Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 8 • Diciembre de 2018 •

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Lucidez de Oscar Masotta

Christian Gómez

Director de Enseñanzas del Instituto Sigmund Freud-Asociación de Psicoanálisis de Misiones-ISF, APM-. Miembro del Consejo de Enseñanzas de la Red de Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas-AAPP-. Director de la revista Fri(x)iones-entre el psicoanálisis y la cultura-. Integrante del Comité de Edición de Analytica del Sur-psicoanálisis y crítica-. Miembro de la Asociación Amigos Guaraníes-AAGua-

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I

¿Qué puede decirle el psicoanálisis a la política, entendida ésta como una disciplina que está entre la ciencia, la filosofía, la sociología? Esta pregunta se ha vuelto para mí desde hace algún tiempo motivo de una investigación que -aunque discontinua- ha dado lugar a algunas aproximaciones. Se desprende de ello el lugar y el decir del psicoanálisis y de los psicoanalistas ante los hechos sociales, colectivos. No sin sorpresa encontré cierto derrotero, en torno a este tema, de una palabra que me he tratado de explicar (porque me causó inquietud) y que leí en una página de Oscar Masotta.

 

Gonzalo Elvira. Happenings. 2017. Tinta sobre papel 100 x 70cm

 

Anticipo, siguiendo en esto a Sigmund Freud, que ese lugar del psicoanálisis (y por ende de los psicoanalistas) es el lugar del síntoma. En “El malestar en la cultura” (1920) Freud distinguía el programa del psicoanálisis del irrealizable programa del principio del placer y del programa de la cultura montado sobre una renuncia -el trabajo que les presento gira en torno a ésta.

Si, tomando a Ernesto Laclau (Emancipación y diferencia. Bs. As., Ariel. 1996), decimos que la emancipación forma parte del horizonte -o formó parte- de los proyectos políticos contemporáneos a Freud, tenemos allí los dos términos en torno a los cuales gira mi exposición: síntoma (psicoanálisis)-emancipación (política).

Enrique Acuña (interlocutor de la Delegación Posadas del IOM2) propuso para este año tomar como tema las neurosis actuales en el equívoco que sitúa lo actual como un modo de presentación contemporánea de lo que Freud llamaba el malestar y la conexión de este modo con aquella categoría utilizada por Freud para referirse a la neurosis de angustia-también a la neurastenia-donde no parecía haber formaciones del inconsciente, vale decir síntoma en el sentido analítico del término: mecanismo para Freud, es decir: condensación, desplazamiento.

En términos de Lacan: lenguaje como condición para ese efecto que denominó sujeto del inconsciente. Así dicho, la época que nos hace un lugar (como dice Lacan: la subjetividad de la época) pareciera ser refractaria al inconsciente y sus formaciones y con ello a las consecuencias que se desprenden: el psicoanálisis como una experiencia singular donde el sujeto vía la palabra encuentra un límite, un borde a partir del cual recorta su deseo y puede crear una solución no generalizable y a partir de la cual podemos decir que su vida está atravesada por esa experiencia: la del análisis. Pareciera…, vamos a ver que no.

No hay que olvidar que si bien hablamos hace poco del centenario del psicoanálisis, se trata a la vez del siglo XX como el siglo del yo.

II

Las identidades, tanto colectivas como individuales, entran rápidamente en crisis haciendo evidente aquella descripción que, en 1922, Freud hiciera del alma de la masa: movida por la sugestión de una frase sin autor en torno a cuya cacofonía se ejerce una especie de contagio que en tiempos de la llamada psicopolítica digital (Sebastián Ferrante tomando a Byung Chul Han: “El inconsciente en tiempos de la psicopolítica digital” en Vidas pulsionales) parece inmediato en su velocidad. La masa, para Freud, es incapaz de pensar, por ende la identidad que la constituye (incluso la ideología aquí parece haber jugado ya su suerte) cambia. Como formo parte de la época que me hace un lugar (es decir que también estoy en la subjetividad) leo en una revista virtual que circula en las redes sociales una serie de preguntas en torno al avance veloz de la intolerancia y el odio validados democráticamente en las urnas, sin que el poder inherente a esta validación funcione vía la opresión y la represión aunque este uso de la fuerza se anuncia en el horizonte como un modo de homogeneizar la sociedad atacando las diferencias particulares: étnicas, sexuales, de color, de clase. Así, resulta difícil explicar, desde las disciplinas que hacen a la política, cómo se constituye una mayoría con estas características allí donde hasta hace unos años los particulares habían encontrado un marco de ciudadanía en términos de derecho. En torno a la intolerancia se constituye un orden político a escala global que produce efectos que van desde la sorpresa a la resignación (esta configuración llegó para quedarse) y que, me parece, haría reír a Freud. Ordené, en consecuencia, en torno a estas preguntas las lecturas que vengo realizando y donde encontré el significante lucidez, repetido para mi sorpresa.

III

Tres Haches publicó en este año de 2018 bajo el nombre El goce sin rostro, una serie de entrevistas, artículos e intervenciones de Éric Laurent que tienen como eje, me parece, el par psicoanálisis-política. En una intervención que lleva ese título Laurent pregunta, y responde, sobre la lucidez necesaria en el psicoanálisis para intervenir en los debates políticos a partir de situar tres encuentros entre psicoanálisis-política: 1- el diálogo ficticio entre dos libros, Psicología de las masas y análisis del yo ( Sigmund Freud) y Esbozo de una historia universal de la economía y de la sociedad (Max Weber), 2- El diálogo (no ficticio) entre Jacques Lacan y Alexander Kojève en torno a la burocracia homogeneizante y el fin de la historia y 3- La desconstrucción del lazo social por lo que Lacan llama “ascenso al cenit social del objeto a” (es decir que los modos de gozar son respuestas particulares a un universal que solo encuentra su límite en la exclusión de la diferencia).

¿Qué puede decir el psicoanálisis respecto de las dificultades que se presentan en el mundo político? (La pregunta está en Laurent). La lucidez psicoanalítica, responde, consiste en introducir lo que tanto Freud como Lacan constataron respecto del goce, la paradójica satisfacción de la pulsión: su radical heterogeneidad y la doble cara que ello conlleva en el ascenso a los extremos del llamado al orden bajo las figuras del rechazo del goce del otro.

Asistimos, según Laurent, a un tiempo donde esa frase sin autor a la que nos referíamos más arriba se constituye bajo la figura de un orden informático invisible y paradójicamente homogéneo en el individualismo que promueve.

Esto se articula a la lucidez de Freud quien advirtió el carácter fundante de una masa en la intolerancia de la diferencia (religiosa y política, anticipando el nazismo) y la lucidez que hace a Jacques Lacan anticipar los efectos de segregación inherente a “nuestro futuro universo de mercados comunes” (versus el estado universal homogéneo efecto de la burocracia como forma de organización de la ciudad en torno al saber, cuyo mecanismo es la cita de autoridad).

En Horizontes neoliberales en la subjetividad (Bs. As., Grama ediciones, 2016), Jorge Alemán opone la lucidez del psicoanálisis al ejercicio lúcido del escepticismo según el cual lo político queda en la superficie de las cosas y que no hay transformación ya que, por ende, hay repetición de lo mismo.

La emancipación, hecho el duelo por el término revolución, no supone ya la reconciliación total de lo social consigo mismo ni el corte radical tras el que emergería un “hombre nuevo” (que pudo haber sido el hombre de la revolución socialista y ahora lo que algunos llaman mutación antropológica de la era digital) sino más bien el mantenimiento de una brecha-ontológica, es decir que está en el punto de partida- según la cual no hay representación de lo social como tal sin dejar un resto (objeto a para Lacan) a partir del cual vendrá una experiencia de transformación colectiva donde radica el hecho político. En el lugar de esa brecha ubica la determinación del lenguaje sobre el sujeto (el ser hablante), la heterogeneidad de lo sexual respecto de cualquier representación (sexuado) y lo real de la muerte (mortal), nombres de lo finito que se opone a lo ilimitado del consumo propio del poder neoliberal.

Por último: en Lecturas de psicoanálisis Freud-Lacan (Paidós, Bs. As. 1995) Oscar Masotta dice, refiriéndose a lo que en ese momento era el llamado freudo-marxismo (en el año de 1976): “Hay un corte: todo está en querer borrarlo o mantenerlo. Para mi gusto, me parece que hay que mantenerlo. Como dijimos el otro día, en el psicoanálisis más vale una reafirmación de lo inútil, lo que tiene que ver con el goce. Pero el campo de lo inútil no puede ser recuperado por el proyecto de izquierdas; es algo difícil de recuperar, salvo por parte de una izquierda ultralúcida, pero la izquierda ultralúcida no existe”. La lucidez es, como dice el título de este trabajo, de Oscar Masotta. Se trata de la última lección de este libro: “Valores estéticos-valores éticos”. A mi criterio, lección viva que soporta lo que Lacan llama “disciplina del comentario” (que tanta importancia tiene en la Delegación Posadas) al responder a las preguntas del presente.

IV

¿Qué puede decirle hoy el psicoanálisis a la política? Excluyendo el escepticismo lúcido y el corte (mencionados más arriba) considero que el psicoanálisis como síntoma se sitúa como aquel discurso que constata aquella afirmación de Lacan: el inconsciente es la política. ¿Qué quiere decir?

En Vidas pulsionales, en  “El objeto (a)salta lo social”,  Enrique Acuña explica esta frase atendiendo que para cada quien el inconsciente es el discurso del amo, es decir es la política de una vida en singular respecto de su deseo. Agrega, entiendo, que esa vida no se confunde con lo individual que estaría en oposición a lo colectivo sino que sujeto y subjetividad están más bien en una conjunción-disyunción y que lo mismo vale para el psicoanálisis como discurso: no se trata del refugio en las vidas privadas sino de hacerse ciudadano en torno a esas vidas políticas con quienes le toca atravesar la época que le hace un lugar. No hay, entonces, neutralidad posible cuando lo peor del goce aparece disfrazado de consenso social.

Bibliografía:

• Acuña, Enrique (Compilador): Vidas pulsionales, Ediciones El Ruiseñor del Plata, Bs. As., 2018.

• Freud, Sigmund: “Psicología de las masas y análisis del yo”, en Obras Completas, XVIII. Amorrortu editores, Bs. As, 1997.

• Lacan, Jacques: “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”, en Otros escritos, Paidós, Bs. As., 2012.

• Masotta, Oscar: “Valores estéticos, valores éticos”, en Lecturas de psicoanálisis Freud-Lacan, Paidós, Bs. As., 1995.

• Laurent, Éric: Psicoanálisis y política. El goce sin rostro, Tres Haches, Bs. As., 2018.

• Laclau, Ernesto: Emancipación y diferencia, Ariel, Bs. As., 1996.

• Alemán, Jorge: Horizontes neoliberales en la subjetividad, Grama, Bs. As., 2016.

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Analytica del Sur Número 1. Aparición en web: julio 2014.

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