Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 14 • Noviembre de 2024 •

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Incidencias de lo imaginario en el abordaje lógico del objeto a

Héctor García de Frutos

Psicoanalista miembro de la ELP y la AMP. Co-director de la maestría “Actuación clínica en psicoanálisis y psicopatología” y el posgrado-experto “Abordaje interdisciplinar de la salud mental infantojuvenil” de la Universidad de Barcelona. Psicólogo en el Safareig, asociación dedicada a la atención a personas que sufren violencia machista.

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Ilustración: Sara Bosoer, IG: @srbsr_aoe

 

En relación a los ejes de trabajo que nos ha propuesto Alicia Dellepiane, tomaré también como referencia la primera clase del seminario 14 de Lacan. Me interesa interrogar la articulación entre el objeto a y el no todo en un análisis, y creo que algunas puntualizaciones de esa clase, así como de la siguiente, permiten razonar esta cuestión. Mi impresión de entrada es que puede despejarse una consecuencia entre la extracción del objeto del marco fantasmático, y la localización de S(Ⱥ): cuando el sujeto alcanza a decir acerca del axioma del goce, constata el signo de lo imposible de decir sobre el goce como tal. S(Ⱥ) es, no en vano, el índice del silencio del falo en lo que atañe a cierto goce. Puede ya entreverse en el momento en que vacila el fantasma, cuando el velo del deseo sufre una rasgadura por la que puede entreverse un punto de real[1].

 

Tal y como puede plantearse la cuestión a partir de esta primera clase, es posible formalizar este punto imposible desde la lógica, y desde la topología. La lógica privilegia el significante en tanto habilita conjuntos; la topología la superficie, en tanto ahí un corte tiene consecuencias. De un lado tenemos un simbólico ordenado del que se desprende un sujeto, y del otro un imaginario sin medida que brinda la consecuencia del corte en la superficie del cuerpo. Lacan afirma en esta primera clase del seminario 14 que “pequeño a resulta de una operación de estructura lógica”[2]: si bien el objeto puede presentarse en cierta exuberancia imaginaria, es elemento simbólico por su codependencia del Otro. La operación-castración tiene como consecuencia el objeto a, punto de intersección entre el conjunto del Otro y el conjunto del sujeto. Que desde el Seminario 11 ‘Otro’ y ‘sujeto’ sean representables como conjuntos (Lacan ilustra sus relaciones mediante diagramas de Euler) ya indica que a nivel lógico pueden tener el mismo estatuto: su condición es ser susceptibles de ser barrados. Se constituyen en la ausencia de solapamiento entre enunciado y enunciación. Es posible practicar sobre ellos operaciones, en concreto dos nos dice Lacan: reunión e intersección. De éstas resulta un objeto a que cuenta como primer referente y resto del discurso[3] (hay aquí, parece, una prefiguración lógica de lo que después Lacan desplegará en los 4 discursos). Que sea simbólico no impide considerar que desemboque en una existencia (la que toma consistencia, en una superficie, de un goce localizable por la pérdida). Tal pretensión de existencia es lo que el fantasma brinda.

 

Particularmente, en lo que refiere a este fantasma, en la primera clase de este seminario el objeto responde a la lógica por articularse al sujeto a partir del conector que Lacan denomina punzón: ◊. Este conector indica una doble relación[4] al poder cortarse en dos ejes: en vertical, da lugar a la medida (‘<’ y ‘>’, ‘más pequeño que’ y ‘más grande que’); en horizontal, da lugar a la pertenencia (‘˄’ y ‘˅’, ‘incluido en’ o ‘excluido de’). Un signo de lo más mínimo parece dar así cuenta del fundamento de dos polos radicales de las pasiones fantasmáticas: (a) el mundo imaginario de la medida del goce y la comparación al semejante; (b) el campo simbólico de la propiedad y el marco de la segregación (ya sea auto-segregación o hétero-segregación, según el sesgo del que padezca el sujeto).

 

Hay pues en esta clase un acento reiterado: que en lo que atañe al fantasma la operación que lo produce, que permite llevarlo a cuestas, es doble. Les propongo considerar, bajo este prisma, dos cuestiones del psicoanálisis:

1) ¿Cómo una práctica del significante puede tener incidencia en la repetición, en el modo de satisfacción, en el goce o lo que es lo mismo, lo único que se sabe de un cuerpo? Ya que dicha práctica no procede por mera sugestión… Es decir, que no consiste en hacer existir esa dimensión intersubjetiva en la que un sentido compartido lleva a un acuerdo de gobierno de los afectos de uno a través de la palabra de dos; cuando no a mera servidumbre voluntaria de uno respecto del otro. ¿Qué uso diferencial del significante habilita el psicoanálisis, tal que cura el pathos subjetivo?

2) ¿Cómo la práctica de la asociación libre puede encontrar un punto final consecuente? Ello en la medida en que el lenguaje es la imposibilidad de la referencia. Como repite Lacan en esta primera parte del Seminario 14, “el significante no sabría significarse a sí mismo”[5]. El significante es su diferencia respecto de todos los demás, pero también su conexión necesaria con otros: es lo que llamamos cadena significante. Lo cual quiere decir que todo significante es vacío en su esencia, carece de contenido propio, de propiedad intrínseca. Entonces, ¿qué significante permite un final de análisis?

 

Es sorprendente, pero da la impresión, a tenor de lo que se despliega en las primeras clases del seminario 14, de que ambos problemas encuentran un punto de capitón en el registro imaginario. Veamos cómo.

 

Una primera pista puede permitir situarse respecto del primer problema. Viene de la afirmación lacaniana ‘lo imaginario es el pensamiento’, es decir que el pensamiento remite al ser del yo[6]. Es una torsión respecto del razonamiento cartesiano. ¿En qué consiste? De entrada, en un juego sonoro. Lacan asevera “Je pensé donc se jouit[7] (pienso luego se goza), casi homófono de la máxima cartesiana ‘Je pensé donc Je suis’ (pienso luego soy). Ello explica, preconfigura, la afinidad de lo imaginario y el sentido gozado. Por otra parte, la reducción del cuerpo a lo imaginario encuentra aquí un paso topológico: la superficie. El goce no requiere de ninguna materialidad, de ninguna carne. No goza el cuerpo: el ‘eso goza’ en el pensamiento es suficiente para sacarnos de toda fascinación carnal. El cuerpo es sede del ‘se goza’. A la vez, Lacan plantea que “lo verdadero no implica el sostén del pensamiento”[8] en Freud. Eso es así porque hay sentido sexual, y por la represión ese sentido no se piensa. La represión, en este seminario, no es imaginaria: es de puro símbolo, o lo que es lo mismo, lógica.

Hay aquí el fundamento de una distinción entre goce y verdad, y lo que abre la vía para que Lacan postule un goce operando al margen de la verdad (goce del Otro, que es fuera de lenguaje, fuera de lo simbólico), así como un goce operando por fuera de lo imaginario (goce fálico, fuera-cuerpo). Ambos están en el litoral, ergo en el margen exterior de, el goce-sentido. Es el privilegio de este goce, el sentido, lo que da lugar a un tipo de interpretación freudiana: la del lazo siempre posible, por un significado, entre S1 y S2.

 

Una segunda pista, a su vez, puede permitir pensar el segundo problema. Remite a la elaboración lacaniana de la posición de enunciación ‘yo os lo digo’, que permite situar que lo imaginario es la paradoja del semblante. Lacan toma el ejemplo prínceps de la paradoja del barbero de Russell, que subvirtió la teoría de conjuntos de Frege al demostrar que no había discurso universal que pudiera cerrarse sobre sí mismo. Lacan insiste: es la introducción irremediable de lo imaginario en la lógica[9], a falta de que ésta pueda asumir la función estructurante del sujeto. Y lo ilustra. Escribe esto en la pizarra:

 De lo que se deduce que la respuesta es ‘5’. El asunto, no obstante, es que este signo, la cifra ‘5’, puede considerarse estrictamente equivalente a la proposición p: ‘el número entero más pequeño no inscrito en esta pizarra’. Lo que se escribe así: p ≡ 5. Es decir: como signo no está escrito, pero su referente sí está inscrito en la medida en que es indicado por la proposición, que sí está inscrita en la pizarra. Por ende, puede muy bien imaginarse que ‘el número entero más pequeño no inscrito en esta pizarra’ es el 6, si es que consideramos que el 5 sí está inscrito. Pero es fundamental no perder de vista que este 6 no es ni más ni menos imaginado que el 5, en la medida en que la cifra ‘5’ como tal no está escrita en la pizarra.

Una vez supuesto el 6, en tanto imaginario, puede decirse que responde también a la proposición ‘el número entero más pequeño no inscrito en esta pizarra’, como antes lo hacía el 5. Por lo que en este caso también puede deducirse que ‘6’ es la respuesta correcta a lo planteado en la pizarra, que es una escritura que suscita el pensamiento.

Así, por la inmixión necesaria de lo imaginario en lo simbólico, de lo escrito en el pensamiento, no hay universo cerrado del discurso. El decir imaginado introduce un agujero en la lógica.

 

Lo que representa esta presentación de la paradoja es un significante extranjero al conjunto que no está representado como tal dentro del conjunto. Es el uno que no es unificante, que es sencillamente el ‘uno en más’. Para obtenerlo, basta contar hasta 2. Es la función del corte en las dos caras de la superficie ‘deseo-realidad’[10] nos dice Lacan. Este ‘uno en más’ introduce una falla en el universo de discurso, siendo propiamente lo que barra al Otro: S(Ⱥ)[11].

Entre el uno en menos, significantización plausible de la pérdida de goce del objeto en tanto perdido, y el uno en más, índice del significante siempre suplementario que signa la barra en el universo del discurso, podemos rastrear quizás la articulación entre objeto a y S(Ⱥ). Nos permite concebir la posibilidad de que el problema de la perturbación de la inercia del goce y el problema de cómo poner punto final a la asociación libre estén lógicamente articulados.

Pero aún si esta articulación fuera lógica no haría ley, justamente por este imposible del universo de discurso en lo que atañe tanto al lenguaje como al goce.

 

Unos pocos meses después de la finalización de este seminario, en su Proposición del 9 de octubre del 1967, Lacan inventa para su Escuela el dispositivo del pase. Es en ese horizonte, aún actual, que pueden constatarse los modos singulares de la extracción del objeto a del fantasma, en tanto sitúa al sujeto de otro modo respecto de ese Otro del que participaba activamente. El sujeto deviene hiancia distinta: entre el ‘uno en más’ de la marca de goce y un Otro sin consistencia. Aún hace falta demostrarlo caso por caso, y eso precisa de una comunidad. Puesto que no hay lógica sin función sujeto: todo postulado parte de su lugar de enunciación. Función que, paradójicamente, hace inevitable el entre varios, empujando al analista lejos de cualquier culto al Otro, así como de cualquier solipsismo.

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(*) Escrito a partir de los comentarios realizados en la clase a cargo de Alicia Dellepiane del Seminario anual de la Red de Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas-AAPP-: Fantasma y se(x)uaciones: texto y contexto, dictada el día sábado 1 de junio de 2024.

Notas:

[1] 1era clase del Seminario 14, antes de que Lacan mencione por primera vez a Spinoza.

[2] 1era clase del Seminario 14, después de hablar de existencia lógica y existencia de hecho.

[3] 1era clase del Seminario 14, después de que Lacan mencione por primera vez la frase ‘Colorless green ideas…’.

[4] 1era clase del Seminario 14, cuando se desmonta el punzón.

[5] 2nda clase del Seminario 14, tras hablar del rasgo unario y de Russell.

[6] Clase 7 del seminario 14.

[7] Está en ‘La tercera’.

[8] (p. 59 ed. francesa del seminario 14)

[9] Clase 2 del seminario 14.

[10] Clase 1 del seminario 14.

[11] El Seminario, libro 14, clase del 14-12-1966; después del grafo del deseo.

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Analytica del Sur Número 1. Aparición en web: julio 2014.

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