Versiones del cuerpo en la experiencia psicoanalítica
Maestra rural. Lic. en Filosofía. Lic. en Psicología. Psicoanalista. Autora de seis libros de ensayo, utilizando las herramientas del psicoanálisis para el estudio del Paraguay. Los temas son: su bilingüismo; la dictadura; la democracia; el campo y la ciudad. Co-fundadora de APP Arandu (Aso. Psicoanalítica Paraguaya Arandú) orientada a crear ciudadanía a través de un Plan Curricular de tres años, de Teoría y clínica.
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Mikey, Zygmunt Kowalski, IG: @centenariokowalski
Tomaré del eje temático del curso anual de la RED el tema del cuerpo, que si bien se trata para nosotros del cuerpo que se trae al nacer, es un enigma que incita a bucearlo. Un enigma que, como todo lo muy cercano, desconocemos. Nos arrimamos a la idea de la “cosa-en-sí” de Kant, pero no por imposible de alcanzar deja de ser apasionante, porque nos resulta extraño por ser tan cercano y por tanto unheimlich.
Pero ya que apelamos a la filosofía, constatamos que sobre lo más cercano nos interrogamos muy tarde. Fijémonos en autores presocráticos como Empédocles, el que encontró los cuatro elementos originarios: agua, aire, fuego y tierra. O Parménides que buscaba el ser; o Heráclito, quien decía que el movimiento, el cambio, es la base de todo. Recién en Descartes (Siglo XVII), aparece el humano como centro de todo interrogante de la filosofía con su célebre “pienso luego existo”.
Con Freud tenemos al cuerpo todo el tiempo en el horizonte, pero recién con Lacan haremos unas separaciones epistémicas rigurosas gracias a una “cartografia” basada en sus operaciones topológicas que arribarán introduciéndolo como “goce” en nuestro aparato lenguajero. El tema es de un desafío notable porque si bien al cuerpo lo portamos todo el tiempo, si nos ponemos curiosos para saber cómo se aloja en nuestra psiquis, si acercamos la lupa y escarbamos, quedamos atónitos pues entonces el cuerpo vivo se nos presenta en un no-lugar.
Desde “Comunicación preliminar” de 1895, cuando Freud asegura que “el histérico sufre de reminiscencias”, amén de que caen dos mil quinientos años de discurso hipocrático, ya nos señala una feroz ruptura epistemológica con la ciencia médica de su época, asegurando que el cuerpo dialoga representaciones mediante. Y también nos enseña en un capítulo inolvidable de la misma época: “Estudio comparativo de parálisis motrices e histéricas”, cómo la idea de “brazo”, paraliza el miembro físico, o sea, nuevamente un intercambio entre las dos dimensiones. Freud nos adelanta cómo el aparato de placer no soporta una idea displaciente y le manda afuera inervando un músculo o una glándula. O también en “Las perturbaciones psicógenas de la visión”, de 1910, escribe cómo una ceguera histérica puede producirse a raíz de una pugna de representaciones, donde aquellas reunidas bajo el nombre del yo, mandan vía represión a aquellas otras enlazadas a la visión.
Pero en mi opinión, donde nos vamos acercando más al enigma del cuerpo viviente tal como nos interrogamos ahora, es cuando Freud nos arrima la vivencia del “objeto perdido” en el cap. 9 (o 7, según la edición) de la Traumdeutung (1900). Y copio: “[…] por un medio cualquiera – en el caso del niño por un auxilio ajeno- se llega a la experiencia de satisfacción que suprime la excitación. La aparición de cierta percepción (el alimento), cuya imagen mnémica queda asociada a partir de ese momento con la huella mnémica de la excitación emanada de la necesidad, constituye un componente esencial de esa experiencia. En cuanto la necesidad resurja, surgirá también, merced a la relación establecida, un impulso psíquico que cargará de nuevo la imagen mnémica de dicha percepción y provocará nuevamente esta última, esto es, que tenderá a reconstituir la situación de la primera satisfacción. Tal impulso es lo que calificamos de deseo.” “[…] nada hay que nos impida aceptar un estado primitivo del aparato psíquico, en el que este camino queda recorrido de tal manera que el deseo termina en alucinación. Esta primera actividad psíquica tiende a una identidad de percepción, o sea, la repetición de aquella percepción que se halla enlazada a la satisfacción de la necesidad.”
Esta identidad de percepción, que en adelante buscaremos nostálgicamente bajo la forma de deseo, le hace decir a Freud: “Todo pensamiento no es sino un rodeo desde el recuerdo de satisfacción, tomado como representación final hasta la carga idéntica del mismo recuerdo.”
El objeto a encontrará su antecedente en este objeto perdido, objeto imposible de recuperar pues éste está aún en el plano natural, mientras que ahora lo busco desde una dimensión heteróclita a aquella, o sea, desde las huellas mnémicas.
También Freud nos presenta el momento del salto desde el registro imaginario hacia el registro simbólico, cuando – ya con una síntesis yoica mayor que les prepara para vivenciar la falta- los niños descubrirán la diferencia sexual anatómica. Por eso dice Freud “trono y altar se tambalean…”. Y, ¡lógico!, los niños dejan de tener la confianza que les hacía creer en la continuidad de todas las cosas. Luego de este descubrimiento podrán empezar a dar el salto hacia el nuevo registro saliendo de la seguridad de que “hay lo que hay”. Este nuevo momento permitirá al infante actuar con un vocabulario mucho más amplio (vía metáforas y metonimias), mientras que cuando estaba anclado en la confianza de que “hay lo que hay”, el infante estaba constreñido, preso en el signo que reza “significante versus su referente que es el significado”. Y es obvio que este cambio angustia tanto, pues las cosas se tornan mutables, reversibles, razón por la cual en esta etapa los pibes suelen contraer zoofobias y otros síntomas que revelan su angustia.
El objeto perdido puede tomar varias formas, ya sea que la vivencia de la pérdida se produzca en el plano oral, anal, fálico, escópico o vocal (estos dos últimos serán agregados por Lacan).
Lo apasionante- y aquí entra también la filosofía –es investigar cómo se inserta el cuerpo viviente en el aparato estructurado como un lenguaje. A los médicos y psicólogos les dejamos el cuerpo material. Desde luego, no nos referimos al cuerpo estudiado por la medicina, ni al estudiado por las ciencias factuales. El tema es muy complejo porque lo más cercano es siempre lo más ignorado.
Desde Zenón de Elea sabemos que Aquiles nunca podrá llegar a la tortuga porque hay un infinito número de puntos en una zancada de distancia entre él y el quelonio… Sabemos también que Kant llama “la- cosa- en-sí” al objeto imposible de alcanzar pues si describes el objeto más simple que tienes en tu mano, desde la descripción de su forma, color, temperatura, textura, terminas en partículas, moléculas, átomos, protones, etcéter; es decir, tu inventario se torna interminable. Y este lugar inasequible equivale a das Ding de nuestro maestro vienés. O sea, das Ding es algo imposible de ser conocido por el sujeto. Y si –como nos dicen Zenón o Bertrand Russell (1872-1970)-, es inútil esforzarte en llegar al otro externo, pues con más razón es angustioso pretender conocer algo que tenemos como tan extraño, de tan íntimo que nos resulta. Por eso nos dice Lacan, que si nos acercamos mucho a “la Cosa”, surge el Mal.
Lacan señala a la Cosa dentro de la categoría de lo real. Estamos habitados por la Cosa (la Cosa nos acosa), pero nosotros como seres hablantes, no tenemos acceso a ella. Su proximidad es angustiosa porque no podemos tener acceso a la completud. Nuestro estado es la incompletud y de allí a esa nostalgia de lo que alguna vez vivimos en el estado de nirvana del vientre materno. La desdicha humana no es para nada contingente…
El objeto perdido de Freud es imposible de lograr porque lo buscamos siguiendo las huellas mnémicas ya construidas por el lenguaje mientras la vivencia aquella estará enterrada por siempre en el orden de lo natural (veamos arriba el dibujo de “el peine”, donde Freud nos dibuja su aparato psíquico. En el capítulo “Psicología de los procesos oníricos” de La interpretación de los sueños, aquellas primeras satisfacciones están fuera de la represión primaria).
Lacan consigue –a mi gusto- un gran avance clínico con su enseñanza: la madre fálica – o sea, la madre completa- debe ser desfalicizada a fin de que el niño pueda salvarse de ella dejando de ser su apéndice y poder así entrar en el mundo humano de los desafíos. Entonces, el soberano Bien es das Ding, la madre, el objeto prohibido, por lo que la nostalgia existencial es ontológica.
Pero también destaquemos que así como nosotros los humildes mortales no podemos acceder a la Cosa, “lo imposible”, los grandes creadores como Freud, han podido penetrar en ella y cual Prometeo, robar “el fuego de los Dioses”. En efecto, Freud se encontró con un elemento completamente nuevo en el campo de las ciencia: el inconsciente y por eso tuvo que apelar a conceptos de la física, de la termodinámica de su época porque no había aún palabras para describir la estructura y el accionar de la dimensión psíquica que descubrió. Y no olvidemos que Lacan, al hablar de nuevos conceptos, dice: “elevar el objeto a la dignidad de la Cosa”. Y claro, a la Cosa no se llega, pero aquel objeto nuevo será “lugarteniente” de la Cosa.
Siguiendo a Lacan, el avance que anuncia su enseñanza es que ese hueco que deja el falo que hubo de la que fue la madre fálica y ya no es, se escribe (-ϕ), que con el tiempo será el falo simbólico, garante de todo significado, garante de todo lo que vemos y de todo lo que comprendemos. Pero lo genial es que de este falo imaginario (-ϕ), Lacan extrae y nos ofrece un recurso muy útil para su enseñanza que será el objeto a. Este objeto a, heredero de todo objeto faltante (también Miller lo llama “el dinero chico de ‘la Cosa’) lo tenemos como “objeto tapón” de varias faltas, la falta del objeto oral, anal, etc. Los objetos a serían restos de vida que se entretejen en la vida parlante del humano.
Mas qué es la vida es algo esencialmente impenetrable a pesar de los avances de la biología molecular y del descubrimiento del ADN. “Cuando se analiza al ser vivo, los procesos que están en juego competen a la física, a la química y no se distinguen de los procesos que se desarrollan en la materia inanimada, en los procesos inertes” […] “No sabemos qué es la vida, salvo que es un cuerpo que goza… y la vida desborda el cuerpo”, dice Miller en su texto Biología lacaniana.
Freud puso muchas esperanzas en la biología. Cito a Freud según copio del texto citado de Miller. “La biología es verdaderamente el reino de las posibilidades ilimitadas: tenemos que esperar de ella los esclarecimientos más sorprendentes y no podemos columbrar las respuestas que decimos más adelante dará a los interrogantes que planteamos…”
Lacan dudó que la biología freudiana fuera realmente una biología. “La pulsión de muerte es una biología más allá de la vida, pero de un más allá que se abre al ser hablante a través del lenguaje. Lo específico del humano es durar, pero no como las moléculas sino como significantes…”
Y recordemos que Freud anhelaba ser reconocido por la sociedad científica de su época, porque – como dice Althusser- Freud no se dio cuenta a cabalidad de que su descubrimiento era algo heteróclito a los discursos tradicionales de su época… y anteriores también.
Y volviendo a la biología freudiana, dice Miller que Freud no se equivocó en apoyarse en Weismann y su teoría del plasma germinativo. “[…] el apoyo en Weismann y su teoría del plasma germinativo está realmente en el punto de partida de la autopista central de la biología de hoy”, dice Richard Dawkins, el ensayista que escribiera el tan divulgado libro El gen egoísta.
Siguiendo a Weismann – que sabemos que fue el segundo después de Darwin como teórico evolucionista del siglo XIX – “Lo mortal es el cuerpo en sentido estricto, el soma. Solo él está sometida a la muerte natural. Pues las células germinales son en potencia inmortales, en cuanto son capaces bajo ciertas condiciones favorables, desarrollarse en un nuevo individuo. Las células germinativas persisten en la reproducción y se transmiten como una descendencia…”
Solo el cuerpo, el soma, está sometido a la muerte natural. En los organismos unicelulares no está diferenciado el germen y el soma y por tanto, son prácticamente inmortales. Y luego, cuando aparezca el ADN que ocupará el lugar el germen de Weismann, no le quitará en absoluto fuerza alguna a su descubrimiento.
Freud presenta la teoría de las pulsiones sobre la base de la teoría de Weismann. En efecto, las pulsiones de vida devienen del germen y las pulsiones de muerte, del soma.
La muerte es una adquisición tardía. En los unicelulares hay división pero no hay muerte. “El plasma es quizá inmortal…”, dice Freud en “Introducción al Narcisismo” (1914). Y Lacan dirá que tanto el registro imaginario como el real, son lugares de vida. Lo imaginario ligado al cuerpo individual mientras el germen y el genoma son el lugar de la vida, lo real de la vida.
Y hablando un poco de la biología lacaniana, Lacan adjudica a la “letra” (Aun, 1972), la función misma del germen. “Pero hay una transmisión de la «letra» en posición de exterioridad: el saber está en el Otro. Es un saber que se sostiene en el significante y no debe nada al conocimiento del viviente.”
Una letra sin sentido que, sin embargo, tiene mucho que ver en el destino del sujeto, aunque él no lo sepa… Por eso les dejo este trozo de poema del poeta Nicolás Guillén
“Esa mujer angélica de ojos septentrionales
que vive atenta al ritmo de su sangre europea
ignora que en el fondo de ese ritmo golpea
un negro el parche de roncos atabales”
Entonces, tenemos que “la letra” homologada al genoma es posible que se transmita por generaciones y sea tan inmortal como el plasma. Genoma, letra. Soma, cuerpos individuales…
Y antes de continuar arrimo un párrafo de una charla que dio Lacan en la Salpetriére en 1966 a los médicos. “[…] el cuerpo no se caracteriza simplemente por la dimensión de extensión. Un cuerpo es algo que está hecho para gozar, gozar de sí mismo. La dimensión de goce está totalmente excluida de lo que llamé la dimensión epistemo/somática”. Y les advierte a los médicos que hay una dimensión que excede a la extensión cartesiana. En la dimensión ética, la medicina se extiende hacia la dirección del goce…
La Biología lacaniana
“La vida – trayendo palabras de Miller- desborda el cuerpo, pero solo hay goce si la vida se presenta como un cuerpo viviente. El cuerpo que goza no es ni imaginario ni simbólico sino viviente, un cuerpo vivo”. Lacan anula el binarismo pulsional de Freud. Lo dice en el Seminario Los cuatro conceptos fundamentales. Propone a vida y muerte como dos aspectos de una única pulsión. Y en “Posición del inconsciente” de 1964 dice “toda pulsión es virtualmente pulsión de muerte”.
El Bien y lo Bello hacen barreras al horror de la muerte, muerte tomada acá como la posibilidad de sustraerse de la cadena significante. Es significativo que Lacan en el Seminario VII, recuerde a Antígona, la heroína a quien asistimos en la belleza de su gesto trágico por negarse a obedecer las leyes de la ciudad por razones de una ética superior. Acá tanto Lacan como un contemporáneo suyo, Georges Bataille, hablan de la belleza como último bastión ante la muerte.
Versiones del cuerpo
Haré una mirada a vuelo de pájaro, desde varios recodos de la enseñanza de Lacan para ir auscultando dónde va quedando el cuerpo y en qué sentido se lo incorpora al aparato parlante y qué deja afuera.
En mis comienzos como lacaniana, estuve atrapada en el Seminario V Las formaciones del inconsciente (1957- 58). En esa época a Lacan le interesa en demasía lo descifrable del inconsciente que lo deposita ya sea en la estructura, ya sea en el discurso… y tanto es así que hasta el punto de vista de lo económico es puesto como ”la satisfacción del otorgamiento de sentido”. Entonces la satisfacción – sea lo económico- sometido a lo semántico y el síntoma como sentido apresado, donde la liberación ocurrirá cuando se le otorgue sentido.
Lo imaginario será material que nutrirá lo simbólico que paulatinamente irá invistiendo a todo lo imaginario con su ropaje. (Y me parece- creo que a ustedes también- que tal imaginario es nuestra salvación, es lo que nos permite vivir, nos inviste como existentes, nos aloja en el área de la existencia…) Entonces – volviendo a Lacan- tenemos que la manera en que el cuerpo gozante, el cuerpo viviente forma parte de la cadena significante es como “goce significantizado”. La significantización del goce será el significado en la cadena inconsciente y su satisfacción será el deseo. La pulsión será capaz de regulación por el lenguaje y capaz de una metonimia que llamamos deseo. Ni más ni menos que en el concepto de deseo se esconde mortificado el goce.
En el matema “sujeto articulado a demanda” ($◊D) la pulsión aparece como demanda. Y en el fantasma ($◊a) tenemos alojada y resguardada la vida como objeto petit a, captada en lo simbólico. El a conserva todo lo libidinal, todo lo viviente, mientras el sujeto barrado ($) es un ser- de-muerte.
Como dice Silvia Tendlarz en la introducción al estupendo libro de Miller llamado El lenguaje aparato de goce (colección Diva) el goce es el modo en que el cuerpo viviente se presenta en nuestro mundo lenguajero.
Y veremos que desde el Seminario VII habrá un notable giro donde Lacan nos presenta el goce como lo unheimlich. La Cosa, das Ding, o sea, la satisfacción verdadera, está fuera totalmente de lo simbolizable. Y todo lo que no es simbolizable será objeto. Y no habrá en absoluto una posibilidad de establecer una relación con la Cosa como goce masivo, salvo por la transgresión, el forzamiento… y ya hemos recordado por ello a Antígona.
Sigamos en nuestro buceo de cómo entra nuestro cuerpo vivo- de frente o con trampa-, pero siempre presente en la modalidad de goce. El Seminario XI comienza con el cuerpo fragmentado de las pulsiones parciales a través de las zonas erógenas buscando su satisfacción. Es notable el cambio porque desde ahora habrá una conexión entre goce y significante. Pero lo más significativo es – me parece- que hasta ahora el inconsciente tenía una estructura ordenada y desde este seminario Lacan busca aparejar el inconsciente con la zona erógena. Habrá una comunidad de lo simbólico con lo pulsional y por eso es que se tratará de un inconsciente que se abre y se cierra como lo hacen los bordes de una zona erógena. La libido ya no será un goce masivo perdido para la significantización, sino que se podrá satisfacer a través de sus objetos perdidos que son productos, resultados de una libido que es la matriz de aquellos. Y – me parece importantísimo destacar – que aquí la libido representa la parte viviente que se pierde al producirse ésta por las vías del sexo. ¡La reproducción sexuada es una pérdida de vida! Y es una pérdida independiente del significante, es una pérdida natural. Entonces, las propiedades del cuerpo sexuado- mortalidad, individualidad, su relación con el Otro- todo ello para Lacan implica pérdida de vida. Por ende, el goce se reducirá a una escala más modesta, más manejable, como objeto a (el dinero suelto de la Cosa, dice Miller).
Luego, “Radiofonía” (1970). En esta etapa asistiremos a un Lacan que abjura de la autonomía de lo simbólico. Se accede al goce por la vía de la entropía, del plus de goce. El significante representa al goce para otro significante. El significante es un aparato de goce. El goce es la finalidad del significante. Anteriormente la repetición transportaba la falta-en-ser del sujeto como fracaso y por ende se imponía. Ahora la repetición se produce por apuntar al goce.
En la cadena significante se vehiculizan el sujeto barrado, la verdad, la muerte, el deseo. En la cadena se vehiculiza el goce. De modo que, ¡siempre está la vida adentro y afuera, en el panorama, aunque no la tengamos en cuenta!
En el Seminario XVII ya no se trata de llegar al goce por una pérdida natural ni porque si somos sexuados morimos, sino por efecto mismo del significante y se llama “plus de goce”.
“Cuando el goce es presentado como el objeto a de la pulsión, hacemos lista de objeto oral, anal, fálico, escópico, vocal y nada. Pero cuando el goce está como ‘plus de goce’, es decir, como lo que colma, pero lo que al mismo tiempo que da de gozar conserva la falta de goce, la lista de objetos a se extiende, amplifica a los objetos de la industria, de la cultura, todo lo que puede llegar a colmar, aunque nunca del todo (-ϕ). Mercancías que como objetos a taponan el (-ϕ) pero nunca exactamente. Y nos poblamos de sustitutos de goce que son naditas”.
Y termino con que en Aun asistimos a una inversión radical con el paradigma de la “no-relación”. La disyunción entre significante y significado, entre el goce y el Otro, entre el hombre y la mujer con la forma de “No relación sexual”. La No-relación cuestiona la articulación entre los significantes; cuestiona al Otro como garante de toda experiencia; la relación que no cesa de escribirse, como necesaria, etcétera. O sea, se trataría de un retorno a la Cosa. Hay goce.
A mi modo de ver, siempre supimos – desde Zenon de Elea -que no hay relación, pero Aristóteles hizo un esfuerzo en superar este hecho de la naturaleza -que sabemos nos presenta bastante entropía- para poder vivir en relación. Si nos quedamos nomás en el “¡Goza!” y adherimos a lógicas inconsistentes (aunque, por otro lado, sabemos que es correcto señalar que los tres principios de la lógica aristotélica son posibles de ser derribados) entraremos en un relativismo que puede ser muy destructivo.
Con su lógica Aristóteles permitió a Occidente llegar a ser la cultura que nos constituye a todos los que estamos acá comentando esto. De modo que creo que a pesar de que los principios basales del Partenón pueden ser removidos, en este momento en que ha caído el primer mundo (yo le llamo “otrora primer mundo”), caído al hedonismo de la mercancía, debemos estar vigilantes como vecinos que somos, para evitar una ola de pulsión de muerte que viene de afuera con el suicidio de Occidente. Es un momento en que vemos caer dramáticamente la ética que describía Max Webber sobre la “estructura de demora” buscando la excelencia. Ahora nuestra felicidad es comprar cada vez más mercancías (incluso vienen también como mercancías nuevos corpus teóricos como “la teoría del apego” de Bowlby, aprobada por la UNICEF, (que sabemos es un ente muy ignorante pero de mucho poder) y sufrimos si tenemos que esperar la realización de nuestros deseos. Me parece muy bueno este golpazo de Lacan de la “no relación”, para evitar autoritarismos, evitar matarse por fanatismos, practicar la tolerancia… Pero también es nuestro deber ir creando paralelamente nuevos valores para sostenernos, por ejemplo, defendiendo nuestra visión de mundo como habitantes de esta región sudamericana donde tantos hechos históricos nos recuerdan y comprometen nuestra vecindad.
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* Texto de la clase Nº 5 del Seminario de la Red AAPP, dictada el 2 de septiembre del año 2023 por Zoom: “¿Declinaciones de lo familiar? -El psicoanálisis y los cuerpos hablantes-, cuya docente fue Mara Vacchetta, con comentario de Leticia García.