Analyticas del Sur. Revista de psicoanlisis en la crtica cultural

Edición Nº 8 • Diciembre de 2018 •

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Acerca de la experienicia
-en la época del capitalismo-

Fernando Kluge

Psicoanalista. Miembro de la Red AAPP. Miembro de la Asociación de psicoanálisis de Misiones. Docente del Instituto Sigmund Freud. Responsable de la Biblioteca Freudiana de Oberá. Responsable de la edición del Boletín Ring- el despertar de cada uno en red- (Boletín de la Red AAPP)

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En el presente texto apelaré al término “experiencia” para situar así al psicoanálisis en la época de los consumos técnicos y el discurso capitalista.

Algunas consideraciones en torno al término “experiencia”

En el diccionario filosófico de Ferrater Mora el término reviste al menos cinco acepciones:

1) un modo de conocer algo -por ejemplo una realidad o una forma de vivir- antes de todo juicio,
2) la aprehensión sensible de una realidad,
3) la enseñanza adquirida por una práctica,
4) la confirmación de los juicios sobre una realidad a partir de una verificación por lo general sensible de esta realidad y
5) el hecho de sufrir o soportar algo (un dolor, una alegría) apareciendo como un hecho interno.

 

Oscar Masotta. Happening El helicóptero, 1967.
© Cloe Masotta y Susana Lijtmaer

 

Respecto al derrotero filosófico-histórico del término Ferrater Mora inicia con Platón ubicando a la experiencia como conocimiento de lo cambiante. Sigue con Aristóteles quien la integra en la aprehensión de lo singular que –subraya Ferrater Mora- sirve de base y principio de toda ciencia, en tanto las experiencias constituirán el material y los ejemplos para la ciencia, que se hace siempre sobre lo universal. En el Medioevo aparece desde el conocimiento de casos hasta la vivencia interna ligada a la fé y la vida de lo místico. En la modernidad Ferrater Mora destaca a Francis Bacon, en tanto éste sostenía que la experiencia no solo es el punto de partida de conocimiento sino su fundamento último, diferenciando una experiencia vulgar o accidental y una experiencia buscada y ordenada. En dicha época se diferenciará del movimiento empirista el racionalismo, que con Liebniz hablará de la experiencia como conocimiento confuso. Por otra parte con Kant la experiencia se incluye en lo que posibilita un conocimiento. Entrado el siglo XIX la experiencia comenzó a ubicarse dentro de la esfera de lo inmediato e íntimo a la vez.

Agamben y la destrucción de la experiencia

Giorgio Agamben (filósofo italiano) en el texto “Infancia e historia –destrucción de la experiencia y origen de la historia-“ sitúa la destrucción de la experiencia del hombre moderno enlazada al modo de vida cotidiano, a la “opresión de lo cotidiano”. Ubica que esa experiencia -que podría estar asociada al conocimiento como recién enumeraba a partir de la filosofía- más bien tiene un correlato en la autoridad ligada a la palabra y el relato. O sea que la experiencia en la actualidad no legitima a la autoridad (ejemplo son los movimientos juveniles que rechaza esa idea de autoridad en base a experiencia). Otro ejemplo interesante de la destrucción de la experiencia entendida de este modo es que entre hombre y experiencia esta el objeto técnico, así Agamben lo ejemplifica con la cámara fotográfica en un museo o un peregrinaje turístico. Dirá entonces que el hombre contempla pero no experimenta. A esto agrega que una expropiación de la experiencia es la manipulación de una experiencia guiada, ejemplo de ello son las toxicomanías de masas.

Otro punto es que la expropiación de la experiencia estaba implícito en el proyecto de la ciencia moderna: la experiencia expresamente buscada tomó el nombre de experimento. Así la modernidad se erigió en una diferenciación de verdad de hecho y verdad de razón, desconfiando plenamente en la experiencia tradicional ligada a la autoridad en la palabra. De la certeza de la experiencia se pasó a la certeza de los números y los instrumentos, y se refirió el conocimiento de la experiencia al cógito cartesiano que reúne en sí las propiedades del intelecto.

Agamben, en su desarrollo, relaciona experiencia y lenguaje, será allí donde planteará la cuestión de la In-fancia que se podría definir como un primer estado de una cosa después de su fundación, sin aludir con ello a un estado de la maduración humana sino más bien como una orientación para pensar el límite mismo del lenguaje, aunque aclara que no quiere caer en lo inefable simplemente. Se trata, dirá, de la experiencia del lenguaje con el lenguaje mismo, sin referir a un objeto fuera de él. Dirá que en el lenguaje es donde el sujeto tiene su origen y lugar propio. Entre otras referencias apela a Émile Benveniste para sostener que la realidad a la cual se somete el yo es una realidad de discurso, la In-fancia es el sustrato que hace posible el lenguaje pero que a su vez este lenguaje preexiste al sujeto. El hombre vivencia así un “experimentum linguae”, ante lo cual Agamben sitúa la pregunta: ¿qué significa “hay lenguaje”? y ¿qué significa “yo hablo”? y afirma que no hay en el ser hablante el predicado que permita identificar esa propiedad. Esto interesa en tanto el psicoanálisis es una experiencia del lenguaje y lo indecible (metaforizado de diversas maneras en la historia del psicoanálisis, por tomar un solo ejemplo freudiano: “la roca viva de la castración”).

La experiencia y el goce en la época actual

Si situamos a la época como la de la alianza ciencia-capitalismo, es interesante destacar como malestar un empuje ya no a la restricción pulsional de la época freudiana sino al del consumo, diversificando goces a partir de objetos técnicos, empuje que es también a una infinidad de sentidos: para todo habrá una explicación. La ciencia así “opercibe” según el neologismo lacaniano del seminario XVII: percibe, reduce a fórmulas lo real e inserta en el mundo objetos que no existían. Por lo tanto ya no es la ciencia que se orienta al experimento, la ciencia que intenta reducir lo real a una fórmulas, sino una ciencia que opera en base a ella creando objetos y “guiando” la experiencia hacia una experiencia de consumo (del sentido).

Es en este marco de caída de ideal y pérdida de brújulas en que la experiencia es expropiada para ser reducida al efecto de un consumo. Desde esta perspectiva es interesante lo que sitúa Jacques Alain Miller en el abordaje en torno a la religión que realiza en el curso “Un esfuerzo de poesía”, donde sostiene que la experiencia religiosa en la actualidad se reduce a la una “religión light”, lo cual se da en el marco de la transformación de todo discurso y práctica en una experimentación de lo subjetivo privado, que Miller fórmula en la frase “lo que eso me provoca”. Algo muy usado por la publicidad para transformar la adquisición de un objeto en una seductiva experiencia emocional. De similar manera se ve en torno al uso de sustancias con el texto Alain Ehrenberg, “Individuos bajo influencia”, donde retoma a varios autores y sus relatos relacionados al consumo, destacando la experiencia como aventura interior con sensaciones novedosas. Por ejemplo en uno de los primeros capítulos toma a Coleridge, De Quincey y Baudelaire y lo titula como “la droga del individuo moderno”. Esto coincide con la quinta acepción propuesta por Ferrater Mora y el énfasis que fue tomando a partir del siglo XIX.

A su vez en ese “lo que eso me provoca” como experiencia privada está ligada, entiendo, a la subjetividad producida por el capitalismo: “todos adictos”. Jorge Alemán en “Horizontes neoliberales en la subjetividad” en este punto dice que este capitalismo neoliberal es el que mejor sabe atender al uno por uno.

La experiencia analítica

Un psicoanálisis es una experiencia hacia lo real a partir de lo simbólico, allí donde las palabras son las que detentan un poder. Es una experiencia de encontrarse con algo que habita y opera en el sujeto, que hay un más allá del yo por el que hay un exilio del sí mismo, aquello que Jorge Alemán ubica como «lo inapropiable». Una experiencia del lenguaje donde se apunta a construir un des-sentido, ya que parte del sentido sexual del síntoma, pasando por el goce sentido para desde el nombre propio dar con una ficción que soporte una referencia vacía.

¿Esta experiencia es trasladable a la certeza matemática? ¿Se pueden establecer leyes que permitan una reproducción en ese pasaje de la experiencia al experimento? ¿Se puede cuantificar el goce y medir el sentido del sufrimiento? ¿Lo real de un análisis es reproducible? Enrique Acuña ubica en el “El objeto (a)salta lo social” que nos orientamos por lo real pero necesitando el síntoma con su sentido sexual en el territorio del inconsciente, será allí donde la angustia aparece como experiencia de lo inédito y para cada caso diferente. Angustia que orientará hacia el deseo en juego.

Otra cuestión a deslindar es si reduciremos el psicoanálisis como experiencia de uno por uno a una esfera de lo individual privado, reduciéndola entonces a una psicoterapia del individuo, o más bien entenderemos que allí se encuentra lo “éxtimo”, neologismo lacaniano que rompe con la frontera entre lo propio y ajeno. Una experiencia donde llegan al diván los modos actuales de tratar y nombrar un malestar, el modo en que cada época vive la pulsión enlazada a los fantasmas del analizante, que en el análisis se extrae de la masa social y el sentido común.

Por otra parte está el lugar del analista quien como ciudadano además de dirigir la cura interviene en lo social. Y retomando a Agamben –que como dije conecta experiencia con autoridad y relato-, ubicamos un política que sostiene al analista haciendo de su experiencia (como analizante) una autorización entre otros analistas. ¿Cómo transmitir esa experiencia si ella pone en juego un límite del lenguaje al decir del filósofo italiano citado? Será allí donde se juegan los efectos de formación en la transmisión, en tanto en cada presentación clínica, epistémica y en cada decisión política se juega la relación al psicoanálisis como efecto del propio análisis.

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Texto reescrito y ampliado en base al trabajo presentado en el V Coloquio de Módulos del Instituto Pragma “Des-sentido. El psicoanálisis ante el consumo del lenguaje”. La Plata, Argentina, 14 de diciembre de 2018.

Bibliografía:

  • Acuña, Enrique: “El objeto (a)salta lo social”, en Vidas pulsionales, Ed. El ruiseñor del plata, 2018.
  • Argumento V Coloquio de Módulos del Instituto Pragma “Des-sentido. El psicoanálisis ante el consumo del lenguaje”. La Plata, Argentina, 2018.
  • Lacan, Jacques: El seminario, libro XVII El reverso del psicoanálisis, Ed. Paidós, Bs. As., Argentina.
  • Ferrater Mora, José: Diccionario de filosofía, Tomo I A-K, Ed. Sudamericana, Argentina.
  • Agamben, Giorgio: Infancia e historia –destrucción de la experiencia y origen de la historia-, Adriana Hidalgo Editora, Argentina, 2007.
  • Miller, Jacques-Alain: Un esfuerzo de poesía. Los cursos psicoanalíticos de Jacques Alain Miller,  Ed. Paidós, Argentina, 2016.
  • Alemán, Jorge: Horizontes neoliberales en la subjetividad, Grama Ediciones, Argentina, 2016.
  • Ehrenberg, Alain: Individuos bajo influencia. Drogas, alcoholes, medicamentos psicotrópicos,  Ed Nueva Visión, Argentina.

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Analytica del Sur Número 1. Aparición en web: julio 2014.

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