Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 10 • Octubre de 2020 •

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Repetición en Kierkegaard y Lacan

Francisco Tavaglione

Lic. en Psicología. Miembro de la Biblioteca Freudiana de Bahía Blanca.

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Andrea Mac Micking. @andremacmickingphoto

 

En 1943 Soren Kierkegaard publica su libro La Repetición, cuyo contenido se abocará exclusivamente al tema que da título al escrito. El libro consta de dos relatos. En la primera parte, Constantin Constantius –el personaje- decide corroborar sus supuestos de que la vida es repetición. Para ello intenta repetir un viaje anterior, a Berlín, a la misma ciudad donde había estado tiempo atrás. Para ajustar más todavía las posibilidades de concretar la repetición, alquila en la misma posada, la misma habitación; va a los mismos restaurantes y a los mismos teatros. Intenta en todo obtenerla, pero a cada paso lo único que confirma es que su hermosa juventud es irrecuperable y que la repetición de ninguna manera puede existir.

Llega a afirmar que lo que está haciendo no es repetir, sino rememorar, y por ello sufre. Va a pensar la rememoración como exactamente opuesta a la repetición, como veremos más adelante.  Frustrado de su intento fracasado, decide volver antes de tiempo a su casa, donde al menos encontrará todo como lo dejó; pero al llegar, una vez más, encuentra todo en desorden y refutada su teoría. Maldice, en aquel momento, todos sus supuestos, y se burla de sí mismo y de la repetición. En esta primera parte del libro, termina adulando el cuerno del postillón, un instrumento de viento que nunca produce dos sonidos iguales. “Cuando un amigo pide consejos, dadle un cuerno del postillón; no le dice nada, pero le enseña absolutamente todo” (1), metáfora con que alude a la imposibilidad de que exista la repetición.

En la segunda parte encontramos una refutación de la primera, y en las propias palabras de Kierkegaard, que se ha tratado de una broma. El error, ha sido buscar la repetición en las cosas mundanas y superfluas de la vida, en el plano estético y ético, según sus propias definiciones. Retoma las relaciones con un confidente que en la primera parte del libro era todo queja, sufrimiento y melancolía. En esta segunda parte, su confidente da muestras de altibajos anímicos y espirituales. No consigue repetir –e ir al encuentro con lo trascendente- porque está estancado en la rememoración de su pasado. Intenta no obstante, apoyándose en la figura de Job, un hombre que soportó la miseria pero que recuperó todo multiplicado, superar sus padecimientos banales, dando un salto de fe y confiando en que en el encuentro con la eternidad, amoldado al plan de Dios, encontrará la felicidad. ¡He ahí –según Kierkegaard- la posibilidad de vivir en la repetición!

Hasta ahí la trama del libro. Veamos ahora el concepto. La repetición en Kierkegaard resulta paradójica, porque justamente se trata de una repetición siempre distinta. Eso desorienta al momento de abordarla. Kierkegaard plantea que solo la rememoración puede ser idéntica a sí misma, a como ya fue. La repetición, en cambio, implica la novedad, el que vuelva a producirse lo que ya fue pero de manera distinta. Para ser una auténtica repetición, la repetición creadora, debe proceder de manera inédita y renovada para reencontrar lo que ha sido.

Sostiene que repetición y recuerdo constituyen el mismo movimiento pero en sentido inverso. Lo que se recuerda es algo que sucedió, y se lo recuerda de manera idéntica a como ha sido. La repetición, en cambio, es siempre novedosa. Si bien Dios podría haberse quedado en la rememoración o en el anhelo, en los planes; prefirió dar lugar a la existencia, donde su plan se concreta a partir de la repetición. De no haber repetición, la existencia sería un constante transcurrir de situación en situación sin cohesión ni sentido, como una rama arrastrada a la deriva por la corriente del río. Lo que le da contenido y profundidad a la existencia, será entonces para Kierkegaard la repetición.

Pero este estado solo será posible de concretar en el plano religioso –tercer estadio que puede alcanzar el ser humano, si ha superado los planos estético y ético, determinados por la rememoración-. Este plano religioso se caracteriza por la existencia de la repetición como encuentro con lo trascendente y la posibilidad de un salto, momento de corte con el pasado, ruptura y aparición de lo nuevo.

Critica la concepción griega de repetición como recuerdo, del «eterno retorno» de lo mismo, para ubicarla del lado de lo disímil. “La repetición, entonces, no ha de confundirse con el retorno de los signos…” (2) ello se lee en el Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis de Lacan, quien coincide con Kierkegaard al plantear la posibilidad de repetición en la novedad. Y, para nombrarla Lacan se sirve de una referencia a Aristóteles, a la tyché, que define como encuentro con lo real, donde lo que se repite siempre lo hace de manera distinta. La repetición exige lo nuevo; se vuelve hacia lo lúdico que hace de lo nuevo su dimensión…” (3) y permitirá a Lacan desprenderse de la idea de la repetición como una pieza de la transferencia.

La repetición, a la altura de este Seminario 11,  bisagra en la enseñanza de Lacan ya no se presentará asociada a la insistencia de los significantes que siempre retornan igual -para esto asignará otro concepto de Aristóteles, automaton-, sino, por el contrario, remite a aquellos signos que irrumpen arbitrariamente, bajo el influjo del azar.

Lacan nos recuerda que para Freud el inconsciente se produce –en el pleno sentido del término, “el inconsciente no es ni ser ni no ser, es no-realizado” (4)- en la hiancia, la falla, la fisura, y su aparición es siempre evanescente.

“La aparición evanescente sucede entre los dos puntos, el inicial, el terminal, de ese tiempo lógico…” (5) y Lacan no deja de señalar la función “pulsativa del inconsciente (…) como si todo lo que por un instante aparece en su ranura estuviese destinado (…) a escabullirse, a desaparecer” (6). El hará coincidir en este Seminario 11 ese aspecto evanescente del inconsciente que aparece en la discontinuidad del discurso con la repetición como tyche, azarosa.  Eso que se repite pero nunca de manera idéntica procede de lo real, de ese registro donde no hay representación.

El mismo Kierkegaard propone que la repetición no puede ser nombrada por el lenguaje humano. Por tanto, para realizarla, hay que dar un salto de fe, para conectar con lo divino, lo cual nos lleva a preguntarnos si el hallazgo del inconsciente, por parte de Freud, allí donde trastabilla, en la hiancia de un discurso, siempre presto a esfumarse, no implica por su parte –por parte de Freud- un “salto de fe” que posibilitó su descubrimiento.

 

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Este texto corresponde a un comentario realizado en la clase “Los modos de la repetición” dictada por Leticia García, en el marco del seminario “Los conceptos fundamentales del psicoanálisis”, organizado por la Biblioteca Freudiana de Bahía Blanca en el año en curso.

Notas:

1- Kierkegaard, Soren: La repetición, JVE Psique, 1997. Pág. 34
2- Lacan, Jacques: Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós. Bs. As., Pág. 62
3- Ídem. Pág. 69
4- Ídem. Pág. 38
5- Ídem. Pág. 40
6- Ídem. Pág. 51.

Bibliografía:

• Lacan, Jacques: El Seminario. Libro 11. Los conceptos fundamentales del psicoanálisis. Paidós, Bs. As. 2019.

• Kierkegaard, Soren. La Repetición. JVE Psique, Argentina, 1997.

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