Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 10 • Octubre de 2020 •

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El Covid 19 y su sombra

Alejandro Sosa Dias

Escritor uruguayo. Miembro de la Red AAPP. Licenciado en Sociología. Docente de la UBA. Estuvo en la dirección de las revistas La Ballena Blanca y El Murciélago. Publicó ensayos y textos literarios en revistas literarias como Tokonoma, Pasajes, La novia de Tyson y en publicaciones psicoanalíticas como Anamorfosis y Conceptual. Es investigador del Departamento de Estudios Políticos del Centro Cultural de la Cooperación de Buenos Aires y profesor del Instituto de Capacitación Política. Autor del libro Los demonios familiares.

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Andrea Mac Micking. @andremacmickingphoto

 

La sorprendente crisis epidemiológica, económica y social que vivimos tiene un origen en causas naturales, pero es imposible de ser reducida a un problema médico o puramente sanitario ya que se inserta en un conjunto de procesos más amplios. Entre ellos podríamos enumerar: la hiperconexión de los negocios mundializados, el consumismo como única práctica en la que los individuos hallan su libertad, un contexto de degradación del entorno natural acicateado por la búsqueda de la ganancia empresaria así como de diversa clase de rentas, etc. A esto habría que agregar algunas cuestiones más coyunturales.

Muchos observadores pronosticaban la llegada de una nueva recesión. Desde el economista Michael Roberts al gurú financiero Noel Roubini, se anunciaba su probable aparición. Uno de los elementos centrales para fundamentar esto era la guerra comercial norteamericana contra China y sus efectos depresores del comercio mundial, que nunca se recuperó totalmente después del crac de 2008. Si bien no es probable una reversión completa de la globalización económica y financiera estamos asistiendo a una fuerte ralentización de ésta, cuando no a un evidente retroceso. Este panorama se da en un contexto de degradación y crisis de la democracia política así como de expansión de una nueva extrema derecha posfascista. El tema contextual es amplio y pueden abrirse más coordenadas para la discusión. No es nuestra intención ahora profundizar en esto. Preferiríamos subrayar dos cuestiones.

Es un acontecimiento verdaderamente mundial, como pocas veces ha podido ser visto. En toda epidemia podemos encontrar determinaciones sociales para entenderla. Pero pocas veces se ha visto un impacto tan directo de una realidad biológico-natural sobre la totalidad de la economía mundial. De allí la plausibilidad de la tesis de Bifo Berardi sobre el agente externo, que bloquea el funcionamiento de la economía mediante la sustracción de los cuerpos. Este impacto económico hay que extenderlo además a la vida cotidiana.

La segunda cuestión de esta crisis mundial que nos interesaba señalar es la galaxia hermenéutica de interpretaciones que ha desatado, lo que se manifiesta en las visiones fuertemente polarizadas lanzadas por la intelectualidad global.

Entre la esperanza y la sospecha

Uno puede encontrar dos campos claramente diferenciados. Por un lado, hay miradas en las que el virus impone una situación que obligará al género humano a plantearse agendas transformadoras, ya sea en nombre de un comunismo renovado (Zizek) o de una igualdad de tinte indefinido (Butler). Al interior de los posicionamientos que ven una apertura en favor del cambio social podemos incluir a los partidarios de la renta básica universal, quienes ante la evidente y necesaria inmovilidad de los cuerpos, aprovechan para propagandizar la oportunidad de esta reforma, la cual, por otra parte, representa una propuesta claramente definida y no un vago y vaporoso cambio social. Una primera sensibilidad política ha optado por apostar a las posibilidades de transformación que el Covid 19 puede inherentemente contener.

A esta expectativa podemos oponer una sensibilidad opuesta: el virus nos lleva hacia lo peor. Agamben expresa quizás la mirada más intensamente negativa. La pandemia es una invención cuyo objetivo es fortalecer la tendencia hacia una gobernanza basada en el estado de excepción y a manipular las disposiciones al pánico colectivo. Esto lleva a un estado de ánimo que subordina cada vez más la libertad a la seguridad. La autonomía individual verá cada vez más reducido su margen de acción en favor de dispositivos burocráticos cada vez más poderosos. Agamben ha sido acusado de conspirativo y paranoico así también como casi de irresponsable –por Jean-Luc Nancy– por minusvalorar la peligrosidad del virus. En un tono diferente, y polemizando principalmente con Zizek, el filósofo Byung-Chul Han ha subrayado el componente de aislamiento y de atenuación extrema de la participación colectiva que el Covid 19 ha traído. Cuestión que, sin duda, va en el mismo sentido que la mecánica general del orden social neoliberal. Han pronostica el avance de la vigilancia digital y, al igual que Agamben, teme un retiro cada vez mayor de las libertades personales.

Existen posiciones intermedias o, por lo menos, que escapan a la polarización antes explicitada. Jean-Luc Nancy coincide en los mismos temores políticos de Agamben. Pero pone el centro de gravedad en la cuestión de la técnica. Nancy piensa que en la técnica es donde reside el peligro pero también la posibilidad de salvación. Alain Badiou no encuentra nada particularmente nuevo o propiciador –ni emancipatorio ni más catastrófico- en el Coronavirus sino algo así como un momento intermedio, preparatorio para que puedan ponerse a puntos las nuevas figuras políticas que deberán atravesar una nueva etapa no-estatal del comunismo. Es decir, comparte una mirada similar con Zizek en cuanto a proyecto político pero sin apostar nada respecto a lo que la pandemia pueda generar.

Los debates aquí sucintamente reseñados son intervenciones seguramente apresuradas e interferidas por las demandas del público consumidor de cultura. Están aquejadas de los problemas que tienen su peculiar artesanía de origen. De ningún modo podrían ser reducidas a un mero producto mercantil, ya que sus productores representan una expertise y una trayectoria intelectual que no es reproducible a voluntad. Pero sin duda se trata de una discusión contaminada por los discursos que circulan por la polis global y sus aparatos mediáticos. Contaminada no lo digo con ánimo censor –siempre se puede interpelar acerca de cuál es el parámetro objetivo para invocar o medir dicha contaminación- sino para ubicar su carácter de diálogo con las voces y discursos que circulan en una época.

La caída

Además de las voces hasta aquí reseñadas es conveniente repasar algunos elementos objetivos. Según el Banco Mundial, la economía global se reducirá más de un 5% durante 2020. El pronóstico probablemente deberá ser puesto a prueba en algún momento. La caída tiene grandes probabilidades de ser mayor. Esta misma institución caracteriza a la crisis disparada por el Covid 19 como la peor recesión desde la segunda guerra mundial y la primera vez, después de 1870, en la que tantas economías entraron en crisis a la vez. La crisis es global y en la medida en que los países estén más integrados a los flujos mundiales, reciben un mayor impacto en sus economías. Sin duda, existía una expectativa recesiva en la economía global pero la pandemia, además del riesgo que implica sobre la salud, confirmó ese pronóstico hasta un grado imprevisto respecto a su profundidad. La detención de la maquinaria económica mundial no repercute de la misma manera en todas las ramas de la economía mundial. El fuerte descenso del precio del petróleo va acompañado de una cada vez menor capacidad de almacenamiento de este hidrocarburo. La solución lógica para esto sería recortar la producción. Sin embargo, reducir una producción como la del petróleo lleva a problemas graves para reiniciar el proceso una vez que retornen las condiciones para la expansión.

La caída del sector industrial en general es grande. En Estados Unidos la industria cayó más de un 11%. La caída promedio de la industria en el mundo llega a más de un 25%. En algunos países europeos –como Italia, República Checa, España, Francia, Hungría- la caída superó el 35% y en el caso italiano llegó a 43,7%, al 44,9% en Rumania y el 47,4% en Eslovaquia. La caída de la industria refleja una carga desigualmente distribuida entre los países, lo cual es un reflejo indirecto de las relaciones de poder entre los conjuntos nacional-estatales.

El impacto no se reduce a la producción sino también a la cadena de suministros. La existencia de regiones en estado crítico por el virus disminuye necesariamente el tránsito de las mercancías de un país a otro. El efecto más evidente es la caída en la producción debido a la falta de insumos. Y de ahí en adelante, la caída de los activos financieros que esas empresas distribuyen en los mercados secundarios.

Otro de los grandes perdedores del Covid 19 ha sido la industria del turismo. La caída del número de viajeros incidió en la pérdida de puestos de trabajo y en la informalización forzada de un gran número de ellos. La caída de los ingresos por turismo del sector público en algunos países complica la continuidad de planes de cuidado y preservación de la naturaleza; que seguramente tienen muchos límites en su radio de aplicación y profundidad pero que su ausencia vuelve peor la relación del género humano con su entorno natural. Para los países exportadores de materias primas también ha habido malas noticias, derivadas de la caída del comercio mundial.

Pero este panorama no es tan uniforme como parece. Hay gente cuya fortuna aumentó con la crisis del Covid 19. Quizás sea una obviedad enumerarlo pero las industrias farmacéuticas, químicas, de comercio electrónico, de entretenimiento doméstico, plataformas de comunicación, de pago y de teletrabajo han salido muy bien. Como organizador, aparentemente desde afuera, de estas fracciones del capital sobrevuela el sistema financiero internacional y sus múltiples estrategias de cobertura. Como la pulsión de muerte, las finanzas siempre ganan.

Del lado del sujeto

La pandemia ha generado una situación contradictoria. Por un lado, individualiza y aísla a las personas en su entorno vital. Por el otro, bloquea o, por lo menos, atempera el ritmo de los negocios. En la pandemia concurren tendencias que refuerzan la mecánica del orden social vigente y, a la vez, existen contra-tendencias que interrumpen u obstaculizan la producción y circulación de los bienes. A esto hay que agregar un jugador central: los estados. Cada estado-nación, como portador de la dominación política legítima, establece medidas para proteger el cuerpo social respecto a cualquier situación traumática o catastrófica. El distanciamiento social y las cuarentenas fueron medidas que los estados se vieron obligados a adoptar en representación de su misión de proteger a todos los ciudadanos.

Pero el distanciamiento y el aislamiento social obligatorio eran una situación que, al prolongarse, iba en contra del funcionamiento normal de la economía capitalista. Algunos gobiernos levantaron las banderas del retorno a la normalidad y de la defensa de la economía y su funcionamiento. Trump y Bolsonaro son los que encarnan más consecuentemente este espíritu pero este conflicto atraviesa las fronteras, cualquiera sea su intensidad. Pero además, era necesario alguna clase de argumento universalista para que exista la convicción de abandonar el aislamiento. Si se dijera que se debe salir a trabajar para favorecer a los empleadores, a pesar del avance del conservadorismo en el mundo, este planteamiento quizás no alcanzaría el grado de universalidad necesario para ser eficaz.

El discurso capitalista recurrió a uno de sus hits: la libertad. Contra la opresión encarnada en el aislamiento social obligatorio se despliega la bandera de la libertad de movimientos. Especialmente, la de salir a trabajar. Ya sea desde un discurso más apegado a la necesidad material como a representantes más puros de la libertad de movimientos, en todas partes advertimos la presencia de sectores de masas en estado de rebelión neoliberal. Queda a la vista nuevamente la comprobación de un nuevo rechazo de los sujetos hacia su bienestar. La continuidad biológica parece un precio razonable a pagar si se lo compara con una satisfacción sexualizada, cuyo único observable posible es el discurso de las convicciones pero que, como siempre, promete un goce infinito. La alternativa a esto no puede ser la mera conservación biológico-sanitaria, aunque sea un primer momento de repliegue necesario para los cuerpos amenazados. Ninguna salida superadora de esta extraña y profunda crisis, desatada por la pandemia, será posible sin un cambio de orientación en las coordenadas del saber, el deseo y la política. Es una apuesta. Necesaria y sin garantías.

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Analytica del Sur Número 1. Aparición en web: julio 2014.

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