encontrará con referencias literarias que alusivamente se vuelven brújula para pensar en la coyuntura: “El atroz redentor Lazarus Morell” de Jorge Luis Borges, donde aquél que promete libertad no hace más que jugar con la esperanza de los esclavos, y Roberto Arlt a través de Oscar Masotta que devuelve la pregunta: ¿de dónde salieron tantos monstruos?, para pensar el lugar del individualismo, donde los yoes se repelen unos a otros.
Las sensibilidades literarias nos llevan la delantera. Se trata, una vez más, de dejarse enseñar. ¿Qué cosa? Que la historia no toma el rumbo lógico que se esperaba otrora: conciencia de clase y organización política, más bien se devela que alguien puede ir contra sus propios intereses cuando la pasión del odio al otro impera. Allí, el significante libertad puede esconder lo peor. Este texto nos advierte: la pulsión de muerte puede ser capturada y volverse tendencia.

Julia Pernía

 

Christian Gómez

Director de Enseñanzas del Instituto Sigmund Freud-Asociación de Psicoanálisis de Misiones-ISF, APM-. Miembro del Consejo de Enseñanzas de la Red de Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas-AAPP-. Director de la revista Fri(x)iones-entre el psicoanálisis y la cultura-. Integrante del Comité de Edición de Analytica del Sur-psicoanálisis y crítica-. Miembro de la Asociación Amigos Guaraníes-AAGua-

» E-mail al autor

Niebla pesada, Zygmunt Kowalski, IG: @centenariokowalski

 

Redenciones atroces

Dinero y libertad, dolares resonantes de plata y libertad,
¿Qué mejor tentación iban a ofrecerle?

J.L.B.

El fatal manejo de la esperanza domina el abyecto método que Jorge Luis Borges detalla en “El atroz redentor Lazarus Morell”, texto que abre su Historia universal de la infamia (Emecé. Bs. As. 1974) y que nos interesa comentar a la luz del panorama político en Argentina, y más allá de ella también ya que no se trata de ningún fenómeno aislado y original.

¿Qué la historia copie a la literatura? Inconcebible, sostiene el propio Borges en “Tema del traidor y del héroe”. Que la literatura enseña y va un paso adelante es algo que sabemos por el psicoanálisis.

He aquí la saga borgeana, parodia barroca de Mark Twain:

Bartolomé de las Casas decide en 1517 reemplazar a los indios que se extenuaban en las minas de oro antillanas por negros que se extenuaran en las minas de oro antillanas. A esta curiosa variación de un filántropo, dice Borges, debemos numerosos hechos. Entre ellos, la culpable y magnífica existencia del atroz redentor Lazarus Morell.

Parte de los llamados poor whites (canalla blanca), Morell pergeña su método de emancipación con las aguas del Mississippi (Nueva Orleans) como teatro. Allí, las vastas plantaciones de algodón a orillas del río son trabajadas por negros de sol a sol. De difusos parentescos más allá del de madre-hijo, canturrean un inglés de lentas vocales mientras se convierten a la fe de Cristo.

Los propietarios de esas negradas son ociosos y ávidos caballeros de melena que habitan largos caserones que miran al río y tienen un pórtico pseudo griego de pino blanco. Antes que el ingrato esclavo muera, están decididos a sacar de ellos el mayor rendimiento.

Morell, cuyos rasgos no predisponían en su favor (“sabemos que no fue agraciado de jóven”), no era un yankee, era un caballero del Sur que conocía el arte de predicar tomando al azar cualquier párrafo de la Biblia hasta hacer llorar a aquellos que vieran a sus ojos llorar aunque supieran que era un adúltero, un ladrón de negros y un asesino.

El método que nos interesa no le es revelado por sueños como a Descartes sino por el robo de caballos en un estado para venderlos luego en otro.

La infamia, ejecutada en su mayor parte por mulatos, es la siguiente: recorrían las plantaciones y ofrecían a un negro desdichado la libertad. Tenía que huir del patrón para ser vendido por ellos en una segunda ocasión en una finca distante. Ellos lo ayudarían a huir de nuevo y le darían un porcentaje del precio de su venta.

Los esclavos emancipados por Morell y su ejército de mulatos recorrían los bordes del río pero al momento de la paga los hombres de Morell aducían algún gasto y decían que había que venderlo otra vez. Luego recibirían su libertad y la doble paga.

El aspecto jurídico del método no es menor, los esclavos solo son puestos a la venta una vez que el primer dueño denuncia la fuga y ofrece una recompensa a quien los encuentre, lo cual le da marco legal a la empresa.

El negocio sería próspero al menos que el negro, alguno de los negros, hable. “Unos jarros de whisky de centeno en el prostíbulo de El Cairo, Illinois, donde el hijo de perra nacido esclavo iría a malgastar esos pesos fuertes que ellos no tenían por que darle, y se le derramaba el secreto”. En esos años, un partido abolicionista negaba la propiedad de los esclavos y los incitaba a huir, pero Morell aspiraba a sus leguas de algodonal y su propia fila de negros trabajando de sol a sol.

¿La solución? Un balazo, una puñalada baja o un golpe y al Mississippi.

Delatado por uno de los suyos, Morell fue cercado por la justicia de la cual logra escapar.

Su plan último es aprovechar a los servidores negros del sur que creían en la libertad de aquellos a quienes habían visto huir y no habían vuelto. Una sublevación total de los negros, la toma y el saqueo de Nueva Orleans y la ocupación de su territorio en una exaltación de la redención.

Pero la historia no toma ese rumbo, dice Borges. No hay puebladas negras que son capitaneadas por aquel al que sueñan ahorcar y viceversa. Morell fallece de una congestión pulmonar mientras algunos focos de esclavos que intentan sublevarse son reprimidos “sin mayor efusión de sangre”.

Esta trama, tal vez barrocamente infame, puede ser articulada o continuada si tomamos los personajes que Oscar Masotta, en Sexo y traición en Roberto Arlt, agrupa bajo la denominación del Hombre de Arlt.

 

¿De dónde habrán salido tantos monstruos?

La bomba proletaria no aspirará a hacer saltar a los de arriba,
sino a un proletario, esto es, en Arlt, a un humillado.

O.M.

La obra de Arlt, dice Oscar Masotta (Sexo y traición en Roberto Arlt. 1958, publicado por Jorge Álvarez en 1965), es política menos por lo que dice que por lo que revela. Aquello de lo que se trata, y que nos interesa en este segundo punto, nada tiene que ver con las posiciones políticas de Arlt.

Se trata mas bien del Hombre de Arlt y lo que revela. El contenido social de los libros de Arlt es valedero, dice Masotta, no su contenido político.

Es que, en tiempos en que Masotta escribe Sexo y traición… y aun mas en tiempos de Arlt (promediando la primera mitad del siglo XX) esos personajes no encajan en las categorías políticas, o mas bien diremos que hay en ellas un factor no considerado al que el propio Masotta (es nuestra lectura) arribará Lacan mediante: el goce.

Un siglo después, esos “monstruos de sinceridad” parecen haber encontrado representatividad política y gritan sus consignas en el enjambre individual de las redes sociales. Muy distinto al silencio, el modo de hacer comunidad a que los confina la pluma de Arlt leída por Oscar Masotta. Veamos.

Oscar Masotta, dice Germán García, escribe contra el desasosiego de Raúl Larra (que escribe desde un cierto desencanto comunista). Pensemos en la desorientación que cunde en el libro de Larra, escribe Masotta; se topa de narices con el hecho de que en Arlt falta la comprensión del papel histórico del proletariado, confundiendo la opinión del autor con la de los personajes.

Se trata, para Masotta, de otra cosa, de mostrar un impasse por donde algo se revela: el Hombre de Arlt, “ese menesteroso de su alteridad, ese afanoso buscador de originalidades quiere alejarse del ámbito del que surge”. Ese ámbito es la masa.

Pero hay, en el Hombre de Arlt, una moral que no lo hace pasar de la masa a la clase, como esperaría un pensamiento de izquierda, sino más bien lo hace pasar a una moral del individuo. Es decir: el hombre de Arlt no aspira a la clase. Y ese es un factor que sus personajes revelan, pero no el único.

“¡Qué lista! ¡Qué colección! El capitán, Elsa, Barsut, el Hombre de Cabeza de Jabalí, el Astrólogo, el Rufián, Ergueta. ¡Qué lista! ¿De dónde habrán salido tantos monstruos?”, escribe Oscar Masotta.

Erdosain es el centro, una especie dentro de un género: el de los humillados. Personajes condenados a ser lo que son y a justificar su existencia de naturalezas muertas. A-históricos, los define un clima estático que va del silencio a la angustia y ésta es ya síntesis de silencio y comunidad.  Pero, esta es la cuestión, ¿Se trata de una comunidad de humillados?, ¿Será que la humillación acerca más a los hombres entre sí? Todo lo contrario, dice Masotta. En esta obra los humillados son seres moralmente culpables, y nada más difícil para un culpable que ser aceptado por otro culpable. No hay lazo interhumano o, mejor dicho, y ahí está otro factor que los personajes arltianos revelan y en el que Oscar Masotta ve una definición de clase, de la clase media: la delación. Hay el repelerse unos a otros.

Copio un fragmento del capítulo “Silencio y comunidad”, de Sexo y Traición (Eterna cadencia. Bs. As. 2008. Pág. 43-44)

Es un contacto sigiloso y aberrante que se produce en una atmósfera donde cada humillado se siente desencajado frente al otro, como alienado verticalmente en el otro, donde cada uno vive en el otro un ser peligrosamente semejante a sí mismo, un clima de repulsión y de resquemores. Hasta que finalmente esa atmósfera incierta se resquebraja por la aparición del sentimiento adecuado a toda comunidad entre humillados: el odio. Astier, un humillado, delata al Rengo, otro humillado; Erdosain, un humillado, es sorpresivamente abofeteado por Barsut, otro humillado, y un instante después, cuando Erdosain y Barsut parecen reconciliados, una idea vertiginosa y de acero, cuyo sentido es inmediatamente comprendido por Erdosain, cae sobre él, matar a Barsut.

Y agrega:

Es cierto que aparecen en esta obra esas sociedades secretas cuyos miembros piensan destruir o cambiar la sociedad, es decir, donde los humillados se unen entre ellos para volverse contra quienes humillan. Pero este subversismo no puede despistarnos, y no debemos olvidar que los actos de terrorismo individual que realizan los personajes desdicen los objetivos subversivos. Estos subversivos son anarquistas, pero al revés. El objetivo no consiste en colocar una bomba a un jefe de gobierno, o a un policía, o a alguien perteneciente a las clases altas.

Jorge Luis Borges, que ha leído a Arlt, juega con este aspecto en su cuento “El indigno”, donde se trata de la delación y de, en palabras de Masotta, hundir a un hundido. Prenderle fuego a un linyera se vuelve, para Silvio Astier, una empresa ontológicamente más viable a los de su especie que incendiar la ladronera del amo.

Se trata del mal como realización ontológica y de la traición como destino. Hasta acá Masotta, como lo dice en Roberto Arlt, yo mismo (1965), leyendo a Arlt con Sartre. Diez años después, viviendo el exilio al que lo condujeron los años del terror político en Argentina, en unas lecciones de psicoanálisis (solo recordemos al pasar su lugar como introductor de la enseñanza de Jacques Lacan en lengua castellana) que dictara en el estudio del pintor catalán Guinovart, va a hablar de este factor en términos de goce, como aquella categoría que el psicoanálisis puede proponer incluir a los proyectos políticos. Hay el goce, eso que insiste en realizarse y que retorna cada vez de manera diferente, asumiendo formas contingentes pero manteniendo una consistencia que, como vemos en la actualidad, puede ser explotada, capturada y vuelta tendencia.

¿Lazarus Morell capitaneando un ejército de humillados que van, y arrastran, hacia lo peor en nombre de la libertad? Más bien, enseñan esos monstruos arltianos, se trata de individualidades. Libertad o muerte. Intuimos en esta frase el único modo en que la disyunción puede volverse conjunción.

 

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Texto extraído de: Eso habla-inconsciente político- wordpress de la Asociación de Psicoanálisis de Misiones. www.esohablainconscientepolitico.wordpress.com

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Analytica del Sur Número 1. Aparición en web: julio 2014.

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