Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 2 • Diciembre de 2014 •

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Documenta 13 –Impresiones Entonces & Después

Irene Leonor Accarini

Artista. Psicoanalista. Integrante del Proyecto de arte visual Recorridos. Docente de la UNTREF. Miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.

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Arribar a Kassel, encontrar un trozo de documenta en un ala del hotel donde me iba a alojar dimensionó lo que iba a vivenciar. La ciudad toda tomada por el acontecimiento Documenta, sus casas, comercios, caminos, iglesias, museos diversos, parques públicos que, como flores abiertas, mostraban obras que habían logrado mimetizarse con su nuevo hábitat.

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Encontrar la guía para orientarse en el recorrido no impidió echarlo al azar y al deseo particular. El nombre de los hermanos Grimm y una casa-museo dedicado a ellos era una meta primera, quería acercarme a aquellos que inventariando los cuentos populares modelaron los mitos y fantasmas que anidan en el inconsciente de mucha humanidad. Fue el filósofo Brentano quien les sugirió acudir a los cuentos que se transmitían oralmente para encontrar allí los tesoros de la lengua, entonces dieron con la narradora Dorothea Viehmann quien intentaba que los niños guardasen relación con las historias de sus ancestros, los hugonotes expulsados de Francia. Recorridos de la palabra de una lengua a otra, donde el acto de recopilar, redactar, imprimir y publicar la colección de cuentos fue decisivo como gesto artístico, en el decir de Wilhem Grimm “siempre surge algo nuevo cuando algo antiguo se pierde”. Qué decir de las ilustraciones y dibujos que se imaginaron desde entonces alrededor de ellos: los rasgos de Rapunzel, Blancanieves, Caperucita, los musicantes de Bremen, etc.,que resultaron espejos universales no sólo de la infancia. La narradora de cuentos, también retratada, fue así la fuente de los textos de los Grimm, Jacob y Wilhem, cuyo interés original por la lengua alemana fue sobrepasado por la riqueza textual y la dinámica narrativa. Cuando Dorothea narraba oralmente los cuentos, éstos se modificaban con las preguntas y comentarios de los niños que eran su público. Verdaderas performances de la palabra y la fantasía que aparecen hoy, siglos después, como una buena metáfora del encuentro con documenta 13: los artistas como buenos narradores, sus obras como la letra viviente entre la plenitud de sucesos y el vacío y los visitantes dejando las huellas de los recorridos particulares sobre la obra misma.

Entonces mi visita a D13 seguirá de aquí en más este hilo de cuento de hadas, cuentos que en su estructura diferente a la del mito llevan a un final feliz, no por ingenuidad sino como metáfora poderosa y olvidada de la posibilidad que el deseo subjetivo trascienda la experiencia originaria del nacimiento y el sostén dependiente de otro. Por ello el destino no será trágico, ya  que el destinatario y lo destinado son lugares móviles al azar de un buen encuentro con la llave del deseo. Alejarse de los designios del Otro y superar los sortilegios de la adversidad es la trama y el sentido principal de las narraciones. Camino así con ellas los caminos felices de la creación.

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Entonces ingreso en mi cuento de la mano de un caballero de armadura que toca la batería en su banda de rock mientras expone los encierros obligados de su ciudad natal en sus pertenencias guardadas en cajas pero estalla enamorado del arte en instalaciones, pinturas, videos de acción en todas las salas del museo Grimm (Nedko Solakov). Desciendo al parque Karlsaue, tropezando con una escalera que cae sobre una pendiente con matorrales, decido no bajar por ella, llego por el camino usual a una casita hecha con fragmentos que decido franquear, allí me encuentro con mi cuerpo en un espejo partido y vestidos para amar (Ana María Maolino). Logro atravesar airosamente el parque después de dejar atrás un pequeño estanque de aguas movedizas que hipnotizan desde su profundo y eterno huracán: atrapar el movimiento, hacerlo remolino, enloquecerlo hasta la angustia cotidiana desnaturalizada (Massimo Bartolini), luego un matorral incierto de flores sin clasificar, plantado como un gigante acostado: una montaña bonsai hecha de basura y de nada (Song Dong), un círculo de carteles y móviles en un entorno de altos árboles como un ancestral ritual totémico deconstruido me detiene un rato (Issa Samb), más allá un árbol petrificado con un nido vacío: un atlas de bronce que lleva en su alto la piedra de un mundo cada vez más duro (Giuseppe Pennone). Arribo a un museo de astronomía que pienso será una distracción, dudo, sin embargo decido abordarlo pues el cartel amarillo a su entrada me invita allí al objeto de arte; lo es el museo mismo con sus primeros aparatos de medición, ya fuera de uso, pero no de la mirada y el afecto. Ellos y sus rastros indiciales pueden ser ahora superficies artísticas tranquilizadoras dueñas del trabajo de pioneros.

Por fin, llego al Halle esperado, al ingreso mismo los objetos de arte se aproximan a mí, toman mis manos para levantar pesados telones que cubren algunas pinturas, toman mis ojos para recorrer un gigantesco collage de absoluto amarillo elevado sobre palitos de brochette, donde nos hacen guiños personajes y objetos de los años ’60. Más allá, nos llaman desde pequeños cuadros en suaves tonos pastel con tapices tejidos o pintados que nos interrogan sobre el amor a la naturaleza (Etel Adnan) y me resuenan con las fotografías de seres perseguidos por su identidad sexuada, expresiones de arte de género conmovedoras en sus rostros desconcertados hasta el rescate humanizante de la artista (Zanele Muholi) que cuelgan blancas y negras en las paredes de la Neue Galerie. Nos habla también de un arte al alcance de todas las mujeres en la vida cotidiana con sus objetos hacendosos. Salas donde nos preguntamos si hay un arte femenino de lo femenino (Etel Adnan, Nalini Malini) y salas de lo masculino, con instalaciones gigantescas, desde aviones y maquinarias inéditas hasta series interminables de tarjetas y clasificaciones como simulacros paranoides de la ciencia. Salas donde nos preguntamos si hay un arte masculino de lo masculino (Mark Lombardi, Tomas Bayrle, Gustav Metzger).

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Frío, frío, por aquí no hay que ir para encontrar situaciones documenta, estamos en la calle y divisamos a lo lejos un raro edificio que simula ser una torre redonda, al ingresar lo hacemos por la puerta de salida, nada lo impide y tropezamos con mesas con objetos en exposición, esculturas, una sala con gigantesca maqueta e infografía sobre dificultades con el agua pública en un pueblo en México enfrentado, pasillo de por medio, con vitrinas que muestran la flora natural de los ríos de Kassel (María Teresa Alves). Agua más agua, la local y la lejana, aguas sucias y aguas reservadas, ninguna es el agua encantada de los cuentos. Subiendo la escalera de este Ottoneum, nos va asombrando un cráneo del hombre de Neanderthal en su gabinete de curiosidades vecino a un inmenso mamut con su cría. El hallazgo arqueológico es también arte en su puesto de museo. Libros hechos como cajas guardan flores, remedo de clasificaciones y coleccionismo botánico que enfrenta a través de una pared vidriada a los conservadores del museo que están trabajando (Mark Dion). Las obras documenta entremezcladas con la muestra permanente se pierden en su camuflaje. Son una mancha más del fondo imaginario. Las presentaciones de la prehistoria y su nueva presentación tan solo efectuada por gracia del cartelito amarillo con letras blancas que determina: documenta 13-.

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Llega la noche y hay que esperar al otro día para retomar el camino, pero en la charla seguirá estando documenta sin horario, y en los dedos que revisan las páginas publicadas, y en las huellas de lo visto-sentido. Mi cuento lleva un día, en este mes1 cuando se cumplen 200 años de la publicación de los cuentos para niños y hogares de los hermanos Grimm, un día, el primer día de los cien que llevará documenta. Arnold Bode, artista, profesor de arte, separado de su cargo docente en Berlín por el nacionalsocialismo, luego de la gran guerra retorna a su ciudad natal Kassel y allí en el año 1955 como marca de un nuevo comienzo en el destruido museo Fridericianum levanta una gran exposición de arte moderno colocando en su espacio central a todos aquellos artistas vapuleados y prohibidos por el régimen nazi queriendo presentar una gran documentación de ellos. La muestra fue llamada documenta tomando su nombre de la palabra latina documentum que contiene en sí misma las acepciones de aprender e inteligencia. Fue el inicio de una creciente serie hasta hoy cada cinco años. En la documenta 7 Joseph Beuys realiza la plantación de siete mil robles que al día de hoy están integrados al paisaje de la ciudad, lo mismo el gran marco de acero que caracteriza a la exposición, formó parte de la documenta 6 que como una diapositiva gigante hace aparecer en su hueco interior a la vista lejana del paisaje al modo de una obra de arte.

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Complejizar la vista es la propuesta de documenta, sin pretensión de dominar los conceptos. La curadora Carolyn Christov-Bakargiev se presenta bajo el lema “concepto de la ausencia de concepto” descartando imponerle a los artistas un tema único. Se trata para ella de pensar en una vida activa alrededor de un proceso poético y no de resultados, de cómo el arte interviene en la sociedad y puede reaccionar ante sus injusticias financieras. Un arte que amplíe el universo hacia la naturaleza y evite el humano-centrismo, por ello la curadora se interesa por los perros y los meteoritos, no para hablar de ellos como objetos sino para que ellos nos hablen, nos revelen sus secretos, nos declaren sus puntos de vista sobre nosotros y sobre el arte.

Al día siguiente cada cual seguirá un camino diferente para tener su boda con el arte. Siguiendo el camino interior y doblando esta vez en dirección opuesta al Fridericianum, una callecita bulliciosa repleta de mesitas y cafés tienta con sus escalones que nos dirigen a la estación de trenes. En el amplio hall y sus dependencias, las instalaciones artísticas aparecen desapercibidas en medio de las oficinas de los empleados que trabajan sin mirar a nadie, hasta que en los hangares a lo largo de la vía de los trenes rápidos, las obras se recortan morosamente y en forma nítida para felicidad del ojo. Salas grandes con uno o dos objetos que se erigen con el vacío alrededor. Videos presentados sobre lienzos o cajas a modo de pantalla, señalando que toda manufactura es espejo de nuestro estilo de vida. La muerte y el poder como deseos eternos del hombre y extremos hasta la irrisión son su tema predominante. La destrucción abrumadora y lo vuelto a construir otra vez, y la repetición de la sangre, alguien que al matar a otro se mata a sí mismo. ¿Se cuenta el mismo cuento otra vez? y ¡cuánto esfuerzo en levantar el mundo cada vez luego del fracaso de los sangrientos! Sin tranquilizar algunas proyecciones apelan a los elementos de la naturaleza, el arte, la tierra, el agua que suplican eternidad ante el pesar del continuo maltrato humano. También el cuerpo del humano está presente por sus prótesis, verdaderos neo-órganos , los parlantes como voz (Florian Hecker), la música como oído (Thomas Stellmach y Maja Oschmann), los videos como ojos (Nanni Balestrini, Tejal Shah, Jessica Warboys, Haegue Yang, Rani Abidi) las cartas y raros trajes de trabajo como miembros del movimiento y del equilibrio (Seth Price).

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No hay piedritas para señalar el recorrido, es más bien lo hueco, la falla, la incompletud esencial a toda acción, la caída, las que guían, desprendiéndose de las obras a la vida, en los interrogantes de los artistas. Vuelvo sobre mis pasos, ahora llueve, y la lluvia se convierte en la guía más adecuada para reflexionar mientras vamos hacia el clásico edificio del Friedericianum. Una vez allí al ingresar a una sala vidriada repleta de objetos con cierto caos y amontonamiento postmoderno, la belleza de nueve princesitas sobrevivientes de siglos y saqueos nos sonríen en secreto en su domicilio de primavera (Baktrische Prinzessinnen). Contrastantemente otra mujer expone su vida en apilamientos de papeles, dibujos, escrituras de diarios personales, que dona generosamente al visitante. Así vemos entremezclado el nombre de Freud, convocado entre sus fantasmas, aquietará tal vez su inconsciente al presenciar su conmovedor testimonio de sus miedos antiguos e infantiles (Ida Applebroog). Grandes videos muestran la destrucción del lugar donde nos hallamos por las bombas de la segunda guerra en diálogo con la destrucción del Darulaman Palast en Kabul por los americanos. La artista reúne lo que sucedió en distintos tiempos y distintos continentes enseñando los daños del hombre contra el hombre mismo (Marian Ghani), mientras en otra sala florecen los restos quemados de los libros de este y aquel lugar como esculturas del trauma (Michael Rakowitz). Un muro circular repleto de restos rotos al modo de sustratos arqueológicos que se proponen como objetos incómodos (Mariana Castillo Deball). Todos ellos apelan a la recuperación, son un llamado a otros para ser curados, sanados, afectivizados como hace cada visitante al donarle su mirada, su tiempo, su calor.

Encuentro en una librería entre otros a los que me llevo: Boris Groys, Etel Adnan, Nalini Malini y un librito de Carolyn Christov- Bakargiev, que ha titulado Sobre la destrucción del arte o Conflicto y arte o Trauma y el arte de la cura. Su texto es una carta dirigida a un amigo, la inicia diciéndole que pasó tiempo desde su última carta y que ahora hay asuntos urgentes que desea comunicarle. A la manera de la narración de un cuento, le cuenta precisamente un acto fallido realizado entre su smartphone y ella al sustituir la palabra Kassel por Kabul, lo cual le hizo pensar en la conflictiva relación entre los medios tecnológicos, la intencionalidad y el lenguaje. Le hizo reflexionar sobre los conflictos en general (más allá de la guerra) y finalmente sobre la destrucción del arte (¿o por el arte?) bajo la forma del trauma. Propone estas notas como un collage y así pega ideas sobre lo traumático, el psicoanálisis y el conflicto. Entendiendo que la relación entre arte y conflicto toma diferentes modalidades donde el objeto de arte mismo puede estar afectado por una disputa, o puede expresar el conflicto de una manera real o simbólica o puede ser una forma de intervención activista en un conflicto o bien, un documento erigiéndose como una catarsis o una memoria colectiva. Siguiendo ideas de Walter Benjamin sobre la dificultad de relatar la destrucción, sobre la mudez del trauma, y recurriendo a Melanie Klein con su envidia y gratitud y hasta a Jacques Lacan en su noción de subjetividad tomada en el plano que la primera relación de un niño con su madre es constitutivamente conflictiva, siendo el reconocimiento al otro y por lo tanto que no hay identidad propia sin otro, la salida. Propone entonces tomar el objeto de arte desde este punto de vista de la gratitud para construir una sociedad más imaginativa donde el humano sea un elemento más entre todos los hacedores del mundo, sean estos animados o inanimados, sean objetos o personas traumatizados. Carolyn ha escrito su propio cuento con final feliz.

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Al final del camino está este hallazgo del objeto de arte como pacificador objeto de intercambio.

Aquí están los Notizbuch, cien libritos para cien ideas para cien días donde finaliza mi cuento, en el futuro, cuando la muestra cierre y cuando se reabra dentro de cinco años, porque si el arte es necesario, es porque siempre está creando el futuro.

Bibliografía:

• Christov- Bakargiev, Carolyn: Über die Zerstörung von Kunst-oder Konflikt und Kunst, oder Trauma und die Kunst des Heilens.

• Documenta 13 Das Begleitbuch/ The Guidebook.

• Monopol. Magazin für Kunst uns Leben. Juni 6/2012

• Venzke, Andreas: Die Brüder Grimm und das Rätsel des Froschkönigs

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Analytica del Sur Número 1. Aparición en web: julio 2014.

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