El capitalismo se realiza en el consumo del sujeto
(1959-2021)
Fue Psicoanalista, Miembro A.P. de la escuela de la Orientación Lacaniana (E.O.L) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (A.M.P). Director de Enseñanza de la Red A.A.P.P, del Instituto PRAGMA-APLP, Instituto Sigmund Freud, Biblioteca Freudiana de Bahía Blanca, Biblioteca de Oberá. Fundador y asesor de la Asociación Psicoanalítica Paraguaya Arandu. Fundador de las revistas: Conceptual, Fri(x)iones, Analytica del Sur (virtual). Autor de Resonancia y silencio y compilador de: Las paradojas del objeto en Psicoanálisis, Curarse del lenguaje, Locuras y psicosis y Vidas pulsionales.
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La fuente
1917, urinario original extraviado, ready-made. 61 cm x 36 cm x 48 cm.
Revisados los distintos aspectos de la situación social, nos referimos al psicoanálisis para situar el problema del sujeto y el capitalismo. Consideramos en la enseñanza de Lacan su breve mención al Discurso Capitalista (1) que se caracteriza por una matriz que opera de manera pragmática y logra su consumación -su realización- a costa de un rechazo del inconsciente. Para ello habría que estudiar el capitalismo como una práctica dominante que incide en la economía de los goces, generando una objetivación del sujeto que se consume.
Se trata de un discurso sin palabras que se sostiene de manera circular, aunque hay ciertos cortes que conducen a la emergencia de síntomas, oportunidad para ingresar en el discurso analítico. Como sabemos, en la economía social el sujeto del inconsciente se excluye, en tanto él responde mejor a la lógica de una “economía libidinal” sensible a la moneda del lenguaje donde la palabra es un intercambio de don y deuda; aún dicho en el discurso amoroso con sus aporías del tener y la falta. Es el significante el que circula y adquiere su “valor” fálico según el valor de goce de cada uno.
I
En el texto de los Escritos “La ciencia y la verdad” (1966) Lacan revisa las cuatro causas aristotélicas en La Física como distintos modos de tratar la verdad en tanto causa de las cosas. Ya sea formal, material, eficiente, final; el acceso a esa “causa” depende del método con el cual se procede en la búsqueda de la verdad, que se corresponde con cuatro prácticas discursivas: ciencia, psicoanálisis, magia y religión. De esas cuatro causas de la verdad con sus respectivas disciplinas o discursos, Lacan pasará a establecer cuatro fórmulas que organizan la realidad: el Discurso del Amo, el de la Histeria, el del Analista y el Universitario. Son discursos que formulan la relación del saber con la verdad, del sujeto con su objeto y se construyen con el modelo de un “cuadrípodo giratorio” que configura lugares y funciones: el agente en el lugar dominante, el otro al cual se dirige, de ambos se desprende una producción que se conecta con el lugar de la verdad que cada discurso permite.
La dirección de su intercambio supone entonces cierto tipo de lazo social, que demuestra el modo de conexión lógica (impotencia o imposibilidad) entre los términos en juego. Esa conexión entre los lugares provoca una articulación entre lo dicho y lo no dicho. Cada tipo de lazo limita un tipo de significación que es también una satisfacción, un modo de gozar. Desde Marx –el inventor del síntoma según Lacan- “la risa del capitalista” es su plus de goce por la acumulación del capital a costa de una plusvalía en la circulación de la mercancía, donde uno pierde y otro gana (el esclavo retorna en la figura del proletariado de la revolución industrial).
En esa lógica discursiva, ¿es posible desconectar los términos de los discursos y que un significante no signifique nada, que se mantenga fuera de una intencionalidad de significar algo? Así entendemos que lo insensato del discurso del Amo puede llevar a una derivación posterior, el Discurso Capitalista, amo moderno que surge como una declinación del antiguo. Ahora el Sujeto ($), no tiene ninguna imposibilidad lógica de acceder a la verdad, niega entonces esa castración y consume el objeto, ($ ← a) . Se engolosina en su festín al extremo que se fagocita a sí mismo como un “consumidor consumido” (2).
Como vemos, el discurso capitalista no sigue la orientación general de los otros discursos ya que hay un cortocircuito, un atajo, que rechaza ir hacia la imposibilidad de la verdad. La alienación en los términos ($ ← a) muestra al sujeto ($) sin límite, sin la barrera de lo imposible, de modo que este sujeto “se consume, se consuma hasta consumirse” con respecto a un objeto (a) que es pura sustancia técnica, sin materialidad significante. “Locamente astuto”, este discurso marcha, funciona, pero aun así está destinado a estallar. El capitalista se consume hasta su consumación.
II
Las cuatro causas primero, luego los cuatro discursos. También hay cuatro términos cuando Lacan agrega a los primeros registros del lenguaje (simbólico, imaginario y real) el sinthome como cuarto término que realiza su función de anudamiento. En el año 2012, Jacques-Alain Miller planteó un tópico que denominó “el desorden de lo real” para diagnosticar un nuevo siglo donde el sujeto es efecto del agujero que deja el fracaso del Nombre-del-Padre, es decir, el declinar del orden simbólico. Esto es efecto de la convergencia de dos factores históricos que se imponen: por un lado, el discurso de la Ciencia y por otro, el discurso Capitalista.
El matrimonio entre Ciencia y Capitalismo entonces determina una transformación de la realidad perceptible a través de la producción del objeto técnico y su consumo social que tiene efectos sobre la subjetividad de la época. Esos objetos listos para el consumo inciden en los modos de gozar de cada sujeto creando nuevas presentaciones del malestar. Ciencia y Capitalismo transforman la configuración de los semblantes simbólico-imaginarios que envuelven lo real. La técnica renueva constantemente los artificios que maquillan lo real y el mercado hace circular los deseos por nuevos “encantos”, ready mades listos para llevar, demasiado realistas, creando una “atmósfera de verdad” (“alethosfera”); alegoría usada por Lacan para definir la ficción de esas ondas de radio que comunican a los astronautas en el espacio, dando la ilusión de verdad.
A partir de esa realidad de convergencias entre ciencia y capitalismo, se adormece al buen yo. Pero el inconsciente ¿se alojaría mejor en el discurso histérico, o en el discurso del analista? La pregunta es justa. Por un lado hay una elección forzada: el psicoanálisis en tanto discurso, estaría obligado a aggiornarse, amoldarse, camuflarse a lo novedoso, pero como sabemos la adecuación no es sin deformación (como Lacan criticaba a la ego-psycology, tan funcional al espíritu americano). Por otro lado, atendemos mejor a esas transformaciones de la realidad cuando ellas producen un síntoma, un llamado que es la condición de posibilidad para aplicar su método, sin perder su especificidad y el campo inaugural de su práctica que supone al inconsciente.
Hay sin embargo momentos para la emergencia del Discurso del Amo, que es también el del Inconsciente, donde un significante llama a otro (S1-S2) y su producción es un objeto llamado “a” que puede estar vacío o pleno de satisfacción según quien lo produce. O es un plus, un más de gozar, residuo de una operación del saber (S2), entonces ese objeto puede vaciarse y franquear la angustia. O bien podría materializarse en el objeto técnico, como los gadgets ofertados en el mercado de consumo.
III
Hay una formula de Lacan en Radiofonía: “Bastaría el ascenso al cenit social del objeto llamado por mí pequeño a, por el efecto de angustia que provoca el vaciamiento con que nuestro discurso lo produce, al fracasar en su producción.”(3). Quiere decir que los objetos “a” en su predominio de la técnica-capital dominan lo social (como cuando se habla de los satélites que nos comunican y quedan luego como restos de “basura espacial”), mientras que en el discurso analítico se requiere captarlo por lo que no es substancia, atravesar la angustia, vaciar el sentido hasta producir un resto fecundo en el lugar de causa del deseo: a →$. Así, la angustia permite hacer pasar el goce al deseo.
Es interesante que hacer aparecer el inconsciente sea hoy una política del psicoanálisis, porque está en juego una máquina que no es sólo social sino la acción pragmática de hacer surgir un significante amo para cada uno de los sujetos que atraviesan una experiencia que va de la angustia al deseo. Una persona sueña, luego como sujeto dividido produce en sus formaciones del inconsciente un significante que llama a un saber si está en análisis. Entonces, es complementario el discurso del amo o del inconsciente con el discurso del analista que lo recepciona.
La otra caracterización de época que nos interesa es que justamente en el discurso capitalista ese S1, ese lugar del significante amo, exige al sujeto como dividido que se relacione a un saber, pero a un saber técnico que va a producir un objeto no como plus de goce, resto vacío de sentido, sino como más de sustancia. Llámese a un más del sentido imaginario, ese goloso que devora todo hasta explotar, tal como el discurso capitalista y su lógica de “antropofagia”.
Si en el discurso capitalista el objeto “a” como materia técnica es su producto, tal como vaticinaba Heidegger en la radio y televisión hay una “planetarización de la mirada y la voz”, las culturas mediáticas de hoy también se consumen en el consumo ya que los objetos señuelos dan una ilusión de sutura del sujeto dividido por la articulación significante. De modo que entre el discurso del amo y el discurso capitalista como una nueva forma, Lacan sitúa la figura de un sujeto objetivado; porque es un discurso cuya realización se consuma en la medida en que el consumidor, que puede ser el sujeto dividido en relación al objeto “a”, es consumido por el objeto. Un movimiento circular e ilimitado con formas neoliberales, que generan una nueva subjetividad. (4)
IV
En esa práctica de goce regulada por un mercado –donde “economía” es un significante amo-, diferente al de las adicciones solitarias, se produce una marcación identitaria en la frase “yo consumo tal objeto”, identificación yoica con el rasgo incorporado como costumbre, hábito o adicción. Son nombres imaginarios dados por ese mismo mercado que incluye la terapia farmacológica por ejemplo; el yo que se representa en el síntoma como social: “yo soy un ataque de pánico”, pero esa ontología es efímera y transitoria aunque sirve en los modos de presentación de los nuevos síntomas.
Un caso clínico nos enseña: X, un joven de veinte años, es internado en una clínica psiquiátrica con el prestigio de ser “la mejor” en rehabilitación de adictos.
Posteriormente, después de un año, deciden su alta y se plantea hacer un psicoanálisis. En las primeras entrevistas aparece una conexión entre el padre y la pastilla con la que comienza la adicción a sustancias alucinógenas varias en un poli-consumo. Recuerda entonces que en la pubertad, con el despertar de su sexualidad, alguien de su familia le da un somnífero, ahí sitúa el comienzo de múltiples consumos de sustancias que lo distraen del compromiso de asumir su posición sexuada. Se duerme ante la inquietud.
Cuando empieza el análisis se encuentra en la búsqueda de una causalidad para su angustia ligada a la exigencia de ser universitario y a su posición como hombre con una mujer, ambas fallan en un saber que se pueda aplicar. Comienza una práctica de goce repetida con una pantalla que, vía internet, le permite encontrar “mujeres sin exigencia”. Sus primeros amores son epistolares, por la vía de una máquina que lo alivia por ser anónimo en las redes de chat. Hasta que se enamora bajo la condición erótica de la distancia. Su flechazo amoroso se funda en que ella vive en otro país y vendrá después de pasado un tiempo. En esa lejanía X construye una erótica con el “sexo virtual” donde reina la ausencia real del otro. Esto permite salir de la angustia y de su reparo fóbico que con el objeto droga, evitaba encontrar el objeto de amor. “Ya no tengo miedo a nada en la charla con ella vía la máquina, la P.C.”.
Por ese atajo podrá realizar identificaciones imaginaras, puntos de similitud con la vida cotidiana del otro, como con esta mujer en tanto ella es hija de un padre “tirano”, que la tiene atada como una princesa prisionera. Su teoría del amor se basa entonces en una fantasía de salvación de la dama: en su próximo viaje él le ofrecería matrimonio para liberarla. Con ese fantasma X teje la historia de un síntoma, de carácter obsesivo: pensamiento reiterado, dubitación alternada por instantes de compulsión, pero como sujeto es efecto de un significante que es clave y llave: “salvación”.
A la dimensión de desconexión inicial de los significantes, que hace imposible el lazo social, el consumo y el objeto sustituyen una satisfacción. Entre la “a” pequeña y el sujeto dividido, no se instala un consumidor consumido, sino la mudez del psicofármaco y también una cierta decisión subjetiva. Hasta que en las primeras entrevistas se produce un goce de sentido que luego se transforma en una teoría del amor de estilo cortés. Siguiendo su cadena asociativa, del S1 al S2: El caballero salva de un padre a la dama, pero “no hay sustancia que lo salve a él mismo”, de qué otro sino del deseo imposible que el amor cortés impone.
Señala Lacan en la conferencia comentada, que el Discurso Capitalista olvida la conexión entre los significantes del saber inconsciente y su efecto sujeto, pero eso se manifiesta en la posibilidad de “hablar de las cosas del amor”. Amor que requiere de la falta en ser –cuestión central que el capitalista rechaza-, de la carencia del tener y el deseo que circula ahora en la dimensión de la “carta de amor”: letra de un sufrimiento en espera. Como salida, X ensaya una teoría del amor que implica poner en juego la dimensión de la espera, algo que divide al sujeto haciéndolo causa de un deseo en tanto enigma para sí mismo.
V
El psicoanálisis puede estar a la altura de ese desorden de lo real, en épocas de la ciencia- capitalismo con sujetos caníbales en “la esencia del consumo representada por internet” (5), solo si su práctica no se reduce a una adaptación aggiornada a la novedad sino que se apropia de ese otro en el “judo con la verdad”.
Captamos en los casos que escuchamos, ese cambio necesario del discurso del consumidor-capitalista hacia el discurso inconsciente-analítico, para observar cómo se pasa del goce –como el del sufrimiento paradójico del adicto- a encontrar otro goce, en el sentido cifrado en el síntoma. Es aquello que Lacan condensa en el neologismo jouis-sense: “audio si gozo sentido” (6), oportunidad para la nueva significación creada dentro del dispositivo analítico que si bien no lo salva al sujeto, lo dignifica.-
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Texto transcripto, y revisado por el autor, de su intervención en la mesa redonda “Discurso capitalista y efectos subjetivos” realizada en el marco del III Coloquio de Módulos “El psicoanálisis y los intereses” organizado por PRAGMA -Instituto de Enseñanzas e Investigación en Psicoanálisis- en la ciudad de La Plata en julio 2016.
Fue extraído de la revista Conceptual –Estudios de Psicoanálisis- Nº 17, Ediciones El Ruiseñor del Plata -Biblioteca Freudiana de La Plata, Octubre 2016. Por acuerdo editorial con la revista Conceptual –Estudios de Psicoanálisis.
Notas:
(1) Lacan, Jacques: «Del discurso analítico», Conferencia de Milán, 1972 (inédita).
(2) Bauman, Zygmunt: Vida de consumo, Fondo de Cultura Económica, 2011.
(3) Lacan, Jacques: «Radiofonía», Anagrama, 3ra. Edición, 1993.
(4) Alemán, Jorge: Horizontes neoliberales en la subjetividad, Grama, 2016.
(5) Han, Byung-Chul: En el enjambre, Herder, 2014.
(6) Lacan, Jacques: «Televisión», Anagrama, 3ra.edición, 1993, pág. 94.