Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 9 • Noviembre de 2019 •

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Deseo, servidumbre, reificación.
La ontología desde el vasallaje

Melissa Duré

Miembro de la Asociación Psicoanalítica Paraguaya Arandú. Magister en Filosofía Política Contemporánea. Abogada Penalista y Docente Universitaria. Ha publicado diversos artículos centrados en la Filosofía Política y Filosofía del Derecho tanto en Paraguay como en el extranjero. Es titular de las Cátedras de Filosofía del Derecho en la Universidad Autónoma de Asunción y de deontología, Derecho Romano y Filosofía del Derecho en la Universidad Iberoamericana de Asunción.

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Por lo general, cuando utilizamos el verbo Ser, lo hacemos articulado a cualidades y atributos de algo o alguien. El Ser en sí …sustantivo, se identifica con una supuesta esencia, y estas cualidades son referenciales a algo que de por sí, no se puede pronunciar; el Ser es una incógnita tan infinita y abisal como el cosmos mismo. Sin embargo, a partir de estos atributos y cualidades referenciales ha de configurarse la ontología; y la gramática (al menos la propia de las lenguas indoeuropeas) nos da la guía de esta interrogante insondable al atribuir al Ser la función de verbo irregular al cual se le atribuye una cualidad. Únicamente así podrían construirse relatos e identificaciones que nos permiten salir del solipsismo, hacer vínculo social y construir la cultura y sus instituciones.

La primera construcción teórica del Ser parte desde la filosofía presocrática con Parménides; el Ser parmineano era un “Ser- Lógico”, premisa completamente ajena al hombre configurándose en una totalidad monista, en donde no había movimiento ni repliegues; todo lo que existía es ése Ser abarcante que no puede ser otra cosa, no puede devenir ni ir a otra parte, porque el movimiento da la eventualidad de un Vacío y al “No-Ser” y esta idea de vacuidad espantaba al pensamiento griego en general.

El Ser comenzó como esta premisa lógica, es el “Principio de Identidad” y el mismo constituye la inauguración de la ontología y el andamiaje del pensamiento occidental. La filosofía, a partir de esta premisa del Ser, ha operado el giro antropocéntrico en el cual, gracias a Platón, este Ser se identifica con una razón que es el principio de todo lo que verdaderamente es, de naturaleza completamente trascendente que habita un lugar completamente ajeno al mundo físico, éste es el clásico “Mundo de las Ideas”.

Sin embargo, la metafísica platónica rompe con el monismo de Parménides, el hombre está escindido del todo ideal y más que nada de lo que realmente es, o sea la idea, y por más iluminado que sea debe alcanzar un mundo ideal que le es trascendente. Esta trascendencia supone el nacimiento de la humanidad misma, una humanidad en falta (aunque esta falta no será ontológicamente constitutiva hasta mediados del siglo XIX), incompleta que debe seguir un sendero para develar una Verdad que lo realizará como Ser en su completitud.

Si bien es cierto que la Mayéutica socrática a la que hace referencia Platón se le atribuye una verdad,  que ya se encuentra en nuestro interior, esta verdad no será un atributo operativo al menos que uno haga un proceso racional para llegar a ella; y por el hecho de que esta verdad sea interior no le quita su trascendencia porque no depende de conductas aprehendidas sino de una introyección casi mística, la reminiscencia. La supuesta perfección metafísica nos revela al hombre en sí, como doxa, duda y sobretodo angustia (aunque la duda metódica y ontológica sea sistematizada con Descartes).

El Ser-Razón de la metafísica platónica fue uno de los pilares del cristianismo y a partir de ahí de la identidad europea; el Topos uranus, el mundo de las ideas será el reino de los cielos y la verdad a develarse es Dios.

Esta trascendencia ha de devenir nuevamente en lógica, pero no en la del monismo de Parménides sino en la formalidad y constructo aristotélico a partir de Santo Tomás de Aquino, quedando una correspondencia perfecta y aparentemente inmutable entre Dios y Razón, ya sea esta desde la fe o desde la academia. Las fisuras entre el principio de identidad y una verdad que ha de develarse quedaron por un tiempo enmendadas. Pero a partir de la era de los Descubrimientos, cuando el mundo se ensanchaba y se iban descubriendo y sometiendo nuevos mundos la metafísica trascendente sufrió su primer quiebre.

Fue Baruch de Spinoza, el primero quien después de Parménides, nos revela una Teoría del Todo, de un cosmos abarcante a todo y en todos, tratando de establecer un orden universal basado en dinámicas geométricas con lo cual opera una fisura en la ontología; porque el Ser quien hasta ahora se ha fundado en el atributo de la razón ahora pasa a identificarse con el movimiento, el Ser ya no se vale del movimiento, es el movimiento en sí, es ese deseo a quien el holandés denominó conatus ; fuerza, voluntad de perseverar.

El conatus no es una fuerza mecánica destinada a una finalidad, este deseo es el Ser en sí. Esta ontología, la del Ser-Deseo, explica por primera vez, justamente al deseo en sí determinado por las limitaciones del hombre quien desde su perspectiva nunca podrá comprender lo “Conato, conatus, significa «esfuerzo», «empresa» y de ahí «potencia (activa)». Este concepto ha desempeñado un papel importante en varios autores modernos, entre los que destacamos Hobbes, Leibniz y Spinoza. Hobbes usó el término conatus principalmente en sentido mecánico.

En De corpore el conatus es presentado como un movimiento determinado por el espacio y el tiempo y mensurable numéricamente. En De homine el conatus aparece como un movimiento voluntario o «pasión» que precede la acción corporal y que, aunque sea «interno», posee determinaciones y propiedades expresables mecánicamente. Leibniz concibió el conatus como una fuerza activa y no simplemente como una condición por medio de la cual opera la fuerza. El conatus no es mera potencialidad, ni siquiera mero principio de operación, sino la operación misma. La fuerza que implica el conatus no es simplemente mecánica, sino dinámica. Para Spinoza, cada cosa, en cuanto es, se esfuerza por «perseverar en su ser» (Ethica, III, prop. VI) y el esfuerzo (conatus) mediante el cual cada cosa se esfuerza en perseverar en su ser es la esencia actual de la cosa (ibíd., prop. VII).

La noción de conato tiene en Spinoza una función más central que en Hobbes y aun que en Leibniz. El conato aparece como voluntad cuando se refiere solamente al espíritu (o»mens«) y como apetito  cuando se refiere al espíritu y al cuerpo; en ambos casos son modos de ser del conato o esfuerzo como determinación ontológica general”.  “El deseo es la esencia misma del hombre en cuanto es concebida como determinada a hacer algo en virtud de una afección cualquiera que se da en ella”, algo absoluto dando origen a los afectos que dan impulso al conatus.

Así nace la nueva ontología la que con el paso de los siglos devendrá en la concepción del Ser actual; el conatus no tiene un solo objetivo, ellos son múltiples, incompletos e imperfectos porque nacen de la limitación humana y se funda en ella; aquí surgen las pasiones, siempre inconclusas e ilusorias. No debemos de olvidar a Hegel quien articula el Ser-Deseo spinoziano a la alienación. Hegel direcciona el conatus hacia un objetivo específico, hacia el Otro, un Amo quien tiene un poder subjetivador; nos alienamos en el «deseo del otro», para poder ser lo que somos.

Aquí se manifiesta por primera vez el vasallaje espiritual; una Servidumbre constitutiva y existencial que tiene reminiscencias con el siervo de la cristiandad. Con este Otro se establece una relación de vasallaje,  donde nos subjetivamos en su deseo; y esta Servidumbre subjetiva aparte de ser la meta de la autoconciencia y la cúspide del idealismo alemán, desempeña un papel que encamina a la ontología actual, caracterizada también por un sometimiento pero no entre sujetos como veremos en breve.

La laboriosidad de la Servidumbre hegeliana hizo que justamente la autoconciencia caiga estrepitosamente a las fosas mineras de la revolución industrial; el trabajo no es estratagema liberador sino valor pecuniario dependiente de una rentabilidad, de una ganancia que debe ser infinitamente ascendente. El trabajo de la Servidumbre subjetiva ha sido aprehendido por todos los poderosos del mundo no solo como sometimiento, sino como empuje y maximización monetaria que nunca será suficiente. Esta ontología tiene sus fundamentos ya no a través de los sujetos, sino a través de funciones; el Amo de la dialéctica hegeliana pasa a ser vasallo de su codicia en la carrera infinita por el éxito y la riqueza. Demás está decir que la revelación de esta nueva ontología se la debemos a Karl Marx.

Hasta aquí hemos hecho una breve reseña de los caminos del Ser desde el pensamiento occidental; cada uno de ellos con una justificación diferente pero todos con la misma validez ya que fueron propios de los tiempos históricos que vivieron los pensadores a quienes hemos aludido en este comentario. Pero lo que destaca y a la vez inquieta mucho más de la ontología actual, a parte del hecho de que a todos nos afecta; es que la misma descansa sobre un imposible (las otras concepciones lo fueron también) que no parte de una idea sino de una  explotación global con un poder destructivo ilimitado y nunca antes visto, porque ya no opera solamente en las políticas, en los derechos, en las libertades o garantías sino que es aprehendida y justificada por todos los individuos; nunca antes el vasallaje ha sido tan querido como ahora.

Debemos acudir, sin duda a Nietzsche quien supone una ruptura definitiva en el pensamiento y en la esencia en sí de occidente; el nos descubre un Nudo Ser, despojado de todos sus ropajes subjetivos; es la «falta en sí», de ahí que muchos consideren prácticamente imposible de concebir una ontología nietzscheana, porque el Ser a partir de aquí es nada más y nada menos que su abismo. Aquí sucumben definitivamente los tres pilares del pensamiento occidental: el Ser, la razón y la verdad.

La metafísica ha desaparecido y lo único que resta es una utilidad muy limitada tanto en fuerza física como en capacidades cognoscitivas; desde las comunidades más precarias hasta las elites más encumbradas; todas ellas sometidas a exigencias cuantitativas; no se sabe muy bien a qué se tributa, lo importante es tener cada día más… especialmente dinero,  sin tener en claro para qué; acá el abismo nietzscheano se conjuga con el marxismo. El hombre, constitutivamente incompleto, imperfecto y efímero tributa su existencia a postulados de excelencia, de poder ilimitados que devienen indefectiblemente en su caducidad prematura.

Los vasallos de hoy (Amos y siervos) ante circunstancias adversas devienen en quiebres subjetivos que no solamente los desestructura, sino que directamente los anula como sujetos y caen en la cuenta que nunca tuvieron identidad o aunque sea un relato que los constituya. La ontología de hoy es meramente cuantitativa; tributa a un «no sé qué» inalcanzable para lo cual ningún esfuerzo es suficiente y donde nadie es digno de Ser. El Ser de hoy es la completa inversión de la ontología platónica, es el Ser-Desecho, es resto y excreción; es el desperdicio que deja esta fuerza caníbal universal que engulle nuestras energías, tiempo y cualidades.

En estos tiempos es cuando la Angustia se erige como revelación y verdad en una época de colectividad global desecha. Un aforismo de Nietzsche en su obra “La Gaya Ciencia” nos expone cuanto sigue: “En favor de la crítica: Hoy te parece un error lo que antes amabas como algo verdadero o como algo verosímil; de esta manera, lo apartas lejos de tu lado y te imaginas que así ha vencido la razón. Pero es posible que antes, cuando eras otro, siempre eres otro, ese error fuera de ti necesario como todas tus verdades “actuales” de la misma manera que una piel ocultaba y envolvía muchas cosas que no tenías derecho a ver aún. Ha sido tu nueva vida, no tu razón quien ha matado a favor tuyo esa antigua opinión; ya no la necesitas y ahora se ha derrumbado para salir arrastrándose de sus ruinas a plena luz del día el gusano de la sinrazón. Cuando ejercitamos nuestro espíritu crítico, no hay nada en ello de arbitrario ni de impersonal; al menos con frecuencia constituye la prueba de que actúan en nosotros fuerzas activas que están preparadas para hacer que estalle una corteza. Negamos, debemos negar, porque hay algo en nosotros que quiere vivir y afirmarse, algo que tal vez nos es desconocido, que no vemos aún. Esto he dicho a favor de la crítica”,  que se encuentra anestesiada en el consumo y la competitividad.

La ontología de hoy, a diferencia de las anteriores que operaban únicamente en occidente (y sus colonias), está expandida en todo el planeta y encuentra su fundamento en la Reificación , donde los seres son insumos de la economía capitalista y esta identidad, con ropaje de competitividad, no es más que un impulso de duración muy efímera en donde nadie tiene la capacidad para cumplir sus exigencias y quienes caen rápido son las comunidades más empobrecidas donde la Reificación es manifiesta a través de la mendicidad, de la esclavitud, de la prostitución, de la drogadicción. La mendicidad es una de las primeras ventanas por donde asoma la angustia, ella nos mira y a la vez se nos devela como una eventualidad; nunca en la historia de la humanidad hubo tanta fobia a la pobreza, tanto es así que ha dado origen al neologismo denominado “aporofobia” y así también nunca en la historia de la humanidad se vivió en una economía tan inestable en donde una persona está prácticamente a uno o dos salarios de distancia de la calle.

Esto se debe a que colectivamente hay, cuanto menos, una sensación de que nuestras vidas son contingentes y siempre amenazadas por el despojo. La pobreza es la manifestación de nuestro interior desposeído, sucio e indigno. Al encontrarnos por primera vez en la historia de la humanidad con un Ser que de por sí ya es incompleto y a la vez abisal pero subjetivado en el desperdicio, el psicoanálisis no puede plantearse el paradigma simplista de problema-solución.

La Ontología del vasallaje hoy en día es completamente reificadora y se constituye a través del objeto “a” , y su matriz de subjetividades no puede ser interpelada desde una postura de supuesto saber sino desde una ética donde el analista introyecta la angustia, la experimenta y elabora, no solamente a partir de la escucha sino a partir de su posición como resto; de ahí la importancia fundamental hoy .

Se encuentra a veces en la literatura filosófica el vocablo ‘reificación’ (de res = «cosa»). Puede definirse en general como la acción o efecto de convertir algo en cosa, o de concebir algo por analogía con la naturaleza y estructura de las «cosas». En ocasiones se emplea también en el mismo sentido el término «cosifícación». ‘Reificación’ se ha usado, o puede usarse, en varios sentidos y con distintos alcances. Todo intento de ver las realidades del mundo como si fuesen cosas, y especialmente como si fuesen primariamente objetos físicos, es una «reificación» de tales realidades. A esta reificación tienden los autores que se adhieren al fisicalismo, en oposición a los que sostienen el fenomenismo. El intento de ver las realidades como cosas en vez de verlas primariamente como «procesos» puede considerarse asimismo como una reificación (o cosificación) de la realidad.

Se ha hablado asimismo de reificación, o cosificación, con referencia a la tendencia a ver los seres humanos como «cosas»; se supone entonces que se procede a una deshumanización y reificación de lo humano. Marx usó el término Verdinglichung (que puede traducirse por ‘reificación’ o por ‘cosificación’) para referirse al proceso por medio del cual se objetivan los productos del trabajo, convirtiéndose en «cosas sociales». Si se amplía esta idea introduciendo en ella la de enajenación  se puede estimar que al reificarse los productos del trabajo, se reifica o cosifica asimismo el hombre que los ha producido, convirtiéndose él mismo en «mercancía» y «‘cosa social».

Hoy en día es el discurso del analista quien, antes de prometer una cura desde una posición de sabiduría, debe recorrer los senderos de la angustia. Así también es importante que la angustia no solamente sea develada en el diván, sino en la sociedad misma. El psicoanálisis y así también la filosofía tienen en común la ontología y el interpelarla, debiendo hablar desde el abismo nietzscheano (la angustia) porque solo así caemos en cuenta de nuestro despojo que es justamente consecuencia lógica de más de dos mil años de culto a la razón como verdad absoluta e infalible y en pos de este culto de la racionalización de innumerables injusticias, desigualdades y de la muerte. La razón desde la trascendencia racional o celestial ha sido el motor de la expansión y dominio planetario por parte de la cultura occidental, la cual al empezar a resquebrajarse definitivamente con la Revolución industrial ha devenido en una virtud universal caníbal, y no me refiero a la antropofagia como ritual sagrado, sino al acto de engullir almas y excretarlas a ritmo desenfrenado.

Finalmente, se torna impostergable que el psicoanálisis haga una labor de autocrítica en el sentido de cómo opera no tanto en el diván como sino también en la sociedad; si somos atraídos también por la competitividad, por el prestigio, si somos realmente capaces de encarar ese Ser insondable, impronunciable e infinito. Así también, demás está recordar un compromiso con nuestras comunidades como imperativo ético, porque no hay quien más legitimado que el psicoanalista para despertar la angustia en nuestra sociedad cosificada.-

Bibliografía:

-Deleuze, Gilles: Spinoza y el Problema de la Expresión. Barcelona, España. Editorial Muchnik. 1999.

-Ferrater Mora, José: Diccionario de Filosofía. Buenos Aires. Editorial Sudamericana.

-Hegel, G.W.F.  La fenomenología del Espíritu. Quinta Reimpresión. Buenos Aires, Argentina. Editorial Fondo de Cultura Económica. 2015

-Kojeve, Alexandre. La dialéctica del amo y el esclavo en Hegel. Ediciones Pléyade.

-Lordon, Frederic.  Capitalismo y Servidumbre. Marx y Spinoza. Buenos Aires, Argentina. Editorial Tinta Limón. 2015.

-Lukacs, Georg. Historia y Conciencia de Clase. La Habana, Cuba. Editorial Instituto del Libro.1970

-Nietzsche, Frederich.  La Gaya Ciencia. 1ra. Edición. 1ra. Reimpresión. Buenos Aires. Editorial Gradifco. 2007.

-Reale, Giovanni y Antiseri Darío. Historia del pensamiento filosófico y Científico – Tomo I. Antigüedad y Edad Media. Barcelona. Editorial Herder. 2005.

-Spinoza, Baruch. Ética demostrada según el orden geométrico. Madrid, España. Editorial  Orbis S.A. 1980.

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Analytica del Sur Número 1. Aparición en web: julio 2014.

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