Ensayo sobre Beckett
Traductor Técnico Científico Literario en idioma inglés (CAFI, Bs. As.). Bibliotecario y editor de SADE Corrientes. Productor del colectivo plástico-literario Logomaquia. Finalista Concurso de Poesía “Premio Roemmers”, Centro Cultural Borges (Bs As). Segunda mención en Poesía, Premio Provincial (Corrientes). Autor de la novela El intruso y textos breves Arrepentimientos. Creador del blog http://verdugodesimismo. blogspot.com.ar.
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Rodear el silencio: siete meditaciones en torno a la literatura de la despalabra
I
Uno de los documentos esenciales para comprender la poética de Beckett lo constituye la célebre Carta Alemana[i]. Dicha misiva, fechada el 9 de julio de 1937 y redactada en idioma alemán, tenía como destinatario a Axel Kaun, un camarada que el escritor conoció un año antes durante sus viajes por Alemania. En esa carta, Beckett fundamenta su estética en una doble operación:
1. un ejercicio de “abuso del lenguaje”;
2. un ensayo de disolución de “la superficie de la palabra” en el silencio o la nada.
Pero esta doble maniobra parecería entrañar una paradoja: ¿cómo es posible arribar a la disolución de la superficie de la palabra? O, expresado de otro modo: ¿cómo es posible alcanzar el silencio o la nada mediante el abuso del lenguaje? En primera instancia, la paradoja de nombrar el silencio mediante el lenguaje se manifiesta como un límite más allá del cual parece no haber solución lógica. Sin embargo, Beckett no queda petrificado frente a la aporía. Al contrario, descubre en ella una herramienta con la que desplegar su oficio. Beckett se propone hacer patente la paradoja, decirla con palabras: despalabrar la literatura. De allí que, con singular lucidez, bautice a su poética con el título de literature of the unword [literatura de la despalabra].
II
El “abuso del lenguaje” que se propone Beckett opera de la misma manera que el nominalismo medieval: aspira a atacar los fundamentos del lenguaje (“un asalto a las palabras en nombre de la belleza”). La paradoja de este procedimiento es que se vale del propio lenguaje para conseguir ese propósito (el “propósito más elevado” al que pueda aspirar un escritor). Ahora bien, desde el momento en que Beckett intenta expresar por medio del lenguaje un sentido contrario al lenguaje (“aquello que acecha detrás, sea algo o sea nada”) la paradoja se convierte en ironía[ii]. Y esa disonancia[iii], que en principio despierta tensión e inquietud, acaba por estimular también una pasión inversa a la gravedad trágica: aviva en el lector el humor satírico sin perder nunca el tono desconcertante.
III
La paradoja que anida en el corazón de la poética beckettiana surge de un elemento que se vuelve sobre sí como un bucle: es el resultado de la disonancia entre uso de la palabra para nombrar lo innombrable y la reflexión sobre la posibilidad de la palabra de nombrar lo innombrable. Esta operación no es otra cosa que una reflexión sobre el lenguaje: un ejercicio metalingüístico. Dicho ejercicio –entendido como proceso autorreferencial o bucle del lenguaje sobre sí– define la literatura de la despalabra como un patrón isomórfico que opera sobre tres planos:
1. la literatura de la despalabra en tanto reflexión sobre el género;
2. la literatura de la despalabra en tanto reflexión sobre las convenciones literarias;
3. la literatura de la despalabra en tanto reflexión sobre el lenguaje.
IV
La meta última de la literatura de la despalabra implica una reflexión sobre los fundamentos de la literatura en cuanto género. A ello apuntan, de un modo más que evidente, las meditaciones de Beckett acerca de la música y la pintura en la Carta Alemana, y el deseo tan vehemente que él expresaba allí de introducir el silencio en la literatura a la manera en que Beethoven consigue que el silencio suene en su Séptima Sinfonía. Su reflexión sobre el género literario se traduce en una exploración en otros territorios ajenos a la narrativa: el teatro, el cine y la televisión. Tres obras se pueden señalar como ejemplos radicales de este ejercicio metalingüístico: la pieza teatral Acte sans paroles (1957); el libreto para la película Film (1964), dirigida por Alan Schneider y protagonizada por el comediante de cine mudo Buster Keaton; y la obra para televisión Quad (1981), consistente en una coreografía para cuatro bailarines. En efecto, si se considera que la característica primordial de Acte sans paroles, Film y Quad es su naturaleza de texto para la representación, en todas ellas se verifica un mismo fenómeno: la prosa literaria queda reducida a mero texto secundario[iv] o acotaciones para la puesta en escena. Así, de manera paradójica, las palabras callan: no hacen otra cosa que indicar o enumerar instrucciones para la acción.
V
En concordancia con la exploración sobre el género, la literatura de la despalabra entraña además un replanteo de las reglas que articulan el texto narrativo. En efecto, la prosa de Beckett constituye una constante reflexión sobre dos elementos fundamentales de la narrativa: el narrador o la voz que compone el discurso narrativo, y la historia o el contenido de dicho discurso. De este modo, la prosa beckettiana construye un narrador autoconsciente de su propia naturaleza, a tal punto, que se pliega sobre sí mismo para convertirse en objeto de su narración. Como consecuencia, la narración se despoja de lo narrativo y se vuelve una especulación incesante sobre la voz del narrador. A su vez, el narrador, enroscado en el círculo vicioso de la reflexión sobre sí mismo, se volatiliza en un coro en el que las voces se repiten unas a otras de manera agobiante como ecos que no conocen origen ni reconocen un dueño.
VI
El fin último de la literatura de la despalabra es el silencio. Pero esa meta entraña de antemano una imposibilidad o una derrota, puesto que el silencio es ausencia de palabras. Entonces, ¿cómo es que la literatura, cuya materia prima son las palabras, puede entonces nombrar el silencio? Este planteo es similar al que se realizan ciertos teólogos de la Edad Media respecto de Dios: ¿cómo nombrar a un ser para el que las palabras no alcanzan? Uno de los más célebres, precursor del misticismo cristiano, Pseudo-Dionisio Areopagita[v] sostuvo que uno de los accesos a la divinidad era posible mediante la negación de todos aquellos atributos que no condicen con la naturaleza de Dios. Llamó a este procedimiento Teología Negativa o Apofática. Si se reemplaza el término Dios por el de silencio, se descubre que la literatura de la despalabra y la teología negativa despliegan un mecanismo similar. Es decir, la literatura de la despalabra constituye la aspiración de mencionar el silencio mediante palabras. Pero, como la literatura no se compone de otra cosa que de palabras –que son lo opuesto al silencio–, la literatura de la despalabra opera en consecuencia como una literatura apofática: rodea el silencio diciendo todo lo que el silencio no es. De este modo, la literatura de la despalabra consigue que el silencio se manifieste sin ser nombrado.
VII
La estética de Beckett se define con la articulación de la literatura de la despalabra. Es decir, la elaboración de textos en los que las palabras –materia prima de la literatura– se emplean como herramientas para que el silencio se haga manifiesto. Del mismo modo que la Séptima Sinfonía hace sonar el silencio, o que la teología negativa muestra a Dios por lo que no es, la literatura de la despalabra hace presente el silencio por medio de las palabras. Mediante este procedimiento, se recorta una silueta que, como en un rapto místico, manifiesta de golpe lo que las palabras callan a fuerza de decir demasiado.
Notas:
[i] Las citas de la Carta Alemana provienen de Beckett, S. (1984). Disjecta. Miscellaneous Writings and a Dramatic Fragment. New York: Grove Press. La traducción al inglés es de Martin Esslin. La traducción del inglés al español es del autor de este ensayo.
[ii] La intención de los nominalistas fue situar a la divinidad por encima de las reglas lógicas; sin embargo, el hecho de separar a Dios de las cuestiones racionales allanó el camino para el surgimiento de la ciencia secular y la cosmovisión moderna que desplazaron a Dios y ubicaron en el lugar de lo divino a la Razón. La ironía del nominalismo no se limitó sólo a un simple juego de lenguaje: acabó por derribar (sin quererlo) a la figura que buscaban defender. Cfr. Ferrater Mora (1975:295-297).
[iii] La elección de la palabra disonancia (Dissonanz en el original alemán) no representa un hecho fortuito: se halla en relación directa con lo que Beckett menciona acerca de la Séptima Sinfonía de Beethoven. Beckett entiende la disonancia como la aporía que se hace patente al utilizar las palabras como medio para manifestar el silencio (lo opuesto de las palabras).
[iv] De acuerdo con Pavis (2008), el texto dramático se puede descomponer en dos elementos: el texto principal, que indica el diálogo de los actores; y el texto secundario (también conocido como acotaciones o didascalias) que contiene indicaciones para la puesta en escena de la obra. A su vez, el texto dramático se puede leer como una obra literaria o una obra teatral. En este sentido, el texto no es más que un soporte y, por ende, consiste en una serie de indicaciones destinadas a la dramatización. El hecho teatral, por ende, silencia el texto, ya que lo arranca del terreno literario mediante la puesta en escena: las palabras se transfiguran en acciones e imágenes.
[v] Pseudo-Dionisio Areopagita es el nombre que se le atribuye a un autor (en realidad no identificado: de allí el prefijo Pseudo) de un grupo de textos escritos a fines del siglo IV o principios del siglo V y que constituyen la base de una buena parte de la teología cristiana posterior y, sobre todo, del misticismo. Cfr. Ferrater Mora (1975:463-465).
Bibliografía:
• Beckett, S. (1984). Disjecta. Miscellaneous Writings and a Dramatic Fragment. New York: Grove Press.
• Duarte, A. (2016). Traducir la Despalabra: Una aproximación a la traducción de Texts for Nothing de Samuel Beckett. (Tesis inédita para optar por el Traductorado Técnico Científico Literario en inglés-español). Centro Académico de Formación en Idiomas, Buenos Aires.
• Ferrater Mora, J. (1975). Diccionario de Filosofía. Buenos Aires: Sudamericana.
• Pavis, P. (2008). Diccionario del teatro. Buenos Aires: Paidós.