A cada uno su propio real
Miembro del Consejo de Enseñanzas de la Asociación de Psicoanálisis de La Plata (APLP). Coordinadora Docente del Seminario Anual de Pragma- Instituto de Enseñanza e Investigación en Psicoanálisis (APLP), Miembro de la Red AAPP (Red de Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas), autora de diversos artículos publicados en libros y revistas de psicoanálisis.
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Entre lo Dicho y lo escrito. Psicoanálisis y escritura poética de Joseph Attié
El libro de Joseph Attié (1) aborda el tema de la palabra y la escritura para el psicoanálisis lacaniano, sin saltear a Freud. Utiliza la escritura poética -que pone en relación con la escritura en un análisis- para dejarse enseñar por los poetas. Nos recuerda que Lacan en su «Homenaje a Marguerite Duras, por El arrobamiento de Lol V. Stein» afirma que «la única ventaja que el psicoanalista tiene derecho a sacar de su posición, aun cuando ésta le fuera reconocida como tal, es la de recordar con Freud que en su materia, el artista siempre lo precede, y que no tiene por qué hacerse entonces el psicólogo allí donde el artista le abre el camino».(2) Se tratará entonces de dejarse enseñar por ellos sobre la escritura…poética, distinguiéndola de la escritura científica y la filosófica.
El autor abre el libro formulando una pregunta que, nos cuenta, lo ha obsesionado desde siempre: “Parece que es algo convenido, cuando se está en el orden de la doxa, afirmar que la palabra no hace huella en la arena, mientras que la escritura graba en la piedra para la eternidad. Ahora bien, la situación analítica parece presentar una paradoja en el hecho de que con una palabra totalmente volante, destinada a borrarse apenas se ha proferido, algo camina, se traza, se inscribe indeleblemente, y reúne de esta manera el privilegio acordado en principio a la escritura. El decir parece, así, la constitución de una alternativa al escribir, pero con una condición, necesaria pero no siempre suficiente, la de la situación analítica. Queda por saber si tal cura constituye un escrito.” (3)
En los primeros capítulos, para situar al significante y a la letra toma la interpretación freudiana del sueño, donde muestra al sueño como un rebús, es decir una escritura que tiene sus leyes: condensación y desplazamiento. Leyes que luego Lacan, apoyándose en la lingüística, situará en relación a las figuras de la retórica: la metáfora y la metonimia. Interroga la fórmula del sueño como una escritura que califica tanto de científica como poética. “El rigor científico está muy presente en el trabajo de Freud, en la interpretación de un sueño. Aquí la referencia poética viene a decir que el poeta escribe como se fabrica un sueño, por condensación y por desplazamiento, por metáfora y metonimia.”(4) Y nos acerca los versos de Mallarmé del “Soneto en xy” que llaman todavía a las interpretaciones de los comentaristas, como el sueño llama a su interpretación.
Luego, para situar el trabajo del inconsciente y su relación al goce del sujeto se referirá al concepto de sublimación, en Freud y Lacan, comparándolo con el síntoma y el sinthome. Allí hará una primera referencia a Joyce.
De este modo, la escritura poética se liga con esa “otra escena” que irrumpe a veces en lo que Freud nombró como las formaciones del inconsciente. Lacan en su escrito “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo” cuando habla del inconsciente freudiano plantea que es una cadena significante que en algún sitio (en otra escena al decir de Freud) se repite e insiste para interferir en los cortes que ofrece el discurso efectivo. Se trata en la escritura poética de lo que insiste en esa falla que llamará “causal” en el Seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis y que remite a la realidad sexual del inconsciente. Un inconsciente larvario y pulsátil que se abre y se cierra en el momento del encuentro con el objeto a –que se escapa-. Como nos dice Joseph Attié eso que insiste e irrumpe “no cesa de no escribirse”, es del orden de lo real y lo nombra como lo indecible. Punto en común del poeta y el analizante, que se enfrentan a ese indecible, vuelto causa.
El capítulo concluye con un apartado que se titula “Lo que nos dicen los poetas”: “Si la poesía existió desde siempre, el ‘Soneto en xy’ y ‘Un coup de dés’ (“Un golpe de dados”) no existen, sin embargo, más que gracias a Mallarmé. Estos poemas nacieron del vacío que el poeta llevaba en sí mismo, y nada, absolutamente nada, podría reemplazarlos.” Entonces, el poema es una tentativa de nominación siempre nueva de ese vacío, de ese real como lo llama Lacan que se recorta y bordea en la sublimación. El síntoma es lo que viene de lo real, y nos dice Joseph Attié, el sinthome es la constitución de la respuesta del sujeto a lo que produjo un síntoma en él, la respuesta a su propio real. “A cada uno su propio real. De ahí lo que cada obra puede aportar al psicoanálisis”. (5)
Pero este recorrido inicial que parte de la distinción entre lo dicho y lo escrito, entre el significante y la letra, se ve “perturbado” por la referencia al viraje que realizara Lacan en los años 70, y señalado por J.-A. Miller, de un “inconsciente como un dejar-hablar a la verdad que pasa a un inconsciente como saber”, que puede volverse escritura.
El autor recuerda que este giro se acompaña de la valorización del matema que se acerca a la escritura científica. ¿Qué dice Lacan del significante a esta altura de su enseñanza? Sostendrá que el significante “cobra relieve sólo si se postula que lo que se oye no tiene ninguna relación con lo que significa”. Esto implica subrayar la cara real del significante. Dicho de otro modo, el significante tiene dos caras: una simbólica, donde la verdad habla y otra real donde puede decirse que es la causa del goce.
Se tratará entonces de elevar el significante a la dignidad de una letra, vía una escritura, en el recorrido de un análisis.
En este punto recordé lo escrito por Enrique Acuña en “De la tragedia a la parodia: cuentos argentinos”: “La experiencia analítica apunta a la función de lo escrito, desde su entrada, cuando en el discurso se ‘escucha’ el significante que permite ‘leer’ el inconsciente y la significación vertida por el fantasma. Escuchar y leer, hasta el límite de un atravesamiento, donde se suelta la satisfacción que estaba fijada en los significantes que comandaban la vida de alguien. Se podría decir que se escribe ‘para vengarse de haber leído tanto’ (Macedonio Fernández), ya que se leyó el inconsciente hasta su punto de ilegibilidad que empuja a ‘escribir’ un estilo que no estaba antes.” (6) Lo ilegible del inconsciente que empuja a escribir, es otro nombre para lo que Attié llama lo indecible, ese real que insiste para decir-se y lo hace mal-diciendo.
Retomando nuestro libro, el autor luego toma al poeta Francis Ponge, para ubicar entre el dicho y el escrito la réson (neologismo de Ponge que reúne resonancia y razón) como operador que permite hacer confluir el psicoanálisis con la poesía. Réson como goce del sonido que aleja definitivamente al significante de su referente físico, volviéndose letra capaz de mudar el sufrimiento en otro goce.
En la segunda parte del libro, que titula “Segundo recorrido”- “La vez en que eso fue. Pequeño ensayo para maldecir”, se adentra en el tema del saber, la transferencia, el misterio del goce, el saber hacer del poeta y el del analista como dos tipos de saber hacer con lo real. Porque tanto el psicoanálisis como la poesía se corresponden a una práctica de lo indecible, pero con dos tipos de “producto”: “En el primer caso, el analizante se va a transformar en analista. En el segundo caso, puede ser llevado por el amor de la lengua.” En uno y otro caso el amor –dice Attié- queda como operador por excelencia. No se saldrá de este cuadrilátero del amor, de la muerte, del saber y del goce –el deseo es la cuestión de todos estos vectores-. Esta conjunción del amor, de la muerte, del deseo y el saber se opera gracias al objeto a.
“Entonces, psicoanálisis y poesía son dos prácticas que llevan a la producción de un mismo tipo de objeto, que también es el objeto-causa de las así llamadas prácticas. Este objeto es el que constituye su misterio, pero con finalidades totalmente diferentes. Querer hacer una obra parece comprenderse.” (7) Y es la obra la que encarnará el misterio, como nos mostró antes con el soneto de Mallarmé. Pero que el analizante quiera transformarse en analista, es otro tipo de misterio, siendo esto más incomprensible, bromeará Attié; y agregará que para saber algo de eso Lacan inventó el dispositivo del «pase».
De este modo, el autor plantea dos tipos de saber-hacer y dos productos: de la poesía esperamos poemas y del psicoanálisis, “lo mejor que se puede esperar es un poema en prosa, el analizante, que dado el caso pueda transformarse en analista”.
El libro de Joseph Attié tiene en su recorrido un tono autobiográfico –como señala François Regnault en su “Prefacio”-, en tanto transmite su hacer como poeta, como analizante devenido analista, sus interrogantes que lo obsesionan, sus años de lectura y su propio trabajo de escritura del que el libro es producto. Un libro que cuenta, interroga y formaliza sobre una respuesta singular a un real propio.
Notas:
1- Attié, Joseph: Entre lo dicho y lo escrito. Psicoanálisis y escritura poética, Ediciones Asociación Mutual Universitaria Manuel Ugarte, Bs As, 2018. Traducción y “Prefacio a la edición castellana” de Alicia Dellepiane.
2-Lacan, Jacques: «Homenaje a Marguerite Duras, por el arrobamiento de Lol V. Stein», Otros escritos, Paidós, 2012, pág. 211.
3- Attié, Joseph: Entre lo dicho y lo escrito. Psicoanálisis y escritura poética, Ediciones Asociación Mutual Universitaria Manuel Ugarte, Bs As, 2018. Pág. 29
4-Ídem. Pág. 42.
5- Ídem. Pág. 82.
6-Acuña, Enrique: “De la tragedia a la parodia: cuentos argentinos” del libro Resonancia y silencio. Psicoanálisis y otras poéticas”, Edulp, 2009. Pág.158.
7- Attié, Joseph: Entre lo dicho y lo escrito. Psicoanálisis y escritura poética, Ediciones Asociación Mutual Universitaria Manuel Ugarte, Bs As, 2018. Pág. 237.