Breves notas…

Breves notas sobre lo que ha sido mi vivencia en tanto que paciente/analizante durante los periodos de confinamiento y de des-confina-miento, como consecuencias palpables de la aparición y « desaparición » de la COVID-19 en nuestro mundo. (Una enfermedad reciente y latente, que late [palpita] como una mucosa, afectándolas…)

 

Andrea Mac Micking. @andremacmickingphoto

 

A. Introducción:

Cuando me propusieron escribir algo sobre este tema desde la perspectiva psicoanalítica expliqué de inmediato que lo haría con un enfoque más testimonial que teórico, es decir, que lo que aquí presento lo haré en tanto que paciente/analizante.

Para comenzar, debo decir que mi vivencia de lo que fue el periodo de confinamiento estuvo marcada por «lo siniestro», mientras que el periodo de des-confina-miento ha estado afectado por la angustia y la reaparición de lo femenino como goce.

 

B. El confinamiento y lo siniestro. Primera parte.

Das Unheimliche fue lo primero que se hizo patente como fenómeno psíquico al ver que las personas, las calles y las cosas, es decir, el mundo en general, habitualmente familiar, pasaron de golpe a ser algo extraño. Empero, durante el encierro aprecié especialmente el silencio. Todos mis sentidos, juntos con el del oído, se refinaron de un modo inédito. Los colores parecían más nítidos, los olores eran más puros y penetrantes, mientras que las sensaciones y las emociones estaban a flor de piel. Fue un periodo de mucha reflexión.

Desde hace mucho se ha sabido que el ritmo de vida actual es insostenible a largo plazo (y aunque no quisiera extenderme en lo que llamo «mi plena desconfianza en lo que concierne al ser humano y su destino», debo decir que esta especie busca, sin ambages, desaparecer y que por tanto lo merece). Fue por ello que la ruptura con la rutina me hizo mucho bien al inicio, sin embargo, sabía también que la tregua no podría ser muy duradera. Entonces la angustia apareció al vislumbrarse el des-confina-miento. En ese momento hubo también un reencuentro brutal con el goce femenino (de lo cual no hablaré en este momento).

 

C. El des-confina-miento, la angustia y la aporía. El cuerpo patológico. El retorno a lo «normal». La hiperestesia. Segunda parte.

La angustia o «falta de la falta» me llevó  a pensar en el término «aporía» ; si indagamos en su origen etimológico encontraremos «pasaje», «salida», de donde proviene la palabra «poros», así como también «orificios del cuerpo», «pasaje de los fluidos», etc.

Observar a las gentes con la cuasi totalidad de los agujeros de sus cuerpos y mucosas literalmente taponados -de una forma u otra- ya sea por las gafas, las máscaras, los cascos, los guantes, las bolsas plásticas (que algunos colocan sobre sus cabezas), los impermeables, etc., generó en mí un estado de tristeza y de desrealización. Sentí lástima por el ser humano, puesto que la vida misma se estaba convirtiendo en una amenaza para sí misma, sin velos. Ya no se trataba solamente «del hombre como un lobo  para el hombre», sino que también el cuerpo se transformaba en una «otredad» para sí mismo y, por supuesto, para los otros; el cuerpo devino un peligro mortal en plena potencia.

La agudeza sensorial y estética desarrollada durante el periodo de confinamiento ha sido tan extrema que se ha convertido en algo insoportable, hasta llegar al dolor. El ruido y la violencia en lo social se han hecho sentir con mayor brío; de hecho muchos actos de odio, e incluso de asesinato, han sido documentados durante los primeros días del «retorno a lo normal».

Estuve durante tres días sintiendo, casi ininterrumpidamente, que flotaba sobre/en el agua. Era una suerte de «no man’s land, encore». Quería y necesitaba medicación (aunque nunca haya hecho uso de ella). En ese momento busqué y recibí el apoyo de una de mis dos analistas actuales (pues el otro es un hombre) y las sesiones por teléfono fueron de gran ayuda, diría que incluso vitales. Mis amigos más preciados también me acompañaron con sus voces. Hablar y pensar en mi deseo me calmó.

Comencé a dibujar las sombras de los objetos, pues ya no quise plasmar ni a las personas ni a las cosas, sino concentrarme en sus sombras, me parecía una idea más delicada y efímera, más abstracta y acorde con lo que sentía en ese momento: el silencio.

 

D. Del reverso al verso. Del cuerpo-puerco al cuerpo poético, a guisa de «conclusión».

Elaborar conclusiones en este momento me parece un tanto precipitado; pienso que me hallo más en el momento de «ver» (y/o, tal vez, en el de «comprender») que en el de «concluir». Antes de escribir este texto hube de recorrer nuevamente el camino que anduve diariamente durante las horas de las salidas permitidas durante el período de confinamiento. Así, pude efectuar un «re-verso». Me senté nuevamente en el bosque, cansada, y allí escribí y dibujé estas palabras, no sin el cuerpo, confiando en que podría darles la dignidad que se merecen. Tuve que hacerlo todo a mano. Hice un manuscrito y también esbocé algunos dibujos.

Este virus, que porta el nombre de un nuevo real (con su cifra incluida), toca con crudeza el lugar mismo en el que nacen las obras. Allí, donde yacen las sombras también renace mi obra. Esto me ha permitido pasar de la sombra al asombro, en verso.

 

En Neuilly-sur-Seine, septiembre del 2020.