Acerca de ciertos detalles: psicoanálisis y epifanía poética
Practicante del psicoanálisis, miembro del Instituto Pragma, Aplp. Integrante del grupo de investigación "Una hystoria del psicoanálisis". Integrante del consejo editorial de Microscopía, boletín mensual de BFLP (Biblioteca Freudiana de La Plata). Autora de los libros de poesía "Luminiscencias" y "Siluetas de un nombre".
» E-mail al autor
Nocturno desde El Rancho, Zygmunt Kowalski, IG: @centenariokowalski
Este escrito surge a partir de participar en la mesa “Psicoanálisis, poética y epifanías” enmarcada en la actividad Pragma Crítica, propuesta por el Instituto de Enseñanzas e Investigación en Psicoanálisis, PRAGMA, APLP.
Pragma crítica es un acontecer en la ciudad, donde interesa poner en diálogo al psicoanálisis con otros discursos, adentrarnos en los encuentros y desencuentros del psicoanálisis y la poética, direccionándonos en la idea referida a que el arte, en este caso poético, puede tomar la delantera en referencia a cómo la práctica de la letra converge con el uso del inconsciente. Enrique Acuña decía que “el artista nos lleva la delantera, trabaja de primera mano con lo que emerge de su inconsciente sin pasar por el diván”; algo de esto intentaré cercar en esta ocasión.
Leyendo el libro entre Lo dicho y lo escrito -psicoanálisis y escritura poética– de Joseph Attié me resonó una pregunta que se hace el autor y me tomé el atrevimiento de hacerla propia. La pregunta es la siguiente ¿en qué puede el arte hacer fracasar al síntoma? ¿Sería esto lo que podría hacer que el sujeto no quedara enredado en sus significantes?
Dejaré por ahora en suspenso esa pregunta para, en primera instancia, puntuar algo de lo que nos puede decir la experiencia del psicoanálisis en relación al enredo del sujeto en los significantes que lo comandan.
Me fui a los aportes del Attié en el libro mencionado, y al libro Resonancia y Silencio -psicoanálisis y otras poéticas- de Enrique Acuña.
Desde su entrada, en la experiencia analítica, en el discurso, se escucha el significante que permite «leer el inconsciente y la significación vertida por el fantasma. Escuchar y leer, hasta el límite de un atravesamiento, donde se suelta la satisfacción que estaba fijada en los significantes que comandaban la vida de alguien.» Se podría decir que se leyó el inconsciente hasta su punto de ilegibilidad que empuja a otra cosa, a un nuevo saber.
Es el significante el que se impone y en la asociación libre apela a encontrar un sentido, oír y gozar del sentido. Dice E. Acuña: «Se trata de cómo se articula el goce al sentido en ese neologismo gocesentido«. El acto analítico separa la soldadura del sonido y del sentido, lo que implica que el analizante consienta a su causa, es decir, referente vacío, castración; implica la constatación de su propia división. Esto hace a la diferencia con respecto a lo que se juega en el hablar en psicoanálisis, en relación a otras experiencias de lenguaje como puede ser la poética. El analizante escucha el significante, lee el inconsciente para separar sentido de sonido y así obtener un resto de satisfacción que se pierde y permite mudar el sufrimiento en otro goce.
El saber no sabido pasa a ser operatorio porque trabaja esa división, cierto cambio de posición subjetiva se comprueba. Partiendo en búsqueda de su verdad el sujeto parece ir hacia lo que es su pérdida propia, que conlleva sustracción de goce.
En la experiencia analítica estamos en la vertiente de esas palabras que tropiezan y quedan suspendidas a la espera de una interpretación, implican al Otro de la transferencia, y allí responde el “decir del analista” como interpretación. Lo que se lee es el significante, que está repleto de un saber no sabido, es decir de una interpretación posible.
Dicho esto, volveré sobre la pregunta inicial ¿en qué puede el arte hacer fracasar al síntoma? ¿Sería esto lo que podría hacer que el sujeto no quedara enredado en sus significantes? Ciertas versiones de la pregunta pueden conllevar la interrogación sobre la solución que cada artista se pueda dar entre la creación de ficciones con palabras y el goce de los afectos que ellas mismas producen.
Tanto en la experiencia analítica como en la poética se trata de una experiencia de palabras que, como mencionamos, son prácticas de lenguaje que implican un proceso del sujeto, que es el mismo en ambas, es decir el sujeto del inconsciente. Pero, como enunciamos, hay algo diferencial en el hablar en la experiencia analítica.
Tendríamos entonces dos respuestas del sujeto a lo que sería el tratamiento de lo pulsional, malestar inherente a todo ser habitado por el lenguaje.
La creación poética produce una disposición de las letras que permite su tejido, su cifrado. El interés por la sonoridad, por la elección de cada palabra, de cada verso en su articulación, rompe sentidos. La falta de adjetivación, el corte de los versos, las interrupciones, las barras, lo enigmático potencian la equivocidad inherente al lenguaje. Sin depender del Otro/ lector para producirse, la creación poética tiene su dimensión propia por fuera de sentido, que apela a interrogaciones y tentativas de respuesta sin requerir del Otro.
La práctica poética es un movimiento de puro goce en que el sujeto no hace más que parlotear entre dolores y repeticiones. La palabra prescinde de la implicación de su pasaje por el Otro de la transferencia. El Otro está tomado como testigo de todas las desdichas de la existencia. La perfección de la forma es suficiente. Podríamos pensar la experiencia como una práctica de la letra, una escritura como goce, sin interrogación sobre el síntoma. La fórmula emerge sin que se sepa de qué se trata.
Enrique Acuña subrayaba en una entrevista que fue publicada en la revista Posdatas, en el año 2011, «la divergencia entre el artista y el psicoanálisis es que el artista cree poder curarse con su arte, con su estética, y no llama a otra interpretación que no sea la que ya hizo su inconsciente”.
Ese tejido de ficción poética instala al lector como autor, enseñanza lacaniana en la medida que promueve una inversión, el arte como “objeto causa” de interpretación, donde puede despertar significantes y producir satisfacción en quién lee esa obra. La epifanía poética implica una creación, donde el lector comienza a habitar el texto, se apropia de ese objeto (el arte como objeto) que produce satisfacción.
Para ir finalizando quisiera mencionar el libro de poemas de Enrique Acuña; Epifanía de los epitafios, y transcribir uno de los poemas, el que otorga nombre al libro, que a mi interpretar, porque de eso se trata, el lector interpreta, en este poema hay un pasaje de un epitafio mortal a la producción de otra cosa. Siguiendo esta línea de pensamiento cito un fragmento del articulo “poética analítica o desierto de la ciencia” del libro Resonancia y Silencio -psicoanálisis y otras poéticas- de Enrique Acuña: “[…] haciendo el duelo por la muerte de mi padre, hubo un afecto de tristeza que se animó al encontrar la cripta vacía del panteón familiar. Analizando un lapsus escrito en el epitafio del padre: un número, una fecha que conectaba mi nacimiento con su muerte. Supe ahí que esa era la cifra de un goce. Esto se transformó, gracias a un fervor poético, frente al epitafio mortal surgió la escritura de ciertas epifanías entendidas como creación […]”
Es decir, en “un momento de fervor poético”, la creación del libro de poemas ante el encuentro con algo mortal: un epitafio al modo de un signo, donde se logra la subversión a partir de la creación de ciertas epifanías poéticas.
Epifanía de los epitafios
Taco aguja en el cespedmenterio
cuando duele el duelo dormido
ella despierta erotizada
fuga con nardos en las manos
y tropieza lápidas sin nombre.
Taco rojo en el cespedmenterio
ella y su niño vivo que silencia
crispa los dedos contando
y releva a todos los ausentes.
Taco roto en el cespedmenterio
mira una tormenta crujiendo
desnuda a los héroes del cielo
y las nubes velan al sol
mientras levita un felino afiebrado.
Taco chillando en el cespedmenterio
apretando su sexo virgen
con ojos de corazón sangrante
orgasmo
sentido en sonidos
deviene calmo al adiós.
Taco hueco en el cespedmenterio
tumba violada por un fetiche
sabia letra de mujer
parto de solitario del morir
carcajada y silencio.
Epifanía de los epitafios.
Bibliografía:
– Acuña, Enrique: Epifanía de los epitafios, México, Letritas del changarrito, 2013.
– Acuña, Enrique: Resonancia y silencio-Psicoanálisis y otras poéticas, La Plata, El ruiseñor del Plata, 2011.
– Acuña, Enrique: (Compilador) Vidas pulsionales, El ruiseñor del Plata, Ediciones de la Biblioteca Freudiana, La Plata, Buenos Aires, Argentina, 2018.
– Attié, Joseph: Entre lo dicho y lo escrito-Psicoanálisis y escritura poética, Ediciones Asociación Mutual Universitaria Manuel Ugarte, Traducción de Alicia Dellepiane, 2018.