Un lugar desde donde alguien habla
“Al principio de mi experiencia analítica hubo un relato trágico con tonos épicos, donde el nombre del síntoma era <hijo muerto>. Luego supe que este síntoma se apoyaba en un fantasma, donde el nombre de goce era el signo de <un padre vacío>, y finalmente se encontró una solución en torno al nombre propio modalizado como nombre común al hacerse un editor de palabras. / En estos tres tiempos se fabricaron los bordes de un lugar desde donde alguien habla.”
Resonancia y silencio- Psicoanálisis y otras poéticas– “Alguien habla- Poética analítica o desierto de la ciencia”
Enrique Acuña
Lic. en Psicología (U.B.A.). Miembro del Comité editorial de Analytica del sur- Psicoanálisis y crítica. Miembro de Red AAPP (Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas)
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En este párrafo Enrique Acuña testimonia acerca de su experiencia analítica. En una máxima depuración, con una poda de lo frondoso del árbol de la ampliación significante, una reducción a su tronco mismo, tornó posible un tránsito, un trans, de los dichos al decir. Es así que se va del síntoma al fantasma y de allí, del nombre de goce, al sinthome. Del síntoma como problema al sinthoma como solución.
Conocí a Enrique en el bar situado frente a la plaza principal de San Fernando, en el conurbano norte bonaerense, la misma plaza que inspiró el relato de Ricardo Piglia Plata quemada. Lo esperamos allí para dirigirnos a la biblioteca, donde daría su clase en el marco del Instituto Oscar Masotta, al que retroactivamente podríamos llamar IOM 1, ya que hay ahora un IOM2. Inspirados entonces en la política de Oscar Masotta, se ponía en juego una política trans: que la causa freudiana, la Cosa, la potencia de lo inconsciente como porvenir, habitara plazas en todos los rincones del país y más allá. Es así que hubo cambios en el IOM, pero no en la política de Enrique, que siguió siendo la misma, en acto, hasta el último día, hasta su última enseñanza, en su curso de agosto de este año y en el seminario de la Red AAPP.
Era entonces el tiempo de la reciente publicación de Resonancia y silencio y asistí a la presentación en la Fundación Descartes. Lo leí. Propone múltiples temas, cada uno de ellos de enorme interés y vigencia. Pero fue recién hace un par de años cuando de repente supe- de todo lo escrito en el libro- lo que había funcionado para mí como significante de la transferencia: <niño muerto>, en el párrafo que seleccioné. Parece que me dije algo así como “He aquí alguien que sabe cómo hallar una solución sobre la muerte, real o fantaseada, de un niño”, y muy poco después, ya estaba en su diván.
El sujeto supuesto al saber se confunde al principio imaginariamente con la persona del analista, el que sabe. Pero en realidad se trata de la creencia en el inconsciente, del dejarse embaucar siendo un poco incautos, de saltar de rama en rama, de hoja en hoja, de nervadura en nervadura en la ramificación de palabras hasta el nudo, que tal vez horade el tronco del árbol, el nudo de silencio. Esto sucederá solo si el analista, como recordaba Enrique, “llama desde adentro”. ¿Cómo puede alguien, o algo, que supuestamente está afuera, llamar desde adentro? Solo en la experiencia moebiana de un análisis.
A partir de ese llamado, también otros fabricamos los bordes de un lugar desde donde alguien habla.
La solución sinthomal de Enrique fue, en sus palabras, “en torno al nombre propio modalizado como nombre común, hacerse un editor de palabras”, es decir “acuñar”. ¡Y vaya que acuñó! Editó múltiples publicaciones; invitó a otros a acuñar con él: Versus, Perspectivas, Anamorfosis, Conceptual, Fri(x)iones, Analytica del sur– revista virtual de la Red- los boletines Microscopía, Nombres, El loro de AVA, Ring!; los libros Las paradojas del objeto en psicoanálisis, Curarse del lenguaje, Vidas pulsionales, más de 70 entradas en su blog-solamente de 2019 a la fecha-y múltiples artículos, reseñas y comentarios que fueron tejiendo una red de enseñanzas. Una red está hecha de hilos que unen y también de agujeros.
Enrique Acuña nos invitó a cada uno de los que así lo deseamos a escuchar la resonancia que se produce al tensar los hilos de la red hasta situar el agujero del silencio. Y una vez allí, en el silencio, hacer un uso de la red como arte-facto para salir de allí y, con otros, seguir tejiendo.
Pero no estamos llamados a ninguna solemnidad esta noche. Parece ser que el último poema que escribió Enrique fue sobre la risa. Me ha recordado, en alguna oportunidad, que Germán García se divertía con el psicoanálisis, él también lo hacía. Señalaba con ese comentario una vía. El arte-facto en cuestión no excluye ni al Witz ni a las diversiones analíticas.