Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 3 • Julio de 2015 •

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Cadalso temporal.
Lecturas analíticas del tiempo

Patricio Leonardo Vera

Psicólogo clínico (U.N.L.P.). Psicoanalista en Mar del Plata y Miramar. Miembro de la RED AAPP y corresponsal de la Revista Conceptual.-

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Xul Solar
Pan Altar Mundi. 1954.
Derechos reservados
Fundación Pan Klub - Museo Xul Solar

En psicoanálisis las consideraciones sobre el tiempo son prácticas. A diferencia de las ciencias de la física donde se lo considera continuo, lineal e irreversible, el psicoanálisis lo captura en su función discontinua, flexible y retroactiva por los efectos que tiene sobre el sujeto. La discontinuidad temporal es operante y forma parte de la decisión que introduce el analista en la sesión de tiempo variable, instaurando el corte.

50-21-Pan Altar Mundi

La afirmación de Freud “Los procesos del sistema inconsciente son atemporales (Zeitlos)”[i] ha sido la fuente de todos los equívocos. Bien leído, significa que el inconsciente no sufre el desgaste del tiempo, que el deseo es indestructible: conclusión de la Traumdeutung. Esta ambigüedad justificó la práctica de sesiones de duración pautada, de tiempo unidimensional. Por el contrario, para pensar la paradoja freudiana de una perentoriedad caduca, de una continuidad en y fuera del desenlace, género fragmentado en instancias, Jacques Lacan introduce la idea clara de que es la cosa el tiempo del concepto, justamente a partir de la eternidad del deseo indestructible.

La experiencia de la sesión corta tensa el límite económico que el discurso capitalista pretende zanjar con la correspondencia del tiempo con el dinero. Cuando en realidad no hace más que aglutinar relaciones en la relación biunívoca (tiempo es dinero), como si ésta fuera la causa del intervalo, cuando es el súmmum de la alienación. La ilusión del materialismo ingenuo (callejón sin salida de la experiencia imaginaria) en realidad cosifica a un conjunto bien material, y para nada dialéctico, sin captar la mora[ii] significante del “tic-tac”. Prueba de ello son las páginas y páginas de las teorías sobre la plusvalía con las que Karl Marx usó su tiempo, calculando las equivalencias al infinito del trabajo socialmente acumulado en la mercancía y que sigue problematizándonos hasta hoy [iii].

El corte significante representa, en cambio, el pasaje del tiempo de Cronos al Kairos de la ocasión justa (que hace a la historia severa en sus juicios y avara en sus oportunidades) y viva en sus efectos.

Si el manejo del tiempo de la sesión analítica debe igualarse a la escansión del inconsciente y no a un estándar, será porque el analista se aplica sobre ese punto opaco y enigmático en el que se elabora y decide el presente en el discurso. Punto denso de la demanda en que el analizante articula su deseo. Se busca: “suspender las certezas del sujeto hasta que se consuman los últimos espejismos. Y es en el discurso donde debe escandirse su resolución (…) Así, es una puntuación afortunada la que da su sentido al discurso del sujeto” [iv]. Sin embargo: “La suspensión de la sesión no puede dejar de ser experimentada por el sujeto como una puntuación en su progreso». [v] En el espacio de tiempo variable el analista rompe con el tiempo de los instrumentos de medición en favor de un tiempo deseante.

La cuestión no se atrapa en un abrir y cerrar de ojos, evitamos así hundirnos de la mano de la filosofía en las paradojas del “ahora”. “No podemos contentarnos en absoluto con un presente instantáneo, pues toda nuestra experiencia va contra ello.” (…) “Un discurso requiere tiempo, tiene una dimensión en el tiempo, un espesor.” Lacan citará entonces al poeta Max Jacob para decir que “lo verdadero es siempre nuevo” [vi].

Si efectivamente lo verdadero es lo que introduce el tiempo, la operación del analista será arrancarle a la verdad (que no es lo verdadero) el valor de eternidad en que se refugia. Y para ello el analista deberá ocupar una posición por fuera de la espera, dispuesto a provocar que lo poético precipite lo verdadero.

J.-A. Miller en 1995 iluminó este tema tan caro a la comprensión: el corte de la sesión -supuestamente breve- señalando que en Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis Lacan piensa el resorte de la práctica analítica en la confrontación del sujeto con la dimensión a-semántica del inconsciente: “la cuestión no es saber si la sesión es larga o breve, silenciosa o hablada. O bien; la sesión es una unidad semántica, aquella donde un saber puntuará la elaboración, o bien, la sesión analítica es una unidad a-semántica que reconduce al sujeto a la opacidad de su goce. Ello supone cortarla antes de que se cierre.” [vii]

Elaboración que es conceptual y no degradable en nuevas ideas sobre la técnica, siempre condenadas al fracaso en función de su atenta premura. Solo el acto analítico hará posible que el analizante se haga responsable de la elaboración. Y no quedan fórmulas de cómo “desplazar la Durcharbeitunt fuera de la sesión: la sesión se reestructura entonces, alrededor de un encuentro siempre fallido y se extiende entre el instante de ver y el momento de concluir”.[viii]

El llamado del Dr. Lacan a repensar el “tiempo lógico” del análisis es contemporáneo de la novedad cibernética. En: “¿Dónde está la palabra? ¿Dónde está el lenguaje?” se referirá a ella para refundar el psicoanálisis en las antípodas de la ideología americana del yo autónomo. Dice ahí:

“Cuando se ejemplifica el fenómeno del lenguaje con algo tan purificado formalmente como los símbolos matemáticos, -y también por eso conviene agregar la cibernética al expediente-, cuando se da una notación matemática del verbum, se puede ver del modo más simple del mundo que el lenguaje existe con total independencia de nosotros. (…) Todo esto puede circular de todo tipo de maneras en la máquina universal, más universal que todo cuanto pueden suponer. Se puede imaginar una multiplicidad indefinida de estratos donde todo eso gira y circula en redondo. El mundo de los signos funciona, y no tiene ningún tipo de significación. Lo que le da su significación es el momento en que paramos la máquina. Los cortes temporales que en ella hacemos. Si ellos son incorrectos, se verán surgir ambigüedades a veces difíciles de resolver, pero a las que siempre se acabará confiriendo una significación.

Sr. Riguet: -No lo creo, porque esos cortes pueden ser hechos por otra máquina, y no está establecido en absoluto que un hombre sabrá descifrar lo que de esa nueva máquina salga.

-Totalmente exacto. Sin embargo, es el elemento temporal, la intervención de una escansión, lo que permite la inserción de aquello que puede tener un sentido para un sujeto.” [ix]

El saber no está en la articulación de los símbolos, pero tampoco por entero en el significante, el elemento temporal como Otro incide en el sentido.

 

No hay ciencia del tiempo

Si bien el matemático William Rowan Hamilton (1805-1865) concibió una “ciencia del tiempo puro” (que en cuanto orden y sucesión implicaba extender el concepto de número complejo) sus cuarteriones [x], variedad de los números complejos, supone que los números ordinales poseen prioridad psicológica sobre los cardinales (la sucesión por sobre el lugar en la serie). Pero ya en su madurez supo reconocer el sentido meramente filosófico de dicha proposición. El problema de la serialidad, del lugar del elemento en la serie permanecerá abierto como pregunta y debería (nos señala J.-A. Miller [xi]) ser considerado más atentamente en el psicoanálisis.

Pero sí hay, en cambio, una ciencia del espacio. Se llama topología. Los esquemas temporales de función espacial o modelos vectoriales de funciones lógicas (conocidos entre nosotros como “el grafo de Lacan” y que él denomina grama [xii], letra) son utilizados en psicoanálisis para pensar el mecanismo freudiano de la retroacción, encastrando allí a la vez el efecto retroactivo (o retardado) y la escansión temporal. De ahí que su figura nos aporta una dificultad extra para pensar la temporalidad, cuando de lo que se trata en realidad es de introducir lugares vacíos: nodos (o vértices) en la teoría de grafos. Pensados como nudo (o “encaje de circunferencia”) en la teoría de nudos, y cuando éstos son deformados en otros nudos por reversión, torsión, etc., pasarán a designar: “equivalencias del ambiente” (isotopías). Con esta plasticidad de metáforas Lacan deshace la oposición (o acuerdo): diacronía-sincronía, que tanto fascina a las mentalidades del nada es casualidad.

En realidad los grafos son modelos vectoriales que solo sirven a los fines de vaciar operaciones y escribir lugares vacíos. Y si bien el tiempo se presta a ser pensado como un lugar vacío, ni el grafo de la retroacción, ni los nudos alcanzarán para dar cuenta de ninguna lógica del tiempo en sentido estricto [xiii]. Cualquier sistema lógico puede formular afirmaciones imposibles de probar o refutar dentro de la lógica propia de dicho sistema. Como lo demuestra el segundo teorema de la incompletud de Kurt Göedel: A menos que el sistema mismo sea incompleto o bien sea no consistente, la proposición no podrá ser demostrada.

Para una demostración de la consistencia de nuestra inconsistencia, contamos con el argumento histórico que explica el fundamento de las reflexiones psicoanalíticas sobre el tiempo y las dificultades de su introducción en el concepto de inconsciente.

“El tiempo solo empezó a existir cuando hubo máquinas para escribir el tiempo: el tiempo recién empezó con los relojes. Una fecha decisiva para la historia del tiempo es 1659. El inventor del péndulo isocrónico, el matemático Huyghens, logró establecer la curva regular del péndulo que permitía definir un reloj universal de manera consistente.

Intervención: -¿El reloj de sol, no era tiempo?

E. Laurent: -Efectivamente, el reloj de sol no era tiempo; no era tiempo porque estaba particularmente ligado al lugar, no era universal: las horas romanas no eran las horas egipcias o las hindúes. Por eso la meridiana era diferente en cada lugar. En el fondo el tiempo consistía en pasarla bien, y en marcar el ritmo y marcar el ritmo de los emperadores: servía para determinar la apertura y el cierre de las termas.”[xiv]

A partir del momento que se introduce el tiempo -es decir, que medimos espacios vacíos- es que podemos calcular algo totalmente inédito: la probabilidad. Fueron necesarias primero esas máquinas de contar el tiempo, para luego hacer entrar en el cálculo de probabilidades las consideraciones de Pascal. La genialidad de Alan Mathison Turing y su máquina universal también fue escribir y calcular lugares vacíos con los que se cifra y descifra un lenguaje (interpretado como mensajes) sin la necesidad de que estos tengan sentido. Ello hace que supongamos un sujeto a la máquina cuando el programa (cada día más pronto a corregirnos sin consultarnos) falla, siguiendo la lógica irregular de nuestros errores. La simulación de la inteligencia en los programas de inteligencia artificial consiste en evitar la respuesta a la pregunta por quién habla, simulando hacer hablar a la verdad. Prescindiendo de la prosopopeya de Lacan: “Yo la verdad hablo”.

La computadora ideal -Máquina de Turing Universal- puede en efecto decidir la veracidad o falsedad de una proposición en una serie finita de pasajes. Sin embargo, para decidir sobre proposiciones particulares sería necesario un tiempo infinito, más allá del poder del ordenador [xv]. “Como dijo [Jerry] Fodor, hablar de ciencias cognitivas y sin la “máquina de Turing” es como representar Hamlet sin el príncipe de Dinamarca.” [xvi]

La carrera contra el tiempo continúa en la cibernética [xvii] de la informática [xviii] (ver: tiempo polinómico y tiempo exponencial). La pregunta que aún no se ha podido responder por la teoría de la complejidad (las clases de complejidad: (P) y (NP): la complejidad computacional) es en esencia la pregunta: ¿es P = NP? Es posible «verificar» rápidamente soluciones positivas a un problema del tipo SÍ/NO (donde «rápidamente» significa «en tiempo polinómico»).

¿Es que se trata de «obtener» las respuestas más rápidamente? [xix] Finalmente, el problema es la política que decide y establece una criptografía de clave pública o privada [xx]. Pero la modulación lógica del tiempo utilizado en los procesos computacionales no consigue atrapar el sentido, la dirección de dicha velocidad. Claro que es de esperar que por alguna de estas vías la “inteligencia” aparezca en la llamada inteligencia artificial solo como producto de la complejidad de los procesos inaccesibles al humano… Vemos proliferar los cuasi-sujetos y los cuasi-objetos palpitando en un presente continuo sin que lleguemos a saber con quién terminarán primero, si con el hombre o con el mundo.

 

Tensión temporal o el fantasma en acción

La preocupación por la dimensión temporal inconsciente es también un ejercicio de autobiografía, pero ésta roza los límites de lo representable cuando le toca al amor, como lo plasma Juan José Becerra en El espectáculo del tiempo. [xxi]

“Después de todo, el amor, cualquier amor, el gastado y el todavía sin tocar, ¿no es siempre una experiencia inconclusa?

El episodio siguió su ruta. No era una escena de amor sino algo mejor: una víspera de enamoramiento. En algún futuro me estaría esperando el amor de Valeria Di Santi. Pero en la intrascendencia del mientras tanto, por supuesto no sucedía nada. Nos mirábamos como estúpidos, nada más. Y sin embargo, aun contra el vacío de los hechos que no se producían, pensar en esa inminencia era algo que ya estaba sucediendo. Habíamos entrado en el tiempo comprimido de los amantes. La calidad de los sucesos no tenía importancia porque todos eran imprescindibles y ninguno por secundario que pareciera, incluso por secundario que fuese, podía ser reemplazado sin destruir el conjunto. Cada detalle ayudaba a sostener en las alturas el mito del momento.”

Ahora bien, la enseñanza de Lacan no es un paréntesis sobre el tiempo. Y no lo es porque se presenta de manera esencial como un mensaje. Un mensaje fundado en la distinción (diferencia) significante/significado. Y dicha distinción se despliega según una lógica de lugares. Su enseñanza es una reflexión sobre la distinción (gracia, es el sinónimo que arroja mi procesador de textos) del lugar donde se producen los mensajes. Mensaje que, en tanto significante aislado y discreto, pone de manifiesto la articulación de los significados (cuyo resto será alguna significancia [xxii] o la emergencia del sentido en el receptor). Sólo entonces, grama permitirá mostrar aquello que no se alcanza por la imaginación, ni por la identidad, o el “juego de la imitación” (para seguir restando a Turing). Es en el espacio del “entre” la línea del enunciado (lo que está dicho, lo escrito) y, la línea de la enunciación (lo que se dice, se escribe) lo que nos retorna al tema. Dice Lacan:

“…la distinción que hay entre ambas líneas se apoya en una diferencia de tiempo, lo cual no es una coordenada solamente temporal, sino tensional, [y] ustedes pueden percibir la relación que ésta puede tener con la topología del deseo”. [Teniendo como referencia el grafo de la subversión del sujeto dirá más adelante] “En el extremo de la interrogación subjetiva, en su punta, en su nivel de tope o de reflejo –en la medida en que, más allá de la demanda, el sujeto intenta reponerse en la dimensión misma del discurso del Otro, donde ha de recuperar lo que se perdió debido a su entrada en ese discurso. Les dije que, en última instancia, no se trata del nivel de la verdad sino de la hora de la verdad.

Esto es lo que nos permite designar lo que con más profundidad distingue al fantasma de la neurosis respecto del de la perversión. Al fantasma de la perversión se puede recurrir, está en el espacio, suspende no sé qué relación esencial con el tiempo; no es atemporal en sentido estricto sino que está fuera del tiempo. En cambio, de la relación del sujeto con el tiempo en la neurosis se habla demasiado poco, pese a que es la base misma de las relaciones del sujeto con su objeto en el nivel del fantasma.

En la neurosis, el objeto se carga con esa significación que hay que buscar, en la que denomino la hora de la verdad. En ella el objeto siempre está antes o después.” (…) “En su objeto el sujeto siempre busca leer su hora. Cabe incluso decir que en él aprende a leer su hora.” [xxiii].

Capturado -según expresión de Lacan- en «la pulsación temporal», capturado por el tempo (término musical) que provoca la partida (apertura) y una “partitura” que delinea el pentagrama del paso y el traspié (cierre).

“De modo que hay a la vez, contrariamente al sujeto y a su pulsación, una sincronía de la batería significante y una materialidad de la letra que no se divide. Por lo tanto, este término pulsación permite introducirnos en la paradoja de la identificación, esto es que el sujeto opone, en sus características mayores -su división, su temporalidad- al estatuto del Otro, al lugar del Otro, el cual se presenta no en una pulsación temporal sino, por el contrario, en su sincronía, no dividido sino, por el contrario, en una sucesión de letras indivisibles.” (…) “La gran pregunta será entonces ¿cómo van a recubrirse, cómo van a poder reunirse, en una identificación posible, el sujeto y el lugar del Otro? ¿Cómo podrá cada uno encontrar su nombre si su relación al goce y a su marca por un lado, y por otra parte a su nombre, se oponen de ese modo? Hay en Lacan dos respuestas a esta pregunta, una es la que da en «El tiempo lógico…»: para identificarse hace falta tiempo. La segunda la da en el texto llamado «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis»: para identificarse hace falta una topología.” [xxiv]

Juan José Becerra, que ha intentando dar cuenta de ese imposible autobiográfico, explica:

“La identidad es un círculo en el que detona una bomba. Lo que queda en el fondo son partículas de identidad que componen una constelación y que uno mismo no es capaz de administrar. Hay un “yo” que narra, muy variado por las modalidades emotivas, de la más cursi a la más despiadada. Desde el punto de vista de la literatura, el “yo” que corrige es una identidad que no está para refrendar, sino para enmendar. La tentación de enmienda es constante porque ese narrador si no corrige más es porque está cansado, por tedio, pero no porque no sienta la necesidad de enmendar lo que escribió, sobre todo para dejar en claro que la escritura es también un fenómeno volátil. Y más una escritura del recuerdo, porque en el fondo aparece como otro narrador, un narrador vigilante del primero. ¿Qué ha ocurrido entre la lectura y la corrección? Simplemente transcurrió el tiempo y eso también altera el punto de vista. ¿Cómo puede hacer uno para contar su historia personal? No es viable, es imposible…” [xxv]

Ya hemos escrito [xxvi] sobre cierto real de lo escrito y lo imposible de leer. Eso que difícilmente se deja identificar y que lejos de resignificarse, se re-signa. Esa letra hecha objeto que marca un tiempo que pasó. Sabemos que la verdad para la ciencia pretende no tener relación con el pasado, mientras el tiempo histórico permanece cerrado sobre la animalización del hombre, sólo la hystoria destinada a ser Abzurdah [xxvii] -ya que ha sido concebida para reconfigurar el cuerpo como texto y/o pretexto- haya incorporado el valor de la verdad en fuga, aprehensible solo por el nombre propio, no contable, no cuantificable.

 

La metáfora perfecta

Bruno Latour en Nunca fuimos modernos escribe:

“Estamos obligados a considerar el marco temporal de los modernos. Ya que nos negamos a pasar “después” de los posmos, no podemos volver a ese mundo no moderno que jamás abandonamos sin una modificación en el paso mismo del tiempo. Ocurre que el tiempo también posee una longitud y una latitud.” [xxviii]

Baste un ejemplo: para los aymara el futuro espera detrás y al pasado se lo ve delante (También para los yupno de Papua, Nueva Guinea, el tiempo fluye cuesta arriba y no es lineal). En todos los idiomas indoeuropeos, incluyendo el español, y también en lenguas tan dispares como el hebreo, el inglés, polinesio, japonés, bantú, etc., los hablantes tienen frente a sí, el futuro. El tiempo discurre desde un punto frente a ellos, atraviesa el lugar donde se encuentran (el presente) y se aleja en el pasado a sus espaldas. Los aymaras representan también el tiempo en el espacio pero, para ellos, los hablantes están de cara al pasado y a sus espaldas los acecha el futuro. Nayra significa antes y literalmente es: ojo, a la vista o al frente. La palabra que traduce futuro qhipa, quiere decir detrás o a la espalda. Qhipüru, la palabra aymara que se traduce como mañana: combina qhipa (atrás) y uru (día), siendo literalmente: “día que está a la espalda”, y se acompaña con gestos, como el movimientos de los brazos al hablar.

Jacques Lacan no necesitó la lengua aymara para anudar eso que hace al real de lalengua, le bastó con su propio nombre. En cambio, para los modernos de la “lingüística cognitiva”, que no cuentan con el recurso del inconsciente estructurado -articulado a lalengua– como un lenguaje, la metáfora sobrepasa al criterio del sistema lingüístico en su conjunto. Lakoff y Johnson (1995:74) dicen: “La metáfora es principalmente una manera de concebir una cosa en términos de otra y su función primaria, principalmente, es la comprensión” [xxix]. Luego la lengua aymara escapó a la comprensión de éstos. Pero antes, en el intento por comprenderlos, fueron diagnosticados y medicados. (Ver: Trastorno por déficit de atención e hiperactividad en niños aymara: primera aproximación clínica) [xxx].

Martha Hardman [xxxi] llegó al Perú en la década de 1950, y continúa aprendiendo de la ausencia de jerarquías sexuales entre los aymaras. Dice:

“La gente daba valor a recordar los orígenes de la comunidad, los antepasados, la madre. A las mujeres se las respetaba más que en mi país de origen. De pronto me vi tratada como un ser humano” (…) “50 años después no puede dejar de sentir que es mi propia cultura materna, no la aymara, la que tiene inclinaciones antinaturales. En inglés se nos insta a ignorar el pasado”, y dice: “Tratamos de pensar que no está ahí y sin embargo lo llevamos como equipaje en nuestro camino.”[xxxii]

Efectivamente, los cognitivistas no consideran la vieja concepción sobre la metáfora que ve en el origen de toda palabra una catacresis; es decir, que toda la palabra nace de una metáfora extinta (Ej. “El cuello de la botella” o “el brazo del sillón”) y solo la piensan del lado del efecto y no como causa. (Otra prueba más de este desconocimiento es la construcción de rarezas tales como es el cuadro clínico de la sinestesia. [xxxiii]).

El inglés conjuga sus expresiones únicas e imposibles para nosotros, como la que da la posibilidad de comprar tiempo (ej.: today’s agreement is another time-buying exercise [xxxiv]). Pero esto no interroga a los modernos que medican a los niños aymaras.

El telescopio Hubble también, cuando apunta a lo más lejano, mira en el comienzo del tiempo, pero para estos modernos el observador aymara respecto al tiempo se encuentra “invertido” en comparación con el observador “occidental”, dicen. Interesante descubrimiento de un nuevo oriente en occidente.

Los modernos no son nuestros contemporáneos:

“Ser contemporáneo es responder a un llamamiento que la época nos lanza por medio de su oscuridad. En el Universo en expansión, el espacio que nos separa de las galaxias más lejanas se acrecienta a una velocidad tan grande que la luz de sus estrellas no puede alcanzarnos. Percibir en la oscuridad del cielo esa luz que busca alcanzarnos y no lo puede, eso es ser contemporáneo. El presente es la cosa más difícil de vivir. Porque el origen, repito, no está confinado en el pasado: es un torbellino, de acuerdo con la muy bella imagen de Benjamin, es un abismo en el presente.” [xxxv]

 

Desorientarse por la técnica

Habitamos un tiempo que la velocidad contrae [xxxvi], decimos. Pero la actualidad conocerá más formas en que se manifiesta ese catálogo de la desorientación contemporánea. Son cientos los transeúntes atropellados por un automóvil mientras escriben mensajes de texto. Lapsus de escritura u olvido del desplazamiento que desafía a la clasificación de la psicopatología de la vida cotidiana. Encuentro imprevisto entre un cuasi-objeto y un cuasi-sujeto [xxxvii]. O el caso de la pareja de tórtolos que retrocede hasta caer de un acantilado en Portugal, buscando la mejor selfie. Un espejo no los hubiera arrastrado a tanto. El fantasma de la imagen recorre el mundo.

¿Qué son estos ejemplos sino piezas sueltas de un inconsciente real?

“El inconsciente, de haber sido forzado por nosotros, anunció él [S. Freud], no va a tardar en cerrarse. Él quería decir con eso algo de todos modos preciso y que ha preocupado enseguida a los psicoanalistas. El inconsciente no se deja más hacer como en tiempos de Freud y está allí el gran giro, la revisión desgarradora a la cual, en los años treinta, debió obligarse su técnica. ¿Qué quiere decir eso?” [xxxviii]

El primer Lacan advertía:

“…teoría y práctica no son separables, la relación analítica, la dirección de la práctica, vieron cambiar su orientación. La historia actual de la técnica psicoanalítica lo demuestra.

Esto sigue siendo muy enigmático. Sería incapaz de afectarnos si no trascendiera el conflicto entre escuelas, entre retrógrados y avanzados, ptolemaicos y copernicanos. Pero va mucho más allá. Se trata del establecimiento de una complicidad concreta, eficaz, entre el análisis, manejo liberador, desmitificante, de una relación humana, y la ilusión fundamental de lo vivido por el hombre, al menos por el hombre moderno.

El hombre contemporáneo cultiva cierta idea de sí mismo, idea que se sitúa en un nivel semi-ingenuo, semi-elaborado. Su creencia de estar constituido de tal o cual modo participa de un registro de nociones difusas, culturalmente admitidas. Puede este hombre imaginar que ella surgió de una inclinación natural, cuando de hecho, en el estado actual de la civilización, le es enseñada por doquier. Mi tesis es que la técnica de Freud, en su origen, trasciende esta ilusión, ilusión que ejerce concretamente una influencia decisiva en la subjetividad de los individuos. El problema entonces es saber si el psicoanálisis se dejará llevar poco a poco a abandonar lo que por un momento fue vislumbrado o si, por el contrario, manifestará otra vez, dándole nueva vida, su relieve.” [xxxix]

En el Seminario 7 Jacques Lacan nos dirá simplemente: “la técnica analítica, que llamo ética.” La antropología ha aceptado nuestro origen común. Por la técnica (en sentido amplio) nos humanizamos: la técnica nos ha hecho hombres cual Dios a su imagen y desde el origen. Pero el imperio del medio nos empuja a más, el márketin del sí mismo parece haber triunfado. ¿Habría que reprocharle a Edward Bernays [xl] -inventor de la teoría de relaciones públicas y de la publicidad en la política, sobrino de Sigmund Freud por partida doble- haber operado más eficazmente con el factor inconsciente y haber sabido ampliar su empresa en detrimento de la nuestra?

Aportemos modestos e ideológicos (oscurantistas al fin) un “grano de sal: hecho de hystoria [xli] en el testimonio del autor de La técnica y el tiempo (1994-1996) de Bernard Stiegler:

“Las industrias culturales solo actúan calculando. Patrick Le Lay, presidente director general de Tele.Fr.1 explicó que el papel de la televisión era vender a Coca-Cola tiempo de cerebro humano disponible. Apunté este tropiezo hace algunos años y no deja de extrañar que se pueda enunciar de manera tan explícita y cínica. Vendiendo nuestras conciencias a Coca-Cola, Patrick Le Lay practica la trata de las almas. Nos destruye, porque vender quiere decir convertir en mercancía. La proletarización del consumidor le aparta de su existencia condenándolo a la subsistencia. (…) Subsiste como un cordero en el rebaño cuando se conforma a un modo de vida que ya no es un modo de existencia. La existencia, dice que existe algo más allá de la subsistencia. Hice personalmente esta experiencia durante mis cinco años de cárcel. Me moría de frío en invierno, de calor en verano, comía mal, sólo tenía derecho a ducharme una vez a la semana, no tenía vida sexual… mis condiciones de subsistencia eran entonces bastante difíciles, sin embargo no era desafortunado. Tuve la suerte de poder leer, estudiar filosofía, quiero decir de lanzarme a la existencia.”[xlii]

Efectivamente, no es una decepción: “Si hay algo que nosotros somos incapaces de hacer, ahora lo sabemos realmente es una revolución, ya sea en ciencia, en técnica, en política, en filosofía [¿y en psicoanálisis?]. Pero somos incluso modernos cuando interpretamos ese hecho como una decepción, como si el arcaísmo lo hubiera invadido todo, como si no existiera una descarga pública donde apilar a nuestras espaldas lo reprimido.” [xliii]


Tiempo real

Lo último de Lacan, tan oscuro para algunos, insiste para otros cuando se presenta esclarecido, y si bien ya no será lo nuevo, por lo menos nos permite responder a la verdad que varía… “varidad” -dice Lacan- del malentendido. “Dicho de otra manera, lo verdadero encierra algún peligro.” [xliv] A fin de cuentas lo que queremos decir se resume en esto. Que tal vez, para que haya una experiencia donde la palabra imprevista haga nudo de presencia, sería necesaria que cierta reconfiguración actual sobre la subjetividad sea atendida. “Aquí se plantea una ambigüedad respecto de lo que Freud nos ha indicado con un estilo tal vez un poco de fin de siglo, a saber, que estamos condenados a no vivir el Edipo más que bajo una forma ciertamente falseada.” [xlv]

Pérdida de referencia temporal que busca locación, donde resuena el grito de Hamlet: “The time is out of joint”. “Entonces: el tiempo está fuera de quicio / ¡Oh, despecho maldito! Que haya nacido yo para ponerle juicio. He aquí a la vez justificado, pero profundizado, lo que en Hamlet parece ilustrarnos una forma decadente, una suerte de Untergang [caída, decadencia, ocaso] incompleto, del Edipo.” [xlvi]

Que no es banal que el llamado “tiempo real” falsea el juicio de lo que imaginamos como el instante, cuando en realidad se trata de los tiempos de interacción de los aparatos tecnológicos. Por definición es la función que unifica el “tiempo interno” del sistema con el “tiempo externo”: lo controlado por el sistema. Es también el tiempo de las imágenes cuando tratan de reorganizar los deseos al abrigo de su flamante refugio ontológico, la pantalla que ata la letra a la imagen en un descenso onírico. Verdadera Erótica del tiempo [xlvii] -como reza el título de J.-A. Miller. Que a pesar de las reformas, será siempre de espera en la obsesión y de demora en la histeria.

Sin embargo, los sistemas y aparatos que operan en el llamado tiempo real “saben” algo que algunos no: introducen el error. “Es la selección lo que hace el tiempo y no el tiempo lo que hace la selección” [xlviii]. Operan un conjunto de restricciones, de entradas y de salidas que tienen por función ejecutarse dentro de un intervalo determinado, y para ello importa poco que las acciones del sistema en cuestión sean correctas. Es por eso que el determinismo en juego (la interrupción arbitraria) es su modo clave. En los sistemas de tiempo real “colgarse” es la función crucial. No sin ironía a esa “llamada” que ejerce el sistema, la bautizaron: responsividad. Suerte de tiempo en garantía. Por definición, es el lapso que tarda una tarea en ejecutarse una vez que la interrupción ha sido atendida. Lo que importa es cuánto lleva iniciar la ejecución de una interrupción. ¿Cuánto se necesita para realizar la tarea que pidió la interrupción? Los efectos serán llamados “interrupciones anidadas”. Pero no hay nido vacío, en todo esto el sujeto ya no interviene. Sólo podremos elegir como cuasi-sujetos, entre un tiempo real duro y un tiempo real suave. No será mucho, pero es algo…

Muy sutilmente, desde la primera máquina universal, nuestra maltratada inteligencia (que antes se definía como intellegere del latín ‘leer lo de dentro’, término compuesto de inter ‘entre’ y legere ‘leer, escoger’) se limitará a no ser más que un tipo de respuesta para alguna que otra máquina. La inteligencia artificial (IA) de la que se trata ahora, no es más que una simulación para que usted no descubra que una máquina le responde. Los programas simuladores de inteligencia ya están presentes en nuestros objetos tecnológicos y median cada día más nuestras relaciones. ¿Pero podrán soportar una psicoterapia? ¿O será el Otro del Otro?

Es por eso que las reflexiones más serias sobre la consciencia, aquellas con las que el físico inglés basa su modelo biofísico-cuántico de la mente, ponen en jaque a los embusteros del programa cognitivo de la IA. Ellos desafían el modelo computacional de la mente.

Sostenido en los trabajos del anestesiólogo norteamericano Stuart Hameroff  [xlix], quien verifica la perfecta ausencia de actividad cerebral durante la anestesia total, Roger Penrose [l] supone que la conciencia no radica en la actividad cerebral de las asociaciones que se desarrollan en el flujo químico de las sinapsis, eso que se imaginan como modelo, sino que la consciencia descansa en las proteínas del esqueleto neuronal llamada tubulina. Para estos la conciencia jamás podría ser producto de la comunicación sináptica. Serán las propiedades cuánticas de la tubulina, la proteína que estructura los microtúbulos neuronales, las paredes que contienen la sustancia de Nissl que trasporta el impulso o la orden eléctrica, el verdadero asiento de la conciencia. ¿Dónde recordaríamos si no, ser quienes somos tras la anestesia total de electroencefalograma plano? ¿En el flujo que se detiene? ¿Dónde queda el impulso? Es el derrumbe del parlamento piramidal de los reflejos. Y el arribo de la memoria en la molécula y de las propiedades cuánticas como gran Otro… La molécula cifra nuestro ser en ladrillos quánticos estables, construcción silenciosa y refugio inaccesible del instante puro: el “colapso de la función de onda” en el que sólo penetra la física de partículas y la mecánica cuántica. Reencontramos así el colapso y se yergue de nuevo allí, irreductible el elemento temporal lacaniano.

Porque para esta teoría no hay aun teoría de la física unificada que complete el sistema. Como la mujer en Lacan, la física sigue siendo no-toda. Atención, que la supuesta materia consciente (que se perpetúa más allá del electroencefalograma plano) y su hipótesis -más inconsciente que consciente- de la “conciencia cuántica” parece ser sin embargo la que mejor demuestra la imposibilidad real de una reabsorción computacional de la mente en el cerebro y, acaso, nuestros únicos aliados entre los de las ciencias duras. Ahora bien; ni ellos, ni los otros, ni nosotros sabemos donde se oculta el sentido del sentido (a excepción de lo inconsciente).

Los modernos a la Boyle [li] se obstinan en alcanzar en el objeto, la cosa del sujeto -y no por la vía del síntoma- sino que se sumergen como teóricos puros en la captura de la reducción de la función de onda, a la búsqueda del “entrelazamiento cuántico” como único refugio posible del ser que se sabe uno. Siguen fracasando freudianamente (como el Freud del Proyecto de psicología…). Y tal vez así logremos resistir un tiempo más a ser capturados todos como “programas” para la máquina que vendrá… Es un buen argumento pero se comenta poco, ya que no conviene al cognitivismo de moda que exprime los cerebros con la tontería literal del “ordenador”.

Pero la temporalidad, trastocada como consecuencia de la forclusión operada por el discurso científico cuando sumergió al tiempo en su ontología de cuarta-dimensión, continúa en progreso.

 

Del tiempo vívido de Eugene Minkowsky [lii], al futuro zombi de James Vaupel [liii]

Si la función lacaniana de la prisa subrayaba la potencia lógica de la decisión y el corte con lo viscoso del apego alienante, la subducción en el tiempo llamado “real” trama por el contrario un a-puro sin ley.

Para Eugene Minkowsky el tiempo vivido tampoco es un tiempo cuantificable, ni aislable en el espacio de lo vívido. Las manifestaciones clínicas de este trastrocamiento o desorientación temporal se pueden apreciar mejor, según él, si atendemos a la reflexiones de San Agustín cuando diferencia los tres presentes: el presente del pasado, la memoria (y su trastorno, las omisiones); el presente del futuro, la expectación (ansiedades) y el presente del presente, la atención (distracción). Afín con este enfoque agustiniano las descripciones de Eugene Minkowsky de la llamada “depresión”, se conjugan mejor poniendo en serie los fenómenos y entonces se ajustan más a lo que prefiere definir como: subducción mental en el tiempo [liv].

Para graficarlo en la escala que conmueve e importa, tomemos el registro bruto de la divulgación cientificista: dice Eduard Punset:

“-No cabe duda que el mayor descubrimiento de este siglo es el de James Vaupel: el mejor demógrafo y matemático de Alemania. Afirmaste que la esperanza de vida está aumentando y que no sabemos cuándo dejará de aumentar. Lo que sí sabemos es que por cada década se añaden dos años y medio… J V: Sí, dos años y medio: eso es. Dos años y medio según las predicciones o, lo que es lo mismo, tres meses por año. E P: ¡¿Tres meses por año?! J V: Tres meses por año. ¡Y tres meses por año son seis horas al día! (…) desde 1840: durante 170 años, la esperanza de vida en los países que están en mejor situación ha ido aumentando seis horas cada día.” [lv]

Sin agregar los minutos que ahorran el lavarropas, el microondas, etc. El tiempo sobra y si bien una persona mayor no recuerda lo de hoy como recuerda lo de ayer, su rememoración sigue actuando… Memoria que en primera persona sabe: “en otro tiempo me moría, pero vivo todavía...” ¿Quién si no, ve como él en su imagen a un superviviente? Locura de un futuro en suspenso y de un pasado pospuesto.

Efectivamente el envejecimiento de la población no tiene precedentes. Es generalizado, afecta a casi todos los países, es profundo ya que tiene consecuencias económicas, y es permanente. Y por algún misterioso equilibrio del mercado del número los nacimientos por mujer se han reducido de 4,6 a 2,5 en los últimos 50 años en el mundo (efectivamente este tiempo vívido es la otra pierna –no tan sexy- de la erótica del tiempo). Y es lo que mejor plasma el desconcierto de una buena parte de los marplatenses [lvi] cronofóbicos que demandan tratamiento. Son los llamados adultos mayores quienes mejor experimentarán lo actual de la duración, del tiempo ocioso y quienes ya no consiguen hacersealamar…

Experiencia sin precedentes, Caballo de Troya de las neurociencias y del cognitivismo, caminan de la mano de su aliado industrial: la medicalización de la vida. Y de la psiquiatría, que considera el Alzheimer como la epidemia del siglo. Pero nada de esto es una primicia, tampoco tratar la demencia como una psicosis ordinaria e intentar un diagnóstico diferencial con cada arterioesclerótico olvidadizo. Y al mismo tiempo, hacer del llamado “deterioro cognitivo” una neurosis actual, a la Freud.

Prisioneros contemporáneos de las imágenes íconos como estamos, tal vez nos sea imprescindible reparar en el método de Aby Warburg [lvii], que se detiene en el instante del gesto percibido y se proyecta simultáneamente hacia el pasado y el futuro poniendo en juego elementos diversos que reúnen los presentes sobrevivientes en la imagen y que trazan el recorrido de representaciones involuntarias como huellas del pasado.

Su noción de Nachlebes (supervivencia) de la imagen, destaca los gestos luctuosos que arrojan un resultado anacrónico. Según Didi-Huberman este método daba como resultado lo que Warburg llamó “imagen-síntoma”, tomando esta última noción tal como Freud la utiliza. El concepto crucial, de Pathosformel; su estructura de síntoma entremezcla latencias y crisis, memoria y deseo, repeticiones y diferencias, rechazos y contratiempos. Tal puesta al día no es posible más que interrogando a ese “inconsciente del tiempo” que es la supervivencia [lviii].

Calculados por la biopolítica, portadores de un futuro anterior a escala global, la única respuesta que encuentra la masa de sujetos libres de inconsciente es la aftosa farmacológica y la gimnasia cognitiva ordinaria, televisiva del no sabe – sí sabe. De aquí en más entonces, a rellenar las interminables seis horas menos de muerte inexorable ó… la experiencia de un inconsciente real, de fracaso pasable.

Marc Augé en El tiempo en ruinas [lix] nos ofrece la metáfora del tiempo hipotecado, donde la ruina “es el tiempo que escapa a la historia (…) sentimiento que escapa y que al mismo tiempo, dura…” [lx] Ésta es su brújula:

cadalso1

Gráfico inútil que sirve para señalar lo que es imposible pensar con él, si vemos destronada a la historia de su cenit y remplazada por el goce, objeto a. Inútil en tanto este esquema desconoce la identidad: tiempo=concepto que Alexander Kojève [lxi] devela como el fundamento último del problema. La no relación del concepto con el tiempo. “El tiempo es el concepto mismo que está ahí…” [lxii] Pero la identidad separa; y no sujeta ni une, bajo ninguna cruz el tiempo natural al tiempo humano (hecho de cero cartesiano en su cruz), que sí es concepto: el espíritu del hombre. (Analizar la concepción del tiempo en Kojève excedería con mucho el presente e implicaría introducir lo eterno [lxiii] ).

 

La historia imposible y el instante poético de Jacques Lacan

En el Seminario 6 El deseo y su interpretación Jacques Lacan dedica siete clases a Hamlet, retomando y resumiendo mucho de lo que se ha dicho y escrito sobre esta obra. No deja de resultar llamativo -como señala Germán García [lxiv]– que en su análisis no haga mención explícita al libro de Carl Schmitt Hamlet or Hecuba [lxv]. Allí se da una explicación fundada de por qué esta obra encierra tantos enigmas, y la respuesta que se da es: porque Hamlet es una pieza hecha sobre un juego de figuras históricas. De tal modo que lo que estas ponen de manifiesto es la irrupción del tiempo histórico-político y político-literario, dentro de la forma estética del drama. Sin que se pueda reducir su interpretación a un solo personaje histórico. [lxvi] Dicho de otro modo, la clave de Hamlet está en el subtítulo de Schmitt: “La irrupción del tiempo en el drama.” Seamos claros, el tiempo cobra sentido cuando el drama se introduce en la historia.

Entonces la palabra Hystoria tal vez pueda ayudarnos. En el “Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11”[lxvii] (en el año 1976) aparece como una suerte de arcaísmo o palabra-fórmula y letra símbolo, que condensa la vieja ortografía de la histeria con la palabra historia. Si bien los acontecimientos se bañan en ese plasma amorfo que es el tiempo histórico, hay una dimensión que se abre a lo imprevisto del pasado para cada uno. “Y” que es para cada quien según su ser o su no-ser, y que si bien no se inscribe -según se dice: no cesa de no escribirse- hace de marca posible para que la historia no se cierre sobre la animalización del hombre o bien, que se abra a éste.

Es una dimensión ex-temporánea que como un destello tenue, pero que insiste por fuera del cálculo. Es el tiempo del inconsciente. Pero, atención, no es un fallido que se repliega sobre sí mismo. La diferencia es esa letra que cifra; y será letra de una marca en el tiempo como irrupción del drama humano con la que los analistas operamos.

Usamos un tiempo «crónico» (el término es de Benveniste) a la manera de referente temporal, cuando lo más probable es que éste esté desprovisto de sustancia… Gustavo Bueno llama “reliquia” a estas operaciones. Dice:

“Recordemos el papel que el copto [idioma de los cristianos egipcios] desempeñó en el desciframiento de las «reliquias jeroglíficas» por Champollion [a propósito de Rosetta [lxviii]]. Reliquias y relatos se presuponen mutuamente, y no podríamos formar el concepto de unas al margen de las otras. Prolongación ideal y recurrente de la estructura del presente anómalo, y no una «dimensión globalmente anudada (en virtud de una «intuición o sentido histórico») a un presente, también globalmente considerado. (…) La Historia teórica o esencial, habría que entenderla menos como una penetración en las esencias trasfenoménicas previas, que como un rompimiento de los fenómenos en sus factores; un rompimiento que nos permite reorganizarlos según sistemas más abstractos no representables, aunque siempre deba darse el progressus hacia la base fenoménica. A veces, la Historia teorética no puede alcanzar sino una mera taxonomía de fenómenos, la comprensión de un grupo de fenómenos, por analogía (a-operatoria) con otros fenómenos similares (b-operatoria), y la Historia fenomenológica resulta ser mucho menos formal entonces, y más real, en ciertas situaciones.” [lxix]

 

A la pregunta por el tiempo

Algunos, muy sueltos de cuerpo, repetimos poéticamente: la palabra es el tiempo. Sin embargo, el argumento de Jacques Lacan libre de poemas pero poético al fin, afirma: “Mi prometida acude siempre a la cita, porque cuando ella no viene, ya no la llamo «mi prometida». [Y continúa preguntándose:] “¿Es el hombre exacto? ¿Dónde está el resorte de la exactitud, sino precisamente en el ajuste de los relojes entre sí?” (…) “Esta reflexión apunta a hacerles sentir que si bien medimos el espacio con lo sólido, medimos el tiempo con tiempo, que no es lo mismo.” [lxx]

Porque a fin de cuentas: “el tiempo del que se trata en esta cuestión [el psicoanálisis] tiene el mismo estatuto que el sujeto… el tiempo es él mismo un efecto de la estructura significante… Es esto lo que podemos llamar estructuras temporales. Esto significa que una estructura significante determina una posición subjetiva… y las estructuras significantes determinan igualmente una modulación temporal, a este respecto hay que decir: el tiempo es el efecto del significante. Y cuando se alcanza esto ya se respira mejor.” [lxxi]

 

Notas:

[i] “Lo inconsciente”, S. Freud, AE., XIV pág. 184 [En la edición de 1915 decía «Prcc». La «atemporalidad» de lo inconsciente se menciona de manera dispersa a lo largo de los escritos de Freud. La primera mención es quizás una frase que data de 1897 (Freud,1950a, Manuscrito M), donde declara que «el descuido del carácter temporal es sin duda esencial para el distingo entre la actividad en lo preconsciente y en lo inconsciente». Alude a esto en “La etiología de la histeria” (1895c), AE, 3, pág. 216, y vuelve a hacerlo indirectamente en “La interpretación de los sueños” (1900a), AE, 5, págs. 568-70, pero la primera mención explícita que apareció publicada parece ser una nota agregada en 1907 a la “Psicopatología de la vida cotidiana” (1901b), AE, 6, pág. 266n. Otra alusión al pasar es la que figura en una nota al artículo sobre el narcisismo (1914c), supra, pág. 93n., Freud volvió al tema más de una vez en sus escritos posteriores; particularmente en “Más allá del principio de placer” (1920g), AE, 18, pág. 28, y en la 31ª de las “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis” (1933a), AE, W, pág. 69. El tema se trató en una reunión de la Sociedad Psicoanalítica de Viena el 8 de noviembre de 1911, y las actas publicadas (Zentralblatt für psychoanalyse, 2, págs. 476-7) ofrecen un resumen muy breve de algunas observaciones que Freud hizo en esa ocasión.].

[ii] Mora, en lingüística, es la unidad que mide el peso silábico, es decir, la duración de los segmentos fonológicos que componen la sílaba. Gobierna la distribución temporal y la acentuación en algunas lenguas, aunque no en todas el nivel moraico es relevante; en las que no, el concepto de mora se confunde con el de sílaba. Por ejemplo, en latín constan de una sola mora las sílabas acabadas en vocal breve. Así, la división en sílabas de rosa es ro-sa y la división en moras es idéntica ro=sa. Constan de dos moras las restantes sílabas, es decir, las sílabas trabadas (acabadas en consonante) y las sílabas acabadas en vocal larga. Así la división en sílabas de ventus es ven-tus y la división en moras es ve=n=tu=s. La palabra es así tetramoraica. En latín, el número de moras regula la posición del acento (éste cae en la penúltima mora antes de la última vocal). Su cálculo es fundamental en la construcción del haiku japonés.

[iii]Marx desarrolló la conexión entre trabajo abstracto y movimiento en el tiempo en su Crítica de 1859; en El capital no la hace explícita pero, desde mi punto de vista, la presupone. Cita la Crítica en el volumen 1 de El capital: “Como valores, todas las mercancías son sólo masas determinadas de tiempo de trabajo petrificado” (Marx, 1983: 47; 1987a: 22). En aquella obra sostiene que “por un lado, las mercancías deben entrar en el intercambio como tiempo de trabajo universal objetivado; por el otro, el tiempo de trabajo de los individuos se convierte en tiempo de trabajo universal objetivado sólo como resultado del proceso de intercambio (Marx, 1987a: 286). “El tiempo es dinero”, dijo Benjamín Franklin, y uno podría agregar que, por lo tanto, el dinero es tiempo. Entonces, si el capitalismo reduce todo a tiempo, a tiempo abstracto, divisible, equivalente, homogéneo y a unidades constantes que se mueven de una a otra, a tiempo disociado de los propósitos humanos concretos, entonces el tiempo realmente es todo. Si “el tiempo es todo, [entonces] el hombre es nada; en el mejor de los casos, es la carcasa del tiempo” (Marx, 1976: 127). Marx expresa la misma idea en El capital cuando sostiene que el trabajador es “nada más que el tiempo de trabajo personificado” (1983: 233).” (…) “No se trata de que la modalidad histórica del trabajo abstracto deba ser abolida en favor de su versión socialista. Lo que se debe abolir es el trabajo abstracto como trabajo comandado y medido por un tiempo que carece de aspecto cualitativo, por un tiempo que busca su propio bien, un tiempo que corre, que mide la riqueza abstracta por su propio beneficio. No creo que el trabajo abstracto en el sentido fisiológico, como gasto productivo de cerebro, músculos, nervios y manos, sea la sustancia material de la riqueza comunista. La riqueza comunista consistirá en la libre disponibilidad del tiempo (cf. Marx, 1973: 706).” Sobre el tiempo del trabajo abstracto. Bonefeld, Werner, en: http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-44/sobre-el-tiempo-del-trabajo-abstracto

[iv] Lacan, J.: “Función y campo de la palabra y del lenguaje”, Escritos, traducción de Segovia T. y Suárez A., edición revisada y corregida,  Siglo XXI, México, 1976, pp. 241-242.

[v] Palomera, V.: “Para introducir la sesión corta”,en el libro: Posición del analista, Tres Haches, 2004. Hay versión digital: Ornicar? http://wapol.org/ornicar/articles/244pal.htm

[vi] Lacan, J.: El Seminario, (1957-58) Libro 5. Las formaciones del inconsciente, Editorial Paidós, Barcelona, 1999, pág. 17.

[vii] Miller, J.-A.: “Vous ne dites rien”, La Cause Freudienne, 32, París, 1996.

[viii] Laurent, E.: “Une clinique”, en: L’Âne, Le Magazin freudien, nº 3, 1981, pp. 8-9.

[ix] Ibíd., nota vi, pág. 294.

[x] Velarde Lombraña, J.: Historia de la lógica, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, Editor, 1989.

[xi] Sobre la distinción «lawlike» y «lawless» (acorde a la ley o sin ley). La lógica intuicionista está en la raíz de la construcción de la noción de “no-todo”. J.-A. Miller en La erótica del tiempo, p.80. envía a leer su artículo: “Los algoritmos del psicoanálisis”, en Ornicar? Nº16, 1978.

[xii] Lacan, J.: El Seminario (1958-1959) Libro 6,Editorial Paidós, Barcelona, 1999. Nota 1: gramme del griego γραμμή (grammé, trazo, letra, escrito). N. del T., pág. 323.

[xiii] Podemos suponer tiempos lógicos -en plural- pero su límite estará dado por la reversibilidad o irreversibilidad.

[xiv] Laurent, E.: Posiciones femeninas del ser, Capítulo IX, “La lógica del tiempo en psicoanálisis”, ed. Tres Haches, pág.129.

[xv] Barón Birchenall, L. F.: El juego de imitación de Turing y el pensamiento humano. En: http://repository.urosario.edu.co/handle/10336/7121

[xvi] García, G.: Derivas analíticas del siglo, ed. UNSAM serie Tyche, 2014. Para profundizar sobre este tema en el mismo libro: “TCC. El psicoanálisis y las terapias milagrosas”, pág. 46.

[xvii] Losano, M.G.: Curso de informática jurídica, Tecnos, Madrid,1987.El concepto fue utilizado por primera vez por el francés Ampere en una clasificación de las ciencias políticas ya que había creado un sistema para coordinar todo el conocimiento humano y “cibernética” era el término para indicar el arte del gobierno entendido en sentido político. Es el vocablo griego que indica el arte del gobierno o el arte de guiar

[xviii] Fix Fierro, H.: Informática y documentación jurídica, Madrid Tecnos, 1980, pág. 44. El término “informática” fue acuñado como concepto por Philippe Dreyfus mediante la contracción de información automática, es la ciencia del tratamiento automático de la información, primordialmente mediante computadoras.

[xix] Odifreddi, P.: La matemática del siglo XX: de los conjuntos a la complejidad, 2000.Traducido por Idiarte, C., Katz Editores, Buenos Aires, 2006. Ver: V. “Problemas irresueltos”, págs. 246-47.

[xx] “Uno de los descubrimientos sorprendentes de Cook, Karp y Levin fue que todos estos problemas, así como otros miles en las áreas más variadas de la matemática pura y aplicada, son sustancialmente equivalentes; encontrar una solución polinominal para cualquiera de ellos significaría encontrar una para todos, porque existen traducciones polinominales de cada uno de ellos a los otros. Por estos resultados Cook y Karp recibieron el Turing Awagaed, respectivamente en 1982 y 1985. Levin, en cambio, terminó en prisión como disidente, y después de ser liberado por intervención de Kolmogorov emigró de la Unión Soviética”. Ibíd. nota xvi, pág. 250.

[xxi] Becerra, J.J.: El espectáculo del tiempo, ed. Seix Barral, 2015, pág. 108.

[xxii] Sirvent Ramos, Mª. Á.: En torno al texto: el texto como significancia, Editum, Ediciones de la Universidad de Murcia, 1987, pág. 147. “Los tres niveles de sentido que Barthes hallaba en un texto son: nivel informativo, el de la comunicación, nivel simbólico, el de la significación, y tercer nivel, el de la significancia. Se dice asimismo que la significancia aparece pues como un régimen de sentido que no se cierra nunca sobre un significado y donde el sujeto, como dice Barthes, va siempre de significante en significante, a través del sentido y sin poder clausurarlo… Esta situación se entiende perfectamente en la música, donde apreciamos la sucesión de los sonidos en su belleza misma y no en tanto que expresión de un significado.”

[xxiii] Ibíd. nota xii, pág. 348-349.

[xxiv] Laurent, E: Las paradojas de la identificación, “La Identificación: Topología y Tiempo”, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1999.

[xxv] “El tiempo humano es una chispa en la oscuridad”. http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-34929-2015-03-10.html

[xxvi] http://analyticadelsur.com.ar/el-verdadero-nombre-de-pierre-menard/

[xxvii] Latini, C.: Abzurdah, ed. Planeta, 2006.

[xxviii] Latour, B.:Cap. 3. “Revolución. El comienzo del tiempo que pasa”, en Nunca fuimos modernos. Traducción de Goldstein V., Siglo XXI, Buenos Aires, 2007, págs. 102-3.

[xxix] Lakof,f G. y Johnson, M.: Metáforas de la vida cotidiana, Cátedra, Colección Teorema, 2da. ed.,1995.

[xxx] Rev. méd. Chile vol. 140 no.11 Santiago, nov. 2012. Ver: http://dx.doi.org/10.4067/S0034-98872012001100005

[xxxi] Hardman, M.: Compendio de estructura fonológica y gramatical, Ed. Grama, La Paz, 1988.

[xxxii] En: http://aymarani.blogspot.com.ar/2005/07/los-aymaras-y-su-sorprendente-visin.html

[xxxiii] La sinestesia según la neurofisiología pasará a ser un tipo raro en el que paciente “oye colores” o “ve sonidos”. Sin embargo para la lingüística es un tropo que consiste en dos imágenes o sensaciones de diferentes dominios sensoriales en una frase, ejemplo: “Allí donde el sol calla” (Borges: Nueve ensayos dantescos), que simboliza la oscuridad y la recaída en el mal. Se trata de una metáfora donde el verbo auditivo expresa una imagen visual. No de cualquier imagen sino de una ausencia, la de palabra unida a la ausencia de luz.

[xxxiv] Que se traduce como: El acuerdo de hoy es otro ejercicio de compra de tiempo. Entre nosotros existe la expresión hacer tiempo, como sinónimo de simulación, que sitúa el acto de hacer creer una falta o el dolor ante una falta, durante un partido de futbol con la finalidad de demorar el juego.

[xxxv] Agamben, G.: 2015,entrevista. http://ficciondelarazon.org/2015/01/12/entrevista-a-giorgio-agamben-el-pensamiento-es-el-coraje-de-la-desesperanza/.

[xxxvi] Volnovich, J. C.: en http://divaneos.com/habitamos-un-tiempo-que-la-velocidad-contrae/

[xxxvii] Serres, M.: The Parasite, 1982. Michel Serres ha propuesto el término de cuasi-objetos y cuasi-sujetos para referirse a las relaciones íntimas que establecemos con las cosas, y ellas con nosotros. Dice: «Los objetos nos transforman, modifican y condicionan, de la misma manera que nosotros a ellos. Se trata de un proceso de mutuo intercambio. Y algo similar podemos decir de las tecnologías: la herramienta se adapta a la forma de la mano pero también la transforma con el uso. A medida que los objetos se tecnifican, nuestra relación con ellos se hace más estrecha. Los objetos tecnológicos transforman significativamente nuestra corporalidad. ¿Dónde trazamos los límites entre ellos y nosotros?»

[xxxviii] Lacan, J.: “Prefacio a Robert Georgin”, Cítara libros, 1977, 2I edición, París, Virilidad, coll. «Citterntest», 1984, p. 9.

[xxxix] Lacan, J.: El Seminario libro 2, editorial Paidós, págs. 12-13.

[xl] Publicista y periodista austríaco. Fue el primero en aplicar con fines políticos cierta concepción del inconsciente al servicio de la persuasión del self en el ámbito publicitario masivo de Norteamérica. Inventor de la teoría de relaciones públicas y autor de Cristalizando la opinión pública (1923), Asesor en relaciones públicas (1927), Relaciones públicas (1945), Propaganda (1928), En el que dice: “La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un elemento de importancia en la sociedad democrática. Quienes manipulan este mecanismo oculto de la sociedad constituyen el gobierno invisible que detenta el verdadero poder que rige el destino de nuestro país. Quienes nos gobiernan, moldean nuestras mentes, definen nuestros gustos o nos sugieren nuestras ideas son en gran medida personas de las que nunca hemos oído hablar”.

[xli] Lacan, J.: “Prefacio a la edición inglesa del Seminario XI”, en Otros escritos, ed. Paidós, Buenos Aires, 2012, pág. 600.

[xlii] Bernard, S.: “El deseo singular”, conversación con Jean-Christophe Planche en Les Cahiers du Channel, nº 17, febrero de 2005. Traducción, presentación y notas de J.-C. Martin, Universitat Autónoma de Barcelona.

[xliii] Laurent, E.: “Une clinique,enL’ Âne, Le Magazin freudien, nº 3, 1981, p.114.

[xliv] García, G.: Prólogo a la versión española del libro de Dominique Auffet: Alexandre Kojève. La filosofía, el Estado y el fin de la historiaed. Letra Gamma, Buenos Aires, 2009.

[xlv] Ibíd. nota xii, pág. 380.

[xlvi] Sub. Ibíd.

[xlvii] Miller J.-A.: La erótica y el tiempo y otros textos, Ed. Tres Haches, 2003.

[xlviii] Latour, B.:Cap. 3. “Revolución. Selección y tiempos múltiples”, en Nunca fuimos modernos, traducción de Goldstein V., Siglo XXI, Buenos Aires, 2007, pág. 114.

[xlix] Ver: http://mundonext.com/una-exploracion-de-la-conciencia-cuantica

[l] Roger Penrose es autor de La mente nueva del emperador. En torno a la cibernética, la mente y las leyes de la física. Edición Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, Fondo de Cultura Económica, México, traducción de García Zanz, J.,1989.

[li] Bruno Latour es el portavoz del “Parlamento de las cosas”. “Afirma que la modernidad ha rechazado sistemáticamente tomar en consideración los derechos del objeto, en parte por su continua propensión a pensar mediante el dualismo sujeto/objeto. Latour sostiene que, solo si caemos en la cuenta de que el modo de clasificación moderno nunca se ha correspondido con lo que realmente sucede en el pensamiento y en la práctica y aceptamos que nunca ha reconocido las consecuencias de tales prácticas de clasificación, podemos llegar a reconocer los derechos, la autonomía y la agencia [agency, la capacidad de acción] del objeto. Latour afirma que la “modernidad” no fue otra cosa que un modo de clasificación, un modo de tipificación o, mejor aún, una ideología que justificaba cómo clasificábamos y tipificábamos. Argumenta que debemos romper con la consagrada cronología sociológica de acuerdo con la cual la pensée sauvage de las clasificaciones primitivas es desplazada por el dualístico pensée moderne, por un modo dualista moderno de clasificación; por otro lado, asevera que debemos hacernos cargo de que es nuestro propio modo de clasificación no moderno, reconociendo al mismo tiempo que nunca fuimos modernos. Sólo entonces se habrán garantizado y serán exigidos los derechos y la representación del objeto, su derecho a hablar y a ser representado. Cuando compara a Hobbes con Boyle, por ejemplo, sitúa su enfoque no en la teoría de Boyle sino en la de la bomba de vacío, en la tecnología que media con la teoría. El asunto en cuestión es en primer término el laboratorio, no los hechos científicos”. Scott Lash, 06/1999. Objetos que juzgan: el Parlamento de las cosas de Latour, traducción de Expósito M., revisada por Barriendos J.. Ver: http://eipcp.net/transversal/0107/lash/es

[lii] Minkowski Eugéne, (1885-1972), psiquiatra francés. Incorporó la fenomenología al saber psiquiátrico francés, desempeñando de tal modo un papel de primer plano para la generación siguiente, en particular para Jacques Lacan y Henri Ey. Participa de la batalla del Verdun de la que recuerda un episodio que será determinante de su concepción humanista. “El tiempo era gris, húmedo; caía una lluvia fina, el suelo resbaladizo. En el momento de franquear un agujero más amplio y profundo que otros, vacilé, tropecé y caí. De repente, desde el fondo de la «galería estrecha” [boyau], una mano se abrió para mi, una mano amplia y vigorosa, cubierta de barro; al principio no vi más que la mano, luego descubrí detrás a un melenudo… No recuerdo ya su rostro, pero la mano, la mano tendida, la veo todos los días…” En Du temps de l’étoile jaune, editorial, A. Montourcy Impr., Paris, 1945.

[«boyau» en francés significa, además de galería, tripa, intestino de un animal]. Ver: http://www.robertoalmada.it/site/wp-content/uploads/2010/11/Roberto_Almada-Fenomenologia_y_psicopatologia_del_tiempo_vivido_en_Minkowski.pdf

[liii] James Vaupel es profesor y científico de la demografía considerado uno de los mayores expertos en las áreas de investigación sobre envejecimiento, biodemografía, y demografía formal. Ha desarrollado la idea de plasticidad de la longevidad, y ha sido pionero en la investigación sobre la heterogeneidad de los riesgos de mortalidad y en la desaceleración de las tasas de mortalidad en los grupos de edad más longevos. Desde 1996, el director fundador del Instituto Max Planck de Investigación Demográfica en Berlín. También es profesor investigador en la Duke University y director de su Centro de investigación sobre población, políticas poblacionales y envejecimiento (Population, Policy, Aging and Research Center). Vaupel es miembro de la Academia Alemana de Ciencias Leopoldina, miembro, como científico regular, de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (National Academy of Sciences) y miembro de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias. Ha publicado más de una veintena de libros.

[liv] Minkowski, M.: El Tiempo vivido, Fondo de Cultura Económica, México, 1973.

[lv] Entrevista, 2014,ver: http://www.rtve.es/television/20111014/claves-para-aumentar-esperanza-vida/468355.shtml

[lvi] Diario La Capital 4/5/2014. Mar del Plata es el enclave gerontológico de Argentina. Si la media de adultos mayores representan el 11% de la población en nuestro país, en esta ciudad alcanza el 19.15%.

[lvii] Aby Warburg (1866-1929) padeció un estado mixto maníaco-depresivo de cinco años de duración que culminó con un restablecimiento total. Aquel diagnóstico que por mucho tiempo había pensado como esquizofrenia se trataba de un “delirio de perjuicio presenil”, denominado por Kraepelin como “estado mixto maníaco-depresivo”. (Binswanger, 2007, p. 53-168.)

[lviii] Didi-Huberman, G.: La imagen superviviente, Historia del Arte y tiempo de los fantasmas según Aby Warburg, Abada Editores, 2013, págs. 302 – 305. “La arqueología de las imágenes de Warburg es material y fantasmal para alcanzar la repetición y diferencia del tiempo. Se trata de mirar lo presente en función de lo ausente que las acompaña: lo actual en relación con la nube de virtuales. Pero Warburg, como de costumbre, no cesó de poner en movimiento, de desplazar, sus propios modelos teóricos: apenas acaba de verterse el paradigma geológico en el genealógico -o el antropológico- cuando nos volvemos a encontrar ya en el terreno de la psique. Warburg, en efecto, hablará de Leitfossil sobre todo para evocar la supervivencia en tanto que memoria psíquica susceptible de Verköperung, de “corporeización” o de “cristalización” gestual. Para explicar un tiempo estratificado en acción en el presente mismo de los movimientos expresivos. (…) Los tiempos supervivientes no son tiempos desaparecidos, son tiempos enterrados justo bajo nuestros pasos y que resurgen haciendo tropezar el curso de nuestra historia. En este tropiezo resuena todavía -etimológicamente- el término síntoma”.

[lix] Augé, M.:El tiempo en ruinas, editorial Gedisa, 2003.

[lx] Ressot,J.-P.: “Tiempo histórico y texto”, en: Las representaciones del tiempo histórico, editorial Jaqueline Covo,Diffusion Presses Universitaires de Lille,1957.

[lxi] Kojève, A.: La concepción de la antropología y del ateísmo en Hegel, ed. Leviatan, 2007.

[lxii] Hegel, G. W.: La fenomenología del espíritu, Buenos Aires, Rescate, 1991, p.490. Citado por G. L. García, “La trama secreta”, Derivas analíticas del siglo, ed. UNSAM, 2014, p.19.

[lxiii] Virtualia: http://virtualia.eol.org.ar/029/template.asp?Consecuencias-de-la-ultima-ensenanza/El-tiempo-en-la-ultimisima-ensenanza-de-Lacan.html

[lxiv] Notas personales del curso de Germán García, en la Fundación Centro Descartes, año 2008.

[lxv] Schmitt, C.: Hamlet o Hécuba. La irrupción del tiempo en el drama, traducción de Román García Pastor, editorial Pre-textos, Valencia, España, 1993.

[lxvi] Ibíd., pág. 38-39: “No afirmo que el Hamlet de Shakespeare sea una copia del rey Jacobo.” (…) “En el tercer ejemplo, por contra, un pasaje resulta alterado por razones de actualidad: Hamlet, en su monólogo «ser o no ser» (III, 2, 54), enumera una serie de razones para el suicidio; en QI todavía encontramos, como una de las razones para abandonar la vida: a tirants raigne, un régimen tiránico lo que no aparece desde Q2, dado que Jacobo era en ese punto muy sensible y suspicaz. Esas alusiones tienen algo de incidental. Hoy, en su mayor parte, únicamente poseen un significado histórico-literario. (…) Se ha señalado a menudo, desde Malone, que las palabras de despedida de Horacio con ocasión de la muerte de Hamlet (V, 2, 357/8) son las palabras de despedida que Essex pronunció en el cadalso antes de su ejecución. Un especialista como John Dover Wilson incluso sostiene en su Essential Shakespeare la opinión de que el conde de Essex sería, con su melancolía y algunos otros rasgos, el modelo de Hamlet, en el caso de que hubiera habido algún modelo. Él mismo incluyó, en su edición de Hamlet (Cambridge Press, 1934), en lugar de cualquier otra imagen, un retrato del conde de Essex del año 1594. (…) Pues esas piezas escénicas son, como dijo Egon Vietta, una suerte de «espacio onírico». Del mismo modo que se transforman en el sueño los hombres y las realidades, las imágenes y figuras, los acontecimientos y las situaciones, se entretejen sobre la escena oníricamente. Al final de la obra, una vez más, aparece una alusión de primer grado que no es un reflejo, sino una mera alusión.”

[lxvii] Ibíd., nota xli.

[lxviii] A la fecha de la redacción del presente artículo Philae, el módulo de aterrizaje de la sonda espacial Rosetta, se posa exitosamente sobre el cometa 67P/Churiumov-Guerasimenko. Los cometas reflejan la forma en que era primitivamente nuestro sistema solar y han sufrido muy pocas modificaciones desde hace más de 4.000 millones de años. Ver http://es.wikipedia.org/wiki/Rosetta_%28sonda_espacial%29 .

[lxix] Bueno, G.: Reliquias y Relatos: construcción del concepto de «Historia fenoménica», El Basilisco, España, 1978, p. 5-16.nº 1.

[lxx] Lacan, J.: El Seminario Libro 2, “Psicoanálisis y cibernética, o la naturaleza del lenguaje”, ed. Paidós, Buenos Aires.

[lxxi] Miller, J.-A.: Los usos del lapsus, ed. Paidós, 2004. Este curso ha abordando el tema inmemorial del tiempo, produce una nueva refutación del tiempo cronológico como principio que aspira a constituirse en concepto fundamental del psicoanálisis y de su ejercicio.

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