La autoridad analítica y la risa del capitalista
Marcel Duchamp junto a su Ready-Made
1963. Impresión fotográfica en gelatina de plata. 50.3 x 40.5 cm.
Ayer nomás en las pantallas de poder mediático, la CNN reiteraba la risa triunfante del nuevo Amo moderno en la figura de un empresario elegido presidente de los Estados Unidos. Donald ya no es un tierno dibujo de Walt Disney sino el efecto violento del matrimonio entre el Capital y la Técnica; un magnate económico que triunfa con una nueva religión llamada neoliberalismo. Signo de los tiempos americanos, la “risa del capitalista” que describe Marx; es la “autoridad” soberana del nuevo Imperio que puebla con semblantes lo real.
I
Autoridad y autorización son dos términos que insisten en la enseñanza de Lacan. “¿En qué me autorizo?” (Seminario XI, “La Excomunión”) y ¿en qué ámbito se logra la formación del analista? “El analista no se autoriza más que a sí mismo, en el ámbito de su Escuela” (“Nota a los italianos”), y “el analista se hystoriza a sí mismo” –con “y” de hysteria– (“Prefacio a la edición inglesa del Seminario XI”), estas son varias respuestas que el mismo Lacan lleva al concepto “deseo del analista”. Operador en la cura, se trata de un deseo inédito producto del tiempo de un análisis como Kairós –lo durable– muy diferente al Cronos, el tiempo del reloj. Es la historización de un deseo, con una vida, que lleva un nombre propio y encierra una pragmática: hacer pasar el síntoma social al síntoma analítico.
II
La época sin embargo relativiza los enunciados y surge la disputa por la “legitimidad” de las prácticas de la palabra bajo la “legalidad” aplicada en masa por las Biopolíticas basadas en la Evaluación. Entonces sirve la pregunta acerca de cómo se sostiene el analista en este horizonte en tanto es producto legítimo de su deseo, más allá de la legalidad de las leyes del Orden Público (Salud mental y los protocolos diagnósticos). (1)
Tal como anunciaba J.-A. Miller, el desorden de lo real en el siglo XXI es correlato de las bodas entre el discurso de la Ciencia y el Capitalismo. Esto quiere decir que el contexto actual puede hacer surgir de manera más violenta “la risa del capitalista”, que Marx –el inventor del síntoma– observa como un signo de goce obtenido por la satisfacción de tener un objeto (la mercancía con su plusvalía). Pero ese más de la carcajada es una “marca” que excluye su deseo como el científico
III
En la Argentina en los años setenta, Oscar Masotta enseña psicoanálisis en grupos de estudio a psicólogos que no pueden ingresar a la Institución oficial (A.P.A.) ni practicar de pleno derecho por un decreto oficial. Encuentra ahí una repetición significante: la crisis de autoridad. El Otro es cuestionado. ¿Quién autoriza? ¿El análisis didáctico oficial, la habilitación profesional de la Universidad, la ley de Salud Publica que deja la práctica en manos de los médicos o la soledad?
Después del estallido y la dispersión provocada por el grupo Plataforma y Documento de un cierto freudo-marxismo dentro de A.P.A. cuyo Ideal era la habilitación con título de médico, Masotta, un verdadero sofista, se autoriza con la fundación de una Escuela (Freudiana de Buenos Aires) que en 1975 presenta a Lacan en Paris como una “parodia” sin embargo verdadera: “Lo serio del hombre es que está estructurado como un chiste”, decía en tiempos donde el síntoma social tomaba el nombre de “revolución”. Esa hystoria es un “futuro anterior” ya que el deseo se escribe desde el futuro que viene al presente –nuestro Instituto lleva su nombre–.
IV
Más adelante, en los años ochenta, la Universidad es el ámbito donde se autoriza un título que se puede confundir con la formación analítica, pero demuestra la insuficiencia del saber y obliga separar la habilitación profesional del deseo del analista. Hoy la economía del mercado impone que Universidad, Hospital, Colegios profesionales son ámbitos de enseñanza del psicoanálisis que sirven para elevar el “rol del profesional”, pero no por ello hacen avanzar el psicoanálisis. Hay entonces, la simulación, la sofisticación, la cita de autoridad; pero la autorización en un deseo inédito no está garantizada por esos ámbitos. La crisis como autoridad es estructural al discurso analítico.
V
Si el analista no es convocado al banquete actual de los saberes, si su autoridad social declina es por el ascenso de la Ciencia con el Amo moderno que no quiere saber la causa de su deseo. Interrogar ese goce participando en los debates y combates de cada momento, es lo que J.-A. Miller llama “acción lacaniana en el hecho social”, una aplicación del discurso analítico cuando los discursos bajan a la calle y el Amo impone su neurociencia. Si la “risa del capitalista” es el divino detalle sobre el cual se monta el síntoma social, sin embargo, él mismo lleva en germen su imposibilidad. El sujeto se consume a sí mismo hasta reventar, ironiza Lacan, a la manera que Z. Bauman (Vida de consumo) describe al capitalista como un “consumidor consumido”.
VI
Para el analista –como Molière cuando hace hablar a la muda– se trata de la confianza en el síntoma analítico que sigue siendo freudiano en tanto sustituye otra satisfacción, pero no ríe, es serio. Se trata de una posición que, si escucha, goza sentido (joui-senses) hasta tocar un real sin ley y sin-sentido. Mientras que el psicoanálisis estaría a la altura de la época frente al real que rechaza la Ciencia y el Capitalismo, solo si su práctica no se reduce a una adaptación funcional a lo novedoso. Se trata de apropiarse del Inconsciente con el “judo de la verdad”, es decir tomarla en la ocasión de lo simbólico para captar lo real.
Enrique Acuña
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Este texto fue leído en las Jornadas REGIONALES DEL IOM2, Litoral-NEA; Gualeguaychú, 2016.